El camino a seguir es un conjunto euromediterráneo, latino-islámico-mediterráneo

Según el profesor Chérif, aunque el núcleo económico y tecnológico se haya desplazado hacia el Pacífico, el Mediterráneo sigue siendo el lugar donde se juega el futuro del mundo.

ENTREVISTA con Mustapha Chérif por Youssef Zerarka

Mustapha Chérif, alumno de Jacques Berque y profesor de universidad, ha publicado recientemente L’Islam, tolérant ou intolérant ? (Odile Jacob, París), un ensayo cuyo contenido e interrogantes coinciden de lleno con la actualidad mundial: percepciones del Islam, diálogo entre religiones, el Mediterráneo y los peligros del mundo. Todos ellos asuntos que el autor –ex ministro argelino de Enseñanza Superior y ex embajador en el Cairo– desarrolla en esta entrevista.

AFKAR/IDEAS: En su libro, hace un ejercicio de autocrítica en un intento de superar las insuficiencias de las sociedades árabo-musulmanas. En su opinión, ¿a qué se deben los retrasos, en toda una serie de aspectos, de los países de la ribera sur del Mediterráneo?

MUSTAPHA CHÉRIF: Las causas son externas e internas. Los hay que piensan que, sean cuáles sean las condiciones, nuestras raíces y nuestras tradiciones son la causa de la alienación, de la cerrazón y del aislamiento. Por otra parte los hay que quieren achacar la responsabilidad únicamente al imperialismo y al resto del mundo moderno. Dos enfoques subjetivos, que generan falsos dilemas y callejones sin salida mortales. Nuestros retrasos son preocupantes, pero nuestra situación no es desesperada. Baso mi argumento en el hecho de que el rejuvenecimiento de nuestras prácticas, valores y referencias sigue siendo posible, para ajustarnos a los tiempos que corren. Las causas de nuestro retraso son antiguas y nuevas al mismo tiempo.

A/I: ¿Cuáles son?

M.C.: Las antiguas se deben a tres rupturas negativas: la de la cerrazón de la itjhad; la de la tergiversación criminal entre djihad pequeña (legítima defensa) y djihad grande (control de uno mismo), muy deformada; y la de la dicotomía ilusoria entre el mundo islámico y los demás. Las razones nuevas, siempre en el plano interno, son la falta de democracia, es decir, el monopolio de poder, la debilidad del pensamiento vivo moderado –el Islam de siempre– y, por último, las tendencias de sectas extremistas y rigoristas, financieramente ricas e intelectualmente pobres. Resultado: para la opinión pública mundial, somos actualmente los últimos subdesarrollados del planeta.

Pero los pueblos del Islam, no sólo siguen estando, con razón, orgullosos de sus raíces, sino que además no se dejan engañar. Saben, aunque no lo tengan del todo claro, que es una cuestión ante todo política. Lo que queda ahora es ayudar a cambiar esta situación desde dentro, reflexionando y con determinación. Porque hoy en día están sometidos, pasivos e inquietos. Comprender de verdad los problemas es el principio de la solución. La responsabilidad de los intelectuales es contribuir a su aclaración y a la toma de conciencia.

A/I:Muchas de sus conferencias consisten en alegatos a favor del diálogo euromediterráneo. Un diálogo que, se dice por todas partes, está teniendo problemas para arrancar.

M.C.: Los países europeos están en posición de superioridad en el aspecto científico, económico y militar. Por lo tanto cometen el error fatal de querer imponer su visión y sus intereses sin intentar escuchar a la otra parte. Es una forma de arrogancia y de egoísmo que genera resentimiento en los pueblos del Sur. El mundo de la ribera sur, por su parte, se ve debilitado por la ausencia de legitimidad política. Se ve manchado por la debilidad de las prácticas democráticas de sus sistemas y regímenes. Es un mundo debilitado por la falta de reformas reales y también por la escasa cohesión entre los distintos países, a pesar de su patrimonio común. Los asuntos políticos de mayor calibre, como la cuestión palestina y las pocas perspectivas de futuro, en el marco de la globalización que funciona en contra de las asociaciones regionales, acaban por ensombrecer la trágica situación. Sin embargo, el camino a seguir es un conjunto euromediterráneo, o sea latino-islámico-mediterráneo. Y ahora más que nunca.

A/I: Al escucharle uno podría pensar que el Mediterráneo sigue siendo una zona o un espacio determinante para el futuro del mundo. Sin embargo, prácticamente la totalidad de los politólogos afirman que el centro de gravedad no está ahí.

M.C.: Es cierto que el centro de gravedad económico y tecnológico que lidera el mundo se ha desplazado al Pacífico, Estados Unidos, después Japón y mañana China. Pero el mundo de los valores y de las ideas morales en los que se basa la humanidad y que la atraviesan, a pesar de todos los cuestionamientos reales, sigue siendo el del monoteísmo. Es el mundo abrahámico, el mundo en el que está en juego la relación entre unidad y pluralidad, el mundo en el que entrechoca, en el que se
hace y se deshace la representación del sentido de la vida. El Mediterráneo sigue siendo el lugar donde está en juego el futuro del mundo, porque es el lugar donde se juntan versiones a la vez parecidas y diferentes de lo humano. Versiones que se niegan a ceder, especialmente el Islam, religión que se enfrenta a la vez a las tendencias de la modernidad y a las de algunos que usurpan su nombre.

