Conversación con Bill Viola

Violant Porcel

Crítica de arte

Artista fundamental en la consolidación del videoarte como disciplina esencial de la creación contemporánea, Bill Viola (Nueva York, 1951) ha sido capaz de demostrar que la tecnología puede convertirse en un camino hacia la espiritualidad. Por este motivo el artista, que hace años estableció su centro de operaciones en la californiana Long Beach, ha recibido el Premio Internacional Cataluña 2009. Los trabajos de Bill Viola se han ubicado con frecuencia en contextos sacros. Recientemente, el Centro de Arte Contemporáneo Bòlit de Girona presentó en la Capilla de San Nicolás El mensajero, una videoinstalación incluida en Noches oscuras del alma. En la muestra participaron también los artistas Toni Serra y Manuel Saiz, conformando así tres visiones diversas sobre el desvelamiento de lo oculto.

Viola creó El mensajero en 1996 para la majestuosa catedral de Durham, al norte de Inglaterra, inscribiéndose dentro del programa de celebraciones del año británico de las artes visuales. El vídeo descubre a un hombre al natural que emerge de la profundidad opaca del agua, toma una bocanada de aire y abre los ojos, para después descender de nuevo hacia el fondo. El desnudo del protagonista desató entonces una cierta polémica. Junto a esta propuesta, fue necesario que Viola realizara otra versión en la que los genitales del individuo aparecían borrosos para que un comité de teólogos pudiera escoger una de las dos. Finalmente resolvieron que la opción inicial, más explícita, preservaba mejor el sentido espiritual del proyecto. Aun así, la pieza quedó medio oculta en la catedral con el fin de evitar ofender a los fieles conservadores.

Desde que exhibió su primer trabajo en la universidad, Bill Viola muestra sus vídeos en loop, modo que permite a cualquier espectador retrasado la oportunidad de ver la obra en su totalidad. Esta reiteración, además, establece una analogía con la idea de ritual, acción que se repite de manera regular y predecible, permitiendo al individuo pasar a otro estadio. Así, El mensajero se convierte en una metáfora del ciclo vital.

La Seu Vella de Lleida, con su austeridad solemne, albergó durante el mes de julio de 2009 El retorno, impactante vídeo, propiedad de la Fundación Sorigué, entidad patrocinadora del proyecto. La pieza forma parte de la videoinstalación Océano sin orilla, título extraído de la obra del místico sufí Ibn Arabí, que se presentó inicialmente en la iglesia veneciana del Oratorio San Gallo durante la Bienal de 2007. Se trata de una profunda reflexión sobre la muerte por medio de personajes que surgen de la oscuridad y atraviesan una cortina de agua hacia la luz. Cuando toman conciencia de que su presencia física es material y transitoria, regresan a las sombras. Su próximo desafío: de nuevo un altar en una catedral inglesa, pero esta vez la instalación será permanente

Violant Porcel: ¿Por qué abandonaste tu ciudad natal, considerada uno de los epicentros artísticos?

Bill Viola: No me sentía cómodo, en Manhattan la gente se encierra en un microcosmos con la única preocupación vital de subir a la cima.

V.P.: Desde muy joven te has interesado por la mística, tanto oriental como occidental. Has comentado en alguna ocasión que esta vía te atrae porque describe el estado creativo que conecta al individuo con los niveles más profundos del ser. Uno de tus autores predilectos es San Juan de la Cruz.

B.V.: Efectivamente, un hombre que es encarcelado, humillado y, en lugar de responder con odio o ira, escribe Cántico espiritual, cuyos versos son de una desbordante fuerza expresiva. Al leerlo comprendí el efecto que podía producir el arte: esa obra me mostró por qué me dedico a la creación.

V.P.: ¿La espiritualidad que brota de tu discurso tiene relación con tus abundantes lecturas vinculadas a lo sacro?

B.V.: La religión y el arte son parecidos, ambos se ocupan de la esencia del ser humano. Mientras que las instituciones monoteístas tienen problemas para entablar un diálogo, los artistas pueden servir para unir las civilizaciones. Ahora parece que estamos a punto de confluir en un cúmulo de desastres: el ecológico, el económico y el pandémico. Las nuevas generaciones no deben tener miedo, al contrario. Cuando todo desaparece, llega el momento de inventar.

V.P.: Pero los jóvenes se han alejado de la espiritualidad.

B.V.: Yo no percibo esta crisis de la que se habla tanto hoy en día. Cualquier ser humano, aunque no sea del todo consciente, tiene una espiritualidad que forma parte de su naturaleza. La sientes incluso en las cuevas prehistóricas.

V.P.: Creo que tu obra apela directamente a las emociones del espectador. La crítica Valentina Valentini escribió que tus potentes imágenes consiguen despertar el cuerpo del espectador occidental, sometido al dominio de la mente. A  veces has recibido críticas por tu conexión con el gran público.

B.V.: No me interesa hacer arte para los especialistas, sino para todo el mundo. Cuando vamos al cine, no necesitamos que nos coloquen en la entrada una cartela con largas explicaciones sobre el significado de la película. Si queremos profundizar en su contenido, podemos obtener más información, pero no es un requerimiento imprescindible para comprender el film. Con el arte debería suceder lo mismo.

V.P.: Más allá de tus múltiples referencias a la tradición pictórica, pienso que lo que de verdad conmueve a tantos espectadores es el patetismo que emana de tus trabajos, así como una insistencia en mostrar la Belleza en un sentido profundo, idea que el arte actual suele desdeñar.

B.V.: Esta cuestión ya la hallamos en la religión islámica. El Corán enuncia: “Dios ha inscrito belleza en todas las cosas”, haciendo referencia a una cualidad escondida, presente en todos los elementos. El mundo contemporáneo reduce la belleza al aspecto exterior, pero a mí me interesa su unión con el concepto de Verdad, tema tratado en la antigüedad y muy recurrente en las discusiones filosóficas renacentistas.

V.P.: ¿Y cómo asimila esta concepción el lenguaje del videoarte?

B.V.: La imagen digital se ha convertido en la nueva lingua franca. La cámara funciona como un ojo interior que te permite introducirte en las cosas y fijar su esencia. Como el individuo, es un instrumento que incluye una parte física y otra espiritual. En mis trabajos utilizo el blanco y el negro cuando quiero hablar directamente al alma, y el color para presentar los aspectos más sociales.

V.P.: La naturaleza ocupa un lugar destacado en tu universo creativo. Elementos como el agua o el fuego resultan habituales; parece como si los personajes de tus vídeos aceptaran con serenidad las normas y ritos del mundo natural. En los años ochenta, incluso elaboraste un proyecto sobre la conciencia animal que te llevó a instalarte unos meses con una manada de bisontes en el Wind Cave National Park de Dakota del Sur, y a construir una residencia en el Zoo de San Diego.

B.V.: La naturaleza también me atrae en un sentido espiritual: pretendo ahondar en las leyes intrínsecas del cosmos, en su dimensión trascendente, para entender mejor el hábitat del ser humano. Una conducta arrogante con la naturaleza sólo nos encamina hacia la destrucción; debemos profesarle una actitud más reverente, ya que somos sus invitados. Precisamente, la observación de los animales me ha enseñado muchas cosas sobre el comportamiento del ser humano.