El estado de la sociedad civil mediterránea: preparar el terreno para un destino común

Gianluca Solera

Escritor y director del Departamento de Italia/Europa/Mediterráneo y Ciudadanía Global de Cooperazione per lo Sviluppo dei Paesi Emergenti (COSPE)

El Mediterráneo no solo es una región con gran diversidad de comunidades vitales, ecológicas y culturales, sino también un espacio donde los individuos se organizan de distintos modos para abordar conflictos sociales y políticos y crear núcleos de resiliencia frente a unos sistemas políticos frágiles o represores, con el fin de restablecer el equilibrio y proporcionar unas mejores condiciones de vida a sus comunidades. Sin embargo, el espacio de la sociedad civil mediterránea suele percibirse como una serie de partes separadas enfocadas a los electores nacionales, cuyas tareas van desde la gestión de la seguridad en Egipto por parte de las asociaciones hasta la forma de ejercer una mayor influencia en las autoridades francesas, por poner algunos ejemplos. Para contrarrestar este punto de vista, decidimos emprender una investigación sobre la sociedad civil trabajando más allá de las fronteras del Mediterráneo.


¿Existe una «sociedad civil regional» a las orillas de este mar?

¿Existe una «sociedad civil regional» a las orillas de este mar? ¿El conjunto de entidades comparte un enfoque común sobre el futuro de la región? ¿Qué clase de conflictos suelen abordar principalmente? ¿Son sostenibles en cuanto a los recursos y la gobernanza? Esas son algunas de las cuestiones que el Med Dialogue for Rights and Equality —un programa financiado por la Unión Europea con el objetivo general de reforzar el papel de las organizaciones de la sociedad civil (OSC) activas en el ámbito regional en el espacio euromediterráneo y los países vecinos del sur— se preguntó al inicio de su andadura. Esas cuestiones surgieron a partir de la observación del hecho de que los conflictos y retos vinculados con los derechos humanos en la región solo podrían hallar soluciones efectivas a través de la cooperación transnacional. Ello requería una investigación, no solo para diseñar mejor el programa de actividades, sino para ofrecer un «retrato» bien fundado de la sociedad civil mediterránea que va más allá de las fronteras. Solo así se podría alentar a los actores implicados a derribar barreras mediante su trabajo, buscar formas de entendimiento común en los diversos conflictos, defender la idea de que necesitamos un acceso más igualitario a los derechos, sin justificaciones nacionales o culturales que busquen excepciones, y alimentar la visión de un futuro compartido. Estábamos convencidos de que la obtención de datos y la identificación de tendencias lograrían reforzar a la sociedad civil y proporcionar contribuciones que entendieran mejor sus necesidades. También podría legitimar —si se me permite usar este término— el papel de la sociedad civil en cuanto que constructora de desarrollo sostenible, cohesión regional y resiliencia social, así como una cultura de los derechos. Todo ello en paralelo a un proceso de influencia en los responsables políticos del espacio euromediterráneo y los países vecinos del sur.

Demasiadas voces se encargan de repetir que el Mediterráneo no existe como comunidad o espacio sociopolítico. Muchos lo consideran un mero accidente geográfico y, por tanto, creen que solo los estados deben lidiar con sus problemas domésticos y rechazan la noción de que ambas orillas comparten un destino común. Nuestra intención era cuestionar esa clase de argumentos, porque los argumentos per se pueden cambiar gracias a la «ciudadanía de hecho», la «ciudadanía en acción» o las prácticas capaces de transformar comunidades y abrir modos de intercambio y apoyo mutuo. Podríamos decir que, de algún modo, nuestro propósito era desafiar la definición de ciudadanía como algo exclusivamente reservado a las naciones estado y buscar ciudadanías activas y heterodoxas compartidas en el espacio mediterráneo transnacional, basadas en valores humanos nobles y heredados de las tradiciones mediterráneas orientales y occidentales. Una noción de ciudadanía cuyo objetivo sería recrear un espacio común que pudiera imaginarse, organizarse, practicarse y vivirse como único. Así como los pueblos y sus entidades sociales han contribuido a construir una «identidad europea» entre los ciudadanos de la Unión Europea a través de un trabajo que va más allá de las fronteras, nosotros queríamos saber si existe un potencial similar en el espacio mediterráneo, que muchos reconocemos como fuente de una «identidad colectiva» construida a través de diversos intercambios históricos, procesos de contaminación cultural, estilos de vida compartidos y dominaciones regionales alternas.

