Fronteras, conflictos y seguridad en el Mediterráneo. El caso de la frontera hispanomarroquí
El concepto de frontera está generalmente vinculado a temas conflictivos. La frontera, a lo largo de la historia, ha representado un límite entre unos y otros, una barrera que protege del posible peligro que está al otro lado. El espacio fronterizo y su delimitación son, a veces, motivo de conflicto entre países y representa el mayor problema que puede haber entre países vecinos. Además, puede suponer un espacio alrededor del cual se generan actividades delictivas o ilegales que pueden causar inseguridad a los Estados o pueblos que lo comparten.
El Mediterráneo, como espacio que une dos continentes antagónicos, tanto social como cultural y económicamente es, hoy por hoy, uno de los espacios donde la frontera se convierte en motivo de inquietud de los Estados, debido a los grandes movimientos de personas. En el Mediterráneo occidental, España y Marruecos comparten fronteras que generan conflictos sobre sus delimitaciones y son, al mismo tiempo, espacio de afluencias de muchos inmigrantes africanos que prueban su suerte para llegar a Europa.
Los conflictos sobre las fronteras se generan por la disconformidad de una parte sobre los límites fronterizos. Además de ser motivo de tensión y aislamiento, este tipo de conflicto, en algunas ocasiones, puede provocar enfrentamientos bélicos. La inestabilidad fronteriza puede ser causa de amenazas y del aumento tanto de la inseguridad como de la inestabilidad de los Estados. Una situación que requiere una reacción integral y multilateral, además de acciones preventivas tanto unilaterales como conjuntas.
El Mediterráneo, el mar de las grandes civilizaciones, de los grandes imperios, nunca ha dejado de ser un espacio de conflictos y de confrontaciones entre pueblos y culturas. En este espacio nació lo que hoy llamamos Occidente, y en el mismo nació el concepto de Oriente. Desde el mismo, se expandieron las religiones monoteístas que dominan el mundo. Asimismo, al ser rodeado por tres continentes (Europa, África y Asia) goza de una situación geográfica privilegiada. El Mediterráneo conecta vía estrechos y canales con el extremo Oriente, a través del Canal de Suez, hacia el Mar Rojo y el Índico; con el continente americano a través del Estrecho de Gibraltar, hacia el Atlántico; y con Rusia y los países de Asia menor y el este de Europa, a través del Bósforo y el Dardanelos, hacia el Mar Negro. Esta conexión del Mediterráneo con el resto del planeta, le ha convertido en el punto de mira geoestratégico de las potencias regionales e internacionales para asegurarse las rutas del comercio.
En los últimos años, los grandes descubrimientos de yacimientos de hidrocarburo están convirtiendo al Mediterráneo en un lugar atractivo por todos los Estados que se asoman sobre su cuenca. Los países con rivalidades y conflictos históricos, como el caso de Turquía, Grecia, Israel, Líbano y Chipre se ven ahora ante una tensión añadida por los desacuerdos sobre las delimitaciones marítimas para la explotación de los recursos. Las fronteras de las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE) en el Mediterráneo oriental están ocupando la actualidad política de los Estados ribereños que se reservan los derechos de explotación de estas fuentes de energía. Las fronteras vuelven a ser motivo de disputas entre países vecinos con unas consecuencias inciertas debido a la falta de entendimiento entre las partes y el ansia, de cada uno, de apropiarse de zonas que, en realidad, debieran ser de explotación colectiva.
En el Mediterráneo occidental, aunque la situación esté aparentemente controlada, las tensiones entre Reino Unido y España sobre las delimitaciones territoriales por el peñón de Gibraltar y, sobre todo, entre España y Marruecos por sus tradicionales litigios territoriales (Ceuta y Melilla y los islotes que se encuentran en aguas territoriales marroquíes) siguen latentes. A estas viejas reivindicaciones marroquíes, se añade un nuevo frente de disputa entre los dos países en las costas fronterizas entre Canarias y el sur de Marruecos, en pleno Atlántico.
La zona de Marruecos y España que se solaparía en el Atlántico cobra un especial interés geoestratégico porque, bajo sus aguas, a algo más de 250 millas náuticas de las costas canarias, se esconde un monte submarino conocido como el volcán Tropic, descubierto en 2007, que contiene una gran reserva de Telurio y Cobalto, minerales que serán claves en la tan esperada revolución verde y muy necesarios en la fabricación de baterías de coches eléctricos o paneles solares.
