Las imágenes como equipaje en la investigación de la movilidad mediterránea: instrumentos y tensiones

Natalia Ribas-Mateos

Investigadora, Universidad de A Coruña, España

Una y otra vez, los estudios sobre migraciones tienden a aprovechar antiguos mitos de viajes para evocar las vívidas experiencias de la movilidad contemporánea, a veces para destacar una expresión de duelo y a veces para insistir en la naturaleza atrevida y emprendedora de la movilidad moderna. En ocasiones hay imágenes de viajeros, héroes aventureros, gentes obligadas a abandonar sus tierras y a luchar por la supervivencia o por una u otra clase de movilidad social. Este artículo ofrece una oportunidad de abordar algunas cuestiones relacionadas con el uso de imágenes en el trabajo de campo (en la investigación de ciencias sociales) en la región mediterránea mediante el empleo de algunos ejemplos, ofreciendo así un ámbito específico en el que tratar la movilidad en el espacio euromediterráneo.


Introducción

A partir de una serie de imágenes y roles, este trabajo aspira a identificar tres aspectos distintos relacionados con el uso de las imágenes y tendencias interculturales en el tema de la movilidad en el Mediterráneo. Ante todo, me gustaría problematizar el uso de imágenes en las ciencias sociales. Más concretamente: ¿por qué el hecho de centrarnos en las imágenes nos crea problemas metodológicos involucrados en la investigación sobre la movilidad? Y ¿qué clase de representación del mundo social utilizamos a través de las imágenes?

En segundo término, abordaré la cuestión de en qué medida nos ayudan las imágenes cuando realizamos trabajo de campo (a través de las distintas prácticas de co-residencia, viajes o incluso visitas).

En tercer lugar, me gustaría considerar los emplazamientos: cómo concebimos los lugares de tal movilidad y cómo seleccionamos diferentes imágenes para ellos.[1] Esto es lo que denomino problematizar el emplazamiento en la globalización mediante la comparación de lugares, más concretamente utilizando dos ejemplos de proyectos de vídeo: Límenes, villes-frontières, seuils méditerranéens (sobre las ciudades de Tánger, en Marruecos, y Durrës, en Albania), y Nine Abouab («Nueve Puertas», sobre la movilidad en la ciudad vieja de Damasco). También intentaré revisar un tema relacionado, el del «concepto amplio de viaje» de Clifford Geertz (1997), las experiencias superpuestas marcadas por diferentes tipos de traslación: diáspora, zona fronteriza, inmigración, turismo, peregrinación, exilio… que pueden informarse mediante itinerarios en un mapa y a través de lugares declarados de interés (el denominado turismo cultural).

Problematización de las imágenes

El interés en la relación entre las imágenes y las cuestiones de metodología siempre ha estado presente en mi trabajo. Es éste un análisis clave, ya que pienso que tenemos que ir más allá de las cuestiones creativas de los artistas cuando utilizamos imágenes de lugares y personas en el Mediterráneo, dado que nosotros tenemos también otras cuestiones que añadir a las suyas. Esto se da de manera distinta en nosotros porque no somos fotógrafos, cineastas o pintores: somos otra cosa.

En el ámbito de las ciencias sociales, normalmente nos limitamos a usar las imágenes para hacer más fáciles las representaciones (no entraré aquí en detalle sobre el uso abusivo de PowerPoint en conferencias y otros actos), y asimismo como un modo de comunicar ideas de una manera mejor o de respaldar nuestras ideas transmitidas por medio de los textos académicos. Y, más concretamente, aludo aquí a cómo aplicamos nuestras imágenes en determinados trabajos de campo, a saber, en la movilidad en la región mediterránea (podrían añadirse muchas otras cuestiones, como de qué modo seleccionamos un área específica en términos de unidad, diversidad y fragmentación).

En la fase inicial de localización del trabajo de campo hay una serie de cuestiones metodológicas relevantes, tales como qué clase de imágenes y de interpretación del mundo social elegimos y qué tipo de representación del mundo social construimos. Y recuerdo que tenemos numerosas respuestas a estas cuestiones, proporcionadas por numerosos eruditos como Bourdieu, Foucault y Said, tal como cita Latte (2005): «Partimos de las enseñanzas fundacionales de Michel Foucault y los trabajos de Edward Said y los comparativistas para argumentar, por una parte, que el estudio de imágenes discursivas, espaciales o fotográficas no hace referencia a un cuestionamiento de su grado de verdad o de su potencial de manipulación, sino más bien a constructos ideológicos y al imaginario social de una sociedad o grupo que las produce […]. Nosotros argumentamos, por otra parte, como señalaba Pierre Bourdieu,[2] que las imágenes son performativas, con lo cual llevan a la creación de «ficciones sociales» que se convierten en realidades sociales en la medida en que son admitidas, compartidas» (Stéphanie Latte Abdallah).

