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Co-edition with Estudios de Política Exterior
El incentivo a la cooperación, el comercio y el intercambio de personas, éxitos del Proceso de Barcelona
Impulsar las relaciones euromediterráneas desde un ámbito regional y local es, según Pasqual Maragall, el principal reto de la segunda década del partenariado.
ENTREVISTA a Pasqual Maragall por Andreu Claret y Lurdes Vidal
Aun mes de la cumbre euromediterránea extraordinaria de Barcelona (28 de noviembre) de conmemoración de la puesta en marcha del Proceso de Barcelona, el presidente de la Generalitat de Catalunya, Pasqual Maragall, hace balance del partenariado, plantea los retos de la nueva etapa y repasa el estado de las relaciones de Cataluña con los países del Magreb.
AFKAR/IDEAS: El 28 de noviembre Barcelona acogerá la Cumbre euromediterránea para celebrar los 10 años de la Declaración de Barcelona. ¿Hasta qué punto cree que este encuentro puede influir en la revitalización de las relaciones euromediterráneas?
PASQUAL MARAGALL: La cumbre que se prepara para noviembre es un acontecimiento único: los jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea (UE) se han reunido con sus homólogos de África, América Latina y Asia, pero nunca con los vecinos mediterráneos. El solo hecho de que este encuentro se pueda producir será en sí mismo un revulsivo en dos sentidos. Respecto a la orilla norte, los jefes de Estado y de gobierno tienen que ver que, de ningún modo, el Mediterráneo puede considerarse una zona exterior y remota, sino que su seguridad, prosperidad y estabilidad repercuten directamente en la seguridad, prosperidad y estabilidad de la UE. Para los países de la orilla sur, además, la cumbre debe servir para mostrar que la unión y el sentimiento regional común son mejor manera de resolver los retos compartidos; pero la retórica euromediterránea no sirve de nada cuando uno no está dispuesto a entenderse con su vecino. Si los jefes de Estado y de gobierno hacen suyos estos dos mensajes, no hay duda de que las relaciones euromediterráneas darán un salto adelante con la Cumbre de Barcelona.
A/I: ¿Cuáles son los éxitos y las carencias que hay que destacar del partenariado euromediterráneo?
P.M.: Como he dicho con frecuencia, el éxito principal es que el Proceso de Barcelona ha tenido continuidad institucional, un crecimiento (que a veces, no podemos dejar de decirlo, ha sido lento) y sobre todo, ha sobrevivido a golpes que han alterado radicalmente no sólo la situación regional, sino las relaciones internacionales en todo el mundo. Tiene mucho mérito mantener a los Estados europeos, a los vecinos árabes, y a Israel y Turquía en una misma mesa, a pesar de la ruptura del proceso de paz (que fue lo que permitió el nacimiento del propio partenariado euromediterráneo), de la irrupción del terrorismo internacional a gran escala o de las desavenencias en torno a la invasión y ocupación de Irak. Ha habido muchas carencias, aunque no sería justo atribuirlas todas al partenariado euromediterráneo.
Por nombrar las principales en cada uno de los tres ámbitos del partenariado, las denominadas “cestas” del Proceso de Barcelona, yo citaría, en la política, la continuidad de las crisis internacionales en lugares como Palestina o el Sáhara Occidental; en el ámbito económico, que sigan creciendo las diferencias de renta entre los países europeos y los socios mediterráneos, y en la tercera cesta, la de la dimensión humana, creo que el peor problema es la incomprensión y el distanciamiento entre los pueblos, con la revitalización de fenómenos tan preocupantes como el fundamentalismo, el antisemitismo, la islamofobia y el antioccidentalismo. En general creo que el balance es positivo, y ello no tanto porque hayamos visto resultados espectaculares como por una constatación clara: el partenariado sigue la metodología más adecuada para el Mediterráneo, una metodología plenamente europea basada no en la amenaza y la intervención militar, sino en el incentivo a la cooperación, el comercio y el intercambio entre personas. Ésta es precisamente la receta que ha permitido a Europa convertirse en el referente mundial de estabilidad, democracia y de una riqueza distribuida de manera justa entre personas y entre territorios.
