Irán: las mujeres en la política

Los partidarios de los derechos de la mujer buscan integrar las demandas feministas con los objetivos más amplios de reforma y democracia en un momento de creciente represión.

Nayereh Tohidi

Las mujeres iraníes han desempeñado un papel destacado en las décimas elecciones presidenciales de junio en las que Mahmud Ahmadineyad fue declarado vencedor por un amplio margen. En los grandes mítines pre-electorales de la intensa campaña, y también durante el conflicto poselectoral, las mujeres han representado un papel visible y activo. Durante y tras las elecciones presidenciales, varios conflictos internos salieron a la luz entre miembros de la élite gobernante, incluyendo las viejas divisiones entre el clero chií y también entre el pueblo y el Estado. Un gran número de mujeres participó en las protestas callejeras que siguieron a la votación a medida que los candidatos de la oposición y sus seguidores lanzaban acusaciones de fraude electoral a gran escala en los resultados oficiales, llegando a declararlo un “golpe electoral”.

Los medios de comunicación internacionales que, en general, no eran conscientes del movimiento feminista incipiente en Irán, se sorprendieron al ver a muchas mujeres participando en las manifestaciones y haciendo frente a la respuesta violenta de las fuerzas de seguridad, ilustrando gráficamente el conflicto entre una sociedad en proceso de modernización y un gobierno cada vez más represivo. No obstante, la participación masiva de mujeres en las últimas protestas no es una novedad; es el resultado de muchos años de una labor de educación y organización en la sombra llevada a cabo por numerosos grupos pequeños de mujeres y hombres centrados en los derechos civiles y, especialmente, hacia los derechos de la mujer. El activismo social de la mujer y su participación en los movimientos políticos en Irán tiene más de 100 años de historia, con momentos muy notorios durante la Revolución Constitucional de 1906-11, el movimiento nacionalista de los años cincuenta, los procesos de modernización y reforma de los años sesenta y setenta y la Revolución Islámica de 1978-79.

Lo que sienta precedente ahora no es tanto la cantidad de mujeres sino la calidad de su participación, destacada por una profunda conciencia de género, autoconfianza y activamente feminista.También durante la Revolución de 1979, miles de mujeres, la mayoría cubiertas con velos negros, apoyaron al ayatolá Jomeini bajo un discurso visionario y populista sobre una sociedad islámica justa y utópica. Sin embargo, el actual conflicto social no es ni revolucionario ni sectario. Es un movimiento no violento y no ideológico en favor de la democracia, y en el que la libertad individual y los derechos civiles, incluyendo los derechos de la mujer, son componentes principales. Mujeres de todos los sectores de la sociedad, pero mayoritariamente jóvenes urbanas de clase media, participaron en las campañas electorales y en las protestas contra los resultados.

Aunque algunas eran devotas y se vestían con el tradicional chador negro, otras muchas iban a la moda, con pañuelos coloridos y luciendo un aspecto secular. Estas protestas espontáneas, a diferencia de las manifestaciones organizadas por el gobierno durante los últimos 30 años y que tenían como norma la segregación de sexos, han sido mixtas –las mujeres han participado a lado de los hombres e, incluso, destacadas en primera fila. Los gritos nocturnos desde las azoteas de “Allah -o- Akbar” (Dios es Grande) y “Muerte al Dictador” son similares a aquellos que se escucharon durante la Revolución de 1978-79. Sin embargo, ahora el movimiento no está dominado por un Islam revolucionario y sectario. Tampoco está presente el marxismo-leninismo de los movimientos guerrilleros de los años setenta. El discurso populista, fundamentalista (islámico) y anti-imperialista defendido por el ayatolá Jomeini durante los años setenta, es ahora pluralista y principalmente secular, basado en los derechos humanos y los derechos de las mujeres, los derechos civiles y la gobernabilidad democrática que definen el marco del movimiento actual. Al decir secular, no me refiero a estar en contra de la religión, ni siquiera al margen sino aceptar la separación entre Estado y religión.

Esta creciente tendencia secular en Irán rechaza la teocracia, la supremacía del poder religioso en la política y la tutela absoluta de los juristas islámicos (velayat-e motlaqeh faqih) y, en su lugar, aspira a crear una república secular basada en elecciones libres y democracia parlamentaria. En otras palabras, el pensamiento principal en el movimiento actual es posislamista y no ideológico. Varios factores relacionados entre sí y a veces paradójicos han contribuido a formar este proceso evolutivo. Entre los cambios recientes en Irán, tanto a nivel local como nacional, destacan los demográficos, tales como el aumento en la población urbana; el porcentaje de jóvenes; el importante aumento en el índice de alfabetización y escolarización, especialmente entre las mujeres, que ya constituyen el 63% del alumnado universitario; la drástica reducción de los índices de fecundidad gracias a una eficaz campaña para el control de la natalidad y la planificación familiar, respaldada por una mejora de la atención primaria; el aumento de la participación de la mujer en las actividades sociales y políticas; y la mayor contribución femenina a la producción económica, científica y cultural.

