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Coedició amb Estudios de Política Exterior
Desafíos de la Unión Europea
“El problema de Europa está en sí misma: estructura de toma de decisiones barroca, regreso del nacionalismo, falta de liderazgo… es una gran potencia económica que debe convertirse en una gran potencia política”.
ENTREVISTA con Romano Prodi por Senén Florensa y Elisabetta Ciuccarelli
Dos veces presidente del gobierno italiano, Romano Prodi fue nombrado en 1999 presidente de la Comisión Europea, cargo que desempeñó durante cinco años: en ese periodo se introdujo el euro, se aprobó la ampliación a 25 países y se impulsó la política europea de vecindad (PEV). Asimismo, Prodi instituyó el Grupo de Sabios encargado de elaborar el informe Diálogo de los pueblos y las culturas en el espacio euromediterráneo, primer paso hacia la creación de la Fundación Anna Lindh. En septiembre de 2008 fue designado presidente del Grupo de Trabajo ONUUnión Africana (UA) sobre misiones de mantenimiento de la paz y, desde la Fondazione per la Collaborazione tra i Popoli de Bolonia, que fundó y preside, trabaja para favorecer la resolución de conflictos y el diálogo entre los pueblos. Convencido europeísta, Prodi es partidario de un mayor protagonismo de Europa en el mundo y de una cooperación más eficaz entre las dos orillas del Mediterráneo.
AFKAR/IDEAS: ¿Cómo valora la experiencia en las Naciones Unidas?
ROMANO PRODI: Ha sido muy positiva, aunque afloran las enormes dificultades políticas con las que tiene que lidiar el sistema de la ONU. Mi labor consistió en preparar un informe sobre el mantenimiento de la paz en África y el posible papel de la UA. En este contexto se hacen evidentes las dificultades a causa de las diversas estrategias que conciernen a África: por un lado, hay quien considera fundamental un papel creciente de las políticas y estructuras regionales, vinculadas a la UA y, por otro, hay quien cree que se debe seguir con la dinámica de relaciones bilaterales. Esta diversidad de visiones, a la hora de desempeñar un papel de guía y mediación, hace imprescindible la labor de la ONU.
A/I: ¿Cuáles son los principales objetivos de la Fondazione per la collaborazione tra i popoli que usted preside?
R.P.: Es una pequeña fundación sin la estructura ni los medios para realizar actividades sobre el terreno, pero puede trabajar para promover una senda de diálogo entre los pueblos. En la política actual hacen falta instrumentos desinteresados de debate para atenuar las tensiones y contribuir a la paz. En mayo organizaremos en Bolonia un congreso de alto nivel titulado “África: 53 países, un solo continente”, en el que se debatirá la imprescindible colaboración entre países africanos para construir una UA que, aunque con características completamente diferentes a la UE, pueda abordar los problemas del desarrollo y de la paz.
A/I: Hablando de la UE, ¿cuáles son los mayores retos a los que se enfrenta la segunda Comisión Barroso?
R.P.: Como vemos en este periodo de crisis con la coordinación económica y finaciera, el gran desafío de la Comisión Barroso es conseguir estructuras operativas, sinérgicas y que cooperen entre ellas. El tratado de Lisboa dio estabilidad a las instituciones europeas, pero la Comisión permanece como punto de referencia para la actividad cotidiana de la UE. Es necesario que emplee el diálogo pero también que ejerza la autoridad sobre los países miembros para evitar una Europa fragmentada e incapaz de actuar. Tras Lisboa, tiene más instrumentos, pero también mayores restricciones de presupuesto, tanto por la difícil coyuntura económica como por la propia política de los Estados miembros, que limitan los recursos, reales y potenciales, de la Comisión. Sin embargo, hay un espacio para que Europa recupere el camino de la unidad bloqueado en los últimos años a causa de los temores de los países, por la inmigración, la globalización, etc. En este contexto, la Comisión es la estructura más adecuada para romper con el miedo que asedia a Europa.
A/I: ¿Qué aportan los nuevos cargos de presidente del Consejo Europeo y de alto representante de la UE para Asuntos Exteriores? ¿Habrá problemas de coordinación con las presidencias de turno?
