La literatura de ciencia ficción árabe

Reflejo del malestar de la sociedad, la ciencia ficción se basa en argumentos futuristas o dantescos para escapar a la censura y criticar la tiranía del poder.

Kawthar Ayed

La literatura de ciencia ficción árabe es poco conocida en el mundo occidental. No obstante, la ciencia ficción (CiFi) lleva instituida en el mundo árabe como género literario desde los años setenta. Entre los años cincuenta y noventa, se publicaron más de 40 volúmenes en distintos países árabes. De 1950 a 1960 no encontramos mención explícita de la fórmula ciencia ficción; en su lugar, se habla de un nuevo género literario. De 1960 a 1978 apareció el concepto de “novela científica”. A partir de 1978, autores y editores adoptaron definitivamente el término ciencia ficción (khayal ‘ilmi).

¿Orígenes remotos?

Puede hablarse de orígenes remotos del género, llamados también protociencia ficción. Y ello nos remontará a Al Qazwini que, en su relato de viajes Las maravillas de la creación, siglo XIII, habla, y tal vez por primera vez en textos árabes, de un gigante extraterrestre (‘Iwadj ben Unuk) que atacó a Moisés. Asimismo, podemos citar el texto de Al Mass‘udi Los prados de oro y las minas de gemas, escrito en el siglo X, que narra las aventuras de Alejandro Magno describiendo inventos imaginarios bastante interesantes que nos vuelcan en la perplejidad de concebirlos como máquinas estrictamente hablando, en una época en que el progreso tenía otra acepción, sin duda distinta a la de Occidente. Un progreso que se mide por la innovación y la creatividad del imaginario. Una historia particular que constituye, a nuestro modo de ver, el motor de los textos de “protociencia ficción”.

Influencia de la literatura turca

Creemos, refiriéndonos a los trabajos de Laurent Mignon, que la literatura futurista turca sería el eslabón perdido entre el imaginario extraordinario árabe y el imaginario occidental positivista y racional. A título de ejemplo, podemos citar: ¿Qué pasará? (1899) de Neler Olacak; Tarihi Istikbâl (“Historia del futuro”, 1914), de Celal Nuri Ileri, o incluso Rüyada Terrakî ve Medeniyet-i Islamiyeyi Ru’yet (“El Progreso en sueños o bien visión de la civilización islámica”, 1914) de Molla Dâvudzâde Mustafa Nâzim. Estos textos demuestran una nueva aproximación del progreso que unas veces se vive como una amenaza para un imperio dividido por las guerras colonialistas y como un peligro para la identidad cultural de la Turquía otomana y otras como el Vellocino de Oro que le devolverá la gloria. Relatos distópicos y utópicos son el producto de un contexto particular donde se solapan sueños, ilusiones y desencanto.

Los interrogantes sobre el futuro y la influencia de una modernidad racional en el mundo será también uno de los temas predilectos de la literatura de CiFi que se estableció en Egipto en la segunda mitad del siglo XX.

Nacimiento e institución de la CiFi árabe

Se estima que fue en Egipto, durante los años cincuenta, donde nació la ciencia ficción propiamente dicha. Lo que nos llevaría incluso a hablar de una escuela de ciencia ficción egipcia. El gran escritor Tawfik al Hakim es uno de los pioneros del género incluso antes de que se inventara la etiqueta. Por ejemplo, podemos citar Un millón de años, cuento aparecido en 1953 que forma parte de una colección de cuentos calificados de filosóficos censurados en varios países árabes. En este relato, el estallido de guerras bacteriológicas y nucleares ha destruido por completo el ecosistema y devastado la Tierra. El hombre, para sobrevivir, se ha refugiado en cuevas y ha acabado construyendo una ciudad subterránea. “No recuerdan la existencia de animales sobre la tierra. (…) Se han visto diezmados por las guerras nucleares y químicas que han arrasado por completo la superficie de la Tierra y la han desprovisto de toda presencia animal, vegetal”. Este relato se presta a una reflexión filosófica sobre el progreso, lo religioso y la naturaleza humana. Reflexión que halla su continuidad en una obra maestra: Viaje al futuro, publicada en 1957, otro texto fundador de la ciencia ficción árabe y cuya originalidad radica en la elección del género, el teatro, y en las cuestiones filosóficas y existenciales planteadas. 

