La liberalización del sector audiovisual en el Magreb avanza de manera engañosa

La apertura controlada del sector audiovisual no acaba de extenderse al Magreb central: Túnez y Marruecos oficialmente han liberalizado el sector.

Ihsane el Kadi

Túnez y Marruecos tienen oficialmente liberalizado su sector audiovisual. La Argelia oficial se niega a hacerlo. Pero el panorama es parecido. Las cadenas nacionales se ven aplastadas por la competencia de las imágenes importadas, a la espera del despegue de auténticos proyectos profesionales e independientes. ¿Es responsabilidad de la escasa publicidad o de la censura política? La era de la apertura controlada del sector audiovisual no acaba de extenderse a los tres países del Magreb central. Con notable diferencia, la apertura no ha comenzado de verdad en Argelia, donde el monopolio público integral de la difusión de radio y televisión sigue estando en vigor en 2008. 20 años de bombardeo de imágenes vía satélite sólo han conseguido cambiar un poco las normas locales del sector de los “medios de comunicación fuertes”, según la expresión consagrada por Abdu B., antiguo director “de apertura” de la televisión pública argelina (ENTV).

Las cadenas públicas de televisión destruyen lo que les queda de cuota de audiencia a los programas nacionales. El nacimiento de dos cadenas de televisión privadas en Túnez (Hannibal) y en Marruecos (Médi 1 Sat) en 2005 y 2006, es demasiado reciente aún para influir en el panorama. “Las autoridades del Magreb, de forma tácita, han aceptado finalmente estar por debajo del 50% de cuota de audiencia en sus cadenas de televisión nacionales antes que comprometerse con una verdadera liberalización de la difusión audiovisual para reactivar la oferta local de imágenes y la industria de contenidos”, confirma un antiguo periodista de la ENTV. ¿Implica esto un cambio?

La evolución de 2008 muestra una agitación de los inversores en los medios de comunicación fuertes del Magreb. El anuncio –en el muy mediático decorado del festival de Cannes en mayo– de que el dúo Quinta Communicatons Mediaset, de Tarak Ben Ammar y Silvio Berlusconi, recuperaba la cadena Nesma TV constituye una poderosa primera señal. Estos socios, pesos pesados de la orilla norte del Mediterráneo, han aportado 30 millones de dólares para redirigir esta cadena de entretenimiento magrebí que dos hermanos publicistas, Nabil y Ghazi Karui, lanzaron en Túnez en marzo de 2007. Quienes se hacen cargo de la empresa en crisis piensan en “reproducir” sus productos televisivos para difundirlos a la audiencia magrebí. La misma experiencia ha llevado a la nueva televisión privada marroquí MA3, de la presentadora Fatima Zohra Benadi, a intentar recaudar fondos en la Bolsa de París este verano.

¿Inmadurez financiera o censura política?

Las grandes televisiones árabes vía satélite fueron las que iniciaron este movimiento de aproximación lo más afín posible al público del Magreb, “culturalmente diferente” del público del Oriente árabe. MBC, con sede en Dubai y los libaneses de LBC lanzaron un canal Magreb, mientras que el potente grupo privado saudí ART se prepara para hacer lo mismo. “De hecho, el análisis del mercado publicitario es parecido en Roma y Doha. Se considera que ha llegado a la madurez. Presenta buenas perspectivas de crecimiento, seguramente más de 1.000 millones de euros para 2012. Los inversores privados ven con mayor claridad el plan de negocios de una cadena”, explica el director de una empresa de comunicación internacional en Argel.

¿Quiere esto decir que el retraso del desarrollo de las televisiones privadas en el Magreb se explica, hasta ahora, por la ausencia de un modelo económico equilibrado para ellas? Los dos fracasos, hace unos 20 años, de la primera liberalización en Túnez y en Marruecos, harían creíble a priori este argumento. La primera cadena privada marroquí 2M, nacida en 1989 gracias a una concesión de servicio público, volvió a caer bajo dominio público porque perdía dinero. El sistema codificado para abonados que mantuvo también Canal Horizons en Túnez en el mismo periodo demostró no ser viable financieramente. En Marruecos y en Túnez, los poderes políticos pueden culpar a la piratería, la pusilanimidad de los anunciantes, e incluso un índice de equipamiento de los hogares todavía escaso a principios de los años noventa. Tarek Ben Ammar explicaba que las opciones de la programación de Nesma TV –exclusivamente de entretenimiento y que excluyen la información– eran una cuestión “de costes y no de libertad”.