R.P.: Una mayor coherencia de la acción exterior de la UE es un objetivo necesario y al mismo tiempo ambicioso. El tratado de Lisboa, al introducir estos dos cargos institucionales, se encamina hacia la tan invocada “voz única”. Este modelo de gobernanza europea introduce un redimensionamiento del sistema de las presidencias de turno. Aunque el reparto de cargos entre la presidencia de turno y la permanente está ya esbozado, surgen problemas de coordinación, especialmente en cuanto a la representación exterior de la UE entre presidente permanente del Consejo, presidente de la Comisión y alto representante. Como prevé el tratado, sería deseable que, a partir de 2014, se fusionaran los cargos de presidente permanente del Consejo Europeo y el de presidente de la Comisión.
Así, habría una única figura de presidente de la UE que permitiría una mayor visibilidad y eficacia de la acción exterior. Por otra parte, el tratado prevé la posibilidad que un grupo de Estados instauren formas más estrechas de cooperación en política exterior y de defensa, lo que aumentará sin duda el papel y la credibilidad de Europa. Espero que las nuevas generaciones tengan la suficiente amplitud de miras y el coraje para hacerlo realidad.
A/I: Hablemos del Mediterráneo. ¿Cuál es, en su opinión, el principal valor añadido de la UpM y del nuevo secretariado? ¿Cuáles son los retos de la región euromediterránea?
R.P.: A más de un año de su constitución, todavía se tiene que considerar a la UpM como un gran desafío geopolítico para Europa. La UpM representa la voluntad de poner las bases de un desarrollo compartido entre las dos orillas, afirmar nuestra identidad común y valorizar los respectivos patrimonios –humano, cultural, energético, económico– recreando aquel espacio común, el Mare Nostrum. El parón por la crisis de Gaza impidió los encuentros y, en consecuencia, que se tomaran las decisiones políticas necesarias. Es indispensable que este proyecto se concretice y refuerce.
El desarrollo de la UpM va intrínsecamente ligado a la definición de una nueva estrategia de vecindad que implique la adquisición por parte de Europa de una masa crítica necesaria para afirmarse como nuevo “polo” en un mundo multipolar. La estrategia de vecindad ha obtenido, gracias al tratado de Lisboa, una nueva base jurídica. De hecho, ha marcado una clara elección a favor de una especificidad institucional y política de la PEV respecto a la acción exterior europea. La UE desarrollará con los países limítrofes relaciones privilegiadas con el fin de crear un espacio de prosperidad y buena vecindad, fundado en los valores de la UE .
Esta posibilidad debe servir para superar la actual separación entre países miembros y países terceros, crear un nuevo estatus jurídico y político para todos los países vecinos (europeos o no), y colocarlos a medio camino entre la adhesión y la asociación, superando el dilema entre miembro de pleno derecho y país tercero, externo a las dinámicas europeas.
A/I: ¿Cuál puede ser el papel de la UE en el conflicto en Oriente Próximo, especialmente con la nueva arquitectura institucional?
R.P.: En la respuesta a esta pregunta surgen las limitaciones de la UE. La Unión, herida por sus divisiones internas, no ha ejercido hasta ahora un papel relevante en el conflicto palestino- israelí. Cuántas veces en estos meses he oído “¿Por qué vosotros, europeos, que sois los principales socios comerciales, que conocéis Oriente Próximo mejor que nadie no ejercéis ningún papel?” Mi repuesta es precisamente que las divisiones entre los europeos y la debilidad de sus instituciones europeas en los últimos años han impedido que tenga influencia internacional. “Ningún reino dividido” –como rezan las Sagradas Escrituras– “puede ser poderoso y eficaz”, y Europa, aunque sea la estructura más grande y poderosa del mundo, aunque tenga mayor conocimiento de la situación, no tiene peso político.
A/I: Otro de los conflictos que han centrado la actualidad es el Sáhara Occidental. ¿Considera que los países amigos y la UE pueden contribuir una resolución justa y pacífica del contencioso? ¿Es usted partidario de un replanteamiento del mandato de la MINURSO?
