Coedición con Estudios de Política Exterior
Ideas políticas

El futuro de los presos políticos en Egipto

Marc Español
Periodista radicado en El Cairo y colaborador de El País
Mohamed Anuar el Sadat, presidente del Partido de la Reforma y el Desarrollo, en una foto de archivo. mohamed el raai/picture alliance via getty images

Mohamed Anuar el Sadat sonríe cuando afirma que en su familia tienen la política en los genes. Y aunque en su caso tardó en manifestarse, no le falta razón. Sobrino de quien, con su mismo nombre, fuera presidente de Egipto desde 1970 hasta su asesinato en 1981, Sadat empezó su carrera profesional en el mundo de los negocios hasta que en 2005 se adentró en la política. Aquel año entró en el Parlamento de la mano de su hermano, Talaat el Sadat, después de ganar un escaño, aún en tiempos del ex dictador Hosni Mubarak, en su circunscripción de Menufia, en el delta del Nilo. Y desde entonces no se ha bajado del tren –ni le han obligado a hacerlo. En las primeras elecciones tras la revolución de 2011 volvió a acceder a la Cámara Baja, y repitió en 2015 al frente de su Partido de la Reforma y el Desarrollo, dos años después del golpe de Estado del presidente Abdelfatah al Sisi.

En su último paso por el Parlamento, Sadat presidió el comité de Derechos Humanos de la Cámara. Pero ha sido sobre todo en el último año y medio cuando su figura ha ido cobrando mayor protagonismo por haberse consolidado como un activo mediador con la judicatura y los aparatos de seguridad del Estado para solicitar la liberación de presos políticos. En Egipto, se trata de un asunto de primera magnitud: organizaciones de derechos humanos calculan que hay decenas de miles de personas entre rejas. Tantas, que el país no puede entenderse sin adentrarse en sus cárceles. El caso que más eco generó fue su intervención para liberar a tres destacados miembros de una prestigiosa organización de derechos humanos egipcia, la Iniciativa Egipcia para los Derechos Personales (EIPR), que fueron arrestados a finales de 2020, poco después de haberse reunido con un grupo de diplomáticos occidentales. Desde entonces, Sadat ha logrado facilitar la puesta en libertad de cientos de egipcios que permanecían detenidos por motivos políticos. Y más allá de una cierta predisposición de las autoridades, el político considera que la clave de su éxito ha sido dar con las palabras, formas y canales para pedirlo, sin que las autoridades en cuestión se sientan presionadas.

En Sadat no hay que esperar una oposición frontal al régimen egipcio y llamadas a un cambio radical. Ni tan siquiera en lo que se refiere a los presos políticos. Y no porque no considere que hay muchas cosas que deben cambiar, sino porque apuesta por –y confía en– un cambio paulatino. Por esto da la bienvenida a que desde septiembre las autoridades hayan lanzado una estrategia para mejorar la situación de los derechos humanos, formado un Consejo Nacional de Derechos Humanos del que es miembro, reactivado un comité de indultos para presos políticos y llamado a entablar un diálogo político nacional.

Lo cierto es que a día de hoy no ha habido ningún cambio sustancial ni ninguna reforma tangible que permita aferrarse a la esperanza de que no se trata de una mera campaña de relaciones públicas para rebajar la presión, interna y externa, sobre el régimen. Pero Sadat, que también mantiene estrechas relaciones con diplomáticos europeos y estadounidenses, quiere ver una oportunidad. Tal y como la vio con la cuestión de presos políticos. Y para explicar los entresijos de estos procesos, recibe a afkar/ideas en su oficina de El Cairo.

¿Por qué empezó a involucrarse en la mediación con las autoridades egipcias para conseguir la liberación de presos políticos?

Me preocupa y me interesa lo relacionado con los derechos fundamentales. Y como político, me di cuenta de que se trata de un punto débil en Egipto sobre el que tenemos que hacer algo. Estuve haciendo un seguimiento de muchos casos, como el de la Iniciativa Egipcia para los Derechos Personales. Y decidí que debía implicarme de alguna manera e intentar ayudar y mediar para facilitar la vida de esos presos, y también para intentar encontrar el lenguaje adecuado para hablar con nuestras autoridades y aparatos de seguridad. Luego, al ser miembro y presidir el comité de política y derechos civiles en el Consejo Nacional de Derechos Humanos, se abrieron muchas oportunidades para cerrar esta brecha y crear confianza entre políticos, defensores de los derechos humanos y nuestras autoridades, ya sea en el sistema judicial o en la seguridad, lo que puedo ver hasta ahora como un éxito. Ahora tenemos un comité de indultos que trabaja específicamente en los indultos presidenciales y en la liberación de algunos presos. Las cosas se están moviendo, están mejorando.

