El sistema financiero islámico: un mercado joven y en pleno crecimiento
Entre 2006 y 2011 los activos de las entidades financieras islámicas aumentaron un 64,46%, un índice de crecimiento anual superior al 20%.
Iván Ureta
El sistema financiero islámico es objeto desde hace algunos años de estudios y artículos especializados que se han dedicado a explicar sus fundamentos, a describir su ascenso singular y a tratar de predecir su futuro. Por tanto, resulta difícil ser original en este tema ampliamente tratado por autores de todo signo (banqueros, investigadores y periodistas). Por esa razón, no abordaré aquí la cuestión de la compatibilidad con la sharía, ni los modos de financiación islámicos. Trataré de hacer hincapié en el sistema financiero islámico como mercado (entendido como un espacio en el que se encuentran ofertas y demandas de financiación de un determinado tipo) relativamente joven, como herramienta de dinamización del mercado de capitales y como conjunto de técnicas no convencionales que necesitan ordenaciones jurídicas, normativas y de supervisión. Es ante todo este concepto de mercado, es decir de interacción entre una demanda probada y una oferta emprendedora e innovadora, lo que conviene entender para analizar el sistema financiero islámico.
Una demanda insatisfecha
La población musulmana supera los 1.600 millones de personas repartidas en un gran número de países. Desde hace unos 20 años, se ha puesto de manifiesto un nuevo auge de la práctica religiosa en los países de mayoría musulmana (como las antiguas repúblicas socialistas de Europa y Asia Central), entre las minorías autóctonas que puedan existir en países no musulmanes (Rusia y Kenia, por ejemplo), así como en la importante diáspora que reside en países occidentales. Uno de los indicadores más recientes de este fenómeno se observa a través de la creciente demanda de comida halal y de la adaptación que se ha producido a raíz de ello en la oferta de productos alimentarios para satisfacer esta demanda de alimentos conformes a la sharía.
Esta misma exigencia de halal es la que lleva a algunos creyentes a considerar que el sistema financiero convencional contraviene su credo: a falta de un posible sustituto, se ven entonces obligados a adaptarse al sistema bancario convencional, o bien a alejarse de él (lo que podría explicar en parte el bajo índice de bancarización observado en varios países musulmanes). Por consiguiente, la demanda de un sistema financiero islámico se basa en el aspecto religioso y ético que manifiestan sus partidarios, en la preocupación por la igualdad, en la aversión a los riesgos exagerados y en el alejamiento de las actividades consideradas como ilícitas (juegos de azar, fabricación y comercio de armas y alcohol).
Se ponen de manifiesto otras razones, de naturaleza socioeconómica, para explicar esta creciente demanda. Se trata de la aparición de clases medias musulmanas en muchas partes del mundo, es decir, de grupos sociales que cuentan con más recursos y, por tanto, con una mayor propensión a consumir (en general, y más concretamente con respecto a los productos financieros). Se trata también del fenómeno de la globalización de la identidad transmitida a través de los medios de comunicación (y especialmente de las cadenas de televisión por satélite) y las redes sociales, que difunden unos modelos de comportamiento universalizados para el conjunto de los musulmanes allí donde se encuentren. Sea como fuere, esta importante demanda ha hecho que el sistema financiero islámico se haya convertido, en un espacio de tiempo relativamente corto, en un fenómeno casi mundial.
Una oferta en pleno auge
La oferta bancaria islámica ha conocido un desarrollo sin precedentes a lo largo de la última década para el conjunto de estos sectores: financiación de los particulares y de las empresas, fondos de inversión, project finance, emisiones de sukuk [bonos islámicos] y contratos de takaful [seguros de propiedad]. Entre 2006 y 2011, los activos de las entidades financieras islámicas, sin distinción de categorías, aumentaron un 64,46%, es decir, tuvieron un índice de crecimiento anual compuesto superior al 20%. Se calcula que los activos del sector de los servicios financieros islámicos (SSFI) ascenderán a finales de 2012 a cerca de un billón de dólares.
En este mercado cada vez más universalizado, encontramos un banco multilateral de desarrollo; bancos comerciales (nacionales y transnacionales); bancos de inversión (nacionales y transnacionales); empresas de leasing; empresas de capital riesgo y de private equity; empresas de corretaje; gestores de activos; empresas de takaful; y entidades de microfinanciación. El SSFI presenta unas oportunidades de negocio excelentes, teniendo en cuenta el hecho de que (a excepción de algunos casos poco frecuentes como los de Irán y Sudán) la oferta de servicios financieros islámicos sigue siendo minoritaria en los países musulmanes (incluso en los países del Golfo, los activos bancarios islámicos no superan el 25% de los activos bancarios globales, como es el caso de Arabia Saudí). La llegada al poder de partidos que hacen referencia al islam (como ha sucedido en Túnez, Egipto y Marruecos) acelera la introducción del sistema financiero islámico, y supone la posterior llegada de una oferta apropiada.