R.P.: El conflicto del Sáhara persiste desde hace 35 años, con el dramático resultado de la crisis humanitaria en los campos de refugiados en Tinduf, Argelia. Antes que las cuestiones políticas, la comunidad internacional tendría que abordar la crisis humanitaria que afecta a más de 100.000 personas, aunque no tengamos datos objetivamente fiables. Las ayudas de la cooperación internacional han permitido a la población en los campos sobrevivir hasta hoy. Debemos tener el coraje de asumir que la comunidad internacional ha generado una cooperación que permite a la población quedarse en el desierto, pero no salir de él. Es evidente que no se pueden suspender las ayudas humanitarias, pero el problema persiste en toda su gravedad.
Es necesario llegar a la cuestión política empezando por la cuestión humanitaria. Europa tiene la responsabilidad de dejar muy clara esta prioridad y apelar a Marruecos, Argelia y a los saharauis para que hagan todo lo posible para resolver cuanto antes la situación de los campos en el desierto. ¿Es posible llegar en cinco años a esta solución? No podemos tolerar que en Tinduf la gente viva en condiciones infrahumanas y que El Aaiún no tenga buenos hospitales, carreteras y escuelas. Si fuéramos capaces de imponer una nueva agenda humanitaria, abriríamos también un nuevo camino para una solución política. Además, la cuestión saharaui tiene un gran valor simbólico para la unión del Magreb. Sólo un Magreb unido y en paz puede llegar a ser protagonista en un Mediterráneo de paz, democracia y desarrollo. La MINURSO tiene un valor presencial, de vigilancia, diálogo e interposición, pero es necesaria esta nueva agenda político-humanitaria, si no también la MINURSO se reduce a una presencia ritual y con poco significado, confinada a la cuestión de los listados del referéndum, con el riesgo de no obtener nada.
A/I: ¿Qué papel puede desempeñar en estos dos contenciosos la administración Obama?
R.P.: Son dos conflictos muy diferentes por peso específico y por “peligrosidad”. Está claro que Obama puede contar y mucho. Lo importante es que la estrategia americana sea una sola (no siempre las declaraciones de Hillary Clinton y de Obama sobre Oriente Próximo han correspondido a líneas políticas homogéneas). Hoy, el problema del diálogo palestino-israelí es más complicado por la división profunda entre palestinos, hasta el punto de que hay quien habla de dos Estados palestinos y no de uno. Ésta es la verdadera catástrofe. Sin una reconciliación palestina ningún proceso de paz será posible. Obama tiene que trabajar con más determinación hacia esta dirección, empezando por Gaza. Ha llegado el momento de gestos con suficiente credibilidad que apunten a una nueva perspectiva política. Se requieren proyectos de reconciliación, decisiones resolutivas para salir del bloqueo permanente que permite que cada parte viva de las rentas y la pereza políticas.
A/I: ¿Cómo cree que el acercamiento americano a China y otras potencias emergentes puede influir en el peso de Europa en la escena internacional?
R.P.: La alianza de EE UU con otras potencias, como China, no debe preocupar a Europa. El verdadero problema de Europa está en sí misma: estructura de toma de decisiones barroca, regreso del nacionalismo, falta de un liderazgo unido y creíble… Europa es una gran potencia económica que debe convertirse todavía en una gran potencia política.
A/I: Como convencido europeísta, ¿qué es para usted esta identidad europea?
R.P.: Europa es un mestizaje de identidades que se experimentan no desde la lógica de la asimilación sino desde la búsqueda y la comprensión de las nuevas pautas que forman el mundo actual. Debemos aceptar que estamos formados por múltiples historias y culturas. No se trata de relativizarlo todo. Al contrario, se trata de lograr el diálogo entre las diferentes tradiciones que nos conforman sin perder la unidad que nos sustenta. Nuestra identidad no está en la contemplación del pasado sino en la capacidad de construir un futuro nuevo, más justo y compartido entre todos.
A/I: Esta supuesta identidad europea también se enarbola como uno de los principales argumentos contra la adhesión de Turquía a la UE. ¿Cuál es su opinión en este asunto?
