Muchos jóvenes artistas mediterráneos están llevando a cabo actualmente proyectos artísticos con fines sociales, demostrando así que las necesidades creativas pueden asumir de manera eficaz responsabilidades sociales, especialmente en las áreas más desfavorecidas y con los grupos más vulnerables. Así, poco a poco, ha nacido un movimiento social e intercultural, del que Love Difference es un claro exponente, que utiliza la expresión artística para discutir y colaborar con otros sectores, con el objetivo de buscar soluciones a los grandes problemas de la sociedad mediterránea. El papel de los jóvenes en estos proyectos es fundamental, ya que son ellos los que han impulsado y coordinado las actividades de una forma interdisciplinar y muy abierta a la participación.
Cuando en 2002 empecé a trabajar en Love Difference, Movimiento Artístico por una Política Intermediterránea, descubrí un número cada vez mayor de proyectos creativos de orientación social. Los conocimientos adquiridos, junto con una implicación cada vez mayor en proyectos y actividades sobre el diálogo entre culturas, modificaron sensiblemente el significado que hasta entonces había atribuido al arte contemporáneo dirigido a los jóvenes.
En este artículo presento dos proyectos participativos que valorizan la creatividad de los jóvenes. No voy a hablar de artistas individuales emergentes del área mediterránea; en lugar de ello, me parece asimismo interesante reflexionar sobre los procesos creativos que a través del arte permiten a los jóvenes hacerse creadores de su propio tiempo. No presentaré casos aislados, sino dos ejemplos de un escenario mediterráneo e internacional en crecimiento constante. Estos proyectos, a través de prácticas participativas interdisciplinares que valorizan los recursos y habilidades de los grupos, representan la respuesta a la necesidad contemporánea de expresión y creación orientadas al bien común. Hoy, un número cada vez mayor de artistas deciden crear su propio tiempo, «labrar su propio tiempo» —en palabras de Michelangelo Pistoletto—, a través de nuevas prácticas compartidas capaces de instituir valores comunes para toda una sociedad.
La asociación Gudran para el Arte y el Desarrollo nació en el año 2000 por iniciativa de dos artistas egipcios, Aliaa El-Gready y Sameh El-Halawany. Posteriormente el número de participantes ha ido aumentando, y en la actualidad el grupo cuenta con 26 miembros. El principal proyecto del grupo Gudran nació en el pequeño pueblo de pescadores de El Max, en la periferia de la ciudad egipcia de Alejandría, una zona de graves carencias sociales, contaminada y con bajos niveles de educación y sanidad. El Max se extiende íntegramente a lo largo de las orillas de un canal. Frente a las casas del pueblo, hay amarradas pequeñas barcas de pesca que cada día navegan hacia el mar para volver con el fruto de la pesca, principal fuente de sustento para sus habitantes. Aquí, ganarse la vida depende en gran medida de las condiciones del clima y del mar.
Las primeras actividades de Gudran en este contexto son una serie de laboratorios dirigidos a los niños, los adolescentes y las mujeres con el objetivo de alcanzar un estadio de «paz social» en el pueblo, promoviendo trabajos artísticos en grupo y estimulando el crecimiento del estatus social de las clases más débiles de la comunidad. Entre 2002 y 2004 se creó un simposio artístico internacional, denominado «Boustashy»,[1] que a través de laboratorios artísticos aspira a un intercambio de experiencias entre los adolescentes de El Max y diversos artistas procedentes de distintas partes del mundo. Laboratorios y talleres constituyen el medio a través del cual la comunidad de El Max se implica en el proyecto, y permiten comprender el elemento de transformación inherente al proceso creativo. Los laboratorios, dirigidos a los adolescentes del pueblo, estudiantes de Bellas Artes y jóvenes artistas de Alejandría, permiten compartir un proyecto más amplio de recalificación del territorio, un plan de regeneración construido con la aportación de numerosas singularidades, todas ellas muy creativas. Así pues, los laboratorios permiten activar la responsabilidad social del individuo y desarrollar un sentido «est-ético» en la sociedad. El vídeo de Islam Kamal en YouTube muestra a los jovencísimos artistas en pleno trabajo. El reciente festival internacional de música «One Language = Music», concebido también como taller, comporta un nuevo proyecto participativo del grupo Gudran en el centro de Alejandría. Así, encontramos las mismas prácticas en otro contexto.
