La Estrategia Euromediterránea de la Cultura: una vía para la sociedad civil

Gerarda Ventura

Vicepresidenta de la Plataforma No Gubernamental Euromed

Las actividades de la Fundación Euromediterránea Anna Lindh para el Diálogo entre Culturas, la Conferencia Ministerial de Cultura celebrada en mayo de 2008 o la reciente creación de la Unión por el Mediterráneo son iniciativas importantes para el desarrollo de las políticas culturales en la región. Sin embargo, los resultados efectivos en la sociedad civil han sido, hasta ahora, casi inexistentes, sobre todo en los países de la orilla sur. La falta de movilidad de los artistas o la incapacidad de gestión por parte de los gobiernos son sólo algunos aspectos de la realidad cotidiana en el ámbito cultural. Los avances en este sentido deben contar necesariamente con la participación de la sociedad civil, la única capaz de expresar y gestionar los recursos para el desarrollo de políticas culturales efectivas en la región euromediterránea.

En mayo de 2008 se convocó, por segunda vez en la historia del Proceso de Barcelona, la Conferencia Ministerial Euromediterránea de Cultura. El resultado más interesante, y con posibles implicaciones concretas, fue el lanzamiento de la Estrategia Euromediterránea de la Cultura, compuesta por dos ejes principales: el diálogo intercultural y la política cultural.

Ya en 2005, la Comisión Europea y los gobiernos del Partenariado Euromediterráneo crearon la Fundación Anna Lindh para el diálogo entre culturas; según la intención de sus promotores, ésta habría de ser el instrumento que permitiera llevar a la práctica el contenido del informe del Grupo de Sabios reunidos por iniciativa del entonces presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi. En su breve pero accidentada existencia (tres directores distintos en cuatro años), la Fundación Anna Lindh no parece haber consolidado todavía su misión, a medio camino entre el deseo de representar a la sociedad civil por medio de las redes nacionales y el evidente obstáculo constituido por el hecho de ser una institución intergubernamental en la que las direcciones de las redes nacionales son nombradas directamente por los gobiernos de cada país —salvo en el caso de Francia—, con todas las consecuencias que ello implica. Otro aspecto que puede provocar bastante perplejidad es el vasto campo de acción de la propia fundación, que abarca toda la «cesta» 3 de la Declaración de Barcelona; un extenso programa que, por el momento, no ha hallado todavía una articulación completa. Pese a esta situación, la Fundación Anna Lindh es a día de hoy la única institución euromediterránea creada para la cultura, o, mejor dicho, para el diálogo entre las culturas.

 Para llevar a la práctica el mandato de los ministros de Cultura euromediterráneos, la Comisión Europea ha encargado a un grupo de expertos la redacción de un informe elaborado sobre la base de un cuestionario y una serie de entrevistas a agentes culturales de la orilla sur del Mediterráneo, Oriente Próximo y los Balcanes, incluyendo a algunos países que no forman parte de la Unión Europea. De hecho, dos meses después de la Conferencia Ministerial de Atenas, por iniciativa de Francia, y con una trayectoria bastante accidentada, el Partenariado Euromediterráneo se transformó en la Unión por el Mediterráneo, ampliándose también a una serie de países como Albania, Croacia, Bosnia y Montenegro. Señalemos de pasada el hecho de que la nueva estructura prevé la copresidencia durante dos años de un país del Norte (actualmente Francia) y uno del Sur (actualmente Egipto), el establecimiento de una secretaría en Barcelona con seis secretarios distintos, nombrados por otros tantos países, y la realización de seis proyectos relativos a: descontaminación del Mediterráneo, autopistas marítimas y terrestres, protección civil, energías alternativas, enseñanza superior e investigación, y desarrollo de las empresas. Ninguno de los proyectos afecta al ámbito cultural, y menos aún a la sociedad civil.

El paréntesis de la Unión por el Mediterráneo es necesario para situar adecuadamente la acción de la Comisión Europea en esta nueva fase; ¿puede ser la cultura el tema que la caracterizará en el marco de las nuevas estructuras? De hecho, el 12 de octubre de 2009 se celebró en Bruselas un seminario al que se invitó a 28 de los agentes y artistas del Sur y de los Balcanes con los que previamente se había contactado, además de representantes de la Fundación Anna Lindh y de la Plataforma No Gubernamental Euromed. El objetivo del seminario era discutir el informe y hacer propuestas al respecto. Sin embargo, tanto por lo que se refiere al informe como a su discusión, el panorama de la situación ha resultado ser prácticamente igual, si no peor, con la sola excepción de los países balcánicos, que provienen de situaciones políticas muy distintas.

 La falta, total o parcial, de libertad de asociación, expresión y creación; la falta de financiación o, peor aún, la adscripción clientelar y la incapacidad de gestionar los fondos por parte de los gobiernos es la realidad en la que siguen trabajando los agentes y artistas del Sur; la cada vez más difícil movilidad de personas y obras remata el desolador panorama de un «memorial de agravios» que parece no tener fin.

Por otra parte, si bien las conclusiones de la Conferencia Ministerial de Atenas probablemente se cuentan entre las más innovadoras producidas hasta ahora en este tipo de encuentros, es casi nula la influencia que la Comisión Europea puede ejercer sobre la autonomía de los gobiernos del Sur; entonces, ¿cuál podría ser esa Estrategia Euromediterránea de la Cultura?

Una vez más, no es posible prescindir de la sociedad civil de la región, ya que es la única que puede expresar la realidad y las necesidades artísticas y culturales, así como emprender las acciones necesarias para que se ejerza el derecho al arte y la cultura, en el sentido más amplio posible. Y en esta tarea la Comisión Europea puede ser sin duda un «cómplice virtuoso» en la acción de enlace entre la sociedad civil y los gobiernos. ¿Cómo? Pues, de manera muy simple, poniendo a disposición de los sujetos implicados los instrumentos que permitan sus actividades dentro del pleno respeto a su independencia: programas de financiación de proyectos e infraestructuras, y apoyo a la creación de redes de base nacional, regional e interregional. Quizás esto sea «el huevo de Colón», un ejercicio de «pensamiento lateral», pero es la única vía que todavía falta por recorrer para alcanzar un doble objetivo: permitir y difundir el libre ejercicio de las actividades culturales y artísticas y, paralelamente, impulsar a los gobiernos a una especie de competencia positiva. Por ello, la Plataforma No Gubernamental Euromed pretende ser un espacio de diálogo y encuentro para el desarrollo de la Red Cultural Euromediterránea.