‘Detened las muertes’ en Siria

“Ahora la gente quiere quedarse en la calle y este es un valor añadido de nuestra sociedad. No puedes estar en este país sin hacer nada” declara esta activista siria.

ENTREVISTA a Rima Dali por Carla Fibla

La resistencia pacífica, las manifestaciones no violentas, existen en Siria. Comenzaron a ponerse en práctica en febrero de 2011. Al margen de manipulaciones posteriores, de intereses de terceros países, de la propaganda de los dos ejércitos que han hecho que el conflicto bélico pase a primer plano, activistas como Rima Dali (33 años) reivindican su lugar en la sociedad siria actual. El 8 de abril escribió en una cartulina roja: “Detened las muertes. Queremos construir un país para todos los sirios” y se dirigió al Parlamento. Ante la mirada atónita de los transeúntes y los conductores que ralentizaban la velocidad de sus coches para leer el cartel que Rima Dali movía en todas las direcciones, dando vueltas sobre sí misma, permaneció desafiante durante varios minutos, hasta que la policía le arrebató la pancarta y la detuvo.

Durante las siguientes horas, el vídeo de la valiente desconocida grabado por los peatones circuló por Internet siendo rebotado y valorado por miles de personas. Casi en tiempo real un movimiento de activistas decidía unirse para lanzar una campaña pidiendo la liberación de Dali que apenas estuvo dos días en prisión. Icono de la “revolución pacífica” que millones de sirios reivindican, Rima Dali ha inspirado protestas silenciosas en los grandes almacenes, donde la gente se tumbaba en el suelo para simular estar muerta, o llevando una cinta roja y aplaudiendo sin dar ninguna explicación en un lugar público. Dali asegura que el objetivo es que cada ciudadano pierda el miedo y encuentre la forma de unirse a la revuelta. Ella trabaja junto a otros activistas en Damasco para establecer cauces de acción que lleguen a cada rincón de Siria.

AFKAR/IDEAS: ¿En qué ha quedado la acción que realizó delante del Parlamento?

RIMA DALI: En ese momento estaba muy enfadada. Es lo primero que me viene a la cabeza cuando pienso lo que hice porque recuerdo que la situación se había deteriorado mucho y veía que la gente no creía en la no violencia dentro de la revolución. Eso me enfadaba mucho y al mismo tiempo me deprimía. Yo estaba trabajando con un grupo de activistas, pero las cosas no iban bien, todo era muy lento, lentísimo… y eso fue lo que me hizo pensar que debía actuar yo sola, y hacer estas acciones por mi cuenta. Creo que es una forma de dar un grito, para romper con la monotonía de lo que no avanza, y sentir que la lucha sigue viva.

A/I: ¿Qué aprendió de esa experiencia?

R.D.: Que cuando realizas o llevas a la práctica lo que crees, a la gente le llega lo que quieres decir; y cuando quieres hacer las cosas de forma inmediata, en cuanto piensas en ello, no teniendo que pasar por el proceso de organización, la acción llega al alma de la gente. En cambio, cuando pasas demasiado tiempo organizando una idea, pensando en sus especificidades, y hablas de todo en torno a esa idea, especialmente en la revolución, la gente empieza a desconfiar y termina por considerar que se está organizando algo no verdadero… manipulado.

A/I: ¿Cree que ha convencido a los indecisos? ¿Llegar a su alma ha tenido el impacto que esperaba?

Es necesaria una campaña nacional para transmitir el sentimiento de angustia

R.D.: Fue un “grito” aislado, pero sé que todo el mundo quería dar ese grito, y eso es lo que le dio valor a la acción. La gente es capaz de captar y apropiarse de ese grito y mejorarlo, y usarlo, y eso es lo que potencia su efecto final. Creo que las cosas pudieron haber ido de otra forma, la policía me detuvo y la gente podría haber olvidado lo que había pasado, pero no fue así: la gente captó mi grito y lo usó; y sintió qué era lo que quería decir y lo que quería hacer. Antes nos plantábamos en la calle y huíamos de la policía cuando venían, ahora la gente quiere quedarse en la calle y este es un valor añadido, porque a la gente le gusta quedarse en la calle y sentir que tiene el derecho de estar en ella para decir lo que quiera. Después de mi acción empezamos a organizarnos juntos, pero con mi método. No perdemos mucho tiempo reflexionando sobre las acciones. Pensamos, hablamos con la gente para explicarles la acción y la llevamos a cabo.

