La nueva política de vecindad vista desde Argel: por ahora, no es una prioridad

La urgencia europea para Argelia es poner en marcha el acuerdo de asociación, sin cargar con otro proceso.

Youssef Zerarka

Hasta los observadores menos sagaces de la política magrebí y euromediterránea de la Unión Europea (UE) lo captan al momento. Tras la primera visita al portal oficial de Europa y el sitio web de la Comisión Europea, surge la respuesta. Diáfana e inequívoca. Argelia, a diferencia de sus vecinos más inmediatos, no está interesada en la política europea de vecindad, la PEV, como la llaman sus artífices e interlocutores en los países de Europa oriental y el sur del Mediterráneo. Casi dos años después de implantar esta nueva dimensión de la diplomacia de la UE, el país de Abdelaziz Buteflika aún se hace esperar, aún se hace desear. Sin que la Comisión Europea, arquitecta del proceso y conductora de sus muchas operaciones, no tenga la menor idea sobre la factibilidad del dossier argelino ni su visibilidad. Y esa eterna invisibilidad se muestra a las claras, al constatarse que no parece estar perfilándose calendario alguno.

Ni en los discursos ni en la agenda comunitaria. Tampoco dan ninguna pista ni el Ministerio argelino de Asuntos Exteriores ni la delegación (embajada) de la Comisión Europea en Argel. Ni un mensaje que lleve a la Comisión a pensar que Argelia, por fin, se ha decidido a pisarles los talones a sus iguales del sur del Mediterráneo. Y a sentarse en una mesa con los representantes de Europa. Con un tema en el menú del diálogo: negociar la adhesión del mayor país del Mediterráneo a la PEV. Esta incertidumbre se desprende del cuadro de objetivos de la Comisión en cuanto a la PEV. Dejando aparte los casos de Libia y Siria –ninguno de estos dos países ha emprendido aún procesos de negociación de un acuerdo de asociación con la UE–, las tres casillas asignadas a Argelia son las únicas que no se han marcado. Junto con las de Bielorrusia (o Belarús). Ni rastro del informe de la Comisión de Bruselas sobre el país.

Ni una propuesta de la institución dirigida por el portugués José Manuel Barroso, y aún menos planes de acción de la PEV. Que es lo mismo que decir que entre Argelia y la política europea de vecindad no se ha concretado nada. Transcurrida la mitad de 2007, no se ha labrado ninguna parcela del terreno de la PEV, no se ha esbozado ni un bosquejo de negociación. Para los observadores atentos a las evoluciones de la relación euromediterránea, no tiene nada de sorprendente. ¿Que Argelia da la espalda a la PEV? Ya desde el comienzo, ésa era una de las hipótesis plausibles. Más concretamente desde 2002. En su visita a Argel, Romano Prodi, entonces presidente de la Comisión Europea, ponía todo su empeño en provocar la incorporación de Argelia a ese proceso. Al principio, el proyecto de la PEV estaba destinado a los países de Europa del Este.

Merced a su sensibilidad mediterránea, durante toda su estancia en Bruselas, el italiano se aseguró de ampliarla a los actores de la ribera sur del Mediterráneo, socios de la UE en el marco del Proceso de Barcelona. Según la información publicada en la prensa, no confirmada oficialmente, las autoridades argelinas habían dejado entrever, ya por entonces, que la PEV no tenía visos de ser prioritaria. “La adhesión de Argelia a la nueva opción diplomática de la UE parecía hipotética desde el inicio. Era de esperar”, afirma un miembro del Instituto Francés de Relaciones Internacionales. Hace tres años, la comisaria europea de Relaciones Exteriores y Política de Vecindad, en una visita en el Centro de Acogida de la Prensa Extranjera en París, se había aventurado a emitir un primer pronóstico sobre la suerte de la PEV. Nada en las respuestas de la austriaca Benita Ferrero-Waldner daba pie a presagiar la incorporación argelina a la PEV. Ni a corto ni a medio plazo.