La verdad es más prosaica. Indiscutiblemente, la censura política es el principal freno a la apertura competitiva de la actividad audiovisual en el Magreb. Incluso aunque se haya votado una ley de liberalización del sector –por ejemplo en Marruecos, en noviembre de 2004–, luego la selección de proyectos sólo deja sitio a los “amigos políticos” cercanos al palacio. Medi 1 Sat se apoya en un accionariado estratégico franco-marroquí que hizo sus pruebas en la radio Médi 1. En Túnez, Hannibal es propiedad del empresario Arbi Nasra, próximo al palacio de Cartago.

“El indicio imparable de una verdadera apertura del sector audiovisual está en el nacimiento de radios libres. No requieren el presupuesto de una cadena de televisión y responden a menudo a una verdadera expectativa en algunos segmentos del público. No hay nada así en el Magreb”, constata Mohamed Aribi, asesor de una de las cadenas públicas argelinas de radio.

Un monopolio público asumido en Argelia

La política del audiovisual en Argelia tiene la ventaja de la franquicia. Desde hace cerca de 10 años, el presidente Abdelaziz Buteflika excluye explícitamente, por razones políticas, la apertura a la inversión privada en el segmento de la difusión. La consigna está clara: la televisión y la radio deben seguir siendo medios de propaganda del Estado. “No existe en Argelia una estabilidad suficiente del poder central para lograr un consenso respecto a los empresarios a quienes se cedería la misión de crear cadenas de televisión como coartada, al igual que ocurre en Túnez y en Marruecos”, afirma el director de una agencia de comunicación que renunció a crear su estudio de producción a causa de la falta de salidas en las cadenas argelinas. Sin embargo, la presión de los medios empresariales para romper el cerrojo es importante.

Desde hace cuatro años, muchas grandes fortunas (Issaad Rebrab, Djillali Mehri,…) circulan de forma recurrente, vinculadas a proyectos de televisiones privadas que esperan una enmienda que no llega de la Ley de Prensa de 1990. La réplica oficial es fácil. La cadena de televisión de titularidad privada francesa del antiguo niño mimado venido a menos, Mumen Khalifa, dejó un mal recuerdo en presidencia. En 2003 y 2004, se transformó en un instrumento de guerra contra Buteflika. En ningún momento, la autoridad política ha considerado los proyectos de difusión audiovisuales como actividades de servicio creadoras de empleo.

Un estudio de 2006 cifra en 8.000 los puestos de trabajo perdidos entre 2004 y 2009 a causa del mantenimiento del monopolio público en el sector audiovisual. La ENTV intentó ocupar una parte de este espacio libre, que provoca que un mercado de 32 millones de telespectadores –descontando a los menores de tres años– sólo disponga de tres cadenas públicas con programas clonados e intercambiables. Anunció un proyecto de diversificación en ramas de cadenas temáticas, a partir de 2003. “En el reclamo” se anunciaba deporte, música, programas para jóvenes, información continua, e incluso una cadena en tamazight.

Nunca vieron la luz. Un plan de negocios complicado. “Cuanto más nos dirigimos hacia segmentos restringidos del público, más difícil es hacer que la cadena sea rentable”, explica el presidente de ENTV, el inamovible Hamraui Habib Chawki, al frente del monopolio de forma casi contínua desde 1992. No obstante ha declarado abiertamente su persistente preferencia por la liberalización del sector audiovisual, constituyéndose así en portavoz de una fuerte reivindicación en los medios empresariales y en la profesión.

A la búsqueda de una “mayor identificación”

Las televisiones nacionales del Magreb llevan varias vueltas de retraso en el nuevo reparto de las cuotas del mercado de imágenes en su propio territorio. Hassen Zarguni, director general de Sigma-Túnez, empresa encargada específicamente de la medición de audiencias en el Magreb, afirma: “En Túnez, las dos cadenas públicas y la cadena privada compiten en audiencia, con cerca de 2.000 cadenas de TV, de las que casi 300 son en lengua árabe, accesibles al telespectador tunecino mediante receptores de programas por satélite, baratos y ampliamente generalizados, especialmente en los medios urbanos”.