A/I: ¿En esta nueva etapa del partenariado, en qué puntos habría que centrarse?
P.M.: Creo que es básico que trabajemos –todos, no sólo los gobiernos estatales– para que el proceso dé resultados concretos para la ciudadanía, sobre todo en el Sur. No basta con sentar las bases legislativas, y con iniciar grandes reformas y firmar acuerdos de asociación. Además, hay que garantizar proyectos a escala regional, de ciudad y hasta local: en los barrios, en las escuelas, en las empresas. Desde el gobierno de Cataluña destacamos la necesidad de alcanzar los Objetivos del Milenio en todo el mundo, pero es obvio que el primer paso consiste en conseguirlos en la cuenca mediterránea. Por concretarlo en una fecha, 2015 es el año en el que el mundo entero se propone haber alcanzado los Objetivos del Milenio; por tanto, la segunda década del partenariado euromediterráneo, la de 2005-15, tiene que ser la del partenariado de las personas, del desarrollo humano para todo el mundo.
La política catalana respecto al Mediterráneo
A/I: El Mediterráneo es una región importante en la acción exterior del gobierno catalán. ¿Cuál es el balance que hace después de sus viajes oficiales?
P.M.: En los primeros dos años de gobierno he visitado seis Estados mediterráneos fuera de la UE: Marruecos, Argelia, Turquía, Israel, Jordania y Palestina. La primera impresión de todos estos viajes es que Cataluña ya cuenta con un crédito y un prestigio, resultado del trabajo de gobiernos anteriores pero, sobre todo, de la inquietud de todos los estamentos de nuestra sociedad civil: sindicatos, empresas, asociaciones, universidades… Dicho esto, creo que los viajes han servido para alcanzar un cambio cualitativo en nuestra proyección mediterránea. En primer lugar, hemos puesto en marcha una estrategia global y equilibrada, un requisito esencial para hacer una acción exterior que contribuya, aunque sea modestamente, a la construcción de un proyecto común euromediterráneo, y no a una red fragmentaria de relaciones bilaterales excluyentes. Además, hemos cubierto algunos de los vacíos incomprensibles de nuestra política mediterránea, como eran Argelia, Turquía y Palestina; cabe decir que aún nos quedan asignaturas pendientes, como, por ejemplo, Egipto y Líbano. En segundo lugar, la elevación del nivel institucional de las visitas y el que en ellas hayan participado una gama de actores muy diferentes ha permitido conseguir resultados concretos importantes y, lo que es más significativo, que aún ahora se sigan generando nuevos proyectos.
A/I: Más allá de la economía, la sociedad civil tiene un papel sustancial en estas relaciones. ¿Cuál es la importancia que otorga a la cooperación catalana en el Mediterráneo?
P.M.: La cooperación catalana en el Mediterráneo por parte de las ONG tiene un balance desigual. Con Marruecos y con los refugiados saharauis hay una densidad enorme de proyectos de excelente calidad, que desempeñan un papel de primer orden y que merecen el reconocimiento de toda nuestra sociedad. Hay otros países, sobre todo Palestina y Argelia, donde hay buenos ejemplos, pero, desgraciadamente, son más escasos de lo que cabría esperar debido a la importancia de estos dos países para Cataluña. En otros lugares la cooperación catalana ha tenido menos presencia, y las organizaciones han preferido los países menos de sarrollados de África o bien de América Latina como destinos prioritarios de su acción. Por otra parte, la cooperación que el gobierno lleva a cabo directamente es muy variada, tanto en su destino geográfico como en sus temáticas. Estos proyectos están gestionados por la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo, pero también por el Instituto Catalán de la Energía, el departamento de Agricultura, Ganadería y Pesca, el COPCA, etcétera. La apuesta de nuestro gobierno para incrementar la cooperación al desarrollo y la ayuda humanitaria tiene una concreción muy clara en el Mediterráneo: de 2,2 millones de euros dedicados en 2003 se pasó a 3,6 en 2004 y a 5,2 en 2005.
