Entrevista a Assaad Chaftari
Assaad Chaftari (1955, Beirut) es una figura controvertida en Líbano, por su pasado militar y su activismo actual contra las políticas sectarias. Ejerció de alto oficial de inteligencia en las Falanges Libanesas durante la guerra civil y era la mano derecha del comandante de guerra Elie Hobeika. Chaftari fue uno de los militares involucrados en la masacre de Sabra y Chatila (1982), donde fueron asesinados cerca de 2.000 refugiados palestinos y libaneses, aunque la cifra exacta se desconoce. También fue uno de los principales negociadores del Acuerdo Tripartito en 1985, una breve tentativa de alto el fuego en la guerra civil que permitió la presencia militar siria en Líbano como fuerza garante del pacto.
Tras un largo proceso personal en el que se cuestionó su papel en la guerra, se acercó a las facciones de la población que durante años había combatido. Su vida dio un giro de 180 grados. En el año 2000 publicó una carta de disculpa al pueblo libanés por sus acciones en la guerra y pidió un acercamiento entre los ciudadanos. Poco después fundó, junto a excomandantes de otras facciones, Fighters for Peace (Luchadores por la paz), una asociación que busca despejar la idea de que una guerra puede ser algo atractivo para los jóvenes. Sus miembros intentan reivindicar la memoria para unir a los libaneses más allá del sectarismo. El proyecto no convence a todo el mundo y ha recibido críticas de familiares de los cerca de 17.000 desaparecidos en la guerra civil, debido a que Chaftari ha pedido perdón por sus crímenes pero no ha revelado detalles que podrían ayudar a descubrir el paradero de los desaparecidos. Chaftari forma parte de las personas exoneradas de los crímenes de guerra en el marco de la Ley de Amnistía (1991).
Nos cita en la oficina de Fighters for Peace en el centro de Beirut, donde hablamos de su pasado militar, su transición hacia su postura actual y sobre los tabúes de la guerra en Líbano.
¿Cómo nace Fighters for Peace?
Ahora somos unos 75 miembros, hombres y mujeres. Cada uno de nosotros tomó un camino particular hasta llegar al punto donde nos encontramos hoy. No es una historia monolítica. Antes de crear Fighters for Peace, algunos de nosotros ya éramos miembros de varias ONG por la reconciliación y la unidad entre libaneses. En 2012, cuando estalló un conflicto en Trípoli entre facciones suníes y alauíes, nos reunimos para ver qué podíamos hacer. Nos daba miedo que volviera a estallar una nueva guerra civil. En la reunión, de repente nos dimos cuenta de que cinco de las ocho personas que estábamos en esa sala éramos excombatientes y todos queríamos hablar. Todos queríamos convencer a los jóvenes combatientes para que dejaran las armas.
¿Y cómo les recibieron?
No fue fácil que nos escucharan. Queríamos que entendieran nuestra amarga experiencia como combatientes. La lucha no lleva a ningún lado, queríamos decirles que no deberían creer a sus líderes, que deberían abrirse al otro, escucharlo. Obtuvimos una buena respuesta del público general. Nos dimos cuenta de que en Líbano hay una necesidad de hablar. Por eso creamos esta asociación de excombatientes que piensan distinto.
La sociedad libanesa sigue profundamente dividida, ¿Cómo crea un acercamiento a esta cuestión?
No creamos un debate per sé. Invitamos a varias personas y abrimos el diálogo, nos escuchamos mutuamente. Intentamos romper con esto porque nos podría ayudar a salir de esta situación. Lamentablemente siento que aún vivimos en una especie de guerra civil. No hemos curado las heridas del pasado ni las hemos discutido, seguimos perpetuando los mismos errores en la historia. Y, como no hablamos, tampoco nos reconciliamos.
A nivel personal, ¿cómo fue este cambio de ideas?
En 1985, tras negociar el Acuerdo Tripartito en Siria, parte de los militares cristianos se sintieron traicionados. El comandante Samir Geagea llevó a cabo un golpe militar contra nosotros. Nos expulsaron de nuestros puestos. Me enviaron al valle de la Becá (este de Líbano). De pronto, nos vimos rodeados de musulmanes chiíes y así es cómo empecé a ver al otro. Descubrí que muchas historias que había escuchado no eran ciertas, que el otro no era el demonio. Entonces vino una ONG internacional llamada “Iniciativas por el cambio” (Initiatives of Change, de Suiza). Me dijeron: “Si quieres que algo cambie, tienes que empezar por ti mismo”. En ese momento yo creía que no tenía que cambiar nada, pero poco a poco fui haciendo un escrutinio de mi vida.
