afkar/ideas
Coedición con Estudios de Política Exterior
El papel de los Hermanos Musulmanes
El movimiento está al borde del abismo: se enfrenta a importantes retos como la sucesión del Guía Supremo y la rebelión de los jóvenes.
Khalil al Anani
Lo Hermanos Musulmanes, fundados en 1928 por Hassan al Banna, es el movimiento político-social más antiguo de Egipto y una de las organizaciones islamistas más influyentes en el mundo árabe. En Egipto no hay partidos fuertes en la oposición y los Hermanos Musulmanes son el verdadero rival del régimen. Gamal Abdel Nasser los declaró ilegales como movimiento político en 1954, pero retuvieron su fuerza e influencia en los planos social y organizativo. En la década de los setenta, los Hermanos Musulmanes reanudaron su actividad política de manera extraoficial y aprovecharon el conflicto entre Anuar el Sadat y la izquierda para reconstruir su estructura organizativa.
Mubarak y los Hermanos Musulmanes: de la coexistencia a la exclusión
El presidente egipcio, Hosni Mubarak (81 años), en el poder desde 1981, permitió a los Hermanos Musulmanes intervenir en la política y en la sociedad durante los años ochenta. Aspiraba a consolidar su recién conseguida legitimidad abriendo un nuevo capítulo con el movimiento y usándolo para contrarrestar la influencia de los islamistas militantes (los movimientos Gamaa Islamiya y la Yihad Islámica) que representaban la principal amenaza para el nuevo presidente. Sin embargo, el régimen de Mubarak se volvió en contra de los Hermanos Musulmanes después de que éstos llevaran a cabo un alzamiento político en 1984 y en las elecciones parlamentarias de 1987, cuando su presencia era fuerte en los sindicatos profesionales y obreros.
El régimen pretendía controlar su actividad política y muchos de sus miembros fueron enviados al primer juicio militar desde los años sesenta. En las elecciones parlamentarias de 2005, los Hermanos Musulmanes obtuvieron el 20% de los escaños, el porcentaje más alto que han logrado jamás, y podrían haber cosechado mejores resultados de no haber sido por los esfuerzos del régimen durante la tercera y última ronda para impedir que sus seguidores votaran. Desde principios de 2006, el régimen egipcio ha llevado a cabo una amplia estrategia para aislar y excluir a los Hermanos Musulmanes de la escena política. Por tanto, el problema entre el régimen y los Hermanos Musulmanes no es una mera disputa electoral o una batalla mediática, sino una cuestión existencial y de supervivencia. En 2007 el gobierno de Mubarak envió a 40 líderes de los Hermanos Musulmanes al sexto juicio militar celebrado durante su mandato.
Veinticinco miembros han sido condenados a penas que van desde los tres hasta los 10 años de prisión, el grado más alto de exclusión política al que se han visto sometidos los Hermanos Musulmanes a lo largo de las tres últimas décadas. El régimen ha hecho uso de toda su fuerza para tratar de impedir que el grupo lleve a cabo actividades políticas y sociales desde su victoria en las elecciones de 2005. Por esta razón, los Hermanos Musulmanes boicotearon las elecciones municipales el año pasado después de que el gobierno detuviera a más de 800 de sus miembros, entre ellos docenas de posibles candidatos y no parece probable que les permita participar en las elecciones parlamentarias, que se celebrarán en 2010. Además ha enmendado la Constitución para tratar de impedir a los candidatos independientes, como los afiliados a los Hermanos Musulmanes, presentarse a las elecciones. Por consiguiente, la relación entre los Hermanos Musulmanes y el régimen de Mubarak será de más enfrentamiento y de más eliminación de los líderes del movimiento islamista.
La retórica de los Hermanos Musulmanes
En agosto de 2007, los Hermanos Musulmanes presentaron un primer borrador de su plataforma política como paso previo para la creación de un partido político. La plataforma prohíbe a las mujeres y a los cristianos ocupar el cargo de presidente y establece un consejo de clérigos musulmanes para supervisar al gobierno, semejante al del Estado islámico de Irán. Esto significaría que una institución religiosa haría las veces de guardián de todos los demás organismos gubernamentales, sin ninguna autoridad constitucional o legislativa. La ambigüedad de la plataforma y su contradictoria postura sobre el tema de la igualdad de los ciudadanos supone un gran fracaso.
