Marruecos, socio privilegiado de Estados Unidos

Las relaciones bilaterales pasan por un buen momento reflejado en el acuerdo de libre comercio y la concesión del estatuto de aliado preferente no miembro de la OTAN.

Carlos Echeverría, profesor de Relaciones Internacionales de la UNED

La profundización de las relaciones entre Washington y Rabat en los últimos meses, que ha permitido un notable reforzamiento exterior del país magrebí, pasa por dos grandes hitos –la conclusión de un acuerdo bilateral de libre comercio y la concesión estadounidense a Marruecos del estatuto de aliado preferente no miembro de la OTAN.

El contexto político

Este reforzamiento parte de unas relaciones antiguas e intensas que en los últimos tiempos han adquirido aún más contenido en un contexto internacional muy concreto. Los lobbies promarroquíes en Washington DC, activos desde antiguo, intensifican últimamente sus trabajos y así el Carnegie Endowment for International Peace consideraba en junio de 2004 a Marruecos como “el país más pluralista del mundo árabe” en el marco de la presentación internacional de la iniciativa estadounidense para el Gran Oriente Medio y de la compleja posguerra en Irak.

Por otro lado, la gira africana del rey Mohamed VI –que en el mismo mes de junio visitaba Benín, Camerún, Gabón, Níger y Senegal– también reforzaba la proyección exterior de Marruecos haciéndolo aún más atractivo para un George W. Bush que cultiva en los últimos años un gran interés por África. Estos lobbies tratan de evitar, y en gran medida lo consiguen, que la progresiva aproximación estadounidense a Argelia no se haga en detrimento de los muy antiguos y sólidos lazos con Marruecos: la importancia de Argelia en la lucha contra el terrorismo islamista globalizado y la vitalidad diplomática del gigante magrebí –reflejada en la doble invitación cursada por la Casa Blanca al presidente de Argelia, Abdelaziz Buteflika, para participar en la cumbre del G-8 de Sea Island, en Georgia, del 8 al 10 de junio, tanto como representante de los mandatarios africanos como de los de Oriente Próximo– no han neutralizado unas importantes inercias promarroquíes que datan de la guerra fría.

También la guerra internacional contra el terror encabezada por Estados Unidos ha contribuido a añadir aún más consideración hacia el socio marroquí, antes y después de los atentados de Casablanca de 16 de mayo de 2003. Antes, en la desarticulación de una conspiración terrorista contra buques aliados en el estrecho de Gibraltar en mayo de 2002, a la que contribuyó la cooperación entre los servicios de ambos países y el interrogatorio por ambas partes de los ciudadanos marroquíes presos en Guantánamo.

Después, en la gira magrebí del secretario de Estado, Colin Powell, a principios de diciembre de 2003, en la que la cooperación diplomática y de seguridad seguía siendo un asunto central en la agenda bilateral. En otra cuestión política como es la gestión del conflicto del Sáhara Occidental en el seno de la ONU, el papel de EE UU ha sido también relevante. Desde que el 31 de julio de 2003 el Consejo de Seguridad aprobara por unanimidad la versión modificada del Plan Baker, la diplomacia estadounidense, con su embajador ante la ONU, John Negroponte, a la cabeza, intentó infructuosamente lograr la aceptación marroquí de dicha versión.

Más tarde, la designación por parte del presidente Bush de James Baker III como embajador en Misión Especial para la Deuda Externa de Irak, el 5 de diciembre de 2003, marcó el principio del fin de la dedicación del esfuerzo diplomático a este conflicto: su cansancio, pero también el de Washington, ante el bloqueo de esta cuestión en el terreno diplomático explica su dimisión el 11 de junio de 2004. En cualquier caso, EE UU no ha incluido el territorio del Sáhara Occidental en su acuerdo bilateral de libre comercio con Marruecos asumiendo con ello la doctrina vigente de las Naciones Unidas.

