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Co-edition with Estudios de Política Exterior

Obama, Sarkozy, Líbano y Siria
En los últimos tiempos, el régimen sirio ha dado algunos pasos, apoyado por Francia y Turquía, para templar sus relaciones con Israel, Líbano y Estados Unidos.
George Emile Irani
La elección de Barack Hussein Obama como 44º presidente de Estados Unidos está levantando numerosas expectativas alrededor del mundo y, sobre todo, en Oriente Próximo. En Líbano, el grupo de mayoría parlamentaria, 14 de Marzo, colocó sus esperanzas en la victoria del republicano John McCain. Se pensaba que su presidencia mantendría y profundizaría las políticas seguidas por George W. Bush: apoyo sólido a la integridad territorial y a la soberanía de Líbano y a la “Revolución de los Cedros” que siguió al asesinato de Rafik Hariri en 2005; apoyo americano a las resoluciones 1559 y 1701 de Naciones Unidas; reconstrucción de las Fuerzas Armadas Libanesas; y, por último, pero no menos importante, promover y poner en marcha el Tribunal Especial para Líbano, prevista para principios de 2009.
La oposición congregada alrededor del Movimiento del 8 de Marzo dio su apoyo a Obama con la esperanza de que el enfoque del demócrata hacia Líbano, y Oriente Próximo en general, sería menos polémico y se basaría en una diplomacia más tranquila. A pesar de estas posturas, la actitud de EE UU hacia Líbano no va a cambiar. Obama mencionó el país tres veces durante su campaña y en su visita a Berlín el año pasado declaró su “apoyo a la población libanesa que ha luchado y sangrado en aras de la democracia”.
El entonces candidato también anunció su apoyo al Tribunal Especial que investiga el asesinato de Hariri y a la Revolución de los Cedros. Desde el comienzo de la guerra de Líbano en 1975 hasta hoy siguen sin resolverse los asuntos que impiden la creación de un Estado moderno de Líbano. Estos asuntos abarcan cuestiones como la identidad, la soberanía, el reparto de poderes, la reforma política y las relaciones con la región y el mundo:
– Existe una disparidad de puntos de vista acerca de la identidad de Líbano ¿Se trata de un Estado moderno democrático basado en el respeto a las libertades fundamentales? ¿O es una nueva Esparta dominada por un totalitarismo de inspiración religiosa lo que marca su visión del mundo? Esta cuestión no se va a resolver a corto plazo, ya que los libaneses antes tienen que ponerse de acuerdo en cuanto al tipo de país que quieren.
– A principios de este siglo, la noción de soberanía se puso en entredicho por todo tipo de fuerzas centrípetas y centrífugas. En los últimos 30 años la soberanía de Líbano fue violada en su mayoría por sus vecinos, Siria e Israel, así como por actores no estatales como la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y Hezbolá. A principios de la década de los cincuenta se encontró ante dos posibilidades duras: seguir una política pro occidental dominada por la guerra fría o una visión panárabe. Hoy, estas visiones han cambiado.
¿Es Líbano un Estado pro occidental o es parte de una gran visión panislámica iraní en su mayoría?
– Reparto de poderes: uno de los principales problemas de Líbano contemporáneo. El problema de base es demográfico y repercute en la gobernabilidad. Hasta 1975 el reparto de poderes estaba mayoritariamente entre los maronitas y los suníes. Tras el Acuerdo de Taif en 1989, que acabó con una guerra civil de 30 años, los chiíes se han convertido en agentes clave en la política de Líbano junto a Hezbolá, una combinación de milicia armada y partido político que recibe órdenes desde Irán.
– Reforma política: se ha convertido en el leitmotiv cada vez que el país se enfrenta a una crisis. Es necesario desarrollar un nuevo liderazgo dispuesto a despojarse de los intereses sectarios en aras del bienestar nacional.
– Temas de seguridad: desde Taif, las cuestiones de seguridad son las mismas. ¿Cómo puede conciliarse la presencia de una milicia (Hezbolá) muy armada y apoyada desde el exterior con un Estado soberano? ¿Cómo se reconcilian los objetivos de Siria, Irán e Israel?
Francia, Siria y Líbano
En agosto, después de 65 años, la República Árabe de Siria decidió establecer relaciones diplomáticas oficiales con la República de Líbano, un gran avance en las relaciones entre los dos vecinos. La decisión de Siria estuvo determinada por la visita a París del presidente Bashar al Assad en julio. Hasta hace poco, el régimen sirio se encontraba aislado por la comunidad internacional por su implicación en la desestabilización de Líbano, su apoyo a grupos violentos como Hezbolá en Líbano y Hamás en Gaza, así como por ser un amigo cercano de Irán.
Además, la administración Bush acusaba al régimen sirio de fabricar una bomba nuclear con la ayuda de Corea del Norte, una acusación negada con vehemencia por Damasco. En 2005 se especulaba con que los días del líder sirio estaban contados. Sobrevivió a varios desafíos internos y externos y aquí estaba de nuevo recibiendo la bienvenida como actor principal en la escena de Oriente Próximo. Como parte de su nueva política para sacar a Siria de su aislamiento, así como un gesto de buena voluntad hacia Francia y EE UU, dos amigos clave de Líbano en el ámbito global, Bashar al Assad decidió acoger en agosto de 2008 al presidente de Líbano, Michel Suleiman, como un socio igual y no como un vasallo dispuesto a recibir órdenes.
