Durante los últimos seis años —desde el inicio de la Intifada de al-Aqsa, el 20 de septiembre de 2000—, todos los sectores de la sociedad palestina han sufrido las diversas medidas aplicadas por la ocupación israelí en todo el territorio de Cisjordania y la franja de Gaza. Entre ellas se incluyen incursiones del ejército israelí en ciudades, aldeas y campos de refugiados palestinos, el muro del Apartheid, puestos de control, operaciones militares, asesinatos y detenciones. Sin embargo, en tanto que sector marginado de la sociedad, han sido las mujeres palestinas las que han soportado la peor parte de esas medidas. Miles de mujeres han sufrido la pérdida de sus maridos, sus hijos, sus hijas, sus casas y sus tierras frente a la brutalidad de la ocupación.
Recluidos y aislados
El muro del Apartheid, que, cuando esté completado, se extenderá a lo largo de 645 kilómetros y significará la expropiación de al menos el 37% de Cisjordania, ha apartado a las familias de muchas de sus necesidades vitales. Allí donde el muro cerca a comunidades enteras, los palestinos han quedado aislados de sus tierras de cultivo, de unos servicios sanitarios y educativos que sólo se encuentran en las grandes ciudades adyacentes, y también unos de otros cuando los distintos miembros de la familia viven en lados opuestos de la barrera. Muchas mujeres, cuyas familias viven de los beneficios de sus tierras, se han encontrado sin ningún medio de sustento después de que el muro israelí las apartara de sus tierras y cultivos. Según el Instituto de Investigaciones Aplicadas (ARIJ), 90.000 personas quedarán aisladas por la zona de segregación occidental, y otras 42.000 por la zona oriental.
Vidas demolidas
Según estadísticas proporcionadas por el Comité Israelí contra las Demoliciones de Viviendas, más de 5.000 hogares han sido completamente destruidos por el ejército israelí en diversas zonas palestinas desde el comienzo de la Intifada. Varios miles más han sido demolidos parcialmente. La mayor parte de los desplazados por la destrucción de sus viviendas —que se cuentan por decenas de miles— han sido mujeres y niños, la inmensa mayoría refugiados.
El impacto de las demoliciones de viviendas es enorme. Con mucha frecuencia, el ejército israelí derriba las casas sin notificación previa alguna, lo que significa que sus habitantes apenas tienen tiempo de llevarse ninguna de sus pertenencias con antelación. Las mujeres, que normalmente representan la figura central del hogar en lo que se refiere al cuidado de los hijos y a la gestión de los asuntos domésticos dentro de la casa, se encuentran de repente con que el centro de su existencia les ha sido arrebatado. Se hallan a merced de que sus parientes o las organizaciones humanitarias internacionales les proporcionen un techo bajo el que cobijarse y comida para sus hijos. El principal sostén económico de la familia, normalmente el marido o el padre, pasa cada día largas horas fuera del hogar, dejando a las mujeres la tarea básica de reconstruir sus vidas y las de sus hijos.
Mujeres entre rejas
El hecho de que a lo largo de toda la Intifada aproximadamente 8.000 palestinos hayan sido encerrados en cárceles israelíes supone que la carga de las responsabilidades familiares ha recaído en las mujeres de la casa. Con sus maridos en prisión, las mujeres palestinas se encuentran con que tienen que desempeñar el papel de madre y el de padre, y proporcionar comida y ropa a sus hijos, teniendo con frecuencia que buscar trabajo fuera de casa por primera vez en su vida. Según un informe de análisis de situación del UNFPA, alrededor del 11% de todas las familias palestinas de Gaza y Cisjordania están dirigidas por mujeres.
Tampoco las mujeres y las niñas son inmunes a la política de encarcelamientos israelí. En 2004, la Asociación Addameer de defensa de los derechos humanos y apoyo a los presos situaba el número de presas políticas palestinas en 115, cifra que diversos investigadores independientes coinciden en señalar que corresponde también al número de mujeres que actualmente siguen entre rejas. Durante los últimos dos años, hasta 500 mujeres han sido arrestadas por las fuerzas de ocupación israelíes. De esas 115 presas, 19 son madres, dos de las cuales dieron a luz en la cárcel. Una de ellas, Manal Ghanem, de veintinueve años de edad y presa en el campo de refugiados de Tulkarem, dio a luz en 2005 a su hijo Nour, al que se mantiene encerrado con ella.
El impacto psicológico que esto tiene en una mujer es tremendo, ya que implica la traumática experiencia de pasar un embarazo y dar a luz a un bebé mientras está en la cárcel, y asimismo cuidar del recién nacido en la sombría atmósfera de las prisiones israelíes. Significa también que, para las presas que son madres, en casa han quedado un marido y, normalmente, otros hijos sin los cuidados básicos. Asimismo, hay 20 mujeres jóvenes de menos de dieciocho años actualmente encerradas en cárceles israelíes y que se ven obligadas a compartir celda con personas adultas. Esto en sí mismo contraviene el derecho humanitario internacional, que establece que cualquier persona de menos de dieciocho años es menor de edad y, por lo tanto, debe permanecer en celdas distintas de las de los adultos.
Muerte por ocupación
Más traumáticas, no obstante, son las muertes de mujeres palestinas como resultado de operaciones militares israelíes y de las medidas aplicadas en los territorios palestinos ocupados. Según estadísticas proporcionadas por la Sociedad de la Media Luna Roja Palestina, desde el comienzo de la Intifada hasta finales de junio de 2006, de un total de 3.969 muertos palestinos, 196 han sido mujeres, muchas de ellas madres.