La encuesta investigadora: resumen

La encuesta investigadora, dirigida por un grupo de expertos entre diciembre de 2019 y mayo de 2020, proporciona una fuente de información única en torno a las redes de la sociedad civil, las plataformas y otras entidades con presencia transnacional o un enfoque operativo centrado en el espacio mediterráneo.

En un principio, 3.200 entidades de la región fueron seleccionadas de entre todas las «formas de agrupación o asociación sin ánimo de lucro (formales o informales) creadas por ciudadanos para apoyar una causa y/o abordar un problema, todas ellas caracterizadas por su autonomía, la adhesión voluntaria y libre de los miembros, su independencia y un ámbito de acción externo a las instituciones políticas» (Carlini y Heggi, 2020). Mediante un proceso de selección basado en una serie de criterios —que incluían el alcance geográfico, el sector de intervención, la capacidad de funcionar a nivel regional o transnacional, o la relevancia de su trabajo para comprender las complejas dinámicas del Mediterráneo—, finalmente, la lista de redes mediterráneas quedó compuesta por unas 150 entidades. A continuación, se les envió un cuestionario para obtener un mínimo de dos tercios de las respuestas. A partir de esa información, un grupo de investigadores y activistas con experiencia redactaron una evaluación del estado de la sociedad civil en la región, que puede consultarse en la publicación Bridging the Sea. 1

Los rasgos más relevantes de las redes y la causa por la democracia La encuesta reveló que en torno al 63% de estas entidades cuentan con menos de quince años de existencia, lo cual demuestra que lidiamos con una sociedad civil muy joven, por medio de la cual el ámbito transnacional es un enfoque moderno en la acción civil. Podemos decir, asimismo, que los disturbios sociales de 2011 podrían haber tenido un mayor impacto en cuanto a la acción transfronteriza se refiere. El 60% de los encuestados declaró tener experiencia en el ámbito transnacional. Si atendemos al contexto operacional en que trabajan estas entidades, aunque muchas de ellas dependen, fundamentalmente, de los programas de ayuda de la UE u otra clase de fondos públicos (56% y 60%, respectivamente), se ve claramente una tendencia muy interesante que apunta a la diversificación de fondos (el 21% declara recibir ayudas incluso del sector privado, y el 6%, de las cuotas de sus miembros). Todo ello viene determinado por diversos factores, entre los cuales cabe señalar la necesidad de una mayor autonomía y una menor dependencia de los fondos públicos. Además, muchas redes operan en un contexto en el que la presión de actores externos es muy importante, y el principal agente que intenta influir o controlar estas redes está representado, en primer lugar, por los gobiernos (eso afirma el 60%), seguidos por los partidos políticos (23%) y las instituciones religiosas (19,5%).

Otro rasgo importante de estos actores transnacionales reside en la importancia que otorgan a la lucha por la democratización, y, en este sentido, los ámbitos de trabajo más importantes son, por un lado, la consolidación del espacio democrático y los derechos de la ciudadanía y, por otro, la influencia en las instituciones para servir mejor a los ciudadanos (63% y 54%, respectivamente). El reto de combatir las desigualdades socioeconómicas ocupa el tercer lugar de la lista (53%). La evaluación de los expertos sobre esta cuestión central de la lucha por la democracia señala que no habrá progreso alguno a la hora de abordar los múltiples desafíos transfronterizos sin que los diversos regímenes políticos asuman sus responsabilidades y pueda crearse, así, un espacio seguro para la expresión democrática. También el problema de la crisis ecológica responde a este mismo escenario. Las organizaciones de la sociedad civil priorizan la consolidación de espacios democráticos, la influencia institucional y la lucha contra las desigualdades socioeconómicas, porque el relato del fracaso medioambiental es el relato del fracaso del Estado en general (Schwartzstein, 2021).

La causa democrática requiere unos mejores mecanismos de gobernanza para estas redes, cuyos cuerpos directivos muy a menudo están alejados de las comunidades locales y, a veces, pretenden hablar «en nombre de la sociedad civil» sin emprender ningún proceso de transparencia y responsabilidad ante los ciudadanos primero. Ello ha creado, en algunos casos, una especie de élite euromediterránea que evoluciona con el desarrollo sobre el terreno. El riesgo en el que incurren estas organizaciones es el de no poder contrarrestar la narrativa que deslegitima a la sociedad civil, tanto en lo que se refiere a su papel como a sus fondos. Es cierto que crear redes transnacionales ayuda a las organizaciones de la sociedad civil a lidiar mejor con estas narrativas deslegitimadoras, pero aún persiste la desconexión entre las medidas adoptadas de democracia interna y la gobernanza, por un lado, y la misión de consolidación democrática, por otro, lo cual supone una mayor responsabilidad y representación de los electores (Shahin, 2021).