El panorama es el mismo en Argelia y en Marruecos. Las cadenas nacionales se despertaron en junio de 2006 con los insultos de la opinión pública. No habían conseguido comprar a través de los organismos panafricanos y panárabes (ASBU y Arabsat) los derechos de televisión para el Mundial de Alemania. Los de la región árabe los poseía ART, el grupo saudí. En el colmo de la decadencia, Argelia compró, in extremis, por intervención personal de su presidente, y a precio de saldo, 300.000 abonos difundidos un día de fiesta –el viernes– en la red pública de Correos, a fin de evitar un movimiento de cólera popular.

La asimetría de medios financieros no hace más que aumentar desde hace 10 años: “Nuestras tres cadenas funcionan con 30 millones de euros anuales. France 24 dispone de 88 millones y Al Yazira de 500 millones”, se defiende un directivo de la ENTV. Así pues, ¿está saturada la oferta de imágenes y en consecuencia cerrada a nuevos proyectos basados en públicos nacionales? No es tan claro. Ningún intercambio de propuestas de los capitalistas magrebíes –aunque estén vinculados con inversores europeos– parece que pueda llegar a competir mañana con ART en el deporte, con Rotana en la música o con Al Yazira en la información.

Pero un contenido programático generalista propio de los países magrebíes tiene todavía un futuro por delante. La prueba la aportan las audiencias del Ramadán. Casi todas las cadenas públicas del Magreb duplican su audiencia durante un mes. Tienen una cita anual con un público que “busca una mayor identificación con su propia imagen”, algo que no pueden proporcionar las grandes cadenas panárabes y menos aun las televisiones francesas. Una exigencia de “vuelta a las raíces” especialmente importante en la franja crucial de las dos o tres horas tras la ruptura del ayuno. En el tríptico del humor, de la sátira social y del drama sentimental, lo mejor de las producciones anuales de las televisiones magrebíes se pone en antena a marchas forzadas.

Las comedias, los seriales y las cámaras ocultas del Ramadán se convierten a menudo en fenómenos sociales. Los ingresos publicitarios son, por tanto, excepcionales. 20 minutos de anuncios acumulados en los 120 primeros minutos de la tarde, de media, en Tv7 (Túnez), Canal Algérie y RTM (Marruecos). Para Mohamed Aribi, “la tierra prometida de la inversión privada en la televisión en los países del Magreb es perpetuar todo el año la magia del Ramadán”.

Desfase del soporte mediático

En ausencia de una perspectiva de reactivación de la democratización política a corto plazo, puede que los países del Magreb no conozcan nunca una experiencia de televisiones privadas y de radios libres similar al modelo europeo de los años ochenta y noventa. “Porque Internet superará este modelo antes incluso de que tenga tiempo de establecerse”, pronostica el director de la agencia de comunicación internacional. Una evolución que el enorme crecimiento de las descargas puede alinear rápidamente con los estándares mundiales.

“El consumidor verá entonces lo que quiera, cuando quiera y donde quiera, en su televisor, delante de su ordenador o en su teléfono. Está previsto que se pase de la teledifusión de masas (broadcasting) a la televisión a la carta (egocasting), por denominar de alguna forma esta nueva forma de televisión. Se tratará de poner por delante el ego, lo que implica una híperpersonalización de los medios de comunicación y una menor importancia de los medios de comunicación de masas”, prevé Hacène Zarguni. Este perfil de consumo se corresponde con la diversidad cultural y con la segmentación de las demandas de la sociedad magrebí.

El desbordamiento de la televisión por Internet ya está aquí. Las autoridades argelinas en lucha contra Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) padecen desde hace dos años un “desfase del soporte mediático”. AQMI utiliza las páginas Internet para mostrar sus atentados, sus kamikazes y su discurso yihadista. Las imágenes de vídeo circulan por los teléfonos móviles. La vieja televisión nacional ya casi no tiene peso en la contrapropaganda entre un público joven que la abandonó hace tiempo. Las reservas políticas tradicionales que perpetúan el control del sector audiovisual en el Magreb siguen en la brecha desde hace varios años.

El mercado de la financiación a través de la publicidad se acerca al volumen crítico. Pero los monopolios –declarados o encubiertos– tienen la piel dura. Entre tanto, algunos empresarios más “dignos de confianza” que otros embotarán al público magrebí con las versiones locales de Operación Triunfo (Nesma TV) o con producciones recientes de Hollywood subtituladas en árabe.