Esta obra propone una doble lectura del progreso y tiene el mérito de establecer los conceptos de utopía y de distopía, de disidencia y de marginación. Sin alejarse de esta idea del progreso escogida entre dos visiones del mundo, Mustapha Mahmud nos describe en Al-Ankabut (“La araña”, 1967), los experimentos científicos de un ingeniero eléctrico en el cerebro humano. Experiencias fabulosas pero también atroces, que le revelan la posibilidad de vivir en otras dimensiones del tiempo y del espacio. ¿Hombre de ciencia o mago, hombre desesperado o manipulador? Es lo que se preguntará Nihad Sharif al contar las vivencias de Halim Sabrun en Los vencedores del tiempo (1972). En el año 2301, se descubre un viejo manuscrito en Egipto que relata la historia de un sabio loco que buscó desesperadamente la eternidad. Sin embargo, la eternidad, al ser una idea que contradice el discurso religioso según el cual solo Dios posee la inmortalidad, las experiencias no se completaron con éxito y un gran incendio puso fin a la vida del sabio.

Nihad Sharif es claramente el pionero de la CiFi árabe. Fue el primer autor en colocar en la cubierta de sus novelas la etiqueta de novela científica. Los vencedores del tiempo es una de las muchas obras que escribió y que fueron aclamadas por la crítica árabe. Habitantes de otro mundo (1977) es uno de sus textos más conocidos. Novela futurista, que transcurre en el contexto de una guerra fría, revela la presencia de una ciudad submarina que pretende instaurar una paz planetaria. El final de la novela deja entrever una visión desilusionada de la naturaleza humana que también comparte Mussa Sabri en El señor que viene del campo de espinacas (1982), pero que se sitúa en otro plano. Se trata de una utopía narrativa que nos proyecta hacia el siglo XXI.

A partir de 1986, observamos la aparición de una colección de CiFi: Milaff al Mustakbal (“Volet d’Anticipation, Fase futurista”) que da lugar a un nuevo subgénero: la utopía militar.

‘La utopía militar’ de Nabil Faruk

Se trata de un fenómeno propio de la literatura arabófona de producción, de edición y de recepción. En efecto, es la primera vez en la historia del género que se especifica, en la contraportada de una colección, que se trata de un género particular: khayal ’ilmi. En 1986, un joven escritor egipcio emprende toda una aventura editorial, en la medida en que se trata de una producción periódica, mensual y trimestral. En la cubierta encontramos sistemáticamente una ilustración a color de un dibujo referido al argumento de la novela. Las ilustraciones son a menudo muy concretas, en relación directa con el texto. En todos los volúmenes, son obra de Ismaël Diyyab. En la primera página de cada volumen se indica la originalidad de lo narrado.

Hemos bautizado ese subgénero como “utopía militar”, ya que atraviesa dos subgéneros de la literatura de CiFi occidentales, esto es, la ciencia ficción social (concepto estudiado por Jacques Van Herp) y la space opera, aunque sin mezclarlos.

La space opera es el género más conocido de la literatura de ciencia ficción estadounidense. Surgió a principios del siglo XX. Suele retomar temas épicos de la conquista del Oeste americano, sustituyendo la fiebre del oro por la conquista de los planetas, a los indios y (más tarde) a los soviéticos por extraterrestres hostiles.

En cualquier caso, es interesante constatar que la space opera se desarrolló en una época en que el sueño del Imperio era acariciado por el imaginario de una nación victoriosa, mientras que la utopía militar árabe nació en un momento crítico de la historia árabe y egipcia, lo que explica la diferencia crucial entre estos dos subgéneros. La space opera es expansionista y está impregnada de una ideología de conquista asociada al progreso y a la globalización (¿universalización?) de la democracia. En cambio, la utopía militar árabe es antiexpansionista, de carácter defensivo, y cuenta la historia perpetua de una lucha continua por preservar la libertad (de Egipto, de la Tierra entera y a veces de otros pueblos extraterrestres).

“La dictadura nunca es eterna. Un Estado autoritario desaparece enseguida, y un Estado justo permanece hasta el final de los tiempos… Estos déspotas serán sin lugar a duda vencidos.” (Nabil Faruk, El planeta de los déspotas).

