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Co-edition with Estudios de Política Exterior
Crisis económica y migración en la región euromediterránea
Los trabajadores migrantes han sido castigados por la crisis al estar empleados en sectores como la construcción o la industria manufacturera.
Ibrahim Awad
La irrupción de la crisis económica global en el verano de 2008 causó una alarma justificada en relación con la situación del empleo en el mundo. Ante la violencia destructora que afectó a los sistemas globales de producción y distribución, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) pronosticó un aumento del desempleo en 2009, en comparación con 2007, que podría llegar a 50 millones de trabajadores si la situación seguía empeorando. La inquietud se extendía a los trabajadores migrantes y a la aceptación o rechazo de las migraciones como factores necesarios para el funcionamiento de los mercados laborales en países de destino. Dos años más tarde, las discusiones siguen vivas entre los economistas sobre si la economía mundial ha salido o no de la crisis.
Algunos señalan con optimismo las recientes tasas positivas de crecimiento económico en países que habían sido duramente castigados por la crisis. Otros observan que estas tasas son modestas y, en particular, hacen hincapié en las sombrías situaciones de los mercados laborales. En su opinión, la crisis del empleo sigue totalmente vigente y no parece que se vaya a resolver a corto plazo. Por un lado, las bajas tasas de crecimiento, dicen, no prometen una recuperación próxima del empleo y, por otro, la persistencia del desempleo amenaza la modesta recuperación.
Entre optimismo y realismo, no cabe duda de que la situación del empleo es preocupante. Y con ella, la situación de los trabajadores migrantes y la posición de las migraciones laborales en las economías y sociedades de los países de destino. Este artículo pretende hacer un balance de la situación de las migraciones laborales en los últimos dos años, en particular en la región euromediterránea, pero también a nivel global. Tratará del impacto de la crisis sobre el empleo de trabajadores migrantes y su retorno a sus países de origen. Presentes en países de destino por motivos de empleo, los trabajadores migrantes se ven necesariamente afectados, incluso más que los nacionales, por la recesión en los mercados laborales.
En segundo lugar, aborda algunas de las políticas puestas en práctica por los países de destino para responder a la crisis. Y, por último, trata sobre el futuro de las migraciones laborales en la región euromediterránea a la luz de los factores demográficos estructurales que determinan la demanda de trabajo.
Impacto de la crisis sobre el empleo de trabajadores migrantes y sobre el retorno a países de origen
El recurso a las migraciones laborales es una medida procíclica con el doble objetivo de sacar el mayor provecho de las posibilidades de crecimiento económico y de mantener bajo control el coste del trabajo. En sentido opuesto, la contracción económica induce a los empleadores a deshacerse de trabajadores, nacionales e inmigrantes, para reducir el coste de producción. La bajada de las tasas de crecimiento en 2008 y las tasas negativas en 2009 se reflejaron en un retroceso de la demanda de trabajo, causando despidos y alzas sostenidas de las tasas de desempleo. Esto sucedió en la región euromediterránea, Estados Unidos, sureste y este asiático y en la Federación Rusa.
Otro factor determinante del impacto de la crisis sobre los trabajadores migrantes son los sectores en donde éstos se concentran. En la región euromediterránea, sobre todo en España e Irlanda, la crisis golpeó en primera instancia al sector de la construcción. Por ello, fueron los trabajadores migrantes en estos dos sectores quienes perdieron de forma masiva sus puestos de trabajo. Lo mismo ocurrió en EE UU, mientras que en el este y sureste asiático, fueron los trabajadores migrantes del sector de la industria manufacturera los que sobre todo perdieron sus empleos.
Lo mismo sucedió, aunque en menor medida, en países como Alemania y la República Checa, donde la construcción y la industria manufacturera habían sido los motores del crecimiento económico. Por ello, no es de extrañar que las primeras víctimas sean las que habían sido llamadas a fomentar el crecimiento en sectores motores en los años anteriores. Hay que señalar que el hecho de que los efectos fuesen menores en países como Alemania se debe a una reglamentación más estricta del mercado laboral. La rigidez tan a menudo denunciada tuvo consecuencias positivas para los trabajadores, nacionales e inmigrantes, en tiempos de crisis. La importancia de considerar el sector de empleo se explica por el hecho de que el impacto de la crisis no fue el mismo en todos los sectores.