Los lazos entre estos cambios internos con algunos de los cambios internacionales (especialmente con el impacto de los factores globalizadores, como las nuevas tecnologías de la comunicación –Internet, telefonía móvil y televisión por satélite– y la universalidad del discurso de los derechos humanos y el feminismo promovidos por Naciones Unidas y por dispositivos de apoyo como el CEDAW, ratificados cada vez más por un mayor número de Estados miembros de la ONU han contribuido a las transformaciones del actual movimiento a favor de la democracia en Irán. Los impactos socializadores y politizadores de la Revolución de 1979 sobre la mujer, y especialmente sobre los segmentos tradicionales y conservadores han colaborado en el crecimiento y mayor influencia de las mujeres de clase media en la sociedad iraní.

La mujeres modernas, urbanas y de clase media en Irán, nacidas en los años de modernización bajo la dinastía Pahlavi de los años veinte a setenta, han formado el núcleo de los grupos feministas que se oponen a las leyes y políticas discriminatorias promulgadas por el gobierno islamista desde 1979. Posteriormente, a este núcleo se le han unido mujeres activistas islámicas y creyentes de los sectores más tradicionalistas y conservadores que, con el tiempo, se han ido desilusionando con la utopía islamista y se han reorientado hacia una reconstrucción reformista de la política y una interpretación feminista de sus creencias religiosas.

Esto ha sido consecuencia de las injusticias patriarcales tales como la poligamia; los matrimonios temporales; los privilegios del hombre en el divorcio, con la custodia de los niños y sobre la herencia; y muchas otras leyes y políticas discriminatorias apoyadas por la República Islámica. Las crecientes diferencias socioeconómicas, la corrupción y, especialmente, la represión gubernamental de las libertades individuales y los derechos civiles, han apartado del Estado islamista a numerosos hombres y mujeres de las generaciones más jóvenes. Por tanto, ahora, la juventud –y especialmente los movimientos estudiantil y feminista– son las fuerzas primordiales en la lucha por los derechos civiles y principal agente del cambio y democratización de Irán.

Las mujeres en el proceso electoral

Las elecciones en Irán no son ni libres ni limpias. El pueblo puede elegir entre unos pocos candidatos previamente investigados y que han pasado el proceso de selección del Consejo de los Guardianes, órgano no electo. En los últimos meses antes del 12 de junio, el clima de apatía política y desesperanza giró hacia el optimismo por el cambio, lo que se tradujo en una masiva movilización para participar en los comicios. Este giro se debió, principalmente, a las plataformas progresistas para el cambio presentadas por los dos principales candidatos reformistas: Mir-Hossein Musavi y Mehdi Karrubi.

La diferencia entre los candidatos reformistas y el presidente Ahmadineyad fueron sus promesas de frenar los recortes de los derechos civiles realizados por este último; mejorar los derechos de las mujeres y las minorías étnicas y religiosas; arreglar la mala gestión económica (inflación al 25% y desempleo creciente) y cambiar tanto la política exterior de hostilidad y confrontación como la militarización, que han dado como resultado las resoluciones de Naciones Unidas contra Irán, las sanciones económicas y la amenaza de ataques militares y guerra desde Occidente, lo que ha sembrado un sentimiento nacional de inseguridad y aislamiento.

A las activistas por la mujer también les llevó su tiempo superar la apatía general e implicarse en el proceso electoral, especialmente a aquellas que habían perdido cualquier esperanza de reforma política y la confianza en los candidatos. No obstante, tres meses antes de las elecciones, varios grupos de mujeres y feministas decidieron aprovechar la relativa apertura del panorama político que se disfruta en tiempo electoral para realizar una intervención feminista en el proceso. Formaron una coalición mixta llamada “Convergencia de Mujeres” (Hamgarayee Zanan) que representó a 42 grupos de mujeres y 700 activistas individuales.

La coalición presionó a los candidatos presidenciales sobre dos demandas específicas: la ratificación de la CEDAW y la revisión de cuatro artículos (19, 20, 21 y 115) de la Constitución que hacen referencia explícita a la discriminación sexual. Aunque individualmente, muchas feministas votaron por uno de los dos candidatos reformistas, la coalición permaneció como una plataforma de reivindicación (motalebeh-mehvar) y evitó apoyar explícitamente a cualquier candidato. Su objetivo fue poner a los candidatos en la situación de tener que abordar los temas de las mujeres y responder a las demandas específicas. Hay que señalar que antes de la campaña electoral de 2009 una nueva ola de activismo colectivo femenino ya había situado las demandas de las mujeres para conseguir la igualdad de derechos en la escena política.

