La guerra por el petróleo en Siria y en Irak: política, seguridad y redistribución de recursos

El petróleo, recurso relativamente escaso en Siria, y abundante en Irak, ha marcado la evolución de los conflictos que se viven en la región

David Butter

El petróleo ha influido de muchas maneras en los actuales conflictos de Siria e Irak. En Siria se han producido enfrentamientos por un recurso que es relativamente escaso. El gobierno sirio se ha visto obligado a ceder el control sobre zonas en las que hay campos petrolíferos, y varios grupos rebeldes y tribus locales las han ocupado para explotarlos.

Mientras tanto, el gobierno ha tenido que recurrir a Irán, su principal aliado en la región, para financiar el suministro de petróleo necesario para su propia supervivencia. En 2014, el autollamado Estado Islámico (EI) logró hacerse con gran parte del negocio del petróleo de Siria, lo cual le ha proporcionado ingresos y combustible para llevar a cabo sus ofensivas tanto en Siria como en Irak. Sin embargo, no ha conseguido asegurarse unos precios significativos para el crudo en este último país.

A lo largo de 2014, la producción total de petróleo iraquí aumentó casi un tercio a pesar de los avances del grupo Estado Islámico, y la crisis política y militar ha provocado una relajación de las tensiones entre el gobierno de Bagdad y el gobierno regional de Kurdistán (GRK). Como consecuencia de ello, se han producido avances importantes en la disputa por las exportaciones de petróleo kurdo y la distribución de los ingresos del crudo en el presupuesto iraquí.

El pastel del petróleo sirio

Siria nunca ha sido un gran productor de petróleo. No obstante, desde que en los años cincuenta se desarrollaron sus primeros campos, ha producido lo suficiente como para cubrir la mayor parte de sus necesidades internas y dejar un margen para exportar a un nivel modesto. Los primeros campos de petróleo y gas en ser explotados se encontraban en el noreste del país, en las provincias de Hasaka y Raqqa, e incluyen el campo de Sweida, que sigue siendo el mayor del país.

La mayoría de los campos del noreste eran explotados por la Compañía Siria de Petróleo (CSP), de propiedad estatal, y producían crudo pesado que se transportaba a la refinería de Homs y a la terminal exportadora de Banias, en la costa mediterránea, a través de un oleoducto que cruzaba el Éufrates al sur de Raqqa. En 1980 se puso en marcha la segunda refinería del país, situada precisamente en Banias.

A principios de los años ochenta empezó una nueva fase para el sector cuando Shell (Pecten) descubrió el campo de Tayem, en el valle del Éufrates, al sur de Deir el Zor. Shell siguió desarrollando unos 40 campos en el valle, en el marco de la Compañía de Petróleo Al Furat, el 50% de la cual estaba en manos de la CSP. El petróleo que producía Al Furat se procesaba en unos puntos de recogida centralizados y se bombeaba a Homs y a Banias utilizando tramos del oleoducto Irak-Siria-Líbano que se terminó a principios de los años cincuenta y se cerró en 1976 (a causa de una disputa politizada por los derechos de paso).

El crudo de Al Furat es de alta calidad, ligero y bajo en azufre. El éxito de Shell atrajo a Siria a otras compañías, pero solo hicieron pequeños descubrimientos, de los que destaca el de Total en el campo de Jafra, cerca de Deir el Zor. En marzo de 2011, la producción siria ascendía a 387.000 barriles diarios (b/d), de los cuales unos 200.000 los producía directamente CSP, 90.000 Al Furat (Shell), y 20.000 DZPC (Total).

El resto, un total de 50.000 b/d, lo producían dos empresas en el extremo noreste del país: SIPC (con la china Sinopec como operadora), Gulfsands Petroleum y Kawkab (CNPC). Tras el levantamiento contra el régimen de Bashar al Assad en marzo de 2011, la Unión Europea (UE) impuso sanciones a Siria, entre otras la prohibición de importar petróleo del país, que entraron en vigor en octubre. Fue un duro golpe, ya que la práctica totalidad de los 150.000 b/d que Siria exportaba se vendían a países miembros de la UE, sobre todo Italia y Alemania. Siria tuvo dificultades para encontrar clientes alternativos.

Cuando la insurrección armada ganó fuerza en 2012, el régimen admitió que la defensa de los campos de petróleo de las zonas desérticas del este del país comprometería unas tropas que eran necesarias en los frentes estratégicamente más importantes de las regiones más pobladas en torno a las principales ciudades del oeste. A principios de 2013, gran parte del valle del Eúfrates estaba en manos rebeldes, y las tribus locales y los empresarios habían empezado a extraer petróleo de campos que llevaban mucho tiempo abandonados por las compañías explotadoras.