Mientras retrocedía en construcción e industria manufacturera, el empleo crecía en servicios educativos y de salud. Los trabajadores migrantes también están concentrados en estos dos sectores, especialmente en este último. Pero existen otros factores subsidiarios que determinan la demanda de trabajadores migrantes. Uno de ellos es el de la fecha de llegada al país de destino. El trabajador que lleva años en el país habrá formado una red de conexiones, un capital social, que le ayude a encontrar trabajo alternativo si pierde su empleo o a quedarse en espera de tiempos mejores. La regularidad o irregularidad de la situación migratoria es otro factor determinante. Aún cuando pierdan sus empleos, los trabajadores migrantes en situación regular podrán quedarse en el país de destino.
Tienen derecho a prestaciones de desempleo que pueden perder en caso de irse. Aunque es más probable que los trabajadores migrantes en situación irregular retornen a sus países de origen, también pueden quedarse por una de las tres razones siguientes, o por las tres en su conjunto: su empleo informal es menos costoso para los empleadores que se enfrentan a un acceso más difícil al crédito y a ingresos reducidos; el mercado de trabajo en países de origen puede asimismo estar en contracción, lo que les disuadiría de retornar; y, por último, tienen en cuenta el coste y la dificultad de acceder de nuevo a países de destino cuando mejoren las situaciones económicas.
Las tasas de desempleo de trabajadores migrantes siempre han sido superiores a las de los nativos en todos los países de destino con excepción de los del Golfo. Pero la crisis incrementó el diferencial, por la interacción de los factores esenciales y subsidiarios. De especial importancia para la región euromediterránea es que, tomando España como ejemplo, las tasas más altas de desempleo las registraron los trabajadores marroquíes. Con todo, éstos no retornaron a Marruecos. La decisión de quedarse en España puede haber estado motivada por las tres razones antes señaladas. La reducción en el incremento de trabajadores migrantes parados, incluidos los marroquíes, en 2009 en comparación a 2008, puede sugerir su paso a la economía informal.
Políticas adoptadas bajo el efecto de la crisis
Ante la crisis, tres países de destino adoptaron políticas de retorno asistido. Dos de ellos, España y la República Checa, se sitúan en la región euromediterránea. Se trata de asistir financieramente a aquellos migrantes que decidan retornar a sus países de origen. Entre los tres programas, el español, dirigido a parados con derecho a prestación por desempleo, puede ser considerado el más generoso. Al trabajador migrante que lo solicita y se le aprueba, se le abona el 40% de la prestación acumulada en España en el momento en que su solicitud es concedida y el 60% en su país de origen, al menos 30 días después de haber percibido el primer pago. Otras asistencias financieras son también posibles pero el beneficiario se compromete a no solicitar una autorización de residencia o de trabajo en los tres años siguientes.
En año y medio de aplicación, hasta abril de 2010, 8.451 solicitudes, sobre todo de trabajadores migrantes latinoamericanos, habían sido aprobadas. Aunque la cifra no es desdeñable, queda muy lejos del objetivo de las 87.000 anunciado en el lanzamiento del programa.La República Checa también puso en marcha un programa de retorno voluntario asistido para trabajadores migrantes de países fuera de la Unión Europea (UE), supuestamente vulnerables a los efectos de la crisis. Se otorga una ayuda financiera por adulto e hijo del trabajador que retorne. Los beneficiarios pueden regresar a la República Checa en un futuro pero pierden los derechos adquiridos.
El programa parece haber conseguido sus objetivos modestos, aunque ha sido criticado por algún experto por su pertinencia. Los beneficiarios potenciales eran trabajadores vietnamitas autoempleados, flexibles y adaptables que lejos de ser vulnerables, hacían el mercado laboral más eficaz. El tercer programa de retorno asistido lo aplicó Japón, que prohíbe a los beneficiarios el retorno al país. La cuestión de la pertinencia de los programas de retorno voluntario asistido es de suma importancia. Se debe valorar a la luz de los factores estructurales determinantes de la demanda de trabajo.