La lucha contra el invasor se acompaña de una condena firme de la explotación y de las guerras colonialistas. En Las puertas de la muerte, n°65, Nur libera al pueblo de Adrica sometido al yugo colonial de los suritas; se niega a convertirse en su rey y se contenta con haberles enseñado el significado de la palabra libertad: “La libertad, amigo mío, es una palabra dotada de una magnífica sonoridad.” Frente a él, el héroe americano en la space opera es el policía del universo que pretende trasladar e implantar, más allá del concepto de libertad, el ideal democrático del modelo ultraliberal americano en el universo. La imagen del americano conquistador en la space opera se ve refutada en la utopía militar egipcia; situándose en el mismo decorado, adopta una postura opuesta a la de la ideología vehiculada en la space opera. Uno incluso llega a preguntarse si esos héroes-conquistadores estadounidenses de los años cincuenta no resultan ser los verdaderos enemigos combatidos en las utopías militares árabes de los años posteriores a los ochenta. Cuando menos, lo que se promulga es el rechazo absoluto de la ideología de conquista tan venerada en la space opera

Sin duda, se trata de la versión literaria árabe de una historia atormentada por el recuerdo de las guerras expansionistas que sufrió y provocaron que pusiera de manifiesto su desconfianza frente a los nuevos proyectos de las fiebres del petróleo. Además, en la utopía militar árabe, los estadounidenses no gozan de buena imagen. Se presentan como conquistadores que quieren gobernar el mundo. Por ejemplo, en El tesoro del espacio, n°84, tras la liberación de la Tierra de la colonización extraterrestre gracias a “Nur” y a su equipo, EEUU pretende adueñarse de los cubos magnéticos que contienen toda la historia, artes y culturas de la Tierra. El colonizador juliyariano destruyó toda forma de conocimiento y quiso privar a la Tierra de su historia. Sin embargo, los egipcios pudieron salvar la memoria de la humanidad grabando, en unos cubos magnéticos, toda la información sobre la civilización humana. Antes de poder enviar copias de esta memoria colectiva a todas las naciones, surgen agentes del FBI que tienen órdenes de robar esos cubos o destruirlos. Según ellos, el conocimiento, debe ser estadounidense o desaparecer por siempre jamás: “El director del Centro de Inteligencia Estadounidense: ‘Queremos esos cubos, queremos que solo los tenga Estados Unidos y evitar que cualquier otra nación se haga con ellos (…). O los recuperamos o los destruimos. (…) ¿Y de qué servirían los conocimientos y las artes si no fueran estadounidenses?’”

En este fragmento constatamos que el héroe estadounidense en la utopía militar tiene una cierta visión del mundo según la cual él es “el solo, el único, el ombligo, no ya de la Tierra, sino del Universo entero” ( Jacques Van Herp). Es como si la utopía militar reflexionara a través de esas representaciones lo que la propia space opera había subrayado, pero cambiando la perspectiva. Y es que ahora accedemos a las cosas desde el otro lado del espejo.

La utopía militar ha influido en varias generaciones de jóvenes que podían acceder fácilmente a esas novelas al alcance de todos. Sin embargo, el aspecto “pop” de esta categoría de CiFi le otorgó un lado mercantil que la crítica se encargará de denunciar.

Otra producción masiva y especializada en CiFi aparecerá en Siria en la misma época, de la mano de la ingeniosa pluma de Taleb Umran, que editó, en una colección especializada, más de 100 novelas y relatos de 1980 a 2018. Lo que caracteriza esta colección es que se considera “gran literatura” por la calidad de la edición (“Dar El Fikr”) y unas ilustraciones de aspecto más refinado. La obra de arte de Taleb Umran es Tiempos oscuros que nos traslada a 2039 y anuncia una nueva era de barbarie tras el estallido de una guerra destructiva llamada Guerra de la Justicia. Es un mundo que conoce una nueva fase de guerras coloniales desatadas por la “nueva potencia mundial”. Esta potencia, con mano de hierro, mantiene un gran imperio que se extiende desde Asia central hasta los países del Mediterráneo, pasando por Oriente Medio.

El espacio geopolítico del mundo árabe pasa por profundas transformaciones. La nueva potencia mundial utiliza las armas de destrucción masiva contra las poblaciones para someterlas y sobre todo para poner a prueba las nuevas tecnologías de guerra. Las bombas bacteriológicas se precipitan sobre el país de Hani esbozando los rasgos de un mundo siniestro. Por otro lado, se impone a los países conquistados regímenes “democrarrealistas” totalitarios que colaboran con el régimen colonialista para reprimir cualquier revuelta o incluso oposición. Esta novela ha recibido varios premios, entre ellos el premio de la ALECSO (Organización Árabe para la Educación, la Cultura y las Ciencias) en 2009. La primera convención dedicada a la CiFi árabe se celebró en Siria en 2007, bajo la dirección de Taleb Umran, que también será el fundador y y redactor jefe de la primera revista de CiFi árabe (Majalt alkhayl al-‘ilmi). Editada por el Ministerio de Cultura sirio, cuenta con más de 76 números (20082021), muchos de los cuales pueden descargarse gratuitamente.