¿Qué tipo de pensamientos tenía?
Yo me consideraba un hombre de fe, pero había perdido mis valores. Matar en nombre de Dios no es correcto. Así que empecé un proceso de introspección, empecé a escuchar esa voz interior, llámalo conciencia o llámalo Dios. Soy afortunado de decir que mi proceso aún continúa. En varios encuentros empecé a escuchar al otro, a ver que no solo yo tenía razón. Así he visto que el otro puede tener razón o parte de razón. He aceptado que podemos trabajar juntos hasta el punto de sentir que no hay un “otro”.
¿Por eso hizo pública su disculpa?
Sí. Un día me levanté y entendí que si quería que este país cambiase, tenía que admitir mis errores, así que escribí una carta de disculpa y la hice pública. Perdonando y pidiendo perdón. Desde entonces prosigo este proceso.
Ha sido una de las pocas voces dentro de la comunidad cristiana que ha admitido su culpa en la guerra. ¿Se ha sentido rechazado por su propia comunidad?
De alguna forma en este proceso he perdido mi identidad, más que sentirla la he perdido. Recibí reacciones positivas de mis antiguos enemigos, del lado comunista, palestino, musulmán, pero sigue siendo muy difícil tratar de convencer a los cristianos. Me ven como a un traidor. No quieren escucharme, no quieren acompañarme en este proceso. Los cristianos sentimos que hemos perdido la guerra. Consideran que hablar mal de tu propio clan es debilitarlo, sobre todo si lo haces en público.
¿Por qué cree que usted, teniendo en cuenta su pasado, puede ser una figura de reconciliación?
Cuando eres pequeño creces odiando al otro. Yo he odiado mucho. Crecemos sabiendo que el malo es el otro, no vemos nuestros propios fallos. Si quieres saber la verdad, tienes que mirarte a ti mismo, a tus padres y abuelos, reconocer sus fallos. Yo hablo de mi experiencia como excombatiente y como exjefe de estos combatientes. Hay una gran diferencia entre hablar de la historia de alguien y contar la tuya propia. Entras en detalles personales sobre lo que hiciste para llegar a tal posición, sobre tu papel en la guerra, cómo has cambiado y cómo ves las cosas ahora. Es como si pusieras luz en aspectos que antes ellos no habían considerado, sobre todo entre los jóvenes. La juventud libanesa está muy interesada en la guerra, en saber qué pasó, quién estaba, en los héroes de su clan, etc. También les mostramos que la guerra no es exactamente como han escuchado. En una guerra civil no hay héroes. Es sucia, sangrienta y triste.
A nivel parlamentario, ¿cree que existe alguna opción contra el sectarismo?
No, creo que los partidos mantienen estas diferencias para perpetuarse en el poder, viven de esta dinámica. Viven de la idea de que “yo soy el único líder que te puede proteger de los otros”. El otro líder dice lo mismo, hacen que los votantes se tengan miedo entre ellos. Haciendo que mi gente tema al otro, de alguna forma justifico mi existencia.
¿Tiene cabida su discurso unitario en los medios de comunicación?
No tenemos un espacio fácil en los medios, pero lo conseguimos. Si consideras que cada uno de nosotros ha sido invitado alguna vez en medios, acaban siendo muchos. Claro que no es fácil, estamos nadando todo el rato a contracorriente. Muchas veces tenemos problemas para dar charlas en escuelas o universidades porque no quieren hablar de la guerra. No quieren hablar del tema por si despierta tensiones. Nos mentimos a nosotros mismos si creemos que hablar de la guerra va a revivir el conflicto.
¿Cómo se dirige a un joven que ha crecido sabiendo que las Falanges libanesas mataron a alguien de su familia?