La organización no gubernamental Asiles, Acción y Solidaridad Intercultural, nace en 2001 en París con el objetivo de intervenir desde un punto de vista artístico y educativo en las zonas de exilio, los denominados campos de refugiados. Asiles trabaja, desde su fundación hasta hoy, en el norte del Líbano, donde presta su apoyo a la organización cultural Maison de l’Amitié Franco-Palestinienne, también activa desde 2001 en el campo de refugiados de Baddawi. Pese al anuncio de inminentes reformas, la ley libanesa limita la posibilidad de los palestinos de acceder a la mayor parte de las profesiones cualificadas, y les niega la oportunidad de estudiar. Al obligarlos a vivir en los campos de refugiados, les impide aspirar a un futuro alternativo, a través de un compromiso directo y constructivo en el seno de la sociedad. A la pobreza se añade, pues, la extrema marginación a la que está sometida la comunidad, lo que determina unas condiciones extremadamente difíciles de rescate individual.
Asiles desarrolla el proyecto «Transmission» con el que transmite, a través del modelo pedagógico basado en la práctica del learning by doing,[2] dinámicas operativas para la creación de proyectos artísticos para el bien común. Los destinatarios son grupos de estudiantes y jóvenes palestinos a los que se quiere ofrecer instrumentos de expresión personal y formación profesional para la creación de un grupo local capaz de alcanzar una autonomía propia y una capacidad de autogestión. Tales habilidades se adquieren a través de la participación en talleres artísticos, en los que intervienen artistas internacionales, laboratorios didácticos, medios de comunicación (como la revista L’Espoir) mediante la constitución de una redacción local, y se define así un programa de formación orientado a la gestión de proyectos culturales a largo plazo.
A partir de 2004, se han ido desarrollando una serie de actividades que han profundizado en diversos aspectos del living art (teatro, marionetas), música (danza, canto), visual art (diseño, fotografía) y artes plásticas (escultura). Los grupos locales se han implicado de manera importante en cada uno de los pasos (elaboración, organización, individuación del presupuesto y las prestaciones), y no sólo en las actividades puramente artísticas. Los artistas han propuesto acciones y momentos de reflexión, intercambios de ideas y debates orientados a una formación compartida en una perspectiva de aprendizaje de prácticas pedagógicas. De estas experiencias surge la necesidad de entender el arte como un importante instrumento de intercambio y afirmación de libertad en las zonas de «confinamiento», donde se dan a los jóvenes muy pocas oportunidades para el desarrollo de la imaginación.
Las actividades de Gudran y de Asiles se han concebido para abrir un espacio de libertad y neutralidad a través del arte, para ir más allá de los límites del entorno en el que los jóvenes se ven obligados a vivir. La intervención artística aparece, así, como una necesidad urgente.
El arte se convierte entonces en un complemento fundamental del proceso educativo. La contribución del artista se desarrolla paralelamente al enfoque educativo de los docentes, y lo completa. El proceso artístico, asimismo, sustenta la activación de una red de relaciones vinculadas al propósito de una transformación social responsable: así pues, la cuestión no gira en torno al objeto artístico en sí. Las actividades de Gudran y de Asiles resultan extremadamente importantes en tanto que constituyen un fuerte estímulo para el desarrollo de un proyecto artístico amplio y articulado que considere parte integrante de su razón de ser la transferencia de prácticas y metodologías proyectuales.
Los grupos de creadores de Gudran y Asiles no olvidan nunca las exigencias del contexto en el que tienen que actuar: por ello, desde el comienzo de su actividad se plantean el problema de cómo hacer interactuar los proyectos e integrarlos en la realidad local. Sus acciones, además, forman parte de un proyecto que pretende asumir sus propias responsabilidades en un periodo más largo del asociado a la contingencia de la acción artística.
Notas
[1] La palabra Boustashy que dio título al evento indica el momento en que los pescadores del pueblo salen a la mar, en el intervalo de tiempo en que éste permanece en calma, entre una tempestad y otra (habitualmente tiene una duración no superior a las setenta y dos horas).
[2] A través de esta metodología los participantes aprenden a escuchar, a adoptar una visión multiperspectiva sobre un problema, a adaptar sus propias capacidades de organización e iniciativa al contexto.