En Siria, otros autores marcarán la escena literaria, como Lina Keilani, que se ha especializado en la literatura CiFi infantil. Su éxito es innegable. La producción de CiFi destaca también en Kuwait (Tiba al Ibrahim), en Arabia Saudí (Ashraf al Fakih), en Túnez (Hedi Thabet), en Marruecos (Abd Assalam al Bakali), en Irak (Ahmad Saadaoui) y en muchos otros países encontramos una producción cada vez más importante.

La CiFi árabe bajo la mirada de la crítica

Una de las polémicas más conocidas que veremos nacer con respecto a la ciencia ficción data de 1976, con la publicación de Déluge Bleu del autor marroquí Abd Assalam al Bakali. En el preámbulo de la novela, el autor hace referencia directa a la literatura de CiFi y clasifica su obra de futurista en este género literario. Ciertos críticos atacaron la fórmula, propia de la cultura occidental, y no realmente la novela en sí. Entre estos críticos se encuentra el gran escritor egipcio Naguib Mahfuz, que es líder de una corriente literaria realista y popular. Anunció, en la revista Al-Mehwar, que la literatura de ciencia ficción es un montón de tonterías, carente de profundidad, vacía e inútil. Unas declaraciones que sorprendieron a escritores y lectores y que llevaron a Abd Assalam al Bakali a publicar un artículo titulado: “Lo siento, profesor Naguib… La literatura de CiFi no es un montón de tonterías”.

Sin embargo, con la proliferación de las novelas de CiFi en los años ochenta y noventa, la crítica miró con nuevos ojos este género literario. Medhat Djayar publica en 1984, en Fusul, “Problemática de la modernidad en la novela de ciencia ficción”, para presentar la CiFi como parte integral de la literatura árabe, de la que es continuadora. El cambio es lo más natural, nos asegura. Sabri Mussa apoya esta idea precisando que el renacimiento cultural de los años cincuenta conllevó una renovación en la expresión literaria, contradiciendo la corriente romántica, que se ve desde este momento más cercana al interés del hombre árabe.

En efecto, resulta chocante constatar hasta qué punto esta literatura expresa la crisis de una época que conoció a principios del siglo XX el colonialismo, el ascenso de regímenes totalitarios, las guerras mundiales y el triunfo del capitalismo. Y que sigue conociendo los males de una globalización agresiva que se ha vuelto contra los pueblos del Sur, la afirmación de diferentes formas de poderes autoritarios, el perfeccionamiento de las herramientas de control y de las estrategias de manipulación, etc.

La evolución del mundo hacia estructuras tiránicas y vulgarmente punitivas es la pesadilla que atormenta las consciencias vivas de los resistentes en los textos árabes, donde se pasa a un contexto de autoritarismo y de totalitarismo duro.

Conclusión

La literatura de ciencia ficción árabe inventa contextos que no son ajenos a los autores, puesto que emanan de sus presentes. El caso del futurismo árabe es impresionante. Los guiones futuristas podrían considerarse un rodeo pensado para eludir la censura. “Decir las cosas tal como son es imprudente, nos explica Kilani, y expone al autor a innumerables problemas en una sociedad que no cree en la libertad de opinión y de expresión” (entrevista con Mustapha Kilani, Túnez, 10/10/2007).

Los guiones de pesadilla establecidos pueden prestarse a la leerse como reacciones frente a la hegemonía militar de Occidente, que se conjuga con el poder tiránico de dictaduras locales, y a la explotación de las riquezas del tercer mundo. Taleb Umran piensa, además, que es lo que constituye la particularidad de los textos árabes: “La CiFi árabe está particularmente marcada por preocupaciones territoriales y humanas. Los autores son sensibles a cuestiones precisas (…). Intento adelantarme al terror de los días venideros con la contaminación, la represión y la humillación del hombre (…) Es algo que me preocupa, que me agota enormemente.” (Entrevista con Taleb Umran, Siria, 15/12/2007).

El principio del siglo XXI parece inspirar todo tipo de terrores a los autores árabes. Sus ficciones traducen un malestar e incluso indignación frente a las diversas crisis que atraviesa el mundo árabe. No obstante, algunas utopías tratan de brotar en este contexto, para dar alternativas y abrir resquicios en las densas tinieblas reinantes, mostrando ciudades mejor administradas por otros sistemas económicos y políticos. La esperanza de cambio anima cada vez a más escritores árabes en busca de lo mejor, en un mundo que se espera lo peor.

Kawthar Ayed es doctora en Literatura Comparada y de Ciencia Ficción, profesora asociada de la Universidad de Túnez.