La homosexualidad en la literatura árabe

Históricamente, la representación del deseo entre personas del mismo sexo siempre ha ido pareja a la evolución de la percepción social de ese deseo

Gabriel Semerene

A finales de los años 2000, cuando los movimientos en pro de las causas de las minorías sexuales daban sus primeros pasos en las sociedades arabófonas, una asociación argelina se bautiza con el nombre “Abu Nawas”. La referencia al famoso poeta del siglo VIII Abu Nuwas no es nada banal, explica la propia asociación argelina: “Abu Nawas [sic] fue uno de los grandes poetas de su tiempo. El hecho de que fuera gay (…) no le restó talento ni saber, su idiosincrasia ha hecho de él un ser humano como tantos otros”.

La intención de la asociación está clara: extraer de la propia tradición árabe las fuentes de su activismo, aludiendo a un exponente de la literatura árabe homosexual reconocido. Se trata de un discurso bastante habitual, que hallamos tanto en los medios occidentales como en los medios liberales árabes, según el cual, el mundo árabe premoderno se caracterizó por una tolerancia excepcional de la homosexualidad, frente a la intolerancia que actualmente impera.

Ahora bien, aunque la poesía de Abu Nuwas y otros autores se caracterice por lo que podríamos denominar homoerotismo, no puede atribuírsele una identidad “gay” tal como hoy la conocemos. Y es que todo análisis histórico de la representación del deseo entre personas del mismo sexo en la literatura árabe debe tener en cuenta la evolución de la percepción social de ese deseo. El término homosexualidad distingue entre sexualidad y género. Tiene también un componente identitario, en la medida en que el deseo y las prácticas sexuales engendran una categoría social que define a los individuos. En Historia de la sexualidad I (1976), Michel Foucault opone al homosexual “como especie” al sodomita premoderno. Mientras que el sodomita es quien comete un acto, la sodomía, una tentación a la que cualquiera puede sucumbir, la concepción moderna considera la homosexualidad innata. El sodomita actúa, el homosexual es.

A la luz de todo esto, ¿desde qué momento puede hablarse de homosexualidad en la literatura árabe? Y, si el concepto de homosexualidad es anacrónico con respecto a la época premoderna, ¿cómo concebir el deseo entre personas del mismo sexo, u homoerotismo, en la literatura clásica?

Sodomitas y pederastas


No cabe duda de que el homoerotismo es un motivo relevante de la literatura árabe clásica y premoderna. No obstante, ese homoerotismo obedece a ciertas reglas, y suele definirse por una importante diferencia de edad entre el deseante, el autor y el objeto de deseo, a menudo un joven adolescente caracterizado como un efebo.

Tan importante es el papel del efebo como objeto de deseo que el prosista Al Yahiz (776-867) dedica una obra al diálogo entre un amante de los efebos y un amante de las cortesanas, el otro objeto de deseo recurrente en la literatura árabe clásica. El libro, publicado en francés en 1997 con el título Éphèbes et courtisanes enumera las ventajas del amor de los efebos frente al de las cortesanas, como el hecho de que los primeros no tengan “ni menstruación ni embarazo”.

El homoerotismo está presente en varias corrientes de la literatura árabe clásica, tanto en el adab (la “alta” literatura), a menudo de forma más casta, como en el muyun (literatura libertina) y el sujf (literatura obscena). En ella encontramos una plétora de palabras más diversas para expresar el rol sexual o la manera de ejercer el género de los individuos: entre otros, pueden citarse los términos liwat (sodomía), luti (sodomita activo), mujannath (sodomita pasivo afeminado) y hasta musahiqa para aludir a las lesbianas.