Sin embargo, utilizar imágenes en la investigación no es nada nuevo. Por ejemplo, en el ámbito de las películas etnográficas podemos remontarnos al trabajo de Jean Rouch como precursor, utilizando a modo de ilustración su filme Jaguar, rodado en África Occidental a comienzos de la década de 1950, y que cuenta la historia de tres hombres de Malí que viajan a las ciudades. En consecuencia, creo que, al examinar nuestro papel adicional como productores o reproductores de imágenes, es necesario recurrir a los trabajos originarios de la antropología visual, la cual ha sido muy productiva a la hora de problematizar el papel de los investigadores como nosotros mismos, además de enclavarse en la movilidad. Y en relación con dicho papel, podemos encontrar muchas clases de ejemplos del uso de imágenes por parte del investigador cuando viaja a otros lugares, que considero ideas claves en la concepción de la movilidad:

  • El viajero de los siglos xix y xx en las historias y prácticas de viajes. También podemos revisar el papel del viajero en el mundo árabe, donde se concebían dos formas de viaje:la rihla, el viaje erudito emprendido para la adquisición de conocimientos, y la peregrinación como viaje sagrado. Ambos tipos eran cruciales y estaban relacionados con una geografía del aprendizaje, con sus propias infraestructuras, instituciones y centros de erudición.
  • La categoría del investigador como viajero. Tal categoría se halla más vinculada a la figura contemporánea a la que queremos aludir, el investigador como viajero cuando realiza trabajo de campo en las ciencias sociales. También incluimos aquí un entorno contemporáneo, donde la categoría de lo indígena-diaspórico alterna con formas de viaje/trabajo de campo.

Así, estas dos concepciones del viaje —una más histórica; la otra más contemporánea— resultan seguramente bastante significativas a la hora de definir la posición del investigador en el diálogo con las personas con las que está interactuando.

Problematización del trabajo de campo

Obviamente, nosotros no evaluamos fotografías o pinturas como imágenes estáticas: tenemos en cuenta su contexto crítico. De hecho, ya tenemos imágenes de lugares durante el trabajo de campo, e incluso previamente a este, pero lo que puede resultar más determinante aquí es ver en qué medida las imágenes pueden tener un post-efecto una vez que el trabajo de campo se haya completado. Y, desde luego, se da también una fase de problematización cuando volvemos al lugar de la investigación una vez terminada ésta.

Cuando nuestro trabajo de campo llega a su fin, ¿hay algún modo de devolver algo a las personas que están en el origen de dicho trabajo? ¿Cómo se puede mantener un ciclo abierto que no termine simplemente en un artículo académico? Se puede encontrar una posible respuesta a través de las imágenes, porque es a través de imágenes como transmitimos las representaciones de lugares, por ejemplo, de la ciudad y la aldea.

En conexión con tales intereses, decidí trabajar en un vídeo que comparara diferentes etnografías, realizado en Tánger y Dürres, y básicamente filmado en 2002 y distribuido en 2006: Límenes, villes-frontières, seuils méditerranéens (por Natalia y Pablo Ribas-Mateos). En este caso, el trabajo muestra las ventajas de usar imágenes, ya sea como complemento del trabajo etnográfico o como una forma de volver (o devolver) al campo, a las personas del lugar de investigación. En este sentido, para Le Houérou, el acto de coger una cámara y capturar las imágenes en movimiento forma parte de un protocolo de investigación que revela el fenómeno extremo del don y el contradon maussianos (du don et du contre-don entre enquêteur et enquêtés).

Así, la película se ofrece como don o regalo de despedida al cineasta y a los actores sociales, y se impone como una forma de clausura, una clausura temporal del trabajo de campo. Asimismo, para Le Houérou, que ha estado investigando la movilidad en los países mediterráneos durante años, el filme se inscribe en un proceso de contradon, como liberación de una deuda moral. Es la idea de dar a través de las imágenes, como explica el propio Le Houérou (2006): «El acto de coger una cámara y producir imágenes animadas ha encajado en un protocolo de investigación que revela la naturaleza infranqueable del fenómeno del don y el contradon entre el investigador y los sujetos. Son películas basadas en la investigación, que es la difusión de la propia investigación. La película como don se ha impuesto como una forma de clausura, una clausura temporal del «trabajo de campo»». Para Le Houérou, la película «forma parte de un proceso de contradon como liberación de una deuda moral».