Esta voluntad de “abrir la puerta” al sistema financiero islámico también se observa en otros países musulmanes como Argelia, Libia, Mauritania y Senegal. El sector financiero islámico también se ha desarrollado a través de varios ejes (y en diverso grado) en varios grandes países (Gran Bretaña, EE UU, Japón, Corea del Sur, Francia, Rusia, China y Australia)y experimenta una tendencia al alza. Y resulta evidente que los productos islámicos interesan sobre todo a los musulmanes, pero también a numerosos operadores públicos y privados no musulmanes como fuente de financiación alternativa en el mercado de capitales (procedentes especialmente de inversores del Golfo), y como ampliación de su propio campo de actividad. Entre los grandes bancos que han desarrollado una actividad financiera islámica (a través de ventanillas islámicas o de filiales especializadas) citaremos a título ilustrativo a HSBC, Deutsche Bank, JP Morgan Chase, Parisbas, Credit Suisse, Barclays y Calyon.
Las estructuras de los balances de las entidades financieras islámicas presentan diferencias notables respecto a las de los bancos convencionales, lo que exige un tratamiento contable diferenciado y un planteamiento especial en lo relativo a la gestión de riesgos. Es sabido que el sistema financiero islámico es más prudente, en varios aspectos, que el sistema financiero clásico. Por lo general, los bancos islámicos usan más fondos propios que los bancos convencionales, y no se exponen a los riesgos del apalancamiento o de los productos estructurados de alto riesgo (por ejemplo, las ventas al descubierto están prohibidas; y además no hay operaciones fuera de balance destacadas). Las operaciones de los bancos islámicos, que están más consolidadas en la economía real, adquieren así trazabilidad y consistencia desde el punto de vista de la calidad de las garantías que llevan aparejadas sus carteras.
Finalmente, y para garantizar la conformidad a la sharía de sus productos y transacciones, los bancos islámicos se apoyan en teólogos (ulemas) que emiten un dictamen previo y que posteriormente realizan operaciones de auditoría. En la mayoría de los casos, los bancos islámicos tienen comités de sharía que llevan a cabo esta labor de “certificación” y auditoría. En cuanto a la rentabilidad, algunos estudios empíricos tienden a demostrar que los bancos islámicos son un poco menos rentables que los convencionales, pero muestran una mayor regularidad en sus resultados. En este punto, nos gustaría destacar dos aspectos característicos del sistema financiero islámico: los mercados de capitales y el seguro islámico. Los mercados islámicos de capitales están dominados por los sukuk, que desde un punto de vista económico se parecen a las obligaciones, pero que están estructurados jurídicamente como títulos garantizados por activos subyacentes, que generan un flujo previsible de cash flow(activos de leasing por ejemplo). Los sukuk son, en cierta manera, títulos que atribuyen a los inversores una parte de la propiedad de un activo o de una serie de activos determinados.
Las emisiones de sukuk a nivel mundial han conocido un crecimiento excepcional (62% en 2011), y tendrían que alcanzar los 100.000 millones de dólares a finales de 2012. Malaisia y los países del Golfo son los países más activos en este mercado, que también se desarrolla en los países no musulmanes. El seguro islámico se ha desarrollado porque numerosos ulemas consideran que el seguro convencional no está en armonía con la sharia porque contiene elementos que pueden parecerse al gharar (incertidumbre demasiado grande), al maisir (juegos de azar) y a la riba (interés).
La técnica islámica usada en materia de cobertura de riesgos es el takaful, que significa literalmente “garantizarse los unos a los otros”. Por tanto, el takaful se basa en un mecanismo de garantía mutua mediante el cual los asegurados contribuyen a un fondo con una donación. Estas contribuciones se invierten en operaciones conformes a la sharía. Al final de cada ejercicio fiscal, los beneficios (llegado el caso) se distribuyen a los asegurados de forma proporcional a sus aportaciones. Algunos analistas calculan que las transacciones mundiales de takaful, que solo ascendían a 9.000 millones de dólares en 2009, alcanzarán los 25.000 millones en 2015.
Desafíos jurídicos, normativos y de supervisión
La aparición del sistema financiero islámico en el panorama financiero convencional presenta un cierto número de desafíos. Estas técnicas novedosas (menos comprendidas por los actores económicos y financieros mundiales) pueden provocar aprehensiones respecto al riesgo sistémico de crear turbulencias en los mercados concernidos. Este temor, junto con las inquietudes de tipo político, es lo que ha empujado a las autoridades monetarias de algunos países (musulmanes y no musulmanes) a retrasar la entrada del sistema financiero islámico.