A/I: La conferencia de regiones euromediterráneas que se organiza en Barcelona en noviembre puede significar un impulso en la implicación de las entidades subestatales en el Proceso de Barcelona. ¿Cuál es su visión del papel que pueden desempeñar las regiones en el marco del partenariado? ¿Cree que Cataluña puede adoptar un papel de mediación en las relaciones y la descentralización de las regiones del Sur? ¿Proyectos como el de la eurorregión pueden ayudar en este sentido?
P.M.: Las regiones pueden desempeñar, y desempeñan, un papel importante en el partenariado euromediterráneo: el ejemplo de Cataluña no es, ni mucho menos, único. Sin embargo, creo que en Europa las regiones tienen mucho que decir en algunas áreas clave en el partenariado. Por ejemplo, las políticas de cohesión territorial y los programas de desarrollo basados no tanto en las grandes conjeturas macroeconómicas como en las potencialidades y las necesidades reales de las personas en el territorio. Si, como he dicho, la próxima década del partenariado euromediterráneo ha de ser la de las personas, es indudable que los gobiernos que estén más próximos a ellas, los de las regiones y las ciudades, han de ganar protagonismo.
No es ningún secreto que los Estados de la orilla sur del Mediterráneo están relativamente centralizados en relación con Europa y otros países desarrollados (como Estados Unidos, Corea o Australia), o con otros en vías de desarrollo (como Argentina, India o China). No creo que Cataluña ni ninguna región europea deban tener un papel directo en la descentralización de estos Estados, pero opino que el ejemplo español, y también otros más recientes como el de Polonia, pueden llevar a reflexionar a los gobiernos y a la ciudadanía de los Estados del Sur, muchos de los cuales tienen serios problemas de cohesión territorial y de buen gobierno. Si algunos países se deciden por la vía de la descentralización, Cataluña y el resto de las regiones europeas estarán abiertas a cooperar, como lo hicieron con las regiones de Europa central y oriental. En primera fila se hallarán, estoy seguro de ello, la Euro-región Pirineos-Mediterráneo, y también otras con fuerte vocación internacional, como, por ejemplo Baden-Württemberg, Lombardía y Rhône-Alpes, que ya preparan una primera misión mediterránea sobre asuntos medioambientales en Marruecos para enero de 2006.
Marruecos y Argelia
A/I: El primer país que visitó como presidente fue Marruecos, una muestra del interés de la Generalitat por nuestros vecinos magrebíes. ¿Cómo definiría las relaciones con este país?
P.M.: Las relaciones con Marruecos son de una enorme riqueza e intensidad. Para nosotros es imprescindible establecer con este país una relación equilibrada, basada en un beneficio mutuo y en un crecimiento que, por causa del desequilibrio en los niveles de vida, por fuerza tiene que ser más acelerado en el lado marroquí. El fenómeno migratorio ha situado la dimensión humana en el centro de nuestra cooperación, y esto la hace, por un lado, más delicada y urgente, pero, por otro, le da un enfoque práctico, destinado a mejorar las condiciones para las personas. En cualquier caso, y en todo momento, dos características definen nuestra relación: primero, la estabilidad y continuidad en el tiempo, y segundo, la enorme cordialidad y el buen entendimiento entre personas e instituciones.
A/I: Cataluña es una de las comunidades autónomas españolas con una presencia más consolidada en Marruecos, avalada por más de 300 empresas catalanas allí instaladas. Además, durante su viaje, se firmó el acuerdo de creación de la Fundación Cataluña-Marruecos para impulsar las relaciones económicas. ¿Qué complementariedades en materia económica y empresarial se pueden establecer entre Cataluña y Marruecos?
