Las casi 280 obras de Ramon Llull han despertado, a lo largo de los siglos, el interés de muchos pensadores de renombre –como el cardenal Nicolás de Cusa y Giordano Bruno, o René Descartes e Isaac Newton–, que las han interpretado de muy distintas maneras: desde la filosofía hasta la teología e incluso desde la alquimia. Lo que atraía –y aún atrae– a pensadores tan diversos es el Arte, un sistema filosófico y teológico ideado por Llull que se basa en los elementos comunes a las tres religiones abrahámicas. Llull sometía esos elementos –como por ejemplo los atributos de Dios– a un análisis racional con el fin de demostrar la verdad del cristianismo. Al mismo tiempo, estaba convencido de que, si su sistema era capaz de resolver las preguntas más elevadas respecto a Dios y sus misterios, también serviría para descifrar los secretos del mundo; por esa razón, Llull no dudó en aplicar su Arte a todos los ámbitos del conocimiento humano y con el tiempo convirtió su método en una ciencia universal.
Desde un punto de vista formal, el pensamiento de Ramon Llull se puede describir como un proceso de análisis y reconstrucción o combinación. Por un lado, Llull descompone las tradiciones religiosas y culturales del Mediterráneo en sus elementos más primitivos, que todas ellas comparten y que el pensador mallorquín agrupa en series: los nombres divinos, las virtudes, los vicios, etc. Por otro lado, representa los conceptos primitivos de cada una de esas series mediante letras (de la B a la K para cada serie) a fin de poder recombinar fácilmente esas letras, que designan los elementos fundamentales de la realidad, hasta que, a través del estudio de esas combinaciones binarias (BC, etc.) y ternarias (BCD, etc.), se alcance una visión del mundo lo más coherente y rica posible.
La evolución del Ars lulliana en estas diferentes fases es compleja; solo puedo ofrecer aquí una primera aproximación a las estructuras fundamentales de su método: el alfabeto y las célebres figuras mecánicas, tal y como las describe Llull en una de sus obras de madurez, el Ars brevis, o el Arte breve, de 1308. [1] Empecemos, pues, por el alfabeto, que puede representarse como sigue:
l | Princip. abs. | Princip. rel. | Preguntas | Sujetos | Virtudes | Vicios |
B | Bonitas | Differentia | Utrum? | Deus | Iustitia | Avaritia |
C | Magnitudo | Concordantia | Quid? | Angelus | Prudentia | Gula |
D | Aeternitas | Contrarietas | De quo? | Caelum | Fortitudo | Luxuria |
E | Potestas | Principium | Quare? | Homo | Temperantia | Superbia |
F | Sapientia | Medium | Quantum? | Imaginativa | Fides | Accidia |
G | Voluntas | Finis | Quale? | Sensitiva | Spes | Invidia |
H | Virtus | Maioritas | Quando? | Vegetativa | Caritas | Ira |
I | Veritas | Aequalitas | Ubi? | Elementativa | Patientia | Mendacium |
K | Gloria | Minoritas | Quo modo / cum quo? | Instrumentativa | Pietas | Inconstantia |
La primera serie de principios que reproducimos se suelen llamar «principios absolutos», aunque esta denominación no es de Llull, quien en sus primeras obras les daba el nombre de dignitates para pasar luego a llamarlos simplemente principia. Las dos palabras, dignitates y principia, hacen referencia a la tradición aristotélica de los Segundos analíticos, en los que Aristóteles demuestra que toda ciencia se basa en principios que no se pueden probar, cuando menos desde la ciencia en cuestión. De acuerdo con dicha tradición, también para Llull estos principios son indemostrables.
De hecho, los nombres de Dios son las causas ejemplares, los principios del ser (principia essendi) y del conocimiento (principia intelligendi). Por eso no se pueden demostrar, ya que ellos mismos son las condiciones de la posibilidad del ser y de cualquier saber. Según Llull, aunque en el interior de Dios esos atributos divinos se identifiquen unos con otros, en la creación pueden y deben distinguirse. Por lo tanto, Llull introduce una segunda serie de principios: los principios relativos, como la «diferencia», «la concordancia», la «contrariedad» etc. Estos conceptos se aplican a todos los seres creados.
La visión del mundo de Ramon Llull se basa, por lo tanto, en dos ejes principales: por un lado, un eje vertical que conecta la creación con su causa trascendente mediante los principios absolutos, dada su condición de causas ejemplares del mundo; y por otro, un eje horizontal que describe la dinámica entre las criaturas a través de las diferentes relaciones existentes entre ellas. Los principios absolutos y relativos son el fundamento de toda el Ars lulliana, en tanto que los restantes conceptos del alfabeto, es decir, las preguntas, los nueve sujetos y las virtudes y los vicios, se pueden entender como herramientas complementarias para la investigación del artista.
Hasta ahora hemos explicado el contenido –por así decirlo– material del Ars lulliana, cuya forma característica procede de las cuatro figuras. La figura A se compone de dos círculos superpuestos de diferentes tamaños, en cuya periferia se sitúan los principios absolutos; el círculo pequeño los presenta en su forma predicativa (bonum, magnum, etc.), mientras que el círculo grande los presenta en forma de sustantivo (bonitas, magnitudo, etc.).
Figura A

En esta figura, Llull representa la predicación recíproca, así como la convertibilidad de estos principios en Dios; a partir de ellas Llull desarrolla su célebre demonstratio par aequiparantiam, una demostración que se basa en conceptos que se identifican unos con otros dada su condición de cooriginales, como por ejemplo la grandeza de Dios y su eternidad.
La segunda figura, llamada T, sistematiza los principios relativos, colocándolos de tres en tres en los tres ángulos de un mismo triángulo, de manera que los nueve principios relativos constituyen tres triángulos.
Figura T