La zona disputada se encuentra fuera de la ZEE (Zona Económica Exclusiva, 200 millas) de los dos países y entra dentro de las 350 millas de la Plataforma Continental, tanto de Canarias como de Marruecos. Se trata de un territorio que, según el Convenio de Ginebra, no pertenece legalmente a ningún Estado y que sería imposible explotarlo, sin entablar una base de entendimiento que permita a las partes buscar mecanismos de explotación que beneficien a ambas. Si el conflicto del Tropic se complicara y se trasladara a Naciones Unidas, las tensiones entre los dos vecinos, que aún tienen desacuerdos por resolver, aumentarían y se crearía más desconfianza, arriesgando así lo que se ha alcanzado a lo largo de las últimas décadas.
Las fronteras del Mediterráneo occidental siguen ocupando titulares debido al crecimiento de las actividades delictivas o ilegales que amenazan la seguridad de los Estados. El aumento de los migrantes provenientes de África, el crecimiento de las redes de tráfico de drogas y trata de seres humanos, el contrabando, y demás actividades ilícitas, está llevando a los países de la ribera norte del Mediterráneo a tomar medidas. La Comisión Europea desarrolló el concepto de Gestión Integrada de las Fronteras, elemento esencial de la programación de la OIM (Organización Internacional de las Migraciones), que abarca la coordinación y la cooperación nacional e internacional entre todas las autoridades y organismos pertinentes que participan en la gestión de las fronteras y en la promoción del comercio, a fin de establecer una gestión eficaz, eficiente y coordinada. La Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas reemplaza a la Agencia Europea para la Gestión de la Cooperación Operativa en las Fronteras Exteriores de los Estados Miembros de la Unión Europea, tiene la misma personalidad jurídica, se la conoce por el mismo nombre, FRONTEX, y tiene sede en Varsovia. Su misión es lograr una frontera impermeable entre el sur y el norte del Mediterráneo. Pese a estas medidas, los países de la ribera norte saben que necesitan la colaboración y la involucración de los Estados de la ribera sur del Mediterráneo “Las amenazas que conoce el espacio mediterráneo están tomando otras dimensiones y en esto se juega la seguridad de toda la zona. Las guerras emprendidas en más de un país, la aparición en la cuenca sur del Mediterráneo de Estados fallidos y otros debilitados ofrecen a los grupos terroristas un terreno fértil para proliferar y convertirse en una realidad de la que dependerá el futuro de muchos pueblos.”[1].
Marruecos y España son dos piezas claves en este juego de fronteras en el Mediterráneo occidental. La cercanía geográfica entre ambos Estados les convierte, lógicamente, en el punto de mira de las redes y grupos organizados a la hora de desarrollar sus actividades delictivas o ilegales. Este desafío necesita de una dedicación efectiva de los dos países que, aunque tengan asuntos espinosos en sus relaciones bilaterales, no deberían bajar la guardia, porque el interés de ambos es afianzarse como socios privilegiados por su colocación geográfica estratégica en el Estrecho, como países capaces de controlar el tráfico comercial y de seres humanos entre África y Europa que, además disponen de unas posibilidades extraordinarias de servir como puentes sólidos con el mundo árabe y América Latina.
“No aparece, pues, el Mediterráneo Occidental como ejemplo de éxito a seguir en otros rincones de la cuenca en clave de diálogo y de cooperación, si bien es cierto que las tensiones e incluso los conflictos que se viven en él son mucho menos visibles, y en términos estratégicos menos impactantes, que las que se dan, por ejemplo, en Oriente Próximo, donde el riesgo de escalada es mucho mayor.”[2]
En la actualidad, el coste de entrar en un conflicto abierto entre España y Marruecos es excesivo y poco probable, porque están en juego los intereses compartidos que tanto costaron construir. “Los dos países son mucho más cercanos de lo que parece, pero bastante más distantes de lo deseable” decía con razón Amirah Fernández, del Real Instituto Elcano. Es por esta razón que la solución a toda divergencia o conflicto entre los dos vecinos debe lograrse mediante un diálogo directo, fluido, sincero y sin complejos.
[1]Arabi, Hassan, Amenazas emergentes en el Mediterráneo occidental, Revista ESD Estudios de Seguridad yDefensaNº 5, jun. 2015. p.164
[2]Carlos Echevarría, Jesús, El Mediterráneo occidental: retos y oportunidades. Cuadernos de Estrategia, Nº144, 2010, p.204.
This is an Aula Mediterrània article. An outcome of the participation as speaker of Hassan Arabi in the Aula Mediterrania 2020-21 conference series at the IEMed.