A/I: En ese sentido, ¿cómo se debería abordar la cuestión de la Alianza de Civilizaciones? Esta iniciativa, apoyada por un gran número de intelectuales, incluido usted, ¿tiene posibilidades de llegar a algo?

M.C.: La Alianza de Civilizaciones tiene posibilidades de salir adelante si se basa en la moderación, en el punto medio, el auténtico, y no en los extremos que pretende reconciliar: el modernismo de la despersonalización y la tradición cerrada. Dos versiones edulcoradas. Además, está claro que algunos
en Europa están intentando una vez más anular el problema, imponer su punto de vista, en función de su visión historicista y racionalista, incluso positivista y partidaria de la ciencia. No sirve para
nada. La práctica del “progreso” según Occidente está en un callejón sin salida, y la visión y las prácticas del mundo según las ideologías islamistas no tienen futuro.

La verdadera alianza consiste en superar las dos visiones y buscar un nuevo referente universal sin confusiones ni sincretismo. La democracia, especialmente en las relaciones internacionales, es lo que realmente está en juego. Por lo tanto, tenemos que hacer todo lo posible por favorecer el diálogo, en todos los casos, en relación con todas las demás posturas, como la de la indiferencia o la del choque, que son perjudiciales. A/I: ¿Por qué es el Islam un elemento clave de la cuestión euromediterránea?

M.C.: Representa la gran figura de la resistencia, de la disidencia. Es como el último ejemplar de una especie rara, que se preocupa por la fidelidad a un sentido plenario y espiritual de la vida. Una especie de último obstáculo frente a la deshumanización, la última oportunidad para que la humanidad no pierda el Norte definitivamente.

Por eso se pretende aislarlo del mundo, caricaturizarlo, calumniarlo, neutralizarlo desde dentro. Osama Bin Laden es ante todo una creación de la CIA. Desgraciadamente, la resistencia a las tendencias de la modernidad y a las injusticias a veces toma un cariz equivocado, a veces de la peor manera, suicida, irracional y ciega. Esto perjudica mucho a lo que creemos defender. En este escenario de fin del mundo que puede transformarse en fin del ser humano civilizado, la instrumentalización de la religión y de los musulmanes es un drama. Todos los poderosos que, por razones comerciales y políticas, explotan el mundo y sus actuales y preocupantes tendencias, están creando una distracción al instrumentalizar el extremismo político-religioso. Por esta razón, el Islam se ha visto asociado, muy a su pesar e injustamente, a los desafíos y desórdenes de nuestra época.

A/I: El Islam, dice usted en su libro, es un desconocido. ¿En qué sentido? ¿Quién es el responsable de esta ilegibilidad?

M.C.: En el mundo musulmán, el analfabetismo afecta al 40% de la población. El desconocimiento en profundidad del Islam, como el desconocimiento del saber en general, es el drama de nuestras sociedades. Los que detentan el saber tradicional o moderno se dedican con demasiada frecuencia a hacer apología de él o a denigrarlo. El nivel cultural y científico es bajo. Es más, por una parte, los llamados intelectuales “progresistas” han dejado de lado el estudio del Islam, que deforman. Por otra parte, los ulemas lo han encerrado y esclerosado. Doble traición de los clérigos. Debido a esto, es raro que se dé un conocimiento objetivo y constructivo.

Además, el Islam se desconoce en el extranjero, porque desde siempre un prejuicio deshonesto e ignaro se niega a comprenderlo. Se considera una herejía, o en el mejor de los casos una ideología que imita la tradición judeocristiana, un eterno Sarraceno refractario al progreso según Occidente. Es verdad que un cierto orientalismo ha intentado estudiarlo, pero son pocos los que lo han comprendido y han captado su verdadero sentido. Sin embargo, es necesario saber que el Islam de siempre está por encima de toda manipulación, ignorancia y traición. Sigue estando vivo y pacífico en el corazón de millones de seres humanos.

A/I: ¿Cómo corregir los prejuicios de unos y de otros? ¿Cómo cerrar el abismo que existe entre las dos orillas, en cuanto al conocimiento y a la percepción del otro?

M.C.: Para corregir los prejuicios y luchar contra la ignorancia, para ser escuchados, leídos y comprendidos, nos falta ser creíbles. Debemos ser objetivos en la presentación y en el análisis de nuestra religión y de nuestros valores. Debemos dar ejemplo con nuestras acciones. En resumen, ser creativos. Conocernos el uno al otro, hablar con serenidad, claridad y respeto, escuchar, en aras de favorecer el intercambio y la coexistencia.

En cuanto a la cuestión de fondo, tenemos que aprender a conocer lo que está en juego, las dificultades del saber universal y las vías y los medios con los que crear nuevas interpretaciones y nuevos conceptos, en función de la evolución. Es responsabilidad de las escuelas, de la universidad y de todos aquellos que pretenden favorecer la elevación de la condición humana. Por lo tanto hay que dar prioridad al saber y al diálogo para unir lo permanente y lo evolutivo, lo específico y lo universal. No existe otra alternativa en ningún sitio. Ni repliegue sobre nosotros mismos, ni disolución en otro; es lo que intento demostrar en mi libro. Hay que ser muy exigente con uno mismo, igual que con los demás.