A/I: Pero las manifestaciones silenciosas apenas duran unos minutos antes de que la policía las disperse.

R.D.: Sí, calculamos el tiempo que tenemos y acabamos dispersándonos para intentar evitar que nos detengan, pero lo cierto es que apuramos cada vez más; lo máximo antes de que llegue la policía. Aún así, en esas concentraciones también hay mucha gente con un sentimiento muy diferente a mi “grito”, a la sensación de ahogo que te obliga a reaccionar con una acción más contundente. Muchos no tienen miedo y quieren que la policía les coja, porque es parte de la protesta, porque ya no actúan con el miedo de lo que podría pasarles si les detienen, como ocurría antes.

A/I: ¿Por qué cree que han cambiado su forma de enfrentarse al sistema?

R.D.: Creo que les gustó la manera en que aguanté delante del Parlamento, que pensaron que era bueno que hubiera ocurrido. Se dieron cuenta de que no es un desastre quedarse en la calle. También incluye que cambiamos el mensaje de nuestras pancartas y que coreamos los eslóganes de otra forma.

A/I: Se ha pasado de mensajes en contra del régimen, del sistema, a peticiones de derechos como la dignidad, y libertad…

R.D.: Sí, en el fondo están dirigidos contra el sistema, pero en formas diferentes. Siguen teniendo como destinatario a los que nos oprimen, pero hemos logrado profundizar en la reivindicación.

A/I: ¿Cree que el régimen está captando el mensaje?

R.D.: No son estúpidos, pero no entiendo por qué apartan la mirada y evitan la realidad de lo que está pasando; creo que siguen sin leer nuestras pancartas. A lo mejor les desconcierta que no sean manifestaciones sino que nos quedemos plantados en la calle. No nos movemos de un lugar a otro, y permanecemos en silencio. Están viendo una forma diferente de expresarnos y denunciar, y quizás no se den cuenta de lo que está pasando porque la gente que se encuentra con una manifestación convencional, no lee las pancartas, solo escucha los gritos: “Queremos la caída del régimen”; pero ahora, con nuestras acciones, les obligamos a leer nuestro mensaje y creo que cala mucho más.

A/I: ¿Existe una buena coordinación entre los grupos de activistas?

Solo un 40% de la población está activa y participa en campañas contra el régimen

R.D.: Creo que desde finales del año pasado ha mejorado mucho porque el régimen detuvo a muchos activistas, hizo que pasaran un tiempo en prisión y luego les liberó, pero esa nueva experiencia de la cárcel los unió. El régimen nos dio la experiencia de privarnos de libertad y el tiempo para planificar nuestras futuras acciones. Y ahora las autoridades siguen haciendo lo mismo. Detienen a todos los activistas de una zona, a todos los que realizan acciones sociales y políticas, y nosotros volvemos a organizarnos.

A/I: ¿Cree que el régimen tiene capacidad para frenar el movimiento?

R.D.: Es un sistema peligroso. A veces guardan información sobre ti para usarla en el futuro. No te detienen inmediatamente cuando haces algo, pero reúnen la información y cuando te atrapan sacan todo. No es posible preverlo ni creo que haya una lógica por la que deciden en qué momento actuar, pero sabemos que estamos expuestos a que utilicen toda la información que están recopilando en el futuro. Tienes que tener mucho cuidado con tu entorno.

A/I: En su caso, ¿cómo se protege?

R.D.: Decimos que tenemos que protegernos y mantener las acciones ocultas hasta unos segundos antes de ponerlas en práctica; mantener un perfil bajo, pero es complicado y, a menudo imposible porque tenemos que hablar con la gente, comunicarles nuestras ideas, y nunca sabes si el que tienes delante es de fiar. Asumimos esos riesgos, es parte de esta lucha.

A/I: ¿Le sorprendió la reacción que encontró al ser liberada?

