El teatro, puente de diálogo entre culturas

El Festival de Teatro de Tortosa pretende ser una cita anual que ayude a la integración de los inmigrantes e impulse el diálogo entre las sociedades.

Ricard Salvat, director del Festival de Teatro de Tortosa

Entre el 19 y 28 de noviembre de 2004 tuvo lugar, en la ciudad de Tortosa (Tarragona), un festival de teatro que por la gran acogida crítica que obtuvo y el éxito inesperado de público, posiblemente pudiera convertirse en una cita obligada para el diálogo entre los países árabes y España. En todo caso, todos los que intervenimos en este evento quedamos sorprendidos por la buena acogida, y especialmente por la asistencia, no sólo del público local –tortosino y catalán–, sino también del público marroquí, magrebí e inmigrante en general, algo que se buscaba y que para sorpresa de algunos se produjo el tercer día del festival.

Tortosa, ciudad de gran riqueza y con capacidad de gestión empresarial, acoge una población muy importante de inmigrantes. Esta ciudad no sólo fue, dicen los historiadores, la última de Al Andalus que sucumbió al poder cristiano, sino que en la actualidad es una de las ciudades catalanas que cuenta con un mayor porcentaje de inmigrantes. Por todas estas razones, y también por tener una presencia judía determinante, Tortosa era y es el lugar ideal para acoger un festival que estableciera todos los puentes de diálogo con esas culturas tan ricas como desconocidas en Europa. La tradición jugaba a su favor.

En un principio, la idea era dedicar el festival a representantes de las tres culturas: cristiana, árabe y judía. Luego, por razones de prioridad geográfica, se pensó que era aconsejable empezar dando un panorama del teatro árabe. A pesar de la admirable labor llevada a cabo por la Fundación del Instituto Internacional del Teatro del Mediterráneo, que dirige el teórico teatral José Monleón y el Encuentro de Bilbao de 2003, organizado por la Red Española de Teatros, Auditorios y Circuitos de Titularidad Pública, Escenium, la presencia del teatro árabe no acaba de tener la incidencia que merece en el panorama español.

En la cita de Bilbao, las obras fueron seleccionadas por Habib Bel Hedi, director del Festival de Teatro de Cartago. Se programaron los siguientes países: Túnez –Familia Produtions con Junun–, Siria –Teatro Nacional con su espectáculo Concherto–, Marruecos –Théâtre Tensift con Araze Aouicha–, Egipto –el Teatro El Warcha con Une balle dans le coeur, Líbano –Shams Théâtre con En attendant Godot); Palestina –el actor Mohamed El Bakri de Palestina, presentó el unipersonal Optipesimist.De estos países falló Egipto, por problemas con los visados.

Con estos antecedentes, la presencia en Barcelona del gran espectáculo tunecino Les amoureux du cafè triste de Fadhel Jaïbi y la situación general de escaso interés por el teatro árabe, decidimos dedicar la primera edición del Festival de Tortosa al teatro árabe y, en especial, al marroquí e iraquí.

Marruecos, más cerca de sus inmigrantes

Marruecos es el país con el que España debe establecer diálogo , y a través de él, relacionarse con los otros países del Magreb. Trece kilómetros, sólo 13, separan España de Marruecos. Maruja Torres, con gran penetración, lo recordaba en una serie de artículos que se publicaron en el verano de 2004 (“Marruecos a 14 km. de España”. El País, del 1 al 7 de agosto de 2004).

Marruecos estuvo presente con tres espectáculos: Chaka’ik An numan (Las amapolas), de Bachir Kamari, que presentó el Théâtre Aquarium y Jossour Forum des Femmes Marocaines, bajo la dirección de Naima Zitan; Bladi, mon pays (Mi país), de Driss Rukhe bajo la dirección del propio autor; y El Hassan Neffali, presidente del Sindicato Nacional de los Profesionales del Teatro y Director del Festival Internacional de Teatro de Rabat, que estuvo como invitado especial y a quien el festival concedió una mención de honor que lleva el nombre de Abu Bakr el Tortosino. Habíamos visto Las amapolas en la prisión de Salé, en una tarde que difícilmente olvidaremos.

