Conflicto Israel-Palestina

“La violencia en Oriente Próximo solo lleva a soluciones a corto plazo. Si queremos una solución a largo plazo que garantice el mantenimiento de una paz sólida y duradera, tiene que lograrse por medios pacíficos”.

ENTREVISTA con Meir Margalit por Suzy Gaidoz

El israelí Meir Margalit nació y se crió en Argentina. En 1972, con 20 años, se alistó en el ejército y se marchó a hacer el servicio militar a Israel, impulsado por sus convicciones sionistas y sus ideas de derechas. Al año siguiente, durante la guerra del Yom Kippur, resultó herido. Durante su recuperación, se dio cuenta de que las ambiciones territoriales de Israel no justificaban tanta violencia, sufrimiento y muerte. Ese momento marcó el inicio de su compromiso militante en el seno de la izquierda no sionista israelí. Margalit es doctor en Historia por la Universidad de Haifa y especialista en la historia de la comunidad judía durante el periodo del mandato británico en Palestina. Fue representante del partido Meretz y concejal del Ayuntamiento de Jerusalén, responsable de la cuestión de Jerusalén Este. Participó en la fundación de la ONG Comité Israelí contra las Demoliciones de Casas y el Centro para el Avance de las Iniciativa de Paz. Es un militante infatigable que habla con convicción de la resistencia pacífica y de la necesidad de impulsar una solución al conflicto entre israelíes y palestinos en un contexto de pesimismo generalizado. Con ocasión de la conferencia que dio en la sede del Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed) en el marco del programa interuniversitario Aula Mediterrania, AFKAR/IDEAS tuvo la oportunidad de hablar con él de su compromiso político y de su opinión sobre el futuro de la región.

AFKAR/IDEAS: Si es verdad que hay “un bando de la paz” en Israel, ¿cómo se presenta y qué peso tiene?

MEIR MARGALIT: Sí, efectivamente, hay un movimiento pacifista en Israel, aunque el término correcto sea “disidente”, y no pacifista, porque no se trata de un pacifismo al estilo Gandhi, sino de personas que se posicionan en contra de la política de ocupación. Este movimiento disidente es amplio y numeroso, aunque no se refleje en las elecciones nacionales y no se vea en el Parlamento. Hay mucha gente que, hoy, aunque esté en contra de la ocupación, sigue votando a partidos de derechas. Sé que eso es contradictorio, pero puede encontrar en partidos religiosos y en partidos ortodoxos de derechas a personas que declaran abiertamente que no tiene sentido proseguir la ocupación. Pero siguen votando al Likud y apoyando las políticas de Benjamin Netanyahu que, sin embargo, son políticas de derechas. Por tanto, ver lo que ocurre en la Knesset, no permite apreciar la importancia de este movimiento. Pero si adoptamos un enfoque sociológico, si nos interesamos por las personas en la calle, nos damos cuenta de que hay numerosos israelíes que quieren poner fin a esta situación anormal.

A/I: ¿Cómo es el panorama político justo antes de estas nuevas elecciones nacionales?

M.M.: La gran novedad de estas elecciones es el hecho de que los árabes, mediante la lista única, serán probablemente el tercer o el cuarto partido político más grande en Israel. Esto es una gran novedad en el panorama político, y es interesante porque es una consecuencia directa de una de las decisiones políticas más discriminatorias en Israel, donde se decidió, hace algunos años, aumentar el porcentaje necesario para entrar en el Parlamento, que pasó del 2% al 3,5%, con el objetivo explícito de procurar que los partidos árabes no puedan entrar en la Knesset. Hay tres partidos árabes en Israel que no alcanzan ese umbral y que, por tanto, se han unido. La intención inicial era apartar a los partidos árabes, y esta decisión produjo finalmente el efecto inverso. Los partidos han logrado unificarse a pesar de las grandísimas divergencias que existen entre ellos, porque este bloque reúne a islamistas y a comunistas. En cuanto a lo demás, realmente no hay ningún cambio: habrá un gobierno de coalición, de unión nacional, al que nosotros los disidentes llamamos “gobierno de parálisis nacional” porque en lo que se refiere al tema palestino, no sucederá nada sustancial.

El gobierno israelí está nervioso, sabe que está perdiendo en el terreno diplomático

A/I ¿Puede ser esta lista unificada una oportunidad para que el movimiento disidente tenga influencia en la política nacional?

M.M.:No veo cómo los resultados podrían beneficiar o afectar a la disidencia. En teoría, si un partido de ultraderecha está en el poder, hay una posibilidad de que Europa diga que es intolerable y presione al gobierno. Eso es lo que podría beneficiar al movimiento, pero esta idea solo se sostiene si el partido en el poder es extremista, para que Europa reaccione. Pero es un poco prematuro pensar en ese escenario.

A/I: Apuesta por la resistencia pacífica y la sociedad civil para encontrar la senda de la paz…

M.M.: Sí, efectivamente. Creo en la resistencia pacífica, y pienso todavía que podemos alcanzar un acuerdo sin que sea necesario un estallido de violencia. La violencia en Oriente Próximo solo lleva a soluciones a corto plazo. Si queremos una solución a largo plazo que garantice el mantenimiento de una paz sólida y duradera, tiene que lograrse por medios pacíficos.