R.D.: No me lo esperaba. Mis sentimientos –seguía estando muy enfadada y deprimida–, me obligaban a pensar en que nada iba a mejor. Quería parar todo lo que estaba haciendo. No me podía imaginar que el efecto de mi acción desesperada iba a ser ese. Fue muy sorprendente, me costó asimilarlo porque mi acción era una última tentativa sin importarme las consecuencias. Y a la salida del tribunal sentí algo muy profundo dentro de mí.

A/I: ¿En qué cree que está quedando la “revolución pacífica” frente a la escalada de violencia que se ha extendido por todo el país?

R.D.: He permanecido durante un tiempo sola porque quería ver cómo mejoraban las ideas. No es la idea de Rima, sino la idea de los sirios, en lo que creen los sirios. Esto es lo que hace que una acción sea buena, fuerte. Es necesaria una campaña nacional para transmitir ese sentimiento de angustia. Estamos centrándonos en gente muy diferente para involucrar al mayor número posible, desde los que permanecen en sus casas, los que tienen miedo de hablar de lo que está pasando. Queremos saber qué opinan sobre la idea o el mensaje: “Detened las muertes, queremos construir un hogar para todos los sirios”. Tenemos que llegar a todos a través de tácticas muy sencillas. Por ejemplo, cuando la gente se viste de una forma o pone una cinta de color en su muñeca, o cambia la sintonía del móvil con el himno nacional. Es muy fácil de ejecutar y muy difícil para la policía seguir a toda la gente, y detectar la cabeza, dónde empieza a difundirse la acción. Les resulta inabarcable.

A/I: ¿Considera que la mayoría de la población es activa?

R.D.: No, creo que en torno al 60% de la población sigue sin estar activa, solo un 40% estamos moviéndonos en este tipo de campañas, porque la gente tiene miedo, sobre todo cuando ven lo que hacen a los activistas que detienen. Además la versión del régimen sigue siendo más fuerte que nuestra perspectiva. Ellos dicen a la población que hay grupos radicales matando a la gente, y aunque no pueden verlo, se dejan llevar por el miedo a lo desconocido. La gente no habla de sus casos particulares, se los guarda para sí misma; y eso es un error. Es necesario que se compartan las historias, lo que está pasando, lo que ocurre cuando alguien pregunta sobre algo, cómo llega el mensaje, cómo intercambian iniciativas, como expresan sus sentimientos sobre la idea: “Detened las muertes”.

A/I: ¿Tiene el movimiento de activistas en el que está involucrada objetivos a corto y medio plazo ?

R.D.: Tenemos que ajustarnos a la evolución de los acontecimientos. Quizás no ganemos, pero tenemos que intentarlo, queremos intentarlo. No estamos seguros de que vayamos a lograr vencer al régimen, nada es seguro en este país, pero tenemos que intentarlo. Hay que dar la oportunidad para que la gente diga lo que quiere y y lo que necesita decir.

A/I: ¿Tiene miedo del futuro cercano en Siria?

R.D.: Sí.

A/I: ¿Cómo vence ese miedo?

R.D.: Continúo trabajando. Soy incapaz de vivir sin un plan, eso me deprime; es lo que me pasó antes de ir al Parlamento. Estuve dos días encerrada en casa, un mes de depresión, luego salí y fui al Parlamento. No puedes estar en este país sin hacer nada, eso es como morir, porque las noticias son tan malas que hay que reaccionar para no sentirse fatal. Hay que seguir trabajando, seguir intentando hacer cosas. A veces estoy muy esperanzada y otras me siento muy deprimida.

A/I: ¿Puede llevar una vida normal en Damasco?

R.D.: Ahora, no. Todo en nuestra vida ha cambiado, en lo personal y en lo profesional. Nuestra personalidad ha cambiado, y eso nos acompaña. Solo tenemos que dar a la gente la oportunidad y el espacio para expresarse y decir lo que piensa.

A/I: ¿Y si el movimiento en el que está implicada no logra que los ciudadanos salgan de su silencio para unirse a su idea de “Detened las muertes”?

R.D.: Pensaremos otra forma para intentar convencerles de que forman parte de esta sociedad, que tienen una voz y que debe ser escuchada.