Poco después de empezar a mediar con las autoridades a título más individual, impulsó la creación del Grupo de Diálogo Internacional, en cuya gestación el embajador de España en Egipto, Ramón Gil-Casares, tuvo un papel destacado.

El Grupo de Diálogo Internacional nació como grupo de parlamentarios, políticos y representantes de la sociedad civil que habíamos estado viajando para intentar conocer la opinión sobre Egipto de nuestros socios en Europa y Estados Unidos, y lo que deberíamos hacer para facilitar la vida en el país. Cuando viajamos y volvimos con ideas, hablamos con nuestras autoridades, con miembros del Parlamento, de ministerios, la judicatura y los aparatos de seguridad, para hacerles entender que la gente quiere ayudarnos y apoyarnos como país, pero que tienen reservas sobre lo que está pasando en lo que respecta a las violaciones de los derechos humanos. La Embajada y el embajador de España fueron los primeros en recibir a este grupo, organizando almuerzos y cenas para hablar e intercambiar opiniones. Fue realmente útil: aquí fue donde empezó todo.

¿Cuántos presos políticos ha visto volver a poner los pies en la calle desde que empezó a involucrarse en este asunto?

Cientos y cientos. El caso es que de esos, solo unos pocos son famosos. La gente no conoce mucho a los otros, que son principalmente jóvenes que han sido detenidos por protestar en diferentes partes de Egipto. Pero ha habido cientos, y espero que haya cientos más en las próximas semanas. Veo que, de alguna manera, hay una ventana de oportunidad. Hay una voluntad política de abrir este espacio político para intentar dar un mensaje al exterior de que Egipto está comprometido con sus obligaciones internas e internacionales.

¿Qué criterio ha seguido para decidir los nombres que incluye en las listas a fin de que se considere su liberación, y cómo se lleva a cabo la gestión con las autoridades judiciales y los aparatos de seguridad?

Primero recibimos quejas y mensajes de familias con algún miembro detenido o en prisión. Lo evaluamos para entender exactamente el caso, ya que no nos ocupamos de los casos penales, sino de los relacionados con lo político. Y en cuanto lo entendemos, preparamos un memorando. Si se trata de alguien que está en prisión preventiva, es decir, que no ha sido condenado, entonces enviamos el dossier a la oficina de la Fiscalía, que tiene un departamento adjunto al fiscal general para asuntos de derechos humanos. Lo enviamos para discutirlo con ellos. Luego también enviamos una copia al ministerio del Interior para que evalúe el caso, ver si es sólido o no, si estos presos se está comportando bien. Entonces, son  ellos lo que toman la decisión de liberarlos. Si está en juicio, se dirigen a los jueces; y si ya está condenado, entonces es otra vía porque requiere un indulto presidencial. Esto es lo que está haciendo ahora el Comité de Indulto Presidencial [reactivado el pasado abril].

¿Cuándo se dio cuenta de que las autoridades empezaban a estar dispuestas a abrir la carpeta de los presos políticos y a discutir la puesta en libertad de algunos de ellos?

Hace un año y medio o dos. El cambio se produjo porque los aparatos de seguridad y el sistema judicial empezaron a estar de alguna manera más relajados y estables. El país ya no se enfrentaba a atentados terroristas, volvía a ser fuerte, y creo que empezaron a pensar que era el momento de abrirse y dar más oportunidades a todo el mundo de disfrutar de sus derechos. Creo que el gobierno estuvo ocupado en los últimos ocho o nueve años tratando de lograr un desarrollo económico y social. Se enfrentaban a un gran desafío y le prestaron más atención, mientras que, en materia de seguridad, fueron contundentes, ya que se enfrentaron a mucha violencia y amenazas. El cambio lo noté porque empezaron a escuchar. Antes nadie lo hacía, decían que la seguridad era lo primero. Pero, desde hace un año y medio o dos, están dispuestos a escuchar y a debatir. Esa fue para mí la señal.

Usted siempre afirma que este giro de las autoridades fue más bien el resultado de un cambio en su percepción de la situación interna de Egipto, sobre todo en términos de seguridad, que no fruto de la presión ejercida por la comunidad internacional.

Creo que todo viene de dentro. Por supuesto, la presión o los mensajes de nuestros socios y amigos en Estados Unidos y Europa, a través del Parlamento Europeo, el Congreso de Estados Unidos, figuras políticas, las organizaciones de derechos humanos como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, también les da la señal de basta. Les hace sentirse responsables y pensar que deben hacer algo al respecto. Pero es principalmente interno.