P.M.: Marruecos y Cataluña han avanzado mucho en la creación de una relación complementaria en términos económicos. Muchas empresas catalanas han podido mantener su competitividad gracias a haber trasladado una parte de su producción allí, manteniendo partes importantes del proceso en Cataluña. Este modelo parece ahora en peligro por la competencia asiática; por ejemplo, en el sector textil. Creo que la respuesta no puede ser ni el miedo ni el cierre de mercados, sino que tenemos que prepararnos para dar un salto especialmente en tres ámbitos: la calidad del producto y la imagen de marca; la eficiencia del marketing y la distribución y la innovación. Es urgente hacer un esfuerzo conjunto para ascender en la escala de valor de nuestros productos. Por esta razón, la formación y la especialización en ámbitos punteros tiene que hacerse de manera coordinada. En materia económica y empresarial, además, la integración Sur-Sur entre Marruecos y sus vecinos magrebíes es crucial a fin de abrir un campo más vasto para proyectos conjuntos catalano-marroquíes.
A/I: Las relaciones con Marruecos son también prioritarias por el hecho de que buena parte de la inmigración en Cataluña proviene de este país. ¿Cómo ve la integración de este colectivo en la sociedad catalana?
P.M.: Cataluña no es sólo la comunidad autónoma con un mayor número de marroquíes, sino que, además, tenemos la suerte de contar con una parte de la colonia que ya ha vivido 10, 20 y hasta 30 años en Cataluña. No hay duda de que en la actualidad la llegada de marroquíes es un reto, sobre todo para los servicios sociales, que el gobierno se toma como prioritario. Cataluña, que viene siendo tierra de llegada de inmigrantes de otras comunidades desde hace un siglo, tiene la capacidad para integrar la riqueza cultural que traen nuestros nuevos ciudadanos a fin de que se conviertan en ciudadanos de Cataluña, y de que disfruten con plenitud de sus derechos. En cambio, preocupa la llegada de menores magrebíes no acompañados a Cataluña, por la situación de indefensión en la que se encuentran. Por suerte, el gobierno marroquí comparte con nosotros esta preocupación, y estamos trabajando juntos para encontrar una solución gradual a este problema.
A/I: Una cuestión a la que se ha otorgado importancia desde la Generalitat es la cooperación y el fomento del conocimiento mutuo. ¿Cómo se puede actuar desde Cataluña para darnos a conocer y promover el reconocimiento de la diversidad cultural?
P.M.: Cataluña tiene una tradición muy valiosa porque combina el respeto por nuestra cultura con la apertura al exterior. A esto hay que sumarle nuestra realidad bilingüe que, ahora, con la llegada de personas de muchos otros lugares, se ha transformado en multilingüe. ¡En nuestros pueblos y ciudades se hablan decenas de lenguas! Hasta hace poco se creía que el desconocimiento era lo que hacía que hubiera recelo entre las culturas, y que el simple contacto con culturas diferentes acabaría generando una armonía y comprensión generalizadas. Pero de hecho, los contactos humanos, las comunicaciones y el acceso a la información nunca habían sido tan intensos como ahora. Por otro lado, vemos cómo medios de alcance mundial, como la televisión e Internet, se han convertido en un escaparate y un espacio de preservación y difusión de la multiplicidad de culturas y opiniones. Esto demuestra que, en materia de promoción de la diversidad cultural, no podemos permanecer pasivos. Hay que convertir los retos en oportunidades, y no dejar en ningún momento de trabajar para la comprensión entre culturas. El Mediterráneo debe ser el espacio de encuentro, y no de conflicto, entre realidades culturales de una enorme diversidad.
A/I: En el caso de Argelia, que visitó en septiembre de 2004 en el primer viaje oficial del gobierno catalán a este país, ¿qué mecanismos existen, que vayan más allá del ámbito estrictamente económico, para fomentar un incremento de las relaciones con Cataluña?