Las ciudades de Manbiy, al este de Alepo, y de Tel Abyad, más al este, junto a la frontera con Turquía, se convirtieron en importantes escalas en las que comerciar con el petróleo y procesarlo en refinerías improvisadas. Los grandes campos petrolíferos del noreste de la provincia de Hasaka quedaron bajo control del régimen y de las fuerzas kurdas, pero solo producían cantidades limitadas, sobre todo para consumo local, dado que el oleoducto que unía esa zona con Homs y Banias había quedado interrumpido.

En un primer momento, el Frente al Nusra y Ahrar al Sham se hicieron cargo de la organización de la economía del petróleo de la región rebelde, bajo la tutela de los tribunales islámicos fundados por ellos en las principales ciudades. El EI (o Estado Islámico de Irak y el Levante, como se llamaba en ese momento) empezó a abrirse paso en el negocio del petróleo a comienzos de 2013, al tiempo que expulsaba a los grupos rebeldes de la ciudad de Raqqa. El Frente al Nusra conservó los yacimientos petrolíferos más grandes del valle del Éufrates hasta que se rindió al grupo Estado Islámico a mediados de 2014.

Los acuerdos alcanzados entre las tribus de la región y Omar al Hadawi, jefe del consejo legislativo del Frente, quedaron anulados por las nuevas disposiciones elaboradas por los emires del grupo Estado Islámico. Es probable que, antes de que comenzasen los ataques aéreos dirigidos por Estados Unidos en septiembre de 2014, la producción total de petróleo de los campos sirios e iraquíes bajo control del EI fuese de unos 70.000 b/d, a lo sumo.

En la práctica, el grupo Estado Islámico concedía la explotación de los campos a grupos tribales locales y les pagaba entre 20 y 25 dólares por barril de crudo. Las tribus competían por esos contratos, y los que salían perdiendo y cuestionaban las decisiones del EI eran tratados sin piedad, como ocurrió con la tribu de Al Shuaitat, en el este de Siria. Comerciantes autorizados por el EI vendían el petróleo a las refinerías, que a su vez volvían a vender los productos al EI o los pasaban de contrabando a través de la frontera con Turquía.

El valor total del comercio del crudo y de los productos derivados ascendía nada menos que a cuatro millones de dólares diarios, de los cuales el EI se aseguraba una parte sustancial en forma de impuestos y tasas, así como algunos beneficios del comercio. Las incursiones aéreas de Estados Unidos y de sus aliados árabes han alterado las operaciones del grupo Estado Islámico con el petróleo. En uno de sus primeros comunicados sobre los ataques, realizado a finales de septiembre, el Mando Central del Ejército Estadounidense (Centcom, por sus siglas en inglés) declaró que habían sido alcanzadas 12 refinerías de los alrededores de Deir el Zor y del sur de la provincia de Hasaka.

El comunicado decía que cada refinería tenía una capacidad de procesado de entre 300 y 500 b/d, e insinuaba que las incursiones por sí solas habían anulado el 10% de la capacidad productiva del EI. La organización también ha tenido que hacer frente a la caída del precio de petróleo desde octubre de 2014, lo cual probablemente haya mermado sus ingresos, ya que el precio que pagan los consumidores finales de los productos sirios refleja los precios del mercado mundial. Desde mediados de 2014, el grupo Estado Islámico ha lanzado una serie de ataques a las instalaciones productoras de gas natural situadas entre Homs y Palmira.

El objetivo de estos ataques no está claro, ya que el EI no tiene medios para vender gas, que llega a las centrales eléctricas situadas en zonas controladas por el régimen a través de un gasoducto. A su vez, la energía de las centrales se distribuye a toda Siria por la red eléctrica nacional. Es posible que estos ataques sean intentos por conseguir nuevos territorios y no guarden relación con el sector del petróleo y el gas como tal.

Al Assad depende de los petroleros iraníes

Según el gobierno sirio, la producción de petróleo en las zonas bajo control del régimen ha quedado reducida a tan solo algunos miles de barriles diarios. Esto significa que ahora el gobierno depende de las importaciones para cubrir la demanda nacional. Esta es es mucho menor que antes del conflicto, ya que la población de las zonas controladas por el régimen ha disminuido debido a que la superficie geográfica se ha reducido y a que más de tres millones de sirios han huido del país. A mediados de 2013, Irán proporcionó una línea de crédito de 3.600 millones de dólares para financiar las importaciones de combustible.