El acuerdo de libre comercio EE UU-Marruecos

La negociación de este acuerdo, que comenzó el 21 de enero de 2003, vio retrasarse algunas de sus rondas por la crisis y posterior guerra del Golfo más que por las protestas de sectores económicos marroquíes. Así, la segunda ronda negociadora fue retrasada el 24 de marzo de 2003 como efecto de las manifestaciones, las más significativas de todo el Magreb, contra la guerra en Irak: en Rabat, el 30 de marzo de ese año el Comité Nacional de Apoyo a Irak, al que pertenecían la casi totalidad de partidos y sindicatos, reunió entre 30.000 y 300.000 manifestantes contra la guerra, según las autoridades y los organizadores, respectivamente, tras haber logrado congregar el 23 de febrero a más de 100.000 personas en Rabat y el 2 de marzo a 150.000 en Casablanca.

Concluidas las negociaciones el 2 de marzo de 2004 –tras nueve rondas celebradas en Washington, Ginebra y Rabat– el acuerdo se firmó en Washington el 15 de junio siendo el primero que EE UU alcanza con un país africano y el segundo, después del culminado en 2001 con Jordania, con un país árabe. Este acuerdo, cuya ratificación ha sido autorizada por el legislativo estadounidense en el verano de 2004 y que entró en vigor en enero de de 2005, eliminará el 95% de los aranceles en productos industriales y de consumo –que oscilan entre el 4% y el 20% sobre la mayor parte del comercio bilateral– y rebajará las barreras para las exportaciones agrícolas. Su objetivo es establecer una unión aduanera en un plazo de nueve años para incrementar los hoy escasos intercambios entre ambos países.

Según las autoridades marroquíes, el acuerdo tiene en cuenta la realidad socioeconómica marroquí y las diferencias en materia de desarrollo, por lo que introduce numerosas oportunidades para el comercio y la inversión en el país. La firma de este acuerdo se produce en un marco más amplio que incluye el compromiso previo de Marruecos con su principal socio comercial y donante de cooperación –la Unión Europea– y la aceleración de los vínculos multilaterales Sur-Sur dentro del grupo de Agadir o bilaterales con Estados como Turquía. De hecho, la firma el 7 de abril de 2004 de un acuerdo para crear gradualmente una zona de libre comercio entre Marruecos y Turquía por parte de sus primeros ministros, Driss Yettu y Recep Tayyip Erdogan, contribuye a reforzar con una dimensión Sur-Sur –iniciada oficialmente con la firma el 25 de febrero de 2004 del acuerdo similar de Agadir entre Marruecos, Túnez, Egipto y Jordania– la lenta construcción de una zona de librecambio euromediterránea en el horizonte de 2010.

Según el secretario de Estado para Asuntos Exteriores y Cooperación, Taïeb Fassi Fihri, este acuerdo no entra en contradicción con los concluidos anteriormente con otros actores y se ha realizado conforme a las disposiciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Fassi Fihri salía así al paso de las críticas de algunos europeos recordando quizá las airadas protestas de François Loos, ministro francés de Comercio Exterior, durante su visita de trabajo a Rabat en enero de 2003 coincidiendo con el inicio de las negociaciones.

Desde Washington se argumentaba en aquellos momentos que, a título de ejemplo, México reforzaba sus relaciones con la UE, con la que había firmado un acuerdo de libre comercio en julio de 2000, aun cuando este país estaba previamente vinculado con EE UU por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. En esa línea pragmática Marruecos sigue persiguiendo con ahínco, bajo el liderazgo de Yettu, la obtención de un estatuto para su país equiparable al de los miembros del Espacio Económico Europeo –organización formada por Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza, con la que Marruecos firmó ya en 1997 un acuerdo de libre comercio–, algo para lo que requiere un fuerte apoyo político aunque estaría también por ver si los indicadores actuales de la economía marroquí pueden permitírselo. En cualquier caso, sin ser miembro de pleno derecho de la UE hay posibilidades de obtener estatutos interesantes en las relaciones –véanse los casos de Suiza o de Israel, con sus especializaciones financiera y tecnológica, respectivamente– que permiten cierta flexibilidad en el análisis, algo en lo que Marruecos debería concentrarse en los próximos años con vistas a obtener resultados a medio plazo.

De momento, la realidad es que Marruecos sigue y seguirá vinculado estrechamente a la UE: centra dos tercios de su comercio exterior total con la UE, concentrando en Francia el 40% de sus exportaciones y el 30% de sus importaciones, frente al 4,1% y al 3,7%, respectivamente, con EE UU que en 2003 exportó a Marruecos por valor de 475 millones de dólares e importó por valor de 392 millones. Además, el país magrebí fue en 2002 el primer receptor neto de la cuenca mediterránea de fondos del programa MEDA, con 122 millones de euros.