P.M.: A pesar de que el ámbito económico es el que más se destaca cuando pensamos en Argelia, Cataluña ya tiene en marcha una cooperación importante en otros asuntos. Por ejemplo, Argelia es un país prioritario en el Plan Director de la Cooperación al Desarrollo de la Generalitat, y se financian proyectos en ámbitos como la salud reproductiva y la situación de la mujer y de los jóvenes. También funcionan los contactos en otras materias como, por ejemplo, los intercambios de juventud y la formación de funcionarios. Lo que falta, sobre todo, es una mayor visibilidad y una mayor conciencia de la proximidad de Argelia por parte de los catalanes, un reto que nos proponemos encauzar especialmente durante 2006.
A/I: La propuesta de la Alianza de Civilizaciones del presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, cuenta cada día con más apoyo. ¿Cuál cree que puede ser su materialización a corto y medio plazo y sus efectos en la actitud política internacional?
P.M.: La Alianza de Civilizaciones, como saben, no es sólo una propuesta de Zapatero, sino que las propias Naciones Unidas han mostrado su interés por ponerla en marcha. Desde septiembre, un grupo de alto nivel, con 18 personalidades de todo el mundo, trabaja a fin de proponer a la ONU las primeras actividades para 2006. No hay duda de que el proyecto toma impulso, con el reto de borrar los prejuicios y erradicar la intolerancia. No sé qué recomendaciones dará este grupo, pero lo que sí sé es que los mediterráneos, desde Turquía hasta Marruecos, y muchos Estados europeos han mostrado su entusiasmo por la iniciativa, y no tengo ninguna duda de que el Mediterráneo se convertirá en el primer laboratorio de la Alianza de Civilizaciones.
A/I: Uno de los asuntos de ámbito europeo en los que usted se ha mostrado muy activo es el de la perspectiva de la incorporación de Turquía a la UE. ¿Cómo ve la evolución de este debate en el ámbito europeo? ¿Cuál tiene que ser la posición de España y de Cataluña al respecto?
P.M.: El debate sobre la incorporación de Turquía a la UE está fuertemente condicionado por las situaciones políticas en algunos países miembros. Tanto en Estambul y Ankara como en todas partes he expresado mi opinión: la entrada de Turquía en la UE será positiva no sólo para este país, sino también para Cataluña, España, el conjunto de la UE y todos sus Estados miembros. Es importante que esta adhesión esté bien hecha, y me consta que los líderes políticos turcos son plenamente conscientes de ello. Pero lo que de ninguna manera ni es justo ni útil es ir cambiando las reglas del juego, o ir reabriendo la pregunta sobre si Turquía puede, o no, ser miembro por motivos de política interna.
A/I: Finalmente, otro de los asuntos que no se pueden obviar en un marco mediterráneo es el proceso de paz en Oriente Próximo. Después de la retirada de Gaza, ¿cree que desde Cataluña se puede hacer alguna contribución a la viabilidad de un Estado palestino y al proceso de paz?
P.M.: La retirada de Gaza es un gesto esperanzador y abre la puerta a una nueva etapa de negociaciones y, sobre todo, a una mejora de las condiciones de vida de sus habitantes. Pero mientras no se encuentre una solución negociada por las dos partes y apoyada por la comunidad internacional, la principal contribución que podemos hacer desde Cataluña es apoyar decididamente, como lo estamos haciendo, las iniciativas que, desde la sociedad civil, trabajan para crear puentes de acuerdo entre palestinos e israelíes. Teniendo en cuenta la dureza de las condiciones de vida de los palestinos, también destinamos recursos para asistir a las poblaciones más vulnerables, como, por ejemplo, los refugiados de 1948. Finalmente, y por descontado, trabajamos para mantener las mejores relaciones posibles con ambos pueblos, el palestino y el israelí, con los que queremos compartir un Mediterráneo en paz.