Aunque proclama la igualdad independientemente de la religión, el sexo o el color, impide a los cristianos ocupar el cargo de presidente basándose en que los no musulmanes son incapaces de entender la religión según la cual deben regir el país. Es cierto que los Hermanos Musulmanes han logrado deshacerse de algunos de sus impedimentos históricos, entre ellos su postura hacia el pluralismo, que el primer Guía Supremo, Hassan al Banna, rechazaba por motivos personales. También ha cambiado su postura respecto a la violencia, la participación política y la Constitución. Pero aunque nadie de buena fe puede negar que la retórica política de los Hermanos Musulmanes ha evolucionado a lo largo de los últimos años, tampoco puede nadie, con esa misma buena fe, afirmar que el grupo posee un programa “político” que acepta la idea de la democracia.
A los Hermanos Musulmanes se les suele acusar de difundir un discurso intelectual contradictorio y un discurso político que en el mejor de los casos tiene dos vertientes, y en el peor, dos caras. En efecto, en muchos momentos de la historia del movimiento, la ambigüedad deliberada ha sido su principal punto fuerte y también el más determinante. Tres obstáculos les impiden desarrollar una retórica democrática. El primero está vinculado a la manera en que enfoca la jurisprudencia islámica y la escasa renovación religiosa en su seno. La retórica religiosa del movimiento difiere poco de la adoptada por Hassan el Banna, hace más de 75 años. Las principales características de esta retórica quedaron definidas en un informe emitido durante su quinta convención, celebrada en 1938. Se basan en la noción de que el Islam es un sistema completo y la guía definitiva para la vida en todos sus aspectos. Sostiene que el Islam se basa en dos fuentes fundamentales (el Corán y los hadices, los dichos del profeta) y que se puede aplicar en cualquier momento y en cualquier lugar.
Los Hermanos Musulmanes han sido incapaces de beneficiarse de la interpretación de la jurisprudencia que hacen los azaritas miembros de la organización como Mohamed el Ghazali y Yusef el Qardawi, por no hablar de las propuestas progresistas que plantean personas afines al pensamiento de los Hermanos Musulmanes, pero que viven fuera de Egipto, como las que exponía Hasan al Turabi en sus primeras obras y las contribuciones de Rached al Ghanuchi y Abdulá al Nafisi, entre otros. Esto pone en grandes aprietos a los Hermanos Musulmanes cuando se enfrentan a problemas que requieren interpretaciones jurídicas y religiosas, como los relacionados con las mujeres, los coptos, la libertad, la ideología política y la aplicación de la ley y el código penal islámicos. El segundo obstáculo tiene que ver con la historia intelectual de los Hermanos Musulmanes, que constituye un fracaso como empresa filosófica. Su contribución intelectual quedó interrumpida a raíz de la muerte de Al Banna.
Ninguno de los guías supremos ha producido una obra que pueda considerarse una aportación al pensamiento de los Hermanos Musulmanes, a excepción de Predicadores, no jueces, publicada bajo el nombre del segundo Guía Supremo, Hassan al Hadibi, y que abordaba el tema de la apostasía (takfir), introducido por Sayed Qutb. El tercer obstáculo guarda relación con la retórica política de los Hermanos Musulmanes. A pesar de la evolución de la terminología de su discurso a lo largo de las últimas dos décadas, sigue caracterizado por las dudas y la ambigüedad. Su desarrollo también ha sido lento.
Generación nueva, retos antiguos
Hoy, 81 años después de su creación, los Hermanos Musulmanes han dejado de ser una organización exclusivamente centrada en la juventud, para abarcar varias generaciones. Esto ha dado pie a una serie de nuevos dilemas para sus líderes y para la organización en su conjunto. Entre otras cosas, persiste el abismo entre la generación de más edad y los jóvenes, debido a las diferencias en cuanto a ideología y estrategia. Estas diferencias se ven acentuadas por una carencia básica de canales para el diálogo dentro del movimiento, lo cual significa que los jóvenes con ideas originales y aspiraciones nuevas, prácticamente no tienen oportunidad de alcanzar puestos de liderazgo o de influir en el futuro del movimiento.