Hablando de estas últimas, hay que decir que el homoerotismo femenino está muy subrepresentado en la literatura árabe clásica, aunque no ausente, como lo atestigua Sahar Amer en su artículo “Medieval Arab Lesbians and Lesbian-Like Women” (Journal of the History of Sexuality, mayo de 2009). Entre las pocas historias de amor entre mujeres, una de las más emblemáticas es la de la princesa cristiana Hind y su enamorada Al Zarqa, narrada en L’Encyclopédie des plaisirs de Ali ibn Nasr al Katib.

El lugar central y casi exclusivo que ocupa el amor de los efebos en el homoerotismo clásico revela las relaciones de poder subyacentes. Y es que, en este contexto, el deseo homoerótico está condicionado por dinámicas de dominación y rasgos físicos que desmarcan a los hombres adultos de los efebos, siendo la vellosidad una de las marcas de esta distinción. En su texto “Male Homosexuality in Modern Arabic Literature”, publicado en el volumen Imagined Masculinities: Male Identity and Culture in the Modern Middle East (2000), Frédéric Lagrange señala que la atracción de un hombre adulto por otro se aborda raramente, salvo en las formas literarias libertinas, como el muyun o el sujf.

Aunque la mayor parte de los estudios sobre literatura homoerótica giran en torno al corpus de la llamada Edad de Oro de la literatura clásica, esto es, del siglo VII a la caída de Bagdad en 1258, el tema no perdió presencia en la producción literaria de los siglos posteriores. Jaled el Ruayheb examina la literatura homoerótica durante los tres siglos previos a la era moderna en Before Homosexuality in the Arab-Islamic World, 1500-1800 (2005). El autor compara las representaciones de la temática homoerótica entre los siglos XVI y XVII con la jurisprudencia islámica de la misma época y concluye que la legitimidad literaria de que gozaba el homoerotismo coexistía con un marco jurídico que condenaba sin reservas el acto sexual entre personas del mismo sexo.

El silencio después del ‘renacimiento’


A medida que se va sintiendo la creciente auge de Europa y que los contactos entre las sociedades árabes y las potencias europeas se intensifican, la expresión literaria árabe experimenta una “depuración” moral, destinada a aproximarla a los valores europeos. Este proyecto de reconfiguración moral es uno de los elementos principales de la Nahda, movimiento que propugna un renacimiento de la cultura árabe a través de la modernización.   

La omnipresencia del homoerotismo como argumento literario se transforma en motivo de vergüenza. Además del efecto del contacto colonial y de una “importación” de las costumbres europeas del siglo XIX, Frédéric Lagrange, en Islam d’interdits, Islam de jouissance (2008), detecta en esta repulsa del homoerotismo una selección discursiva modernizadora, con el propósito de romper las barreras de una homosociabilidad demasiado sectaria y misógina. El homoerotismo masculino se considera la consecuencia directa de la división por géneros del espacio, y la mujer debe recobrar su lugar como objeto de deseo exclusivo del hombre. Las sexualidades no normativas reaparecen poco a poco a lo largo del siglo XX. No obstante, siguen siendo poco frecuentes y distan de constituir el tema prolífico que el homoerotismo había sido en el pasado. Tras la Segunda Guerra mundial, el puritanismo de la Nahda da paso al realismo social, cuyo representante más ilustre es el premio Nobel de literatura Naguib Mahfuz. De hecho, en la novela El callejón de los milagros (1947), retrata a un personaje homosexual: Kirsha, un sexagenario dueño de una cafetería que tiene relaciones con hombres más jóvenes, para desgracia de la reputación de su esposa y pone de manifiesto una transición del homoerotismo no identitario al concepto moderno de homosexualidad. A falta de una palabra árabe para designar la homosexualidad, se emplea el término inglés homosexuality.

En el cuento Abu al riyal (El padre de los hombres, 1987), el egipcio Yusuf Idris describe una jornada en la vida de Sultán, un hombre viril de 50 años, considerado el líder natural de su comunidad. Atormentado por el repentino despertar de sus deseos homosexuales durante mucho tiempo reprimidos, Sultán decide finalmente pasar a la acción con uno de sus sirvientes. En Desiring Arabs, Joseph Massad dice ver en el personaje una alegoría del antiguo presidente Nasser, al que Yusuf Idris tacha de “seudohombre”.