La función estaba dedicada a las presas y se creó una situación muy especial, porque tuvimos la impresión de que las mujeres entendían que aquel espectáculo se había llevado a cabo para ser útil a la mujer marroquí. Hubo un clima de complicidad, de sobreentendidos, de extraña emoción en el ambiente, que nos llevó a pensar que era importante dar a conocer en España, no sólo las ventajas de la Mudawana, el Nuevo Código de la Familia marroquí, proclamado en el Parlamento de Rabat en octubre de 2003, sino el espectáculo que lo defiende y clarifica.

Así creímos necesario dar a conocer a las mujeres inmigrantes de Tortosa la Mudawana y el inteligente espectáculo llevado a cabo por el colectivo Aquarium. Por razones de programación y sobre todo porque queríamos que esa función se viera en otras localidades catalanas –como así fue–, lo programamos el primer día. No logramos que en esa cita las mujeres inmigrantes acudieran de manera masiva al teatro.

Aún no se había roto el hielo por parte de los inmigrantes en relación con el festival, lo que se produjo al tercer día del evento, cuando el Théâtre des sept-Nouvelle Génération, representó el fascinante y atractivo Mi país y que habíamos elegido por la calidad del texto, el nivel de interpretación, la dirección y los decorados. Lo que no podíamos suponer era que los actores, gracias a sus intervenciones en la televisión y el cine, fueran tan increíblemente admirados esa noche por el gran público –población inmigrada, sobre todo marroquí– que acudió en masa y con una ilusión y entusiasmo absolutamente emocionante.

Resultó una noche inolvidable. De repente el espectáculo se convirtió en una propuesta especial para el público marroquí. La capacidad de empatía, de saber conectar con el público de Said Bey, Abdelkebir Regagna y Fatima Zahra Chaachua, fue tan grande que lograron, prácticamente, que los catalanes se sintieran extraños en el auditorio Felip Pedrell.

Aquella noche la traducción simultánea falló y el público catalán veía como el magrebí se divertía, mientras ellos no podían. Pero hubo, además, algo que el equipo del festival no olvidará nunca: la devoción con que los artistas marroquíes se entregaron a su público, no sólo la noche de la representación sino porque el público agradeció que estos actores absolutamente míticos estuvieran a su alcance, pudieran hablar con ellos, abrazarles, preguntarles por sus vidas, hacerles pequeños regalos, todo lo que quisieron. La crítica fue muy sensible a este aspecto y reconoció que en el Festival de Tortosa se volvían a recuperar ciertas dimensiones éticas y políticas del mundo del teatro.

Dimensiones que en los años sesenta estaban presentes en el teatro de Barcelona y Madrid, pero que en estos últimos años se habían perdido (Belén Ginart. “Un grupo de Ramala conmueve al escenificar la vida en Palestina”. El País, 22 de noviembre de 2004). La generosidad de los artistas se vio completada con las intervenciones de El Hassan Neffali en todas las mesas redondas y en su discurso de aceptación de la Mención de Honor. No olvidemos, asimismo, la exposición Las últimas alfareras de Marruecos. Tribus del Rif, que completó la participación marroquí. Los países que intervinieron en el festival fueron: Marruecos, Senegal, Túnez, Palestina, Líbano, Irak (una compañía del interior y otra del exilio proveniente de Italia), Argelia y Egipto. Irak fue otro de los protagonistas.

Se representó Hariq Al-Banafsag (El incendio de la violeta) de Haider Munather, que obtuvo un gran éxito y Ad un intimo amico straniero (Para un amigo íntimo en tierra extranjera), de Kassim Bayatly que lleva 10 años trabajando en Florencia y que investiga sobre la danza sufí y los derviches. La presencia iraquí se completó con un espléndido espectáculo catalán Morir en Bagdad, del colectivo Teatre per la Pau, que consiguió emocionar al público catalán, y también, de una manera conmovedora, a los visitantes árabes.

Momentos de brillantez los consiguieron la actriz argelina Sonia Mekkiu con el inteligente texto de Rashid Buyedra, Lailat imbrat araq (Noches de una mujer insomne), el dúctil y sensible actor tunecino, Ameur Mathlouthi que presentó Araisi (El titiritero), de Mohamed El Uni y los creadores palestinos Nidal Jatib y Ramz Al-Jubeh con Ard fi ard (Espectáculo dentro de un espectáculo).