Por lo tanto, en el proceso de creación y exhibición del DVD de 2005, me interesé en averiguar por primera vez cómo era recibida la investigación por parte de la gente del trabajo de campo, cómo ésta volvía, en parte, a sus orígenes, y cómo era también posible manejar esta situación en una relación bien definida de reciprocidad. Muchas personas que habían participado en mi investigación estuvieron presentes en las presentaciones del DVD en Tánger.[3] En particular, la presencia de la familia de Aïcha (una de las familias estudiadas) marcó una importante diferencia. Yo había mostrado que con ella había aprendido muchas cosas sobre las mujeres de Tánger, ya que era madre de siete hijas, y una mujer que había experimentado la emigración de algunas de ellas a España. En la exhibición del vídeo, la audiencia me planteó muchas preguntas interesantes: ¿Cuál es el significado de esas constantes referencias a circuitos del Mediterráneo y a la circulación de camiones? ¿Por qué utiliza usted la imagen de las hormigas? ¿Es un paralelismo con nosotros? Encontré dichas preguntas estimulantes, ya que nunca había pensado que aquellas imágenes despertarían tanta curiosidad en la gente. Fue una sorpresa que había de verse reflejada en una interpretación que corresponde y se basa en las diversas facetas del diálogo intercultural entre el investigador y las personas que tomaron parte en la investigación.

Y las opiniones parecen ser extremadamente diversas según numerosos individuos distintos. En octubre de 2010 tuve otra oportunidad de presentar el vídeo en el legendario cine Rif del Souk El-Barra de Tánger. Algunas personas se sintieron contentas al ver en la pantalla los lugares ocultos de Tánger, y también se sintieron contentas por el papel central otorgado a niños y jóvenes. Pero otras tenían una visión negativa y creían que existía una brecha entre nosotros, los investigadores, y las personas filmadas. ¿Era esto, entonces, un fallo del espíritu que debía regir el documental, o era un fallo del sociólogo al no alcanzar un verdadero diálogo con las personas del trabajo de campo?

Problematización del emplazamiento

Y, finalmente, la ultima cuestión se relaciona con el modo en que problematizamos un emplazamiento específico, un lugar concreto que es el sitio estratégico donde realizamos nuestra investigación y, en mi caso, normalmente suele ser una ciudad. Utilizamos muchas imágenes de la ciudad en cuestión, de paisajes, edificios, adultos y niños. Dentro de este interés más general hay múltiples temas relacionados que están espacialmente conectados. Hay, al menos, dos cuestiones distintas:

  • ¿De qué modo concebimos los estereotipos construidos sobre un espacio tal como el Mediterráneo, o el Mediterráneo sur, como «Oriente», o incluso el sur de Europa como una «especie de entidad», como una unidad?
  • El hecho de escoger un trabajo de campo con múltiples sitos, o multilocal, nos resulta cada vez más familiar. Sin embargo, también nos plantea otras cuestiones, como en qué medida nuestros estudios pueden ser superficiales o profundos.

El trabajo de campo requiere algo más que limitarse a pasar por un lugar. ¿Cómo gestionamos esto moral y éticamente? Hay que hacer algo más que realizar entrevistas; a menudo tenemos que implicarnos en muchas más actividades, desde formas de co-residencia hasta diversas formas de colaboración y defensa. ¿En qué medida podemos captar la movilidad si nosotros, como investigadores, también terminamos andando de acá para allá?

Tomemos el ejemplo del contexto de la investigación sobre la movilidad que realicé en la ciudad vieja de Damasco, entre el invierno de 2007 y el otoño de 2008, como un emplazamiento muy claro, preciso y específico.

En un contexto de cambios globales caracterizados por un proceso de intensa liberalización económica (y, más tarde, el contexto del enorme proceso de las inesperadas revoluciones árabes), un proceso que podemos ver muy claramente en los cinco últimos años en Siria, y más concretamente en su capital, nos centramos en un entorno concreto: el emplazamiento urbano de la Damasco intramuros, protegido por la UNESCO desde 1979. La movilidad y el cosmopolitismo de esta ciudad, habitada desde hace más de 5.000 años, nos proporcionan una perspectiva analítica adecuada para ver los cambios contemporáneos a la luz de las condiciones mediterráneas, que en un caso como éste se hallan muy particularmente vinculados a un entorno sumamente específico de la pauta migratoria de Oriente Próximo.

En esta clase de etnografía y en las imágenes relacionadas con ella (Ribas Mateos, 2011b) considero el concepto de «espacio vivido», pero en un lugar concreto, en un espacio donde los viejos monumentos (típicos del denominado complejo urbano oriental) adquieren una renovada interpretación social (a través de los cambios en la economía de mercado, el aburguesamiento, el turismo, la cooperación extranjera, las políticas de sostenibilidad, etc.). Aludimos aquí a un lugar privilegiado concreto, en el cual se puede ver la historia desde una perspectiva a largo plazo, con su enfoque basado en parámetros temporales, con toda su magnitud. A través del turismo cultural, este lugar convierte a Siria históricamente en cuna de reinvención. Pero también lo contemplamos en el marco de la historia reciente, desde la perspectiva de los movimientos de las múltiples comunidades que se han establecido aquí, a veces buscando refugio, a veces como tiranías, a veces como meras víctimas. Durante el trabajo de campo me centré en dicha movilidad, expresada por una interesante conectividad de las relaciones sociales tejidas por el cosmopolitismo (Clifford, 1997).