La novela de Naguib Mahfuz y el cuento de Yusuf Idris ilustran las dos categorías en las que podrían clasificarse las representaciones de la homosexualidad en la literatura árabe del siglo XX: por un lado, la homosexualidad como tema de sociedad; por otro, la homosexualidad como metáfora política.  La homosexualidad como tema de sociedad se muestra como un residuo de la sociedad tradicional o como una aflicción sintomática de una sociedad enferma. En el primer caso, las relaciones homosexuales se perciben como un vicio de juventud susceptible de redundar en patología social. En el segundo, la sexualidad no normativa de un personaje es motivo de profunda preocupación, a menudo acompañada de otras prácticas desviadas, como el consumo de drogas en la novela de Mahfuz, en la misma categoría que otros “problemas” sociales. Paralelamente, la homosexualidad como metáfora política puede revestir un carácter interior, que simboliza la emasculación de una figura política o de la nación, o exterior, muchas veces vinculada a Occidente. La escritora libanesa Hoda Barakat presenta al primer protagonista homosexual en La Pierre du rire (1989). Se trata de Jalil, joven sensible enamorado del hijo de la propietaria de la habitación donde vive, en un Beirut devastado por la guerra civil. Aunque la novela carezca del tono moralizante propio de otras obras que evocan la homosexualidad en el siglo XX, sigue siendo de algún modo una alegoría política que pone de relieve los vínculos entre la masculinidad y la guerra.

 La emergencia de las identidades sexuales en la literatura contemporánea  

El advenimiento de un término para designar el concepto de homosexualidad en árabe –mithliya yinsiya– supone un punto de inflexión en la representación de las relaciones sexuales y afectivas entre personas del mismo sexo. En los años 2000, será la incipiente militancia LGBTQ la que proponga esta expresión, procedente de traducciones árabes de la obra de Freud de los años cincuenta. Hasta entonces, la traducción más corriente de homosexualidad en árabe era shudhudh jinsiyy, que significa literalmente “desviación sexual”. Ese término, por cierto, dista de estar en desuso. La difusión de un nuevo vocabulario de la sexualidad y la identidad de género se inscribe en una profusión discursiva en torno a las sexualidades minoritarias, hoy patente en el conjunto de las sociedades arabófonas, en algunas con más intensidad que en otras. La producción literaria no es ninguna excepción, y la homosexualidad se muestra de modo más manifiesto y con más frecuencia desde principios del siglo XXI. Asimismo, muchos escritores árabes abiertamente homosexuales que se expresan en una lengua extranjera, principalmente inglés y francés, se han dado a conocer los últimos años. Es el caso, por ejemplo, de Abdalá Taia y de Rachid O., que escriben en francés, y de los anglófonos Rabih Alameddine y Saleem Haddad.  Ciertas intrigas contemporáneas con personajes homosexuales se desarrollan en un contexto de choque cultural y de contacto con el Otro. La aceptación creciente de la homosexualidad en las sociedades occidentales contrasta con la recrudescencia de una homofobia generalizada y oficial en los países árabes. Por su libertad sexual, las metrópolis europeas son terreno propicio para dar rienda suelta a los deseos y las identidades sexuales. En este sentido, cabe citar Esto es Londres (2001), de la libanesa Hanan al Shaykh, y Ali wa ummuhu al rusiya (Ali y su madre rusa, 2009), segunda novela de Alexandra Shuraytih, también originaria del país de los cedros.  En la novela de Al Shaykh, Samir, casado y padre de familia, deja Beirut con la esperanza de conocer a chicos guapos de cabellos rubios durante su estancia en Londres. Su torpeza y desconocimiento de los códigos sexuales londinenses le acarrean no pocas frustraciones y disgustos. En cuanto Ali, el personaje del libro de Shreiteh, es en Berlín donde construye su identidad sexual. Su homosexualidad, así como los orígenes judíos de su madre ucraniana, son elementos diferenciales que tiene que ocultar para encajar en el modelo de hombre libanés viril y patriota. 