Despertar el interés por las culturas árabes

El público se sorprendió, y éste era uno de los objetivos del festival, por el nivel tan alto de las propuestas y sobre todo por poder verificar que en los países árabes se cultivan aspectos aquí un poco olvidados y se cuidan manifestaciones como el teatro de títeres. En España, por ejemplo, no existe una compañía nacional de títeres como el Centre National des Arts de la Marionnette de Túnez, que a parte del espectáculo ya mencionado presentó Hanbael (Anibal), de Mohamed El Ouni. Asimismo fue enriquecedor que nuestro público viera que el teatro árabe posee un nivel de modernidad, si se quiere de postmodernidad, en muchos aspectos admirable.

Éste fue el caso del libanés Kan Makan (Una vez había un lugar), de Studio 11 de Beirut. O Aqmisha.. Aqnia..w Masaer (Máscaras, telas y destinos) del director egipcio Hany El-Metennawy, partiendo de una propuesta literaria de Qassem Mohammad. Por otro lado, hay que señalar que el público árabe y las compañías visitantes comprendieron que hay muchos creadores españoles dedicados a recuperar y valorar las infinitamente ricas culturas árabes.

Ya hemos hablado del gran acto de amor hacia el pueblo iraquí que comporta el espectáculo Morir en Bagdad o la película El viaje de Mazin de Félix Merino, programada en la sección dedicada a Irak. Pero hubo además un recital de poesía árabe clásica andalusí y contemporánea, a cargo de Andreu Subirats, y se representó Zhara, favorita de Al Andalus, de Antonia Bueno, Lleons al jardí. Espill d’Abu Bakr (Leones en el jardín. Espejo de Abu Bakr) dedicado a exaltar la figura del viajero, imán, poeta y pensador nacido en Tortosa en 1059 y que murió en Alejandría en 1130. La cultura judía estuvo presente con el estreno por la compañía AIET de El Dibbuk, de Salomon Ans-Sky, obra escrita en yidish y con La Celestina presentada por Zampano Teatro de Madrid, escrita en clave por un judío converso, Fernando de Rojas.

La presencia del mundo gitano y su influencia en Cataluña pudo analizarse en Encuentros, por el grupo d’Anea, de Cornellà de Llobregat. El equipo directivo quiso que el África negra estuviera representado por el espectáculo Casamance, de Senegal, para que se pudieran comprobar las influencias existente la cultura africana negra y la árabe. Casamance au clair de lune obtuvo uno de los éxitos de público más importantes del festival, después de Marruecos. De entre los elogios públicos que se recibieron, emocionó el que se recordara que en toda Europa no había un festival parecido y sobre todo que Mohamed El Uni y nuestros colegas tunecinos nos dijeran –en nombre de todos–, que el Festival de Tortosa lo sentían como propio y que Tortosa era su casa. También nos emocionó que Driss Rukhe escribiese.

“Estoy seguro de que el festival será un acontecimiento mundial en poco tiempo y que el mundo entero hablará de él, pues es un festival hecho con un gran corazón, con amor y motivación. Es una reflexión sobre la historia de los pueblos”. Queremos pensar que, posiblemente, éste es el camino para el diálogo entre los recién llegados y los catalanes, como lo es el iniciado por una entidad cultural de Delft (Holanda), preocupada por integrar a los inmigrantes marroquíes. Esta asociación ha creado cursos de “desintegración”.

La idea es simple, como cuenta Anton Slotboom: “Los recién llegados deben, en los Países Bajos, llevar a cabo grandes esfuerzos de ‘aclimatación’ obligatorios. ‘Pero la aclimatación debe hacerse por los dos lados’, explica M. Rensen iniciador del proyecto y Consejero Municipal de Enseñanza de Delft. Pensó en dar cursos de cultura y civilización marroquíes a los neerlandeses que deseaban, ellos también, comprender mejor a los recién llegados. ‘Se trataba en un principio de una idea lúdica, pero esa idea ha ido tomando amplitud y se ha convertido en un proyecto serio. Los cursos se llenaron enseguida y otros seguirán el año próximo.

Ya hay una lista de espera’, continúa M. Rensen.” (M. Rensen, citado por Anton Slotboom en “Quand des néerlandais s’initient à la culture marocaine”. Courier International nº 738-739, 23 de diciembre de 2004 al 5 de enero de 2005). Tal vez el camino que han iniciado Tortosa y Delft sea el que haya que potenciar y ampliar en un inmediato futuro.