La batalla de los medios en el Mediterráneo

Mejorar el conocimiento mutuo y hacer un periodismo más riguroso que recoja la diversidad de las sociedades mediterráneas, son algunos de los retos de los medios.

Andreu Claret, periodista, director del Instituto Europeo del Mediterráneo, codirector de AFKAR/IDEAS

En una carta enviada por Ayman al-Zawahiri a Abu Musab al-Zarqawi, cuya autoría ha sido avalada por la Agencia Central de Inteligencia, el lugarteniente de Osama Bin Laden sostiene que Al Qaeda debe atender más a la lucha de ideas y a la batalla de los medios de comunicación. La afirmación no tendría mayor interés en cualquier otra circunstancia, pues la información ha constituido siempre un ingrediente de toda estrategia política. Sin embargo, tratándose de un supuesto texto del número dos de Al Qaeda, conviene prestarle cierta atención. Todo indica que al-Zawahiri es mucho más consciente que al-Zarqawi del mundo en el que vivimos y de que toda guerra, la suya también, debe prestar mayor atención a la disputa por la hegemonía en el campo de la información.

No parece que sus observaciones vayan destinadas a disminuir el grado de crueldad indiscriminada con el que el jordano actúa en Irak (o en su propio país); se trata de combinar el coche bomba con la iniciativa en los medios de comunicación. No basta con enviar siniestros vídeos de decapitaciones a Al Jazeera; hay que estar presentes en la pugna por ocupar espacios en el, cada vez más, sofisticado sistema mediático árabe. “Estamos en una batalla y más de la mitad de ésta tiene lugar en el campo de batalla de los media”, afirma al-Zawahiri en sus recomendaciones estratégicas.

Se trata de “una carrera por ganar las mentes y los corazones de nuestra Umma”, añade. Es curioso y significativo este acercamiento de uno de los máximos líderes de Al Qaeda a una visión más gramsciana de la política. Hay en ello un reconocimiento implícito de los límites de una acción basada exclusivamente en el asesinato de civiles, aunque sea a escala planetaria. Un intento de superar la dimensión nihilista que algunos analistas han utilizado para caracterizar el nuevo terrorismo internacional. Pero hay, sobre todo, una valoración extraordinaria y nueva del papel de los medios de comunicación en el mundo árabe. “Más de la mitad de la batalla” se libra en el campo de los media.

Es difícil no coincidir con al-Zawahiri. En la lucha por ganar los corazones y las mentes de las gentes ha estado siempre la clave de las victorias sostenibles. Algo parecido debía pensar el Congreso de Estados Unidos cuando decidió financiar Al Hurra, un canal satélite en árabe que empezó a emitir a principios del 2004, sumándose a Sawa, una emisora en árabe promovida también por la administración norteamericana. “Tenemos una misión”, reconoce Lindsay Wise, su editor, en una entrevista en Transnational Broadcasting Studies, la de “promover la libertad y la democracia”. La competencia es feroz, sobre todo en el campo de las televisiones: Al Jazeera lanzará un canal en inglés a finales de 2005 y la BBC replicará a mediados de 2006 con una emisión íntegramente emitida en árabe.

El nuevo papel de los medios de comunicación

Periodismo o propaganda? La pregunta se planteó en el seminario internacional sobre el papel de los medios de comunicación en el Mediterráneo que organizó el Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed) en puertas de la Cumbre de Barcelona. De todo hay, cuando los medios de comunicación reconocen que se proponen llevar a cabo “una misión”. Aunque nunca serán comparables, por supuesto, las misiones que nacen de sistemas democráticos y las que acompañan estrategias basadas en el terror.

Pero con toda su importancia, ésta no es la pregunta esencial cuando se trata de analizar las transformaciones extraordinarias que atraviesan el sistema mediático internacional y el del ámbito euromediterráneo en particular. Estamos ante cambios de gran trascendencia que otorgan a los medios de comunicación una centralidad desconocida hace apenas unos años. En 1995, el fórum civil euromediterráneo abordó también la situación de los media, pero centró sus debates en el análisis de una “realidad dual”, marcada por la hegemonía de los medios norteamericanos y la escasa entidad de los medios del Sur, en particular los árabes.

Ni una palabra de Internet (todavía un medio reservado al mundo universitario, además del militar con 16 millones de personas conectadas frente a los 957 millones actuales), nada sobre los canales árabes por satélite que no surgen hasta 1996, cuando Al Jazeera inició sus emisiones (aunque no consiguió su reconocimiento internacional hasta después de los atentados del 11 de septiembre de 2001), y nada por supuesto sobre los blogs y la explosión de la comunicación digital. Todo quedó en la necesidad de una cooperación Norte/Sur de corte tradicional. En la Declaración de Barcelona hubo sólo una referencia vaga a los medios en el capítulo cultural.

Diez años más tarde, se ha extendido la conciencia de que los media constituyen una gran oportunidad. De que hay que reflexionar sobre desafíos que son comunes a los periodistas de ambas riberas y de que se trata, sobre todo, de dotar al sistema existente de códigos profesionales y contenidos homologables, capaces de contribuir al pluralismo y al diálogo. Siga habiendo problemas característicos del subdesarrollo (la brecha digital; los niveles de alfabetización) y restricciones clamorosas a la libertad de expresión y creación libre de medios de comunicación, el reto esencial es cómo activar el sistema vigente a favor de un periodismo más riguroso, capaz de recoger la diversidad de las sociedades mediterráneas.

El Seminario “Los medios de comunicación y el Mediterráneo” ha permitido constatar que existe cierta conciencia sobre la necesidad de colocar los medios de comunicación en el centro del partenariado. El que formase parte de una trilogía de encuentros patrocinada por la Comisión Europea (Mar Muerto, Marsella y Barcelona) indica que hay una voluntad de trabajar en este capítulo con cierta ambición, y no sólo desde la retórica de la cooperación Norte/Sur.

Hay un terreno fértil para intercambios que mejoren el conocimiento mutuo, para establecer relaciones entre medios y no sólo entre periodistas; hay necesidades identificadas en materia de formación profesional y hay, sobre todo, desafíos comunes en un contexto político y cultural cada vez más complejo y marcado por la creciente diversidad de las sociedades mediterráneas. El Seminario de Barcelona fue el último de una trilogía fecunda. Debería ser también el inicio de una acción más sostenida en el campo de los medios de comunicación. Para que los partidarios del diálogo puedan ganarle también la partida, en el campo de los medios, a al-Zawahiri.