Para Rabat, la firma de este acuerdo debería coadyuvar a avanzar en las reformas ya iniciadas y, en consecuencia, a la liberalización y a la internacionalización de su economía. Los sectores más sensibles, como agricultura, textil, sanidad o la producción cultural, han requerido mayor dedicación y debate y son, definitivamente, los que despiertan más temores entre los analistas marroquíes que temen las consecuencias del acuerdo en sectores como la fabricación de genéricos o las subvenciones a la producción cinematográfica. En el sector agrícola, que emplea a uno de cada dos marroquíes, el tratado prevé periodos transitorios para el desmantelamiento aduanero de entre 10 y 20 años, según los productos y establece cuotas ligadas al nivel de producción nacional para la importación libre de cereal estadounidense.

Marruecos, aliado preferente no miembro de la OTAN

El 3 de junio de 2004, días antes de la firma del acuerdo de libre comercio, Washington concedía a Marruecos el estatuto de aliado preferente no miembro de la Alianza Atlántica, hecho que le permitiría, si dispone tanto de recursos como de voluntad política, adquirir material moderno estadounidense y participar en selectos programas de investigación y de desarrollo en el ámbito de la defensa.

En la primera quincena de julio de 2004 Marruecos albergaba en sus aguas territoriales el ejercicio “Majestic Eagle 04” de la OTAN, en el que unidades navales y aéreas marroquíes compartían misiones con otras de EE UU, España y de otros ocho países. Por otro lado, Marruecos participa, desde su lanzamiento en 1995, en el Diálogo Mediterráneo de la OTAN, reforzado en la cumbre de la Alianza de 27 y 28 de junio de 2004 con la denominada Iniciativa de Cooperación de Estambul, y contribuye a la operación multinacional de vigilancia y escolta marítima “Active Endeavour” en el contexto de la lucha antiterrorista desde que ésta se ampliara a todo el Mediterráneo en marzo de 2004.

Ahora Washington ha decidido incluir a Marruecos en un selecto club del que ya forman parte 12 países y recibirá un trato bilateral idéntico al que reciben Jordania o Pakistán, vinculados ambos por acuerdos de libre comercio y beneficiarios también del tratamiento de aliados preferentes, constituyendo una selecta avanzadilla arabo-musulmana –junto a Bahrein, Egipto y Kuwait en el ámbito exclusivo de la defensa– en la gran estrategia estadounidense hacia el Gran Oriente Medio y norte de África.

Dicha concesión bilateral puede ayudar además a Marruecos a beneficiarse de la Iniciativa de Cooperación de Estambul, que permitirá a los países del Diálogo Mediterráneo avanzar en su cooperación política y militar con la OTAN en ámbitos tan importantes para Rabat como la lucha contra los tráficos ilícitos, la cooperación marítima –en la línea de las operaciones de desminado celebradas a principios de abril en las proximidades de Casablanca– o la lucha antiterrorista a la que EE UU dedica gran atención en sus relaciones con Marruecos.

Conclusión

El reforzamiento por parte de Washington de sus relaciones con Marruecos debe ubicarse no sólo en el largo proceso de aproximación bilateral, sino también en el marco del objetivo estratégico estadounidense de construir un Gran Oriente Medio y norte de África caracterizado por la doble modernización política y económica; ahí deben situarse los elogios del presidente Bush a las políticas modernizadoras impulsadas por Mohamed VI durante su entrevista con éste en la Casa Blanca el 8 de julio de 2004, tan sólo dos años después de su visita anterior de 23 de abril de 2002. Marruecos, por su parte, valora el reforzamiento de la ayuda de EE UU –de 20 millones de dólares en 2004 pasará a 57 millones en 2005– y le gustaría repetir el éxito de Jordania, cuyas exportaciones a EE UU han pasado de los 31 millones de dólares en 1999 a los 673 millones en 2003.

Rabat espera que éste y otros acuerdos de libre comercio ya firmados contribuyan a seguir atrayendo inversiones extranjeras, pero para ello deberá avanzar en la profundización de las reformas internas y en la estandarización del país con las reglas de funcionamiento universalmente aceptadas que permitirán el ansiado desarrollo.