Siguiendo una tendencia creciente en las actividades de la prensa de las mujeres y ONG femeninas desde 1998 y algunas manifestaciones en 2004 y 2005, en 2006 se pusieron en marcha en esta dirección varias campañas. La más popular e influyente ha sido la Campaña del Millón de Firmas para cambiar las leyes discriminatorias. A pesar de la naturaleza pacífica y transparente del movimiento iraní de mujeres, muchas activistas han sido víctimas de represión en forma de campañas de descrédito en los medios estatales, palizas y detenciones por las fuerzas de seguridad. En los cinco años anteriores a las elecciones presidenciales, más de 70 mujeres activistas fueron detenidas y llevadas a la cárcel de Evin acusadas de “agitar a la opinión pública”, “propaganda contra el Estado” y “hacer peligrar la seguridad nacional”. Aunque la mayoría fue puesta en libertad bajo fianza en pocas semanas, algunas han sido condenadas a varios meses –incluso años– de cárcel. Todos estos esfuerzos han contribuido a evidentes cambios en las políticas de género en estas décimas elecciones presidenciales de 2009.

Los tres candidatos que se presentaron contra Ahmadineyad prometieron abordar las exigencias de la coalición y también incluir mujeres ministras en sus gobiernos en caso de ser elegidos. Al candidato principal, Mir-Hossein Musavi, se le ha visto habitualmente acompañado de su esposa, Zahra Rahnavard, con quien iba de la mano –un gesto atrevido y sin precedentes en la cultura política iraní de segregación sexual. Rahnavard, una activista musulmana destacada, escritora, intelectual y artista reconocida ha sido la primera mujer en convertirse en rectora de una universidad iraní. Su presencia, fuerte personalidad, una postura clara sobre los derechos del hombre y de la mujer y sus coloridos pañuelos fueron determinantes para mostrar el atractivo de esta pareja como una opción prometedora para el cambio.

El otro candidato reformista, Mehdi Karrubi, también hizo una campaña mucho más dirigida hacia la mujer que en las elecciones de 2005. A pesar de ser clérigo, su equipo de campaña –compuesto por algunos reformistas respetados– incluía como portavoz a Yamila Kadivar, una destacada activista. La esposa de Karrubi, una profesional de valía, también participó en la gestión de la campaña. Incluso el candidato conservador Mohsen Rezai, estuvo acompañado de su esposa en algunos de los mítines. Finalmente el mismo Ahmadineyad se vio obligado a llevar a su esposa a uno de los actos electorales.

Las mujeres en el levantamiento poselectoral

La presencia de las mujeres en el Movimiento Verde poselectoral ha sido tan destacada como su papel en el proceso electoral. La prevalencia de imágenes artísticas, canciones y poesía, y sobre todo la elección del color verde como símbolo unificador, ha dotado al grupo reformista una especie de tono “femenino”. A pesar de la cada vez más violenta represión que ha causado más de 4.000 detenidos y aproximadamente 70 muertos (según cifras oficiales), los activistas del Movimiento Verde han permanecido pacíficos en su mayor parte. La importancia que han cobrado las mujeres entanto que políticas, periodistas, abogadas y activistas, se ha visto claramente reflejada en el aumento de la cantidad de mujeres apaleadas, lesionadas, asesinadas o detenidas como presas políticas desde las revueltas del 12 de junio.

Incluso el primer icono del movimiento actual de los derechos civiles es una mujer: Neda Agha-Soltan, que fue asesinada a balazos por la milicia al servicio del gobierno mientras protestaba pacíficamente. Su muerte, grabada por la cámara de un teléfono móvil, ha dado la vuelta al mundo produciendo una indignación generalizada y convirtiéndola en mártir e inspiración para otras manifestaciones. Neda, en muchos aspectos, es representante de un prototipo demográfico, de género y clase de aquellas personas que se han unido al movimiento de derechos civiles. Su edad (27 años), nos recuerda que el 70% de la población de Irán tiene menos de 30 años y que se enfrentan a una tasa de paro creciente, a la represión sociopolítica e, incluso, a la humillación si las políticas represivas y belicosas de Ahmadineyad continúan durante otros cuatro años.