Tarde o temprano, la economía se recuperará y la demanda de trabajo que ahora está en depresión, recuperará su tendencia previa a la crisis. Si se da un carácter legal y permanente a las medidas que ahora se están adoptando para reducir la admisión de inmigrantes y se restringen las posibilidades de que las empresas puedan satisfacer sus demandas de trabajo con trabajadores extranjeros, se pueden acabar generando impedimentos para la reactivación del crecimiento económico. Esto ocurrirá sobre todo en países con prolongadas situaciones de escasez de mano de obra, tanto de alta como de baja cualificación. El fomento de programas de retorno voluntario en sí mismo no se puede discutir; sin embargo cuando los beneficiarios son los trabajadores que se han familiarizado con los mercados de trabajo y las sociedades de países de destino, la validez de estos programas queda en tela de juicio.
La socialización de los nuevos inmigrantes que se necesitarán en el futuro supondrá costos que ya han sido sufragados, pero despilfarrados, con el retorno de los trabajadores ya familiarizados con el país de destino.
El futuro de las migraciones laborales
Ante la crisis, algunos países ajustaron las condiciones de acceso a sus mercados laborales pero sin introducir cambios legislativos. Reino Unido es un buen ejemplo: introdujo cambios en el sistema de admisión por puntos con el fin de reducir el número de trabajadores de países fuera de la UE. Se reforzaron los estudios de oferta y demanda en el mercado laboral y se aumentaron los niveles de cualificaciones y salarios requeridos. El empleo de trabajadores de fuera de la UE en empleos de bajas cualificaciones se suspendió. Pero los rasgos esenciales de la política de migraciones laborales no se alteraron. Con la recuperación económica, sólo se precisaría un relajamiento de las condiciones de acceso.
La adaptación a un ciclo de crecimiento en el futuro parece más asequible con la actitud adoptada por Reino Unido. Italia tampoco cambió los criterios de su política de admisión de nuevos trabajadores migrantes, aunque bajó a cero el cupo de trabajadores no estacionales en 2009. Sin embargo, adoptó una política muy dura con el fin de reducir la inmigración en situación irregular, criminalizándola. Las migraciones en situación irregular son indudablemente contrarias a los intereses tanto de los países de destino como de los trabajadores migrantes. Pero cabe preguntarse si la mejor forma de enfrentarlas no es actuar sobre sus verdaderas causas. Las economías informales en los países de la Europa mediterránea, que existen independientemente de las migraciones, son imanes para los migrantes en situación irregular. La mejor manera de formalizarles es aplicar políticas industriales con el fin de elevar el nivel tecnológico y el valor añadido de las actividades económicas actualmente informales.
Con su formalización, se reducirá la inmigración irregular. No es casualidad que los países de Europa del Norte, con actividades económicas de alto valor añadido, conozcan muy poco la inmigración irregular. Las actividades económicas de baja productividad y de poco valor añadido han estado en el origen de la crisis, y han magnificado sus consecuencias, como por ejemplo en España. Por ello desprenderse de estas actividades y adoptar un modelo de crecimiento más productivo, con mayor contenido tecnológico, es de interés para los países de la Europa mediterránea, independientemente incluso de la preocupación por la inmigración irregular.
La crisis y sus consecuencias no deben distraer a los responsables políticos de la necesidad de garantizar el futuro de la oferta de trabajo en las economías europeas. Con tasas de fecundidad muy bajas, en el oeste como en el este, en el norte como en el sur del continente, con sólo una o dos excepciones nacionales de poco significado, las poblaciones económicamente activas serán reducidas en decenas de millones en las próximas décadas, se mantengan o no los niveles actuales de migración. Las alternativas deben ser bien definidas, declaradas y aceptadas. Reforzar la productividad es una primera opción. La segunda es ampliar las poblaciones económicamente activas, mediante, por un lado, la extensión de la vida laboral más allá de las edades actuales de jubilación y, por otro, fomentando el empleo femenino.
Pero estas medidas no serán suficientes. Será necesaria la participación de los migrantes para sostener los sistemas de Seguridad Social. En este particular, cabe señalar que los migrantes recientes, por sus más altas tasas de fecundidad, tienen un efecto positivo, al menos por algún tiempo, sobre las tasas de crecimiento natural de la población. Una prueba de ello la aportó la década de alta inmigración a España. El reconocimiento de la necesidad de las migraciones es también necesario por otro motivo de suma importancia. Es la mejor forma de que las sociedades acepten la acogida de extranjeros en su seno y de prevenir sentimientos xenófobos ocasionados por el desconocimiento de las realidades económicas, demográficas y culturales.