Mi objetivo en este emplazamiento era plantear la cuestión de cómo se constituye la movilidad en términos espaciales y mediante prácticas espaciales de investigación concretas: rutas, itinerarios, instalarse una casa, vivir en una casa… La expresión «práctica espacial» se deriva en este caso de los trabajos de Michel de Certeau (1984). Mi principal interés aquí, y en la discusión más extensa del trabajo de campo, es centrarme en cierto grado de emplazamientos espaciotemporales. En palabras de Adrienne Rich (1986), «un lugar en el mapa es también un lugar en la historia» (citada en Geertz, 1997: 349).

Así, seguramente, la cuestión espacial, sus imágenes, sus estereotipos, sus prácticas espaciales y su propia historia, resultan de suma importancia a la hora de definir la posición del investigador en el diálogo con las personas con las que interactúa en el trabajo de campo.

Conclusión

He intentado abrir un debate en torno a cómo problematizamos las imágenes durante nuestro trabajo de campo sobre la movilidad en el área mediterránea. Y he tratado de hacerlo revisando diferentes temas que creo que pueden ser instrumentos útiles, como los conceptos de viaje, el modo en que las imágenes pueden tener un efecto en el trabajo de campo, cómo podemos dar a través de las imágenes, o qué significan las imágenes en una relación o reciprocidad bien definida, abordando tales cuestiones con ejemplos de pensamiento en términos de emplazamiento cuando se estudia la globalización. Sin embargo, me gustaría finalizar con el término «tensiones» para expresar la idea de que abordar el tema de las imágenes en la investigación social no es sólo un problema de blanco y negro, sino un problema de constantes tensiones en cómo escogemos el objeto, cuál es nuestro papel en el trabajo de campo y qué espacio seleccionamos.

Concluiré con la investigación realizada en la ciudad vieja de Damasco, donde siempre resultan evidentes esas tensiones, por ejemplo, entre el pasado y el presente, entre el viejo y el nuevo panorama, surgidas en la década de 1990. ¿Qué significa el actual proceso de restauración de la ciudad vieja en relación con las presiones de los cambios globales? Curiosamente, sin embargo, este cambio tiene profundas resonancias de una imagen muy romántica de Oriente, y me refiero aquí en particular a los autores que representan Oriente como algo que hay que restaurar. Tomemos, por ejemplo, lo que dice Said cuando se refiere a la figura de Chateaubriand: «Oriente era un lienzo decrépito que aguardaba sus esfuerzos de restauración» (Said, 1979: 71); o cuando se refiere a la figura de Lamartin, donde Oriente se convierte en «el país de mi imaginación» (177) o «la tierra de las culturas, de los prodigios» (178). Así, para concluir mi contribución, preguntaría de nuevo si el orientalismo y sus imágenes siguen todavía con nosotros; o, si está en nuestro interior, ¿no deberíamos encontrar la manera de ser capaces de identificarlo correctamente y transformarlo?

Muchas de tales preguntas permanecerán abiertas al futuro, sobre todo en un momento en el que la movilidad y la revolución en el Mediterráneo resultan tan inciertas: «¿Quién en los enmarañados acontecimientos de la vida actual sería capaz de distinguir con tal confianza entre lo duradero y lo efímero? Lamentablemente, con demasiada frecuencia los acontecimientos aparecen ante los contemporáneos con el mismo nivel de importancia, y los grandes acontecimientos, los que construyen el futuro, hacen tan poco ruido —vienen a paso de caracol, como solía decir Nietzsche— que raras veces advertimos su presencia» (Braudel, 2002: 94).

Notas

[1] En cierto modo, reconsidero las cuestiones introductorias abordadas en el seminario «Image & Imagination: Portraying Mobility in the Mediterranean», ESOMI e Instituto Danés de Damasco, 30 y 31 de agosto de 2008.

[2] Bourdieu, P., «A propos de la famille comme catégorie réalisée», en Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 100, diciembre de 1993, pp. 32-36.

[3] «Tangiers, boulevard du Détroit», en Tangiers: The Omnipresent Witness of Social Change, Conseil de la Communauté Marocaine à l´Étranger, Tánger sin Fronteras y Moroccan Memories Foundation, Tánger, 6 de octubre de 2009.