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Co-edition with Estudios de Política Exterior
Entre la espera y la confianza
Tres meses después de su nacimiento a orillas del Sena, el Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo padece un problema de visibilidad en el Magreb.
S. Raouf
Basta con nacer para existir? Expresada en tono de duda por el filósofo tunecino Mezri Haddad en las columnas de un diario francés, ¿resume por sí sola esta pregunta los sentimientos del Sur respecto al Proceso de Barcelona: Unión por el Mediterráneo (PdB: UpM)? Tres meses después de su nacimiento, con gran boato, a orillas del Sena (París), la institución que anhelaba el presidente francés, Nicolas Sarkozy, sigue suscitando en estas latitudes más preguntas que dibujando perspectivas. En el debate, curiosamente limitado a algunos círculos, nada da la impresión de que el PdB: UpM llene desde ahora la realidad mediterránea y se imponga como una presencia cotidiana. En boca de la gente del sur, es como si la institución estuviera lejos de ser un trabajo operativo y no fuera más que una herramienta siempre en fase de proyecto.
Visto desde el Sur, el PdB: UpM sufre manifiestamente de un problema de visibilidad. Lo demuestra la posición en caliente que ha adoptado el presidente argelino. Tan pronto como finalizó la cumbre, Abdelaziz Buteflika no dudó en señalar esta carencia. En una entrevista concedida a la agencia oficial argelina APS –un ejercicio más bien inédito en la información de la Presidencia argelina–, se hace eco de un PdB: UpM con una imagen confusa y desconcertada, a pesar de la entrega solemne de su partida de nacimiento. Antes de despedirse de París, sin asistir al desfile militar del 14 de julio en la avenida de los Campos Elíseos, instó “a dar un contenido concreto a este PdB: UpM que merece que una visión común pueda, durante los próximos meses, ganar en legibilidad y en coherencia global, para convertirla realmente en portadora de ambiciones legítimas”.
Traducidas a un lenguaje directo y menos convencional, las declaraciones del jefe del Estado argelino –las primeras mantenidas públicamente acerca del PdB: UpM desde el anuncio del proyecto por parte de Sarkozy– atestiguan una impresión de espera en la región. Escépticos respecto a la marcha de los trabajos, los magrebíes prefieren esperar a ver y juzgar por partes. Con su extraño nacimiento, el PdB: UpM busca en vano su lugar en el debate mediterráneo y quiere definir su posición. A pesar de la información institucional que transmitían fragmentada los medios de comunicación oficiales, la unión brilla por su ausencia.
Ciertamente, durante unos meses, el tema pudo abrirse un pequeño hueco en el espacio de tiempo entre la polémica franco-germana respecto a la articulación del proyecto y el nacimiento parisino. Pero en cuanto se apagaron las luces del Grand Palais –teatro de la cumbre en la que se constituyó–, el recién nacido del mundo euromediterráneo se eclipsó brutalmente por la actualidad. Poco tiempo después de la Cumbre de París, cayó en un anonimato que no se osa nombrar. La supresión ha sido tal que los más apasionados por la suerte unitaria del Mediterráneo se preguntan, no sin inquietud por el futuro, si el PdB: UpM se ha iniciado en un Mediterráneo menos agitado que el del Proceso de Barcelona. Representadas en gran número por enviados especiales, las redacciones del Magreb se esforzaron por hablar de una puesta en marcha irreversible del proyecto de Sarkozy.
Al día siguiente de la conferencia, cuando, en la Plaza de la Concordia, el jefe del Elíseo invitaba a sus huéspedes al tradicional desfile del 14 de julio, los medios de comunicación del Magreb hacían unos primeros balances moderados. Desde Orán, segunda ciudad de Argelia y gran puerto magrebí a corta distancia de las costas españolas, Le Quotidien d’ Oran remitía a los congresistas una sensación de malos augurios.
“Fiesta superlativa para un proyecto sin fondos”, lamentaba un titular en portada. Una primera lectura que resume perfectamente el escepticismo del Sur, al mismo tiempo que dibuja perspectivas inciertas para el PdB: UpM. “Todo el ceremonial (de la cumbre) fue un ejercicio de comunicación, con sus profesiones de fe y sus grandes palabras”, según el editorialista del periódico, Mohamed Saadune. Este último hacía alusión a la brecha entre el jefe de la diplomacia francesa, Bernard Kouchner, y su homólogo sueco, Carl Bildt. Mientras que el primero se alegraba del sueño del PdB: UpM que “comienza a convertirse en una realidad”, el segundo abrazaba un discurso de prudencia.
“El PdB: UpM no va a cambiar el mundo en un día”, advirtió al margen de la reunión de jefes de Estado. Una manera muy diplomática de decir que no hay que despachar muy rápido el trabajo. El diario marroquí Al Bayane (de izquierdas) abundaba de antemano en un sentido similar a su colega argelino. El propio director, Ahmed Zaki, cogió la pluma para expresar sus dudas sobre la fiabilidad de la unión, al menos durante los primeros pasos. Zaki, editorialista del día, revelaba un “profundo escepticismo” respecto a las posibilidades del PdB: UpM para tener éxito allí donde el Proceso de Barcelona había fracasado.
La razón se debe a la incapacidad real o supuesta de la institución ambicionada por Sarkozy “para superar la concepción eurocentrista de las relaciones Norte-Sur”. Relaciones “percibidas de entrada como un instrumento para perpetuar la supremacía de los más fuertes sin poner en entredicho la herencia poscolonial”, en opinión del director de Al Bayane. Más que la ilegibilidad de su programa, el PdB: UpM padece la falta de adhesión de las opiniones públicas, tanto en el Norte como en el Sur.