R.P.: La complejidad de la adhesión de Turquía a la UE no es tanto un problema de identidad europea en sentido estricto, sino del miedo de Europa hacia la inmigración y la globalización. Más allá de este temor y de partidarios y detractores, se debe abordar la cuestión con la necesaria inteligencia y menor emotividad. Era factible prever una integración lenta y gradual, por las características geográficas, demográficas, históricas y culturales de Turquía. Sin embargo, este proceso se complica cuando determinados países, en concreto Francia, deciden que debe pasar por un referéndum popular. Habrá que trabajar en el proceso de integración con más prudencia, siendo conscientes de que puede durar más de lo que pensábamos.
A/I: ¿Considera que las actuales políticas son adecuadas para abordar el desafío de la inmigración en Italia? ¿Cree que la legislación europea sobre inmigración de los últimos años ha favorecido el endurecimiento de las políticas nacionales de los Estados miembros?
R.P.: Las migraciones son unos de los grandes desafíos de nuestro tiempo. No son un acontecimiento coyuntural, sino un proceso necesario, dramático y complejo que debe gestionarse con sabiduría y responsabilidad, no sólo en el ámbito nacional, sino también supranacional. Europa está llamada a implicarse en este desafío. El crimen organizado está gestionando buena parte de la inmigración en el sur de Italia, alimentando el desprecio y el racismo. La deportación de Rosarno de 900 ciudadanos con permiso de residencia en regla, muestra hasta qué punto entran en juego los fundamentos de la República, el respeto de los derechos y la exigencia de respeto de los deberes. Alimentar el miedo puede servir para obtener réditos electorales, pero es inútil a la hora de hallar soluciones razonables, creíbles y que no vulneren los derechos previstos por la Constitución italiana. Italia necesita a la inmigración y no hay soluciones fáciles. El empeño de la política debe ser encontrar soluciones civilizadas.
A/I: Por último, pasemos al ámbito económico. La lenta recuperación de la economía mundial evidencia la necesidad de una mayor coordinación. ¿Qué medidas se pueden adoptar al respecto?
R.P.: Las respuestas a la crisis han sido muy diversas en función de los grandes bloques regionales: rapidísima la de China, rápida aunque con complicaciones la americana, inexistente en el caso europeo, ya que ha sido múltiple y procedente de cada país por separado. Hubo una coordinación de las políticas monetarias por parte del Banco Central Europeo para los países de la zona euro pero no hubo ninguna política económica y fiscal coordinada. Así, mientras China ha reactivado su ritmo de crecimiento de forma estratosférica y EE UU ya da alguna señal concreta, aunque contradictoria, de reactivación, Europa –a mi juicio– viaja en el últiimo vagón del tren. Las pequeñas señales de recuperación no logran detener el aumento del desempleo, ni reactivar las inversiones ni el consumo interno. Además, en el caso de Grecia vemos cómo la intervención ha sido gracias al impulso de los países individuales y no de las instituciones europeas. No hay voluntad para dotar a la Comisión y, en general, a las instituciones europeas del papel de coordinador de las políticas necesarias.
Antes de la crisis presentamos las propuestas que ya Delors hizo en el pasado para constituir un fondo, unos bonos europeos, que permitieran contar con recursos para intervenir a favor de países en situación crítica, como le sucede hoy a Grecia. Sin embargo, los países que lideran la UE no lo aprobaron y han preferido intervenir de forma excepcional y controlada por cada país. Por tanto, la coordinación de las políticas presupuestarias se encuentra todavía en un estado embrionario y sólo el Pacto de Estabilidad sigue en vigor, aunque con reglas meramente formales que no contemplan herramientas de intervención en el caso de situaciones como la actual. Hace ya muchos años provoqué una gran polémica al calificar al Pacto de Estabilidad de “inútil”, precisamente porque se basaba en datos preestablecidos y cuantitativos y no tenía capacidad para adaptarse a las situaciones futuras.
Con el tiempo, las previsiones se han confirmado y hoy su insuficiencia está en boca de todos. No se habla tanto, sin embargo, de las posibles soluciones, puesto que la política europea está dominada por el miedo y la preocupación más que por el deseo de dar un salto adelante.