Nos encontramos con muchos casos de este tipo. Crecemos sabiendo las cosas malas que hacían otros, pero desconocemos lo que hizo nuestra gente. Por eso cuesta mucho encontrar un punto en común entre todos, quizás sea que todos hemos perdido en la guerra. Los padres tienen una visión sesgada de la historia y los profesores también. No hay un solo documento en el que figuren todas las atrocidades de todos los bandos. Por ejemplo, en una ocasión se creó una comisión para escribir la historia reciente de Líbano, de la que yo formé parte. Acordamos que si hay una versión del suceso escribiríamos esa versión, si hay dos versiones pues metemos las dos, si hay cinco, pues cinco. Queríamos que el lector tuviera su propia opinión y su narrativa.
¿Cómo fue el proceso?
Un desastre. Fuimos incapaces de ponernos de acuerdo en nada. La enseñanza de la historia de Líbano termina con el fin de la ocupación francesa y a partir de ahí no se enseña nada más. ¿Quién es para ti Kamal Yumblatt? Pues para unos es un héroe, para otros un traidor, pero eso no lo verás en las escuelas. Hay otras figuras más antiguas y controvertidas como el emir Bashir Shihab. Murió hace 200 años y aún no tenemos una postura común sobre su figura. En la comisión empezamos a pelearnos y, al final, el proyecto cayó en saco roto. Cada miembro de la comisión recibía mucha presión de su secta.
Usted ha reconocido sus crímenes. ¿Cambiaría algo del pasado?
Pienso mucho en ello. ¿Era Bashir Gemayel (expresidente y general de las Falanges libanesas) un traidor o un héroe? Los cristianos lo llaman héroe, los musulmanes un traidor. Imagina mi posición sobre el asunto porque yo estaba en su círculo más cercano. ¿Cómo lo llamo yo ahora? He cambiado. Mis antiguos enemigos, los musulmanes, palestinos, no entienden mi postura. Los cristianos tampoco entienden lo que pienso. No sé quién es Bashir Gemayel para mí. Sé que si no hubiéramos combatido a los palestinos, hoy no existiría Líbano. Sería una Palestina número dos. Aún así, él estuvo detrás de muchas acciones tremendamente despreciables. No solamente él, yo por aquél entonces pensaba como él. Él era siete años mayor que yo. Somos responsables de cosas terribles que ocurrieron en aquel entonces. Pero, ¿qué es lo mejor? Lo miramos todo desde el prisma blanco y negro, pero también podríamos aceptar el gris.
¿A qué se refiere con aceptar el gris, a mantener una postura intermedia?
No. Creo que podríamos considerar a Gemayel una mala persona y también una buena persona. En sus últimos años, todos cambiamos cuando nos dimos cuenta de que había la posibilidad de regresar a una antigua Líbano, pero antes de la guerra, creíamos en la idea de un país dividido en el que nosotros tendríamos el control de una parte del terreno, puramente cristiana. Por eso queríamos librarnos de los palestinos. Pensábamos que los israelíes entrarían y nosotros nos libraríamos de los palestinos. Pensábamos que los musulmanes acudirían a nosotros y nos darían las gracias por librarnos de los palestinos.
¿Alguna vez se pregunta por qué hizo lo que hizo?
Constantemente. Lo hice por ignorancia. No conocía al otro. Creía que sí, pero no era cierto, nunca los escuché. Como eran distintos, intentaba evitarlos. Había un punto de miedo, que luego se convierte en odio y luego viene la violencia. Los empecé a odiar cuando las cosas empezaron a ocurrir. Cuando los palestinos empezaron a poner checkpoints, cuando los musulmanes se aliaron con los palestinos contra nosotros. A partir de ahí fue muy fácil llegar a la violencia. Miedo es lo que más veo. He visitado casi todo Líbano. Si vas a las zonas drusas verás que temen a los chiíes y parte de las facciones cristianas. Los chiíes tienen miedo de los extremistas suníes. Los alauíes de los suníes. Todo el mundo tiene miedo de todos en este país. Yo tenía miedo de perder mi país, de que los monstruos terminaran siendo más que nosotros, más numerosos. Cuando tienes miedo, sientes que te tienes que proteger y eso te empuja a hacer cosas para protegerte a ti y a los tuyos.
Uno puede ser consciente de los crímenes que ha cometido pero, ¿cómo es el proceso de hacerlo público?