Según un sentimiento compartido por sectores enteros de los creadores de opinión, la redacción de Al Bayane considera que, “la apuesta despierta poco entusiasmo en los pueblos del perímetro mediterráneo que, en el Norte y en el Sur, deben hacer frente a las consecuencias destructivas de la globalización ultraliberal que deja poco lugar a la iniciativa regional y a la consideración de los intereses nacionales. Es decir, que la tarea de los diseñadores de esta unión y de los que asuman la responsabilidad de la gestión de sus instituciones no será fácil”.
Los magrebíes se comprometen en diversos grados
El Magreb nunca ha hablado con una sola voz acerca de la oferta mediterránea del Elíseo. Región más apreciada que otras por los diseñadores franceses del PdB: UpM, sus protagonistas participaron en función de la coyuntura regional y de las relaciones bilaterales con Francia. Las clases dirigentes estuvieron calladas durante mucho tiempo respecto a la idea propuesta por el candidato Sarkozy en febrero de 2007, en Toulon, en el momento más intenso de la carrera presidencial francesa.
Hubo que esperar a que el feliz cargo electo se instalara en el Elíseo y a la confirmación de que el PdB: UpM estaría absolutamente presente en su agenda diplomática para que los políticos le prestaran algún interés. Desde el principio, los “5” sudistas del Mediterráneo occidental –Argelia, Marruecos, Túnez, Libia y Mauritania– se comprometieron en diferentes grados con el proyecto de París. Túnez y Rabat se adhirieron sin demora, aunque la sorpresa de que el rey Mohamed VI no asistiría a la cumbre provocó especulaciones respecto a la actitud marroquí.
La adhesión de los dos países era incluso más afecta porque la información difundida extraoficialmente por el Elíseo prometía a uno y a otro la sede del Secretariado de la futura entidad. Nuakchott (Mauritania), encantada de ser invitada a un proceso destinado sólo a los países ribereños del Mediterráneo, apenas se hizo rogar para decir “sí”. Argelia mantuvo durante mucho tiempo el suspense sobre su participación en la cumbre, porque el PdB: UpM carecía de claridad y servía de marco idóneo para la normalización entre árabes e israelíes. No fue una sorpresa que la Libia de Gaddafi, que vivió al margen del Proceso de Barcelona, eligiera su política habitual de la silla vacía.
El motivo alegado es que, además de que se niega a sentarse a la misma mesa que los dirigentes israelíes, el exuberante “guía” teme los efectos de una institución que le da la espalda a África. A falta de una toma de posición del rey Mohamed VI, y de los presidentes tunecino, Zin El Abidin Ben Ali, y mauritano, Mohamed Ould Cheij Abdellahi (depuesto, después, por un golpe de Estado militar), la única toma de posición magrebí posterior a la cumbre ha sido la de Buteflika.
Entre la espera y la confianza
Pesioptimista u optipesimista, según la expresión de un cronista argelino, Buteflika ha destacado la dificultad de la aspiración de Sarkozy sólo con la cuestión de la financiación. Se quejó sin rodeos en la sesión de clausura. “El problema de la disponibilidad de los recursos financieros para sostener el partenariado euromediterráneo no está definitivamente aclarado todavía”. Una dificultad capaz por sí sola de obstaculizar seriamente la marcha del PdB: UpM. Para los argelinos, el hecho de que la Unión Europea (UE) tenga cerrados sus balances financieros hasta 2013, significa simplemente la imposibilidad de Bruselas para cumplir los compromisos y para apoyar proyectos del Sur a corto plazo.
Según Buteflika, “esta actitud no puede dejar de suscitar preguntas legítimas acerca de la voluntad real de la UE para contribuir de manera decisiva a la modernización de los países de la orilla meridional”. En el Sur, la percepción del PdB: UpM y de su futuro no es exactamente la misma y depende de que las valoraciones las emitan los estamentos oficiales, los intelectuales, los medios empresariales o los círculos de la oposición. Issaad Rebrab, dueño de Cevital, el primer grupo privado argelino, se alinea con sus homólogos en una posición de espera.
“Esperamos algo concreto. Tenemos proyectos específicos que deben presentarse al PdB: UpM”, comentaba a un diario económico parisino. Su grupo manifiesta interés por algunos de los proyectos llamados de “geometría variable” definidos en el marco del PdB: UpM. Así ocurre con un proyecto de energía solar en el Sáhara o con la ejecución de un polo de competitividad y de excelencia desplegado a lo largo de 5.000 hectáreas en Cabo Yenet (al este de Argel). Rebrab, uno de los empresarios argelinos más importantes – industria, transportes, sector agroalimentario y prensa– alimenta esperanzas sobre el PdB: UpM y piensa que podría “ayudar a que estos proyectos se hagan realidad”. Como hombre de negocios informado de la realidad mediterránea y de la lentitud de Bruselas, sabe que no hay peligro de que la maquinaria se ponga en marcha de la noche a la mañana.
“Al PdB: UpM le hará falta tiempo, pero confío mucho en el futuro de esta organización”. La idea en sí es “buena”, considera el militante tunecino defensor de los derechos humanos, Moncef Marzuki. Pero sería necesario que fuera menos un asunto de los poderes políticos que de las sociedades civiles de las dos orillas. Con sus convicciones habituales, Marzuki teme la irrupción en el paisaje mediterráneo de una institución que frene el surgimiento de la democracia.
“Actualmente, en la mente de nuestro pueblo, el PdB: UpM da el último toque a esta imagen cada vez más detestable de un Occidente cínico, con valores de geometría variable, que desenrolla la alfombra roja bajo los pies de los últimos dictadores del planeta, regalándose una buena conciencia al intervenir puntualmente en uno u otro caso humanitario”. El militante tunecino teme apostar por una entidad que “vaya a hacer más difícil la situación de los demócratas árabes”.