El choque cultural constituye el hilo conductor de Awdat al almniy ila rushdihi (El retorno del alemán a la razón, 2006), obra surgida de un proyecto de intercambio entre escritores alemanes y árabes. En este breve relato plagado de ironía, el autor confronta su masculinidad heterosexual árabe a la de su colega alemán homosexual, desplegando sin ambages su homofobia, hasta el punto de que el lector se pregunta si no la estará exagerando adrede.  La homosexualidad femenina es el eje de varias novelas y cuentos de los años 2000, como Ana hiya anti (Yo soy tú, 2000), de Ilham Mansur, o Un parfum de cannelle (2008), de Samar Yazbek. El aspecto identitario de la homosexualidad femenina apenas admite dudas en el libro de Mansur; en cambio, en Un parfum de cannelle el amor entre mujeres se revela como una forma de liberación del dominio patriarcal.  La evolución en las representaciones de la homosexualidad se hace visible al comparar las trayectorias de dos personajes creados con más de 10 años de diferencia. Jefe de redacción de un diario francófono cairota, Hatim es uno de los habitantes de El edificio Yacobián (2002), novela de Alaa al Aswany. La homosexualidad se presenta como una depravación de una élite decadente, de la que Hatim también es víctima, puesto que los traumas infantiles que presuntamente explican su vicio resultan obvios. Un final trágico con tintes de moraleja viene a sumarse a su culpabilidad y angustia permanentes. Nizar, el tío del narrador de Pas de couteaux dans les cuisines de cette ville (2013), del sirio Khalid Khalifa, tiene rasgos en común con Hatim. Él también mantiene una relación con un hombre más joven procedente de las capas sociales populares y, al igual que Hatim, es feminizado y sumiso. No obstante, la relación de poder entre Nizar y su amante beneficia sobre todo al segundo, un violento explotador.  A diferencia de lo que ocurría con el personaje de Alaa al Aswany, la homosexualidad de Nizar parece innata, no producto de una infancia desgraciada. Este hecho sugiere un concepto de la orientación sexual más próximo al propugnado por un cierto militantismo LGTBQ aunque con ciertos clichés. La adhesión a este punto de vista se reafirma por el uso del neologismo mithliy (homosexual).  La trayectoria de Nizar también difiere de la de Hatim en su conclusión. Tras un prolongado sufrimiento, Nizar logra por fin librarse de esa relación abusiva y se convierte en modelo para su familia, hundida en una Alepo presa del desgarro social. 

Por último, la represión sufrida por las minorías sexuales se denuncia cada vez más en la literatura árabe. El libro Fi ghurfat al ankabut (En la habitación de la araña), de Muhammad Abd al Nabi, publicado en 2016, cuenta con el primer narrador intradiegético homosexual en una novela en lengua árabe. La historia se desarrolla en torno al caso del Queen Boat, en 2001, cuando una redada policial en una discoteca gay de El Cairo se saldó con la detención de 52 hombres. En la novela policiaca Jarima fi Ramallah (Crimen en Ramallah, 2017), del escritor palestino Abbad Yahiya, el protagonista es víctima del acoso de la policía por su orientación sexual. Cosa inédita en Palestina, el Ministerio de Cultura de la Autoridad Palestina prohibió el libro por su “indecencia moral”. Las asociaciones activistas LGBTQ también se transforman en fuentes de expresión escrita. Prueba de ello es el libro Barid mustayil (Correo urgente, 2009), una recopilación de historias de mujeres lesbianas, bisexuales y trans que ha reunido el colectivo femenino libanés Meem.