Otro icono de este movimiento, un estudiante de 19 años, Sohrab Arabi, fue presuntamente asesinado después de haber sido detenido por las fuerzas de seguridad. Se convirtió en una referencia porque su madre se atrevió a hablar sobre su sufrimiento. Parvin Fahimi, que finalmente recuperó el cadáver de su hijo después de tres semanas de búsqueda por todas las cárceles, se ha convertido en defensora de las familias de los presos políticos y de las madres de activistas martirizados dentro del nuevo grupo de mujeres llamado “Madres de Luto” (Madaran-e Azadar). Para recordar a sus hijos perdidos y exigir la libertad de los detenidos, las madres de mártires y presos políticos, celebran una manifestación semanal en los parques públicos de Teherán. Siguiendo el llamamiento de Shirin Ebadi, abogado de derechos humanos y premio Nobel de la Paz en 2003, las madres iraníes en el resto del país y del mundo han comenzado a celebrar manifestaciones semanales parecidas para mostrar su solidaridad con las mujeres de Irán.

Cambio de paradigma posislámica en la cultura política de Irán

El Movimiento Verde es un producto autóctono, resultado de una larga búsqueda de reforma, democracia y del Estado de Derecho. Curiosamente, ha surgido de los antiguos islamistas revolucionarios desilusionados con el islamismo totalitario y ha sido bien recibido por muchos grupos seculares de disidentes víctimas de la represión y marginación durante años bajo el régimen islamista. Esta ruptura desde dentro se debe, en parte, a las contradicciones internas en el híbrido institucional llamado “República Islámica”. Confrontada por el creciente movimiento por la democracia y el Estado de Derecho secular, la tensa coexistencia de su componente teocrático y no electo (Islámica) con la autoridad popular electa (República) hace que la situación parezca ahora insostenible.

Después de lo que muchos han bautizado como el “golpe electoral”, el poder del Estado reside cada vez más en manos de los militares de la línea dura (la Guardia Revolucionaria) y sus aliados –los clérigos conservadores. Esta alianza parece decidida a destruir la parte republicana del híbrido régimen y busca consolidar su componente teocrático y no elegido como el poder real. No obstante, nuevas grietas, junto con las ya existentes dentro de las filas de los clérigos chiíes, salen a la luz y son cada vez más profundas. La ola de represión poselectoral, la supresión violenta de las manifestaciones pacíficas y legales, la tortura, los juicios organizados con fines propagandísticos, las mentiras y la revelación de casos de violación y abuso sexual de los presos políticos, han aumentado la falta de confianza del pueblo y su rechazo hacia el gobierno.

Por tanto el régimen vive una crisis de legitimidad. Entre los cuatro candidatos para la presidencia, Ahmadineyad fue el único que no hizo ninguna mención a las mujeres en su plataforma electoral. Durante su primer mandato, no sólo se olvidó de las demandas de las mujeres sino que también se asoció con las políticas más regresivas, como la presentación de la famosa Ley de Familia de 2008 que facilitó la poligamia. Sin embargo, al comienzo de su segundo mandato en agosto de 2009, sorprendió a muchos al anunciar el nombramiento de tres mujeres para dirigir los ministerios de Educación, Sanidad y Bienestar y Seguridad Social. Este gesto, son prcedentes en la historia de la República Islámica, fue inesperado e inaceptable para muchos aliados conservadores, en especial los clérigos de Qom. Sólo una de las tres obtuvo los votos de aprobación necesarios en el Maylis (Parlamento). Por otra parte, la oposición, y especialmente las activistas de derechos de la mujer, ven este acto como de pura hipocresía y montaje político.

Demuestra, en su opinión, un intento desesperado de Ahmadineyad para apaciguar a las mujeres que se han convertido en la oposición principal. Además, el historial de “línea dura” de las mujeres designadas indica que Ahmadineyad pretende instrumentalizarlas n contra del movimiento pro derechos de las mujeres. La situación en Irán seguirá siendo fluida en la medida en que se vayan desarrollando los acontecimientos. Las perspectivas para los derechos de la mujer, a medio y a largo plazo, son esperanzadoras. Por fin, la búsqueda de la democracia se une con la de los derechos de la mujer. Esto indica un cambio de paradigma en la cultura política iraní y su discurso intelectual. Con el telón de fondo de los últimos cambios en la política de género, incluso Ahmadineyad sentirá la necesidad de realizar algún gesto positivo en su política hacia la mujer. Pero con la cantidad de mujeres activistas detenidas, apaleadas, encarceladas e, incluso, asesinadas bajo su mandato, será difícil que convenza al pueblo de su buena intención.

El principal debate entre los partidarios de los derechos de la mujer actualmente es cómo integrar las demandas de la mujer con los objetivos más amplios de reforma y democracia en un momento de creciente represión. Buscan la manera de seguir realizando una intervención feminista dentro del movimiento actual de democracia para asegurar su dirección hacia un futuro no violento, no sectario, pluralista e igualitario. Es una lucha dura pero al mismo tiempo es un proceso emocionante e inspirador, del cual el feminismo global, y especialmente las activistas en las comunidades musulmanas pueden aprender mucho.