La toma de postura oficial de Argelia con respecto a la política de vecindad se ha expresado progresivamente, a merced de las oportunidades. Los primeros “niet” a la “oferta diplomática” de la Comisión Europea se expresaron entre las filas de la prensa. En un principio, hubo artículos –algunos espontáneos, otros provocados– que se afanaban en señalar los “límites” de la PEV y sus pocas posibilidades a ojos de Argelia. Luego llegaron, en forma de voz en off o sugerencias entre líneas, las primeras reservas oficiales. Antes de ceder el lugar al discurso oficial. Un discurso que, sin reparar en fórmulas diplomáticas, proclama, sin ambages, que la PEV no es que entusiasme excesivamente a los actores del gobierno y a varios actores de la política europea de Argelia.

Oficialmente, los primeros rasgos del lenguaje gubernamental en torno al tema de la PEV se remontan a casi exactamente dos años. El 4 de mayo de 2005, en su intervención en el foro del diario gubernamental El Moudjahid, el director general de la división europea del Ministerio de Asuntos Exteriores marcaba la pauta. Mohamed Hannache declaraba que la PEV “no constituye una prioridad para Argelia”, que tiene, “de momento, otras batallas que librar”, según las declaraciones publicadas en su momento por Le Quotidien d’Oran. La afirmación de Mohamed Hannache, actual embajador en Madrid, no pertenecía ni mucho menos a un discurso de circunstancias. Nada la ha puesto en entredicho.

Durante los meses posteriores a su conferencia en el foro de El Moudjahid, no hubo ningún contacto entre argelinos y negociadores de Bruselas relacionado con la PEV. A finales de enero de 2006, la Comisión Europea reunió a sus jefes de delegación en los países mediterráneos y los países de Europa del Este aún no miembros de la UE. Y eligió Argel como lugar de reunión. Bastaba con eso para que la prensa argelina viera un guiño por parte de Bruselas al gobierno del país, un gesto seductor destinado a convencer a Argelia de que imite a sus vecinos del Sur. Y se suba al tren de la PEV. Consciente de que el país aún no se distinguía de otros socios del sur del Mediterráneo, Lucio Guerrato –entonces jefe de la delegación de la Comisión en Argel– había estimado que era el momento de hablar de la PEV con Argelia. “La política de vecindad se aplica a todos nuestros vecinos, pero en distintas realidades”, había afirmado.

Una forma de transmitir a los argelinos el mensaje de que la PEV es una oferta negociable y no un paquete imponible tal cual. La propuesta del antiguo “embajador” de la Comisión en Argel, una especie de diálogo a distancia con las autoridades argelinas, no había surtido el efecto esperado. Preguntado por una periodista del diario Le Quotidien d’Oran, buena conocedora de las relaciones argelino-europeas, un “alto responsable de la presidencia” rechazó el alegato de Bruselas. “El gobierno argelino ha dicho no a la política de vecindad, y se trata de un no definitivo del que no desea volver a hablar, sencillamente porque no es su prioridad […] tal vez dentro de cinco o seis años, pero, por lo pronto, su prioridad es la puesta en marcha del acuerdo de asociación”. Pasaron meses sin que, ni en Argel ni en Bruselas, se viera la luz a una nueva relación argelino-europea.

Con el tiempo, fueron sucediéndose negociaciones entre quienes están al frente de la Comisión y los responsables argelinos de Europa. Se seguía con un ojo puesto en el acuerdo de asociación, se seguía garantizando la continuidad del proyecto de acuerdos con las instancias de Bruselas. Sin embargo, todos se guardaban de volver a incluir en la agenda el dossier de la PEV. Aprovechando un taller de formación sobre la PEV dirigido a periodistas mediterráneos, a iniciativa de la Comisión Europea, el embajador de Argelia en Bruselas y ante las instituciones de la UE, Halim Benatallah, congregó a representantes de la prensa argelina.

La idea era hacer una última puesta a punto y aparcar el dossier sine die. Aun a riesgo de agotar un discurso oficial ya empleado en otras circunstancias, recordó a quienes quisieran escucharle en los despachos de Bruselas que la PEV “no es una prioridad” para Argelia. Mostrándose más claro y preciso en sus respuestas que el antiguo director general de la división europea en el Ministerio de Asuntos Exteriores argelino, subrayó que lo que a Argelia le urge en Europa tiene un nombre: la puesta en marcha del acuerdo de asociación ya firmado con la UE. Preocupada por “llevar a buen puerto” ese proyecto, Argelia “no se decanta, de momento, por cargar con otro proceso”.