En los ángulos del primer triángulo encontramos «diferencia», «concordancia» y «contrariedad», términos que se deben entender según el ámbito de la realidad al que se apliquen. Esos ámbitos se indican debajo de los respectivos ángulos, mostrando, por ejemplo, que puede haber «diferencia», «concordancia» y «contrariedad» entre dos seres espirituales, o entre un ser espiritual y uno sensible, o entre dos seres sensibles. Del mismo modo, el segundo triángulo representa el «principio», el «medio» y el «fin»; el principio puede tener un sentido causal, cuantitativo y temporal. El medio puede representar conjunción, medida o dos extremos, como la línea entre dos puntos, mientras que el fin puede expresar privación, como la muerte, o límite o perfección. Por último, el tercer triángulo contiene las palabras «superioridad», «igualdad» e «inferioridad», que pueden hacer referencia a la relación entre dos sustancias, entre dos accidentes o entre una sustancia y un accidente. Con esta figura, Llull despliega ante los ojos de sus lectores la compleja interdependencia horizontal de la realidad creada.
Las figuras A y T vuelven a aparecer en la tercera figura, que es a la vez la primera figura de carácter combinatorio, compuesta de 36 «cámaras» o casillas con combinaciones binarias del tipo BC, BD, BE, etc., que se agrupan en ocho columnas. Estas 36 casillas son el resultado de combinar nueve elementos ordenados por parejas y sin repeticiones: 9! / [(9 2)! x 2!] = 36.
Tercera figura

Cada letra puede ser el predicado o el sujeto de una predicación y recibir así, al mismo tiempo, el valor de los principios absolutos o el de los principios relativos. Si consideramos, por ejemplo, que B es sujeto y C predicado, la casilla BC significa: la bondad es grande; o: la bondad es concordante. Y: la diferencia es grande; o: la diferencia es concordante. Si consideramos que C es sujeto y B predicado, la casilla significa: el tamaño es bueno; o: el tamaño es diferente. Y: la concordancia es buena; o: la concordancia es diferente. De una sola casilla se pueden extraer ocho oraciones, a las que hay que sumar las oraciones resultantes de la combinación BB y CC. A continuación, estas doce oraciones se analizan mediante las preguntas que les corresponden, por lo que las oraciones de la casilla BC se plantean a la luz de las preguntas «si» (B) y «¿qué es?» C): Si la bondad es grande, ¿qué es la bondad grande?, etc., lo que da lugar a veinticuatro preguntas.
Así como la tercera figura resume las dos primeras, la cuarta y última figura contiene todas las figuras. Esta figura se compone de tres círculos con las letras del alfabeto luliano impresas en sus periferias.
Cuarta figura

Si giramos los dos círculos interiores, que son móviles, obtenemos 252 combinaciones ternarias sin repeticiones. La letra que está en el centro de la combinación ternaria significa el término medio que permite establecer una relación demostrativa entre los conceptos que están en juego. Hay que tener en cuenta que en esta figura las combinaciones ternarias son ambivalentes, ya que pueden recibir tanto el valor de los principios absolutos como el de los principios relativos. Para diferenciar estos significados, Llull introdujo la «Tabula», que distingue los posibles significados con la ayuda de la letra T: las letras que preceden a la T pertenecen a la serie de los principios absolutos, mientras que las letras que siguen a la T representan conceptos de la serie de los principios relativos.
Esta presentación muy resumida de los mecanismos del método de Llull revela que, en lo esencial, es una heurística universal que tiene el objetivo de sistematizar las posibles relaciones entre los principios fundamentales de la realidad, cuyo análisis debe servir para descubrir la verdad. Este carácter sistematizador y procedimental del Arte de Llull constituye, sin lugar a dudas, un paso decisivo en la historia del pensamiento moderno. En este sentido, no podemos dejar de mencionar al gran científico Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) y su proyecto de una Characteristica universalis: refiriéndose explícitamente a Ramon Llull, en 1666 el joven Leibniz esbozaba en su Dissertatio de arte combinatoria el programa de una representación del conjunto de la realidad a partir de un número finito de conceptos clave[2]. Al igual que Llull, Leibniz propuso un «alfabeto» de los conceptos primitivos, que, a diferencia del pensador mallorquín, no representó con letras sino con números: 1 = punto, 2 = espacio, 3 = entre; 4 = contiguo; 5 = lejos; 6 = extremo; 7 = contenido; 8 = parte; 9 = inclusivo; 10 = todo, etc. En este lenguaje matemático, un concepto complejo, como intervalo, se puede expresar mediante la «com3natio» (combinación de tres elementos) 2.3.10, es decir, «todo el espacio entre…». El célebre pensador alemán estaba convencido de que, de esta manera, todas las preguntas se podrían formular y contestar como problemas matemáticos. Eso es lo que quería decir con su famosa exhortación Calculemus, que sirvió de inspiración a futuras generaciones.
Este es el lugar que ocupa Ramon Llull en la evolución del pensamiento moderno: sin duda, es una exageración ver en él al padre de la informática; no obstante, a través de pensadores como Leibniz o, más tarde, Gottlob Frege, Ramon Llull contribuyó decisivamente a la formalización de los procedimientos de análisis y argumentación no solo en su época, sino también en los tiempos modernos.
Notas
[1] Edición en latín con traducción al alemán de A. Fidora: Raimundus Lullus, Ars brevis (lateinisch-deutsch), Hamburgo, 1999; traducción al francés de A. Llinarès, Ramon Lulle, L’Art bref, París, 1991.
[2] Gottfried Wilhelm Leibniz, Mathematische Schriften, 7 vols, ed. C. I. Gerhardt, Berlín 1849-1863 (reimpr. Hildesheim 1962), vol. V, pp. 1-79.