En marzo de 2001, Aida Mousa Daoud, de cuarenta y tres años de edad, y vecina de AlBirah, cerca de Ramallah, fue asesinada por las fuerzas israelíes mientras estaba comprando junto con su hijo de doce años Mohammad para celebrar la festividad de Eid al-Adha. El 5 de enero de 2001, Arij Al-Jabali, de dieciocho años, llevaba a lavar la ropa de su familia, en Hebrón, cuando fue mortalmente alcanzada por balas procedentes del vecino asentamiento judío de Beit Haggai. Las mujeres, junto con los niños y los ancianos, suelen ser víctimas de las agresivas medidas militares de Israel aplicadas en teoría contra los activistas de la resistencia palestina. Lo que Israel considera «daños colaterales» son en realidad palestinos inocentes que están realizando sus actividades cotidianas cuando son brutalmente abatidos. En mayo de 2006, Israel lanzó un ataque con misiles supuestamente dirigido contra un activista islámico de la Yihad, Mohammed AlDahdouh, en la ciudad de Gaza.
Aunque el misil equivocó el blanco, impactó en un coche cercano y mató a la esposa, la madre y el hijo de Al-Dahdouh. Su hija, de tres años de edad, sufrió graves lesiones en la médula espinal: los médicos aseguran que jamás podrá volver a caminar y que durante el resto de su vida tendrá que estar conectada a una máquina que la ayude a respirar.
Contraataque
Las mujeres palestinas también han participado en la resistencia. Cuando el conflicto se hizo más intenso y se reclutó a hombres jóvenes para llevar a cabo operaciones militares contra objetivos israelíes, varias mujeres jóvenes decidieron también unirse a las filas del movimiento de resistencia. En enero de 2002, la enfermera Wafa Idris, de veintiocho años, hizo detonar una bomba en la calle de Jaffa, en Jerusalén: un israelí murió y otros 150 resultaron heridos.
La explosión también la mató a ella. Esto marcó el principio de una cadena de mujeres palestinas entregadas a sacrificar su vida por la causa. Durante los dos años siguientes, otras siete mujeres llevaron a cabo operaciones similares, la más mortífera de las cuales fue la que realizó Hanadi Yaradat, una abogada de veintinueve años de Yenín. Hanadi detonó los explosivos que llevaba atados a su cuerpo en un concurrido restaurante de Haifa y mató a 19 israelíes e hirió a otros 50.
El trauma de los controles
Sin embargo, lo que hace a las mujeres aún más vulnerables a las opresivas medidas israelíes es su especial estatus como mujeres y como madres. Los más de 250 controles militares establecidos en Cisjordania afectan a todos los palestinos que atraviesan las fronteras. Los ciudadanos no pueden viajar libremente de una aldea o ciudad a otra, y a menudo se ven obligados a dejar su empleo debido a que no pueden llegar a su lugar de trabajo. Esto incluye también a las mujeres, que en muchos lugares ya no tienen libre acceso a la atención médica y sanitaria, puesto que ésta a menudo sólo se encuentra en las grandes ciudades vecinas.
Como resultado de esta política israelí de aislamiento y clausura, que incluye no sólo los numerosos controles, sino también el muro del Apartheid, se ha negado a varias mujeres el acceso al hospital cuando se han puesto de parto. Según un resumen de datos elaborado en febrero de 2004 por The Palestine Monitor sobre la infancia, 36 mujeres palestinas que estaban de parto fueron retenidas en puestos de control y se les negó el permiso para acudir a instalaciones médicas o para que las fuera a recoger una ambulancia. Al menos 14 de ellas dieron a luz en el puesto de control, y ocho de los recién nacidos murieron debido a la precariedad de las condiciones del parto. Rawida Rashid, del pueblo de Wallajeh, en la zona de Belén, se puso de parto prematuramente en su séptimo mes de embarazo, el 22 de octubre de 2001.
Tanto a ella como a su marido se les negó el acceso a través del control militar israelí de Wallajeh, tras lo cual regresaron a casa y trataron de pasar dicho control en un coche distinto. Aunque el marido explicó que su esposa estaba de parto, los soldados que custodiaban el puesto de control siguieron negándoles el permiso para dirigirse a Belén, donde se encuentran los principales hospitales. Entonces decidieron saltarse el control viajando por caminos de tierra. El viaje les llevó una hora y media. Durante el camino, Rawida dio a luz a un bebé prematuro, que al nacer estaba vivo. Al llegar al hospital, sin embargo, su situación se había agravado y murió una hora más tarde.
Próximos pasos
Como en el caso de todos los palestinos, la solución definitiva para los miles de problemas que cotidianamente afrontan las mujeres es la creación de un Estado soberano viable e independiente en su territorio nacional. Es evidente tanto para los palestinos como para una gran parte de la comunidad internacional que resulta prácticamente imposible que un pueblo sujeto con las cadenas de la ocupación florezca individual o colectivamente.
Este concepto está presente en unas recomendaciones de marzo de 2005 del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas. He aquí parte de las recomendaciones del Consejo sobre asistencia a las mujeres palestinas:
• Reafirmar que la ocupación israelí sigue siendo un importante obstáculo para las mujeres palestinas en relación con su evolución, su independencia y su integración en el desarrollo y planificación de su sociedad.
• Exigir a Israel, la potencia ocupante, que cumpla plenamente las disposiciones y los principios de la Declaración Universal de Derechos Humanos, los Reglamentos anexos a la IV Convención de La Haya, de 18 de octubre de 1907, y la Convención de Ginebra relativa a la protección de civiles en época de guerra, de 12 de agosto de 1949, con el fin de proteger los derechos de las mujeres palestinas y sus familias.
• Pedir a Israel que facilite el regreso de todas las mujeres y todos los niños refugiados y desplazados a sus hogares y propiedades, en cumplimiento de las pertinentes resoluciones de las Naciones Unidas.