Estas consistían principalmente en crudo de Irán e Irak que se transportaba a Banias a través de una red de intermediarios. Allí el petróleo se refinaba para producir gasolina, gasoil y fueloil. Estos suministros, que ascendían a unos 80.000 b/d de media, se complementaban con los cargamentos de productos refinados de petroleros procedentes de Irán y de otros proveedores, entre ellos empresarios europeos que podrían haber hecho tratos con empresas privadas sirias en vez de con las entidades de propiedad estatal sometidas a las sanciones de la UE. Hacia finales de 2014 hubo indicios de que los suministros de Irán eran menos regulares.

En Damasco se informaba con frecuencia de la escasez de combustible, que los funcionarios del gobierno explicaban afirmando que las llegadas de los petroleros se habían visto interrumpidas por diversas razones, como el mal tiempo y los ataques de los piratas del Índico. Una explicación más verosímil es que el crédito iraní se había agotado: 80.000 barriles diarios a 100 dólares el barril alcanzaría un total de 3.600 millones de dólares en 18 meses.

Una importante delegación de ministros sirios visitó entonces Irán, pero no hubo ningún anuncio de que se fuese a ampliar la línea de crédito. Con los precios del petróleo en descenso, la capacidad de Irán de seguir proporcionando combustible y ayuda financiera a Siria está llegando al límite. Irán ha tomado la decisión estratégica de apoyar al régimen de Al Asad, pero es posible que le esté presionando para que utilice los recursos privados de su entorno para cubrir una parte importante de la factura del combustible.

El sector petrolero iraquí menosprecia al EI

A comienzos de 2014, Irak producía unos tres millones de barriles diarios. En diciembre se estaba acercando a los cuatro millones, y ese mismo mes las exportaciones alcanzaron un récord de 2,94 millones de barriles al día. Los buenos resultados del sector petrolero iraquí se podían atribuir a las mejoras en las explotaciones de las compañías petroleras internacionales, como BP en el sur, y al aumento de la producción de la región kurda.

La ofensiva del EI que empezó en junio de 2014 no logró asegurarle el control de ninguno de los grandes recursos petrolíferos. Los objetivos prioritarios fueron la refinería de Baiji y los principales campos de Kirkuk. El EI ha llevado a cabo varios ataques contra esos objetivos, el último de ellos contra Kirkuk a finales de enero de 2015. Mientras el EI siga activo en el norte de Irak, no parece problable que la refinería de Baiji pueda reanudar su actividad, y la producción del campo de Kirkuk seguirá estando por debajo de su capacidad de 300.000 b/d.

No obstante, la intervención estadounidense y aliada en el conflicto significa que es muy poco probable que el EI sea capaz de apoderarse de las instalaciones y explotarlas de forma sostenible. Una de las consecuencias de la campaña del grupo Estado Islámico fue la caída de Nuri al Maliki y la formación de un nuevo gobierno presidido por Haidar al Abadi, que ha declarado su compromiso de ser más inclusivo y de luchar contra la corrupción. A su vez, esto ha tenido como resultado una relajación de las tensiones entre el gobierno central y el GRK por las exportaciones de petróleo kurdo. Según un acuerdo provisional alcanzado en noviembre de 2014, el GRK ha aceptado que la Organización Estatal de Comercialización del Petróleo iraquí (SOMO) gestione la exportación de 250.000 b/d de petróleo kurdo.

El GRK facilitará también la exportación de 300.000 b/d de crudo de Kirkuk. A cambio, el gobierno de Bagdad volverá a efectuar los pagos presupuestarios al GRK de acuerdo con la fórmula de distribución por la cual los kurdos reciben el 17% del total de los ingresos iraquíes por el petróleo. El acuerdo deja pendientes cuestiones difíciles que tendrán que ser resueltas en la legislación sobre el sector del petróleo, postergada desde hace mucho tiempo, pero apunta a una actitud más cooperativa. La caída de los precios del petróleo mermará los ingresos presupuestarios totales de Irak a pesar de los volúmenes adicionales que se están exportando actualmente.

Abadi ya se ha lamentado de que eso causará dificultades al gobierno para financiar su guerra contra el EI. Sin embargo, el alcance de la corrupción durante el mandato de Maliki hace pensar que debería de haber un margen considerable para reducir el derroche, si existe la voluntad política de hacerlo.