Una vez decidida, la introducción de este sistema (en un país en el que no existía anteriormente) tiene que organizarse mediante una reforma de la ley bancaria, lo que exige importantes reestructuraciones. Se trata, en concreto, de definir los límites de las operaciones bancarias y de los modos de financiación autorizados; integrar los instrumentos islámicos en las operaciones de política monetaria; crear en los bancos centrales afectados medios de supervisión y vigilancia; definir las especificidades que tengan que introducirse en los planes generales de contabilidad bancarios; fijar la forma en que se establecerá el tema de la conformidad a la sharía; adaptar las normas de prudencia relacionadas con la entrada de nuevos elementos del activo y del pasivo en los balances de los bancos; adaptar los sistemas de información y gestión de los bancos comerciales; y garantizar la formación de su personal.
A escala mundial, se realiza un esfuerzo sostenido de coordinación a través de varias organizaciones internacionales cuyo objetivo consiste en establecer unas normas mundiales reconocidas en el plano internacional. Mencionaremos a continuación algunas de estas instituciones. Se trata de la Organización de Auditoría y Contabilidad de las Instituciones Financieras Islámicas (AAOFI por sus siglas en inglés) creada en 1990 para desarrollar normas de contabilidad y de auditoría compatibles con la sharía; el Consejo Islámico de Servicios Financieros (IFSB por sus siglas en inglés) creado en colaboración con el Fondo Monetario Internacional para proporcionar normas de prudencia y de supervisión; el Consejo General de Instituciones Financieras y Bancos Islámicos (CIBAFI por sus siglas en inglés) establecido en 2001 para apoyar al joven sector financiero islámico en materia de formación, constituir bases de datos fiables y organizar actos importantes (como conferencias y foros); y el Centro de Gestión de Liquidez (LMC por sus siglas en inglés) creado en 2005 para desarrollar un mercado interbancario islámico.
En camino hacia la madurez
El innegable éxito del sistema financiero islámico no debe ocultar las dificultades (“de juventud”, nos veríamos tentados a decir) y los obstáculos a los que se enfrenta. Estas dificultades se derivan del marco institucional, de las normas de supervisión y de contabilidad, del mercado de capitales, del mercado financiero secundario, de la gestión de la liquidez y del I+D. Nos limitaremos aquí, por ser concisos, a realizar algunas observaciones importantes. En el plano normativo, el sistema financiero islámico adolece todavía en numerosos casos de una falta de dirección y de supervisión: algunos países han autorizado la creación de bancos islámicos sin proceder a una reforma de sus leyes bancarias, lo que puede plantear numerosos problemas de fiabilidad, de control y de compatibilidad con la sharía (como por ejemplo, la remuneración de los depósitos constituidos en los bancos centrales).
Asimismo, la falta de uniformidad de los principios de la sharía (de un país a otro y dentro de un mismo país) genera confusión e impide una armonización a escala mundial. A continuación, la falta de herramientas adecuadas de gestión de liquidez a corto plazo y la práctica ausencia de un mercado interbancario reducen las posibilidades de expansión y obligan a los bancos a recurrir a operaciones de murabaha [venta de activos] que entorpecen sus modos operativos e incrementan sus costes. Finalmente, en lo que respecta a los recursos humanos especializados (y a pesar de la mejora que se ha podido observar estos últimos años), las instituciones de enseñanza superior (universidades y escuelas de negocio) y de formación profesional no se ocupan lo suficiente de la formación de expertos y de las actividades de investigación, lo que crea una falta de conocimientos que podría perjudicar a la calidad de las operaciones de las entidades financieras islámicas.
Dicho lo cual, se está realizando un trabajo de consolidación y afianzamiento del sistema financiero islámico en un universo cada vez más regulado y cada vez más en consonancia con los principios universales de prudencia y de buena gobernanza. El sector adquiere madurez, diversificación, conocimientos y fiabilidad a medida que se amplía su ámbito de actividad en el plano espacial, y en cuanto a los productos que se encuentra en disposición de ofrecer a sus distintos clientes. Su buena resistencia frente a los sobresaltos provocados por la crisis financiera le augura un futuro garantizado, y más si cabe porque su tamaño actual sigue siendo reducido: los activos de los 50 bancos convencionales más importantes del mundo (cerca de 50 billones de dólares en 2011) son 50 veces más importantes que los activos bancarios islámicos mundiales. Sin duda, el sistema financiero islámico solo se encuentra todavía en su fase inicial.
Está ahí para durar, y ningún mercado debería ignorarlo sin arriesgarse a verse privado de mecanismos pertinentes de movilización de recursos y de oportunidades de inversión. Cada vez más reguladores y plazas financieras mundiales han entendido este hecho evidente y han actuado en consecuencia para no verse privados de esta fuente de crecimiento.