Marruecos se afana por incorporarse a la globalización

Claves para un futuro prometedor: reducir las desigualdades sociales, la arbitrariedad en la justicia y en la fiscalidad.

Francis Ghilès

Afinales del siglo pasado, daba la impresión de que Marruecos se adentraba en la globalización “por fractura”. Esta afortunada expresión acuñada por Driss Benhima, actual responsable de Royal Air Maroc, subrayaba en qué medida la insuficiencia de debates preparativos, la falta de consenso sobre las opciones graves y el importante riesgo de fracaso eran consecuencias ineluctables de decisiones gubernamentales que ni se asumían ni se aprehendían del todo.

Ocho años después, Marruecos se ha convertido sin duda en una gran obra económica, y los directivos de empresas, tanto privadas como públicas, así como numerosos ejecutivos, muestran mayor confianza en la capacidad del Reino para hacer frente a unos desafíos que siguen siendo considerables. A pesar del optimismo recuperado de tantos empresarios y dirigentes, la mayoría de los 32 millones de marroquíes tiene inquietudes más terrenales: encontrar empleo, un hogar para su familia, educar a sus hijos y evitar a toda costa el contacto con una justicia las más de las veces arbitraria.

Razones para el optimismo

A finales de este verano, Renault Nissan anunció la mayor inversión directa hecha por una firma extranjera en Marruecos: el constructor de automóvil montará, de aquí a 2010, 400.000 vehículos en Tánger. Es la inversión más alta emprendida por las dos compañías desde su acercamiento hace siete años, además de una gran muestra de confianza en la estabilidad futura de Marruecos. Al mismo tiempo Fiat anunciaba que abandonaba la idea de fabricar coches en Tiaret, localidad situada en el oeste argelino.

La comparación resultaba odiosa: la firma italiana había empezado a hablar de este proyecto hace 25 años; Renault y Nissan, el pasado mes de junio. Marruecos ha sabido ofrecer condiciones atractivas para seducir a las dos compañías, que ofrecerán 6.000 puestos de trabajo cualificados. Éstos vendrán a sumarse a los ya existentes en esta región, de la mano del montaje de vehículos Fiat y Volkswagen, junto con otros, que nacerán de los acuerdos firmados con la sociedad americana Delphi y la francesa Valeo, para erigir dos unidades de producción de componentes del automóvil.

Con la construcción del puerto de trasbordo internacional de TangerMed, esta parte del Rif, abandonada desde la independencia, vuelve a cobrar protagonismo en el espacio económico marroquí. Sin duda, esta reaparición es bienvenida por la población local, cuya principal fuente de ingresos era el cultivo y la comercialización del kif. Son muchas las empresas españolas que invierten en la región, y el armador de origen libanés Jacques Saadé, con sede en Marsella, ha decidido instalarse aquí, al igual que Akwa, grupo privado marroquí ineludible en distribución de hidrocarburos. Hoy Tánger tiene un aire al lejano oeste americano del siglo XIX, con sus ventajas e inconvenientes, entre los que destaca una especulación desenfrenada.

Seiscientos kilómetros más al Sur, Marraquech conoce, desde hace años, un boomturístico notable que ve cómo afluyen a la vieja capital imperial visitantes de países europeos cada vez más variados: no se limitan a pasar una temporada en Marraquech, sino que también compran antiguos riads en la medina, que restauran sin reparar en gastos, y chalets que florecen en las afueras de la ciudad, en torno a nuevos campos de golf. Estos extranjeros han contribuido a renovar una artesanía marroquí que hoy encontramos en los grandes almacenes europeos. Sin embargo, como sucede en todas partes, la especulación inmobiliaria enriquece a algunos, pero imposibilita el acceso a la vivienda de la población, en vista de la locura de precios imperante.

Además, los agricultores del Al Hauz, la llanura que rodea Marraquech, ha visto cómo su fuente de vida encogía como una vereda. El apoyo que el Ministerio de Turismo ha brindado al sector ha estado a la altura de las circunstancias, algo que no sucedía durante décadas. La política consistente en organizar festivales de música, primero en Fez y luego en Essauira, Agadir y otros lugares se ha visto coronada por el éxito: estos festivales atraen a millones de marroquíes y extranjeros, contribuyen a dar a conocer el reino y a que sus habitantes se abran a nuevas culturas. El éxito que cosechan enciende los ánimos de los representantes de partidos islamistas, pero no disgusta ni a la elite ni a los millones de jóvenes marroquíes, que no ven contradicción alguna entre su fe musulmana –que desean mantener en la esfera privada– y su anhelo de una mayor libertad y curiosidad por el mundo.

La apertura del cielo marroquí permite a las compañías de bajo coste ofrecer tarifas muy competitivas, lo que explica por qué seis millones de turistas visitaron Marruecos en 2006 (cuatro millones si se tiene en cuenta que las cifras oficiales hablan de al menos dos millones de marroquíes residentes en el extranjero que van de vacaciones al país natal), donde gastaron más de 6.000 millones de dólares, un 12% más que en 2005 (también hay que tener en cuenta que el 48% de estos ingresos sirven para comprar en el extranjero equipamientos hoteleros, bebidas alcohólicas y otras necesidades de los turistas).

La autopista inaugurada en abril sitúa a la capital económica, Casablanca, a dos horas de camino de la capital del Sur. Es de prever que, en los años venideros, haya actividades del sector servicios –entre ellas la publicidad– que se deslocalicen en parte hacia el Sur, y que atraigan a otras. Al fin y al cabo, el rodaje cinematográfico se desarrolla sin problemas en Uarzazate, ciudad situada en la vertiente sur del Alto Atlas, que domina Marraquech. Así pues, el Marruecos útil está yendo más allá de la región Rabat-Casablanca, que, hasta hace poco, concentraba el grueso de la actividad económica del país, de los empleos en el sector de la industria y los servicios.

Sin embargo, recientemente, una autopista y un tren rápido han empezado a comunicar Casablanca con Fez, la vieja capital religiosa del reino en el Este. Cuando la autopista Marraquech-Agadir esté acabada, en 2012, se podrá decir que se desarrollarán actividades prometedoras de Norte a Sur del territorio del país. Los aeropuertos de Casablanca, Marraquech y Tánger aumentan su capacidad de acogida. Ya se pueden ver los efectos de arrastre y el creciente atractivo que en estos ejes de transporte y comunicación encuentran los inversores, tanto marroquíes como extranjeros. Por lo que respecta a la vieja capital económica, no dejará de aportar ejecutivos y técnicos en abundancia. Su puerto seguirá siendo la vía de entrada real para las importaciones y TangerMed se centrará en el trasbordo de mercancías intercontinental.

Hay multitud de pruebas: Marruecos se abre camino a toda vela en el terreno educativo y económico. El sector textil no se ha visto afectado por el desembarco de las empresas chinas en el mercado europeo a raíz del acuerdo de autolimitación firmado entre la UE y China en mayo de 2005. Aprovechando su proximidad, de las 1.800 empresas del sector que dan trabajo a aproximadamente 200.000 personas y producen el 4% del PNB muchas se han reconvertido en el “circuito corto”. Los subcontratistas marroquíes han sabido adaptarse al Fast Fashion, espoleadas por las organizaciones patronales, y, así, beneficiarse de la influencia cada vez mayor en el mercado europeo de las grandes firmas, sobre todo españolas, como Zara, Massimo Dutti y Bershka.

En el sector educativo, se alumbran nuevos proyectos: las universidades de Grenoble, Rennes y Nantes se disponen a iniciar la construcción de un campus cerca de Rabat, financiado con los fondos de ayuda francesa. Las escuelas de comercio privadas, como el Instituto de Estudios Avanzados de Administración de Casablanca, se dotan de un centro de investigación dirigido por el periodista Driss Ksikes, que prepara el lanzamiento de una revista cuatrimestral, La Revue Economia. Por su parte, el Instituto de Estudios Políticos de París envía a un grupo de estudiantes de periodismo a hacer el balance de la efervescencia cultural y económica. Las cosas se mueven, pues, y en un sentido inusual.

Condiciones para el éxito

Esta mayor confianza en el futuro responde a varias razones: un índice de crecimiento no agrícola con una media que supera, desde el año 2000, la de hace una década, y menos dependiente del azar climático. Sin embargo, desde hace 15 años, se produce una sequía cada cuatro, mientras que a principios del siglo XX se producía una por década. Ha habido una importante amortización de la deuda externa y una sabia gestión de la deuda interna; la balanza de pagos lleva seis años registrando superávit y las reservas de divisas representan nueve meses de importaciones.

Las remesas de trabajadores marroquíes residentes en el extranjero ascienden a 2.000 millones de euros, mientras que las inversiones extranjeras directas superan cada año los 1.000 millones de euros. Marruecos se ha convertido en país deudor neto del sistema internacional, en lugar de acreedor, al igual que muchos otros países emergentes. El saneamiento y la modernización del sistema bancario también van por buen camino.

Una de las perlas bancarias privadas del país, la Banca Marroquí del Comercio Exterior, goza de buena situación en Madrid, París y Londres. Attijariwafa Bank ha adquirido el Banco del Sur en Túnez: esta internacionalización es una de las condiciones para que el Reino entre de lleno en la globalización, atraiga inversiones extranjeras de calidad y acompañe el crecimiento de un tejido económico moderno. La bolsa de Casablanca también desempeña una función importante en la modernización del sistema económico marroquí.

Las grandes operaciones de cesión se multiplican: al vender el 35% de su sociedad, Addoha, Anas Sefriui se embolsó 2.700 millones de dirhams en julio de 2006; cediendo el 35% del capital de la Sociedad Nacional de Electrólisis y Petroquímica, Milud Chaabi, fundador de Ynna Holding, cosechó 1.005 millones de dirhams. En los próximos años, está previsto que cinco filiales más del grupo –Dimatit, Super Cérame, GPC, SCIF y Chaabi Lil Iskane– coticen en bolsa. Las cesiones por más de 1.000 millones de dólares se han convertido en moneda corriente, y, con el aumento de los precios de este último año, esto ya parece El Dorado.

No faltan los riesgos, pero la apertura del capital de sociedades –antaño coto celosamente guardado de ciertas familias– anuncia una reestructuración del capital privado marroquí que transformará el tejido económico del país. Cabe apuntar también que los canales de los intereses de la familia real, sobre todo el grupo ONA y Attijariwafa Bank, hoy tienen un peso relativamente menor que hace 10 años. La realeza tiene sus intereses económicos y sabe protegerlos, pero no actúa de modo depredador. En la actualidad, los extranjeros invierten en Marruecos cada año tres veces más que a finales del siglo pasado. Además de las procedentes de los países miembros de la OCDE, llegan cantidades importantes del Golfo.

El continuo incremento del precio del crudo se ve acompañado por la desconfianza de ciertos países occidentales con respecto a las inversiones árabes, desde los atentados del 11 de septiembre de 2001. Una lluvia de petrodólares cae sobre Marruecos, pero, con demasiada frecuencia, se destinan al sector inmobiliario y, por extensión, al turístico, lo que implica el inconveniente de subir los precios de los solares y de las viviendas. Este movimiento beneficiará a determinados propietarios marroquíes –entre ellos la familia real–, que poseen importantes tierras, pero hace un flaco favor a los millones de marroquíes demasiado pobres para permitirse un modesto piso. Importantes fondos –al parecer, más de 10.000 millones de euros– que ciudadanos marroquíes poseían en el extranjero se repatriaron con la llegada del euro en 2001. Sus propietarios no pudieron aportar los justificantes de procedencia, muy estrictos, que exigían en ese momento los bancos europeos.

Por último, hay otra forma de repatriación –o más bien de construcción de vínculos– de un tipo completamente nuevo pero prometedor, que va ganando terreno desde hace años: marroquíes nacidos en Europa o que llevan mucho tiempo viviendo en el Viejo Continente vuelven al país para fundar empresas. Estos nuevos nómadas, con un pie en cada orilla, son también el abono de un nuevo vivero de empresas, a punto de germinar. A pesar de todos estos factores, nada indica que Marruecos esté a las puertas de un gran salto adelante. El reino no es China, y, por si a alguien le tienta el optimismo fácil, varios indicadores sociales se empeñan en recordar que no faltan los retos. El crecimiento de los últimos años, por positivo que sea, debe constar de dos cifras, si de verdad los dirigentes aspiran a reducir la pobreza en el ámbito de la educación, la salud y la vivienda que aún caracteriza a Marruecos.

Este crecimiento será imposible de alcanzar si Marruecos decide recurrir a Qatar para cubrir sus necesidades crecientes de energía en lugar de a Argelia. Una decisión tal duplicaría la factura del gaz marroquí frente a su vecino español, aumentando también los costes de producción.Hay que pagar por la enseñanza de calidad, incluso en primaria y secundaria, al ser mediocre la oferta pública. Resultan abrumadoras la incapacidad de las autoridades para ofrecer políticas audaces y la inconsciencia de demasiados marroquíes ricos instalados en el lujo fácil a la hora de comprender que la mejor garantía frente a futuros problemas sociales sería mostrar una verdadera solidaridad con los humildes.

En septiembre, el partido socialista USFP pagó frente a los electores su traición de clase, su incapacidad como gobernante para aplicar al menos ciertas medidas –sobre todo en el ámbito de la educación– que tantas veces había exigido durante los años que estuvo en la oposición. Abderraman Yussufi, primer ministro socialista entre 1998 y 2002, había prometido cobertura sanitaria para todos los asalariados; a su sucesor, Driss Jettu, le hicieron falta cuatro años para aplicarla, sin que ello inquietara lo más mínimo a los ministros de la USFP. Esta traición por parte de las fuerzas de izquierda dejó vacio el terreno político; en las últimas elecciones legislativas, las abstenciones alcanzaron un nivel récord, y varios diputados de la USFP perdieron su escaño en el Parlamento.

A ese ritmo, el crecimiento económico marroquí no podrá seguir consolidándose, a menos que el Estado consienta inversiones de envergadura en el ámbito de la educación y la vivienda. La segunda clave del eventual éxito económico de Marruecos reside en la lucha contra la corrupción. El caso de los francotiradores de Targuist –una pequeña ciudad del Rif donde unos jóvenes osados sorprendieron a varios gendarmes en flagrante delito de corrupción, para luego publicar las imágenes en el sitio web youtube.com– puso patas arriba a la poderosa Gendarmería Real, obligándola, en esta localidad de 12.000 habitantes, a actuar con un mínimo de respecto hacia los habitantes. Algunos agentes fueron detenidos, pero mandar a prisión al último mono no resolverá el problema de la corrupción, de una justicia que funciona para los ricos, pero no para los pobres y humildes.

La arrogancia de muchos miembros de la elite marroquí, en especial los vinculados al Majzen, es legendaria, al igual que su negativa a someterse a ley. La tercera clave es una profunda reforma del sistema fiscal, cuyo recurso a la arbitrariedad y a la excepción es antológico. Renault Nissan y otros inversores, ya sean extranjeros o locales, nunca tendrán que padecer una justicia corrompida ni una administración fiscal caprichosa, pues su acceso a Palacio lo resuelve todo. Sin embargo, para muchas pequeñas y medianas empresas, nacionales y extranjeras, esas dos plagas del reino frenan la inversión y la generación de empleo, retrasando así la creación de un tejido económico moderno. Por último, está la cuestión de la tenencia del suelo, fábrica de millonarios que bloquea el acceso a la propiedad de millones de marroquíes y la creación de empresas, debido al precio prohibitivo de los terrenos próximos a las grandes ciudades.

Esta cuestión afecta directamente al soberano. Éste ha sabido introducir reformas y fomentar la apertura de su país, pero muchas personas e instituciones marroquíes actúan como si no tuvieran que rendir cuentas a nadie, se devuelven la pelota o, lo que es peor, se refugian detrás de Mohamed VI. Marruecos deberá plantearse lo que se juega al incorporarse a la modernidad y dotarse de medios serios que permitan instaurar la ley y respetarla, además de una mayor transparencia, sin concesiones ni privilegios. El reino no puede permitirse el lujo de seguir funcionando con un pie en el pasado y otro en el presente.

Debe pensar en el futuro: ni el Banco Mundial, ni la UE, ni sus mejores amigos podrán obligarle a pagar ese precio. Corresponde a los marroquíes hacer frente a esos retos, al rey animarles activando un sistema que no tenga en la intervención de sus consejeros próximos la resolución de cualquier circunstancia. El refuerzo de las instituciones, volviéndolas más independientes de su persona, sería la mejor garantía de un crecimiento económico más rápido, el mejor regalo que Mohamed VI pueda brindar a su pueblo.