Esto ha contribuido a frenar una reforma organizacional significativa. Como consecuencia, los Hermanos Musulmanes han decepcionado a muchos jóvenes y el movimiento en su conjunto parece perder capacidad para inspirar a la juventud y ganarse su lealtad. Esto ha dado origen a una crisis dentro de los Hermanos Musulmanes, con un número cada vez mayor de jóvenes que quieren una reforma y que buscan un nuevo camino a seguir. Desde 2006, muchos Hermanos jóvenes recurren a Internet para expresar sus críticas a los líderes del movimiento. Utilizando foros electrónicos como los blogs y Facebook, los Hermanos jóvenes han sido capaces de salirse de los marcos establecidos por la organización. Los blogs se han convertido en una vía alternativa a las mezquitas a través de la cual pueden difundir ideas y una nueva visión para el cambio.
Para muchos Hermanos jóvenes, los blogs no sólo han representado una forma de entretenerse; su meta principal ha sido llevar a cabo un debate transparente sobre los muchos y acuciantes problemas que afectan a los Hermanos Musulmanes y a su reforma política interna. Como tal, los blogs de los jóvenes suponen un reto interno cada vez más revolucionario para una organización cerrada como ésta. A diferencia de la generación de más edad, los islamistas jóvenes parecen haber aceptado la política basada en el consenso. En otras palabras, son conscientes de la necesidad de forjar alianzas con los que no profesan el Islam para llevar un cambio democrático a Egipto. En consecuencia, las divisiones ideológicas entre los jóvenes islamistas y los jóvenes con inclinaciones políticas de sesgo liberal parecen estar disminuyendo, en claro contraste con las claras diferencias que existen entre la primera generación de líderes de los Hermanos Musulmanes y sus iguales en los partidos de la oposición.
Además, los Hermanos jóvenes han aprendido de las experiencias de los movimientos políticos islamistas en otros lugares de Oriente Próximo, en concreto del AKP de Turquía y el Partido de la Justicia y el Desarrollo de Marruecos. Los jóvenes conservadores consideran que Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, es un modelo a seguir por el Guía Supremo de los Hermanos Musulmanes. Creen que el AKP ha logrado combinar Islam, democracia y nacionalismo, y que los Hermanos Musulmanes deberían aspirar a hacer lo mismo creando un partido político independiente de su misión religiosa. En este sentido, apoyan el principio de la separación entre la actividad religiosa y la acción política. Los Hermanos jóvenes han adoptado también una visión más pragmática de las relaciones con Occidente.
En lugar de contemplarlas desde una perspectiva ideológica u hostil, las enfocan desde el punto de vista del interés y el respeto mutuos. Muchos han acogido de buen grado el discurso que pronunció Barack Obama en la Universidad de El Cairo en junio de 2009, y creen que puede señalar el comienzo de una nueva era en las relaciones entre EE UU y el mundo musulmán. Por desgracia, los líderes del movimiento no han desarrollado una estrategia clara para abordar los retos internos que plantean los jóvenes y sus exigencias de reforma.
Nuevo Guía Supremo
Siete Guías Supremos han gobernado desde 1928. Curiosamente, ninguno de ellos abandonó el cargo hasta su muerte, a excepción del último. Mohamed Mahdi Akef, de 81 años, convertido en el séptimo líder del grupo en 2004, anunció hace seis meses que abandonará el cargo en enero de 2010. A Akef se le conoce como “mártir en vida” por haber pasado 20 años en prisión –tras reducirse su condena a muerte– por pertenecer al grupo acusado de conspirar para matar a Nasser en 1954. Akef fue puesto en libertad por Anuar el Sadat. Los Hermanos Musulmanes no han sabido lidiar inteligentemente con la sucesión de Akef. Tras los rumores de su dimisión, se produjo una división histórica en la Oficina del Guía, el cuerpo ejecutivo de más autoridad.
La lucha por el cargo de Guía Supremo la protagonizan el primer Guía Supremo Adjunto, Mohamed Habib, y el secretario general, Mahmud Ezzat. Dentro del grupo, Ezzat tiene fama de preferir centrarse en la dawaa, o evangelismo religioso, y Habib de tener una orientación más política. Si los dos obtuvieran el mismo número de votos, Ezzat probablemente cedería ante Habib, cuya experiencia y pragmatismo políticos le hacen más popular dentro y fuera del grupo. Para resumir, los Hermanos Musulmanes están al borde de un abismo y se enfrentan a retos extraordinarios que podrían disminuir sus posibilidades de seguir siendo el movimiento político más fuerte de Egipto.