A/I:Hace un análisis interesante de la violencia israelí, en el que mezcla psicología colectiva y filosofía, y sostiene que para erradicar esta violencia hay que desarrollar un proceso de autocrítica dentro de la sociedad israelí. El hacer que nazca la autocrítica necesita tiempo. Ante la urgencia de la situación ¿cuál podría ser el papel de otros actores de la comunidad internacional, de EE UU, de los Estados árabes y no árabes de la región, y de la diáspora judía?

M.M.: Efectivamente, la construcción de un proceso de pacificación requiere tiempo. Yo, como israelí, me puedo permitir el lujo de perder tiempo y esperar que el proceso madure. Pero los palestinos no tienen tiempo y no pueden seguir sufriendo como lo hacen ahora. Por tanto, necesitamos urgentemente la ayuda de toda la comunidad internacional, incluidos los actores mencionados, Naciones Unidas, la Liga Árabe, el Vaticano, la Unión Europea y, también, y sobre todo, la sociedad civil mundial. Creo mucho en la sociedad civil, y sé que si existe una posibilidad de que los gobiernos adopten actitudes proactivas, será gracias a la sociedad civil. Necesitamos su colaboración; nosotros solos no podremos salir de esta trampa.

A/I: Últimamente hemos visto manifestaciones de apoyo a los habitantes de Gaza, incluso en países considerados pro-israelíes, y una ola de reconocimientos parlamentarios del Estado palestino. ¿Se siente un cierto aislamiento diplomático en Israel?

Los palestinos son el 39% de la población de Jerusalén y reciben el 11% del presupuesto municipal

M.M.: Sí, hoy más Estados reconocen a Palestina que a Israel. El gobierno israelí está nervioso porque sabe que está perdiendo en la escena diplomática. También está muy nervioso en lo relativo a las posibles acciones del Tribunal Internacional de Justicia. El gobierno tiene pánico de que generales, oficiales y funcionarios del Estado puedan ser procesados por crímenes contra la humanidad. Este asunto preocupa mucho en Israel. Además, es una prueba del hecho de que la presión internacional puede tener un efecto positivo.

A/I: La campaña Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) nació hace 10 años, pero ahora algunos fondos de inversión se retiran de algunas actividades en las colonias y la cultura también se ve afectada porque cada vez más artistas y universitarios rechazan encuentros. ¿Cómo reaccionan los israelíes, la sociedad civil y el gobierno ante esta campaña?

M.M.: Ante todo, creo que la campaña BDS es un movimiento importante y que la historia reconocerá que cumple una función significativa. Personalmente, me gustaría que fuese un poco más selectiva. El hecho de que boicoteemos a todas las universidades israelíes no tiene justificación cuando gran parte de sus profesores se encuentran en primera línea de la lucha contra la ocupación. El que sea un boicot selectivo me parece bien. Un boicot generalizado, como piden los grupos palestinos más radicales, me parece, en cambio, un error. La economía israelí todavía no se ve perjudicada por ese movimiento porque no le afecta mucho. En cambio, conozco a empresarios que están preocupados por lo que podría pasarles en el futuro. La campaña BDS no impedirá la ocupación, pero es un elemento más que hay que tener en cuenta.

A/I: ¿En qué consiste la discriminación urbana que denuncia diariamente en Jerusalén?

M.M.: En cualquier lugar donde haya una piedra en Jerusalén, encontramos una discriminación. Por poner un ejemplo, los palestinos, que representan el 39% de la población de Jerusalén, reciben el 11% del presupuesto municipal. Eso en sí constituye una discriminación. Puedo dar muchos más ejemplos como el hecho de que los palestinos solo pueden construir en un 15% de las tierras de la ciudad, y que esas tierras se consideran “tierras residenciales”. El resto se considera “tierra verde” en el plan de ordenación urbana y, por tanto, no están destinadas a los palestinos, porque no hay programa urbano para ellos. O por mil razones más. Esta discriminación impide a los palestinos construir legalmente. Hay otro elemento discriminatorio más, y es de carácter jurídico: los palestinos tienen una condición jurídica distinta e inferior a la de los israelíes. Yo, al ser israelí, soy ciudadano de Israel, a pesar de haber nacido en el extranjero. En cambio, un palestino que ha nacido en Jerusalén y sus padres y abuelos que, desde hace generaciones, han nacido y se han criado en Jerusalén, son solo “residentes”. La condición de residente es muy inferior a la de ciudadano, y es una condición que también les hace muy vulnerables porque el Estado puede anularla cuando le plazca. Estos son algunos ejemplos de la discriminación, al mismo tiempo legal y en la práctica.

A/I: ¿Se producen esas discriminaciones en otras ciudades ? Pienso especialmente en el norte del país donde se concentran los árabes israelíes.

Con la situación actual, el Estado de Israel no puede ser judío y democrático

M.M.: Los árabes israelíes, aquellos a los que llamamos “los árabes del 48”, también sufