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Co-edition with Estudios de Política Exterior
Las remesas, fuente de financiación del desarrollo
Las remesas oficialmente registradas superaron en 2003 los 93.000 millones de dólares, doblando los 30.000 millones de los flujos netos oficiales.
Dilip Ratha, economista del Banco Mundial
Las remesas de los trabajadores se han convertido en años recientes en una importante fuente de financiación externa para el desarrollo. Dado su gran tamaño y su posible participación en los esfuerzos por reducir la pobreza, las remesas han atraído la atención de los políticos en las más altas instancias. La Cumbre de jefes de Estado del G-8 reunida en Sea Island en junio de 2004, por ejemplo, pidió “… más coherencia y coordinación de las organizaciones internacionales que trabajan para potenciar los servicios de envío de remesas y ampliar el impacto que tienen sobre el desarrollo”.
Las remesas oficialmente registradas recibidas por los países en vías de desarrollo superaron los 93.000 millones de dólares en 2003. Su tamaño real, incluidas las transferencias oficialmente registradas y las no registradas que se envían a través de canales informales, fue incluso mayor. Las remesas doblan ahora con creces el tamaño de los flujos netos oficiales (menos de 30.000 millones de dólares), y sólo están por debajo de la inversión extranjera directa (alrededor de 133.000 millones de dólares) como fuente de financiación externa para los países en vías de desarrollo (gráfico 1).
En 36 de los 153 países en vías de desarrollo, las remesas aportan más dinero que los flujos de capital, tanto públicos como privados. La región de Oriente Próximo y Norte de África (MENA, siglas en inglés) recibió en 2003 aproximadamente 14.000 millones de dólares en remesas. Marruecos es el principal país receptor de la región, con 3.300 millones de dólares, seguido de Egipto, Líbano y Jordania. En cifras absolutas, esta cantidad parece menor que las remesas enviadas a otras regiones, principalmente Latinoamérica y el Caribe y el Sur de Asia. Pero en proporción al PIB, las remesas enviadas a la región MENA equivalen aproximadamente al 2,2% del PIB, más o menos el mismo nivel que a estas otras regiones.
En Marruecos representan cerca del 10% del PIB y en Líbano el 14%. Este país es quizá el principal receptor de remesas per cápita del mundo. (La región alberga también la principal fuente de remesas per cápita: los envíos desde Arabia Saudí superaron los 15.000 millones de dólares en 2003). Sin embargo, de manera un tanto sorprendente, los datos oficiales muestran que los flujos de envío a la región MENA se mantienen más o menos estables, entre los 13.000 y 14.000 millones de dólares, desde 2001.
Esto contrasta drásticamente con el rápido crecimiento (más del 30%) observado en las remesas a Latinoamérica, y al sur y este de Asia durante el mismo periodo. Los envíos de remesas han aumentado globalmente porque el total de migraciones internacionales ha seguido aumentando, y el coste de enviar remesas está disminuyendo (aunque sigue siendo elevado). Además, los esfuerzos para luchar contra el blanqueo de dinero y la financiación del terrorismo, especialmente desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, han mejorado la información sobre los envíos de remesas, y posiblemente haya provocado un cierto grado de traspaso de los flujos informales a los canales oficiales.
Algunos países de la región MENA, como por ejemplo Líbano, también han experimentado una tasa de crecimiento de las remesas bastante elevada. Así, el estancamiento de los flujos de remesas en la región MENA en años recientes es más aparente que real: parece que los envíos por los canales formales que se captan en las estadísticas oficiales están paralizados, pero es probable que los envíos a través de canales informales estén creciendo rápidamente. Un rasgo notable de las remesas es que tienden a ser estables, e incluso a ser contracíclicas en momentos de dificultades económicas. Ésta es una tendencia contraria a la de los flujos de capital, que tienden a ser procíclicos.
Las remesas son transferencias generalmente altruistas realizadas por los emigrantes. En tiempos de necesidad, éstos tienden a enviar más dinero para ayudar a las familias que se han quedado en el país. El otro rasgo que distingue a las remesas es que se trata de flujos de persona a persona, dedicados a las necesidades de los receptores, que son a menudo pobres. Las principales cuestiones sobre las remesas en el programa de desarrollo son las siguientes:
- Fortalecer la infraestructura financiera que respalda el envío de remesas:
Las altas tarifas –un 13% de media y en general hasta un 20%– que cobran los agentes encargados de transferir el dinero suponen una drástica merma para unas remesas ganadas con mucha dificultad (gráfico 2). Estas tarifas afectan especialmente a los pobres. La reducción de las tarifas por remesa aumentaría significativamente los flujos de remesas anuales hacia países en vías de desarrollo. Es difícil entender por qué los gastos de envío son tan elevados, y por qué aumentan –en lugar de mantenerse fijos– cuando la cantidad transferida disminuye. Los costes elevados se deben en parte a las deficiencias del marco legislativo. Existen obstáculos a la competencia en el sector de los envíos de remesas, que sigue sometido a normas y regulaciones específicas. Por ejemplo, los requisitos de garantías para abrir agencias de envío de dinero varían ampliamente de un lugar a otro. Muchos países exigen a dichas agencias que obtengan una licencia bancaria plena, a pesar de que no tienen intención de proporcionar servicios bancarios.
Entre los obstáculos de entrada se incluyen la falta de acceso a los sistemas de pago existentes, que obligan a los recién llegados al mercado de remesas a establecer sus propios sistemas de transferencia exclusivos. Para solucionar estos problemas haría falta una coordinación política –sobre todo para armonizar los requisitos reguladores y de obediencia– en los países de procedencia y de destino. También sería útil encontrar formas de armonizar los sistemas de pago, y aumentar el acceso a los sistemas de pago existentes. El uso de productos basados en tarjetas electrónicas también reduciría el coste de los envíos. Incluso con la estructura de precios existente, quizá haya espacio para reducir el gasto medio por remesa mediante la “acumulación”, es decir, permitir a los remitentes enviar más dinero, pero con menos frecuencia. En el calendario de gastos anterior, por ejemplo, si una persona envía 150 euros al mes durante un periodo de seis meses, el coste total del envío sería del 10%, es decir, 90 euros.
Si, por el contrario, esta persona pudiera enviar los 900 euros en una transacción, el coste del envío disminuiría a poco más del 4%, menos de 40 euros. La dificultad, por supuesto, estriba en que muchos remitentes de remesas son pobres y no tienen suficientes fondos para poder “acumular” los envíos. Los bancos y las instituciones de micropréstamos podrían ayudar a aliviar dichas limitaciones de liquidez y reducir el coste efectivo de las remesas. Desafortunadamente, muchos emigrantes, sobre todo los pobres o sin papeles, no disponen de cuentas bancarias. Mejorar el acceso a la banca de los trabajadores inmigrantes en los países donde se originan los envíos (normalmente países desarrollados) no sólo reduciría los costes de las remesas, sino que también acabaría en una consolidación financiera en muchos países receptores.
Se observa, por ejemplo, que el 14-28% de los no clientes que acuden a empresas de crédito afiliadas al Consejo Mundial de Uniones de Crédito para transfererir fondos termina abriendo una cuenta. Los envíos de remesas podrían facilitarse usando la infraestructura financiera al por menor que ya existe, como cuentas postales de ahorros, los bancos comerciales y las instituciones microfinancieras en áreas rurales.
- La lucha contra el blanqueo de dinero y el envío de remesas:
La regulación sobre las remesas tiene que establecer un equilibrio entre la represión del blanqueo de dinero, la financiación del terrorismo y los delitos financieros en general, y la facilitación del flujo de remesas entre los emigrantes que trabajan duramente y sus familias residentes en el país de origen a través de canales formales. No está demostrado que las remesas personales (normalmente de pequeño tamaño) sean una forma eficaz de blanquear o transferir ilegalmente cantidades considerables de fondos.
Y más importante, los canales informales deben su existencia a las deficiencias del sistema formal: son más baratos; funcionan durante más horas; ejercen su actividad en áreas remotas a las que no llegan los canales formales; y a menudo tienen personal que habla el idioma de los clientes emigrantes. Sin embargo, estos canales pueden conducir a abusos. Fortalecer la infraestructura de envíos formales ofreciendo ventajas de bajo coste, horarios flexibles, mayor alcance e idioma puede inducir a pasar de los envíos informales a los formales. Tanto los países remitentes como los receptores deberían facilitar el acceso de los emigrantes a los bancos, y proporcionarles herramientas de identificación.
- El impacto de las remesas sobre el desarrollo:
En el lado positivo, se cree que las remesas reducen la pobreza, porque son los pobres quienes emigran y hacen sus envíos. Las remesas también ayudan a mejorar el rendimiento económico, especialmente si se destinan para financiar la educación infantil y los gastos sanitarios. Incluso cuando se usan para el consumo, generan efectos multiplicadores, especialmente en países con un elevado desempleo.
En Marruecos, como en muchos otros países, gran parte de las remesas se invierten en propiedades inmuebles, reflejando tanto el deseo de los emigrantes de proporcionar una vivienda a la familia que dejan atrás, como la falta de otros instrumentos de inversión en la comunidad receptora. Independientemente de que las remesas se usen para el consumo, para comprar casas o para otras inversiones, generan efectos positivos en la economía, al estimular la demanda de otros bienes y servicios.
Sin embargo, algunos autores sostienen que las remesas pueden reducir la motivación de los receptores para trabajar y, de esa forma, ralentizar el crecimiento. Otros creen que pueden aumentar la desigualdad de rentas en el país receptor, porque es el rico quien puede emigrar y enviar sus remesas. Además, como ocurre con la afluencia de capitales exteriores, un volumen demasiado elevado de remesas puede provocar una revalorización de la moneda y mermar la capacidad exportadora de un país. Por otra parte, el recibo de remesas permite a un país pagar importaciones y devolver la deuda externa.
El efecto de las remesas sobre la solvencia es fácilmente evidente en algunos países: por ejemplo, durante varios años se temió que Líbano fuera vulnerable a una crisis de la balanza de pagos, debido a que su deuda exterior superaba en casi cinco veces el tamaño de sus exportaciones. Sin embargo, dicha crisis no se materializó, probablemente porque las remesas enviadas desde la diáspora son casi tan elevadas como las exportaciones de Líbano (aproximadamente 2.400 millones de dólares en 2002). La proporción entre deuda y exportaciones de Líbano se reduce a la mitad cuando se incluyen las remesas en el denominador. (Brasil, entre otros países, ha podido solicitar créditos en los mercados de capital internacionales a tipos de interés más bajos y con un plazo de vencimiento mayor usando las remesas como garantía prendaria).
- Mejora de los datos sobre remesas y migración:
Es fundamental disponer de datos fiables sobre el envío de remesas para comprender su impacto sobre el desarrollo, pero los datos disponibles dejan mucho que desear. Incluso los registrados son incompletos. Países ricos como Canadá y Dinamarca, por ejemplo, no proporcionan datos de remesas, por no mencionar varios países pobres que o bien no proporcionan datos o los que proporcionan son poco fiables.
Para mejorar los datos haría falta no sólo recoger información, sino también estudiar la relación entre la cantidad de emigrantes y los flujos de remesas, analizar el comportamiento de los trabajadores en las remesas en los principales países donde se originan los envíos, y cómo responden las remesas a los cambios en las economías de origen y de destino. Una forma de avanzar, y quizá la única, sería realizar encuestas a remitentes y destinatarios de remesas, para descubrir el tamaño de los envíos, sus fuentes y destinos, los canales utilizados y el uso que se les da.
- Los incentivos fiscales para atraer remesas:
La mayoría de los países en vías de desarrollo ofrecen incentivos tributarios para atraer remesas. El efecto secundario de dichos incentivos es, por supuesto, que las remesas se pueden utilizar para la evasión fiscal y el blanqueo de dinero. Además, algunos gobiernos proporcionan fondos compensatorios para los proyectos respaldados por remesas (como en el programa 3 x 1 de México). De nuevo, el efecto secundario podría ser que se desviaran recursos presupuestarios escasos hacia los proyectos favorecidos por nacionales no residentes.
Muchas organizaciones benéficas están intentando canalizar la ayuda a través de asociaciones municipales. En mi opinión esta forma tiene pocas posibilidades de canalizar un volumen significativo de fondos oficiales. No obstante, a lo mejor se podrían emplear estas asociaciones para fomentar la financiación comunitaria de infraestructuras y otros tipos de financiación colectiva de prioridades comunitarias. Una medida eficaz para fomentar la afluencia de remesas es la unificación de los tipos de cambio y la eliminación de la prima cambiaria del mercado negro. Venezuela ofrece un ejemplo interesante a este respecto. Con una prima de mercado negro actualmente del 40%, el coste efectivo de enviar remesas a Venezuela es casi la mitad de la cantidad principal.
Por consiguiente, los venezolanos no residentes no tienen incentivos para enviar remesas o bien las envían a través de canales informales. Hace mucho tiempo, alguien (probablemente un economista) conjeturaba que Cristóbal Colón debió de ser economista, porque no sabía bien adónde se dirigía; no sabía adónde había llegado; y lo hizo todo usando dinero público. A la hora de elaborar una política sobre las remesas, los responsables públicos deberían tener en cuenta que éstas no son dinero público. Son envíos personales que es mejor dejar que remitentes y receptores decidan cómo gastar. Es probable que los esfuerzos por gravar con impuestos las remesas o por dirigirlas a inversiones específicas resulten ineficaces. Por el contrario, los políticos deberían intentar mejorar el clima inversor en las comunidades receptoras. Las remesas son más eficaces para generar rentas e inversión cuando están respaldadas por una buena política y una buena infraestructura pública.