En septiembre, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, viajó a Siria, en lo que se considera una visita histórica. El líder francés daba este paso para reentablar relaciones con el régimen sirio. La administración Bush no vio con buenos ojos la medida al considerar que Siria patrocina y ampara a grupos terroristas. De cualquier modo, Washington adoptó una visión pragmática del encanto diplomático de Sarkozy hacia al Assad. Las relaciones entre Líbano y Siria han estado marcadas por la percepción que esta última tenía de Líbano: una entidad creada artificialmente que debería ser parte de la Gran Siria. Esta idea dañó las relaciones entre los dos países que se convirtieron en cautivos de las consideraciones internas, regionales e internacionales.
A lo largo de los años cincuenta y sesenta, los golpes militares recurrentes y la inestabilidad interna en Siria repercutieron en las relaciones entre Damasco y Beirut. Más tarde, cuando en 1975 estalló la guerra civil, Siria se implicó de manera considerable en los asuntos de Líbano mediante el envío de tropas a comienzos de 1976 con el apoyo de otros países árabes, EE UU e Israel. En este panorama, irrumpe el difunto primer ministro Rafik Hariri. Ciudadano saudí libanés, Hariri jugó la carta de Damasco pero también quería dejar que Líbano recuperara una semblanza de independencia. Un año antes de su asesinato en febrero de 2005, las relaciones entre Hariri y Siria se volvieron muy tensas, a lo que contribuyó el descontento saudí por la interferencia de Siria en los asuntos libaneses y palestinos, así como con el apoyo total que ofrecía a Irán Bashar al Assad.
Además, en 2004, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptó la Resolución 1559 en la que hacía un llamamiento a la salida de las fuerzas extranjeras de Líbano y al respeto de su soberanía. Después del asesinato de Hariri, una enorme manifestación antisiria en las calles de Beirut, agrupó a la mayoría de los libaneses y forzó la salida de las tropas sirias de Líbano. Así, Siria se aseguró de que sus aliados libaneses seguirían desempeñando un papel crucial en el futuro del país y se convirtió en el principal apoyo y conducto de armas para Hezbolá.
Las relaciones entre los dos países se volvieron muy tensas y acabaron por romperse como resultado de los sentimientos anti Siria omnipresentes en Líbano. Hoy, con la decisión de reentablar relaciones dipomáticas con Líbano, Siria intenta comportarse lo mejor posible frente a Occidente, especialmente con la Unión Europea. Además, para modificar su política con Líbano, decidió explorar las posibilidades de un tratado de paz con Israel. Hasta hace poco, las negociaciones entre Siria e Israel se encontraban congeladas incluso cuando los dos países estaban muy cerca de alcanzar un acuerdo. Bashar al Assad entendió que para que su país recuperara el respeto internacional tenía que abrir negociaciones indirectas con los israelíes.
El régimen de Siria pidió y obtuvo ayuda a Turquía, que tiene buenas relaciones tanto con Israel como con Siria. Sarkozy también entró en escena para generar un avance en las negociaciones entre Siria e Israel con un apoyo indirecto aunque remiso de EE UU. Bashar al Assad espera que, con Barack Obama en la Casa Blanca, se temple la relación entre Damasco y Washington.
España, las Naciones Unidas y Líbano
El 31 de agosto expiró el mandato de las Fuerzas Provisionales de las Naciones Unidas para Líbano (FINUL), renovado por seis meses por el Consejo, tras la presentación de un proyecto francés. El contingente de 13.000 miembros ha mantenido la zona sur del río Litani libre de cualquier actividad armada visible por parte de Hezbolá y ha ayudado a las Fuerzas Armadas Libanesas a establecerse allí por primera vez en 30 años. El contingente español –1.125 soldados– llegó a Líbano en septiembre de 2006, y está desplegado en el sector este en la parte más meridional del país. Junto a España, Nepal, India, China e Indonesia también tienen tropas desplegadas en esa zona del país. En verano, tanto libaneses como israelíes criticaron la labor de la FINUL.
Los libaneses la culpan de no lograr la salida de Israel de la sección norte de la ciudad de Ghajar bajo su ocupación y de no detener los vuelos sobre Líbano que a diario llevan a cabo los israelíes. Por su parte, el gobierno de Israel acusa a la FINUL de no acabar con el contrabando de armas para Hezbolá que se produce en las zonas bajo su control. El 22 de agosto el primer ministro de Líbano, Fuad Siniora, envió una carta al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en la que llamaba su atención sobre la necesidad de proteger la soberanía y la integridad de Líbano tras las amenazas que el país ha recibido por parte de líderes israelíes como el primer ministro, Ehud Olmert, y el ministro de Defensa, Ehud Barak.
El 19 de agosto, Olmert declaró que Israel disiparía cualquier limitación a las operaciones militares si Líbano se convertía en lo que ellos denominaban Estado Hezbolá. El primer ministro israelí afirmó que durante el verano de 2006 Israel utilizó la restricción en su guerra contra Hezbolá con el fin de no provocar demasiadas víctimas entre la población civil. Pero ahora que Hezbolá es parte integral del gobierno libanés, Israel reconsidera su punto de vista. A pesar de las acusaciones y contra acusaciones la FINUL es todavía una importante fuerza estabilizadora en el sur de Líbano, especialmente con los cascos azules de la misión de paz de la ONU, y la gran presencia de soldados europeos procedentes de Francia, Italia y España. Ni Israel ni Hezbolá tienen interés en alienar a los poderes europeos en su guerra de palabras.