Hasta ahora, todos los presos políticos que han sido liberados provienen de sectores liberales o sin una ideología clara. Mientras, los presos políticos islamistas, y en particular aquellos en la órbita de los Hermanos Musulmanes, siguen entre rejas.

Creo que está en camino, pero no en esta etapa. Se considera, pero no todavía. Aunque si por mí fuera, ¿por qué no? Mientras sean buenos ciudadanos, mientras respeten el Estado de derecho y la Constitución y no estén implicados en ningún tipo de violencia, deberíamos darles la oportunidad de vivir entre nosotros, ser buenos ciudadanos y practicar sus derechos.

Quizás tome un tiempo, pero va a llegar.

Todas estas liberaciones están produciéndose después de que en septiembre Al Sisi anunciara el lanzamiento de una estrategia nacional de derechos humanos que de momento no se ha traducido en ningún cambio sustancial. ¿Qué credibilidad le da?

La estrategia lleva seis o siete meses en marcha, y a la gente le gustaría ver algunos resultados. No solo la liberación de algunos presos o detenidos, sino ver nuevas leyes, les gustaría ver un mayor espacio para los medios de comunicación y los sitios web que están bloqueados, les gustaría ver a los partidos políticos más activos. Creo que está llegando. En el Consejo Nacional de Derechos Humanos estamos haciendo un seguimiento para ver si hay un progreso. Todo el mundo presiona y lo sabemos, y estamos haciendo todo lo posible.

La mayoría de los grupos de derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil independientes piden a las autoridades reformas mucho más rápidas y radicales para demostrar que tienen la voluntad de cambiar las cosas. ¿Qué le diría usted a quienes no confían en su apuesta por un cambio de la situación más paulatino?

Mi consejo es que hagan lo que crean que tienen que hacer, porque aprecio lo que están haciendo. Pero también tienen que entender que el cambio no se producirá en un día; lleva tiempo. La historia de nuestro régimen ha sido un poco conservadora y cautelosa en materia de seguridad. El cambio y las reformas llegarán, hay que seguir insistiendo, observando, diciendo lo que hay que decir. Yo he conseguido decir todo lo que quería de manera que la otra parte, ya sea la Fiscalía o Interior, pueda aceptarlo. Las formas y el lenguaje son importantes.

Usted también está en continuo contacto con diplomáticos occidentales en Egipto y funcionarios en Europa y Estados Unidos. ¿Cómo están siguiendo este proceso?

Creo que lo entienden. Veo que todos están comprometidos. Los europeos incluso más que los estadounidenses, porque se preocupan por la estabilidad y la seguridad de Egipto, y quieren ayudar. Personalmente, aprecio mucho lo que nuestros socios europeos intentan hacer. Lo veo como una relación saludable.

Al Sisi también llamó en abril a entablar un diálogo político nacional. No ofreció casi ningún detalle sobre en qué se traduciría, pero parece evidente que ni los sectores islamistas ni los liberales y de izquierdas más críticos están invitados. También usted se ha mostrado escéptico sobre la voluntad de las autoridades de abrir un diálogo.

Todos agradecemos el diálogo, lo estábamos esperando. Pero nos gustaría que ocurriera de forma más profesional. Si se tratara de reformas económicas, sociales o culturales, puedes traer a profesionales y expertos. Pero cuando se trata de un diálogo político, hay que traer a políticos. Lo que ocurre ahora es que la invitación se ha extendido a muchos, y esto es algo sobre lo que tengo reservas porque no es una fiesta. Si va por el buen camino, le daremos la bienvenida.

Y si vemos que son solo palabras, bajaremos del tren.

¿Cree que existe la voluntad por parte de las autoridades de recuperar el apoyo político que tuvo Al Sisi cuando tomó el poder en 2013 para no tener que hacer frente en solitario a la delicada situación política y económica actual?

No creo que sea el caso. En 2013 no se trató de un bloque de políticos y partidos, era el pueblo, la mayoría de los egipcios, que no son ni políticos ni miembros de partidos políticos. Fue una petición del pueblo. Y creo que en el fondo no importa la razón: si es la crisis económica, si es la presión del exterior, si es la COP27 [la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se celebrará en Egipto a finales de año]. No quiero pensar en ello. Las autoridades hacen un llamamiento al diálogo, así que nos gustaría ver uno de verdad, genuino, que pueda producir buenos resultados en las políticas económicas y sociales y también en las reformas políticas. Da igual si lo que tienen pensado es reunir a los de 2013 o incluso a los de 2011. Olvidemos esto, que es el pasado. Lo más importante es el presente. Tenemos esta convocatoria y esta iniciativa, y tratemos de aprovecharla junto a su impulso. Es demasiado pronto para saber si funcionará. Todos estamos pendientes, siguiéndola de cerca, y ya veremos qué ocurre./

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