Una vision de futuro común El mensaje más alentador que hemos recibido en la investigación de la encuesta está relacionado con la visión de futuro: más del 80% de las redes con las que hemos trabajado creen que los países euromediterráneos y los de la orilla sur comparten valores comunes que pueden servir como base de una cooperación efectiva. Sin embargo, su compromiso con la región en cuanto que destino común va más allá: los participantes del sondeo han respondido que están muy de acuerdo (57%) y de acuerdo (29%) con la idea de crear un nuevo espacio institucional mediterráneo. Asimismo, otros datos de la encuesta confirman que estas organizaciones también comulgan con la idea de trabajar juntas para promover un espacio integrado con políticas comunes (94%). Semejante declaración, muy rotunda tanto a nivel político como civil, es la mejor legitimación de su misión transnacional y transcultural, así como el mayor argumento para confrontar a esas visiones escépticas, cínicas o fundadas en el odio que retratan «las tierras más allá del mar» como lugares completamente alejados del destino de Europa, y como una región de turbulencias y amenazas para la estabilidad y el bienestar europeos.

Conclusiones

A modo de conclusión, cabe señalar tres puntos principales a la hora de abordar la sociedad civil mediterránea:

 • Pese a la represión, los recursos irregulares, el desencanto de los electores locales y los muros que se han alzado entre las naciones y en el seno de las mismas, las organizaciones de la sociedad civil mediterráneas aún tienen fuerza y están comprometidas en varias funciones vitales, desde la provisión de servicios hasta la defensa, y desde la investigación hasta la movilización (Mansour, 2021);

• La mayoría de las asociaciones observadas trabajan y luchan en el ámbito internacional, aunque el trabajo transnacional a lo largo de todo el Mediterráneo, con un trabajo de coordinación efectivo entre países y entre ambas orillas, aún es algo bastante insólito. Influir en las políticas europeas o estadounidenses tiene un efecto boomerang a ojos de estas organizaciones, pues presiona a las capitales árabes en cuestiones como los derechos humanos o los problemas de justicia económica; y

• Los patrocinadores internacionales no solo deberían preocuparse por el apoyo financiero del que dependen estas redes de asociaciones, sino que, además, deberían ser más efectivos a nivel político e interferir de manera más activa para defender el espacio cívico en el que operan esas redes y combatir, así, la deslegitimación y el aislamiento (Camberlin, 2021). Aunque la investigación que hemos llevado a cabo no pretende ofrecer respuestas definitivas a preguntas como qué es y en qué puede convertirse la sociedad civil mediterránea, sí que se esfuerza por brindar un espacio de reflexión y generar acciones en nombre de todos aquellos que desean una sociedad civil más fuerte y cohesionada en la región, que trabaje para establecer una cultura compartida basada en los derechos y la igualdad, la cual es una condición necesaria para un futuro de paz, estabilidad, respeto y cohesión.

Notas

1.- https://meddialogue.eu/wp-content/uploads/2021/02/Publication-Bridging-the-sea.pdf

Bibliografía

Camberlin, M., «Sustainability of Regional Networks in the Euro-Med Space: Challenges and Opportunities», en Bridging the Sea: A Review of Mediterranean Civil Society, febrero de 2021.
Carlini, P. e I. Heggi, Mapping of Civil Society Networks, Platforms and other Entities in the Southern Mediterranean and the Euro-Med Space, Particip GmbH, 16 de julio de 2020.
Mansour, K., «Engaging Beyond Borders: Challenges and Opportunities», en Bridging the Sea: A Review of Mediterranean Civil Society, febrero de 2021.
Schwartzstein, P., «Environmental Activism along a Warming Mediterranean: Forging Regional Engagement at a Time of Climate Crises», en Bridging the Sea: A Review of Mediterranean Civil
Society, febrero de 2021.
Shawky Shahin, Y., «Civil Society’s Governance in the Mediterranean: A Strenuous Path Filled with Opportunities», en Bridging the Sea: A Review of Mediterranean Civil Society, febrero de 2021.