En nuestra organización usamos un truco que es hablar primero de nosotros. Cuando hablamos mal de nosotros mismos, creamos una duda en el otro. Cree que no intentamos convencerle de nada, pero en este proceso hemos dejado la semilla de la duda en su mente. Intentamos que al menos admita que participó en la guerra civil. A partir de aquí, el excombatiente puede tomar diferentes caminos. Puede admitir que la guerra fue sucia y que todas las partes hicieron cosas malas, quizás después admita que su propio grupo también hizo cosas malas. Luego puede ser que admita que él mismo participó en un evento trágico. Todo este camino conduce al momento en el que admite “yo también tengo las manos sucias” o “yo personalmente participé en tal acción”. Cuando esto ocurre, consideramos que se ha cruzado una línea y esta persona está lista para cambiar.
¿Podría valorar la situación actual del país, la crisis política y económica?
Es catastrófica. Eso no significa que no tenga esperanza, pero la situación actual es catastrófica. Por otro lado, no me sorprende, porque las cosas han tomado el rumbo que se esperaba. Si esta grave crisis económica no hubiera ocurrido, no nos habríamos dado cuenta de que estamos yendo hacia el abismo. En este país si no le pones nombre a las cosas, parece que no ocurren. No hemos lidiado con el pasado ni hemos entendido por qué nos matamos entre nosotros. No hemos encontrado tampoco una fórmula para no matarnos de nuevo entre nosotros.
¿Cree que un proceso judicial tras la guerra civil podría haber redirigido el país hacia una mayor estabilidad?
Hay ciertas cuestiones que desde la política se han ido posponiendo siempre. En el inicio de los acuerdos de Taif, se acordó un sistema transicional hacia la paz, hacia la justicia. Los líderes de las milicias tenían que estar en el gobierno durante un período corto de tiempo, luego tenían que ceder esa autoridad a la sociedad civil. Eso no ocurrió, se hizo de una forma en la que, a día de hoy, ellos siguen en el poder. Nutren a las comunidades de esta división, como si aún estuviéramos en guerra. Líbano antes no era así. Incluso en algunos momentos de la guerra, no éramos tan fanáticos como lo somos ahora.
¿Cree que la situación en la región incentiva estas divisiones?
Claro. Israel no se está quieto, esto motiva la existencia de Hezbolá. La guerra en Siria ha provocado una mayor división en el mundo árabe. Los árabes están muy divididos. Cuando estaban más unidos, era más fácil para Líbano tratar con ellos. Ahora en cambio tenemos que elegir entre los cataríes o los saudíes, los emiratíes o los egipcios. Eso también dificulta nuestra situación, más ahora que sufrimos una grave crisis económica. Además no tenemos una visión de qué queremos. Hemos perdido nuestra brújula y no sabemos a dónde vamos. ¿Quién decide en nuestro país? No es el presidente, ni el presidente del Parlamento, ni el primer ministro. No está claro quién lo lidera. Es un sistema disfuncional lleno de errores. Cuando se quiere tomar una decisión, es muy difícil saber con quién tienes que lidiar. Si alguien la toma, otro grupo se muestra en contra y paraliza la decisión. Estamos paralizados desde hace 35 años. Míranos, no podemos tomar ninguna decisión.
Ha mencionado que percibe más fanatismo ahora que hace unos años. ¿Cree que podría estallar un conflicto armado en un futuro cercano?
Todo podría explotar cualquier día, pero no hay ninguna decisión internacional o regional que motive esa explosión. Eso es un factor muy importante para Líbano. Somos demasiado débiles como para resistir cualquier decisión seria que nos haga explotar, tenemos que admitirlo. Estamos muy divididos y podrían usarnos en cualquier momento.
Líbano tiene una generación que ha vivido la guerra y a veces se vuelven locos, pero está claro que no quieren vivirla de nuevo. La juventud es distinta. Cuando los visitamos vemos, que sienten una gran atracción por ella. Algunos están en guerra, temen y odian al otro. Creen que tienen razón y que si se deshacen del otro, todo irá mejor./
“Siento que aún vivimos en una especie de guerra civil. No hemos curado las heridas del pasado ni las hemos discutido. Y, como no hablamos, tampoco nos reconciliamos”
“Nos mentimos a nosotros mismos si creemos que hablar de la guerra va a revivir el conflicto”
“Todo podría explotar cualquier día, pero no hay ninguna decisión internacional o regional que motive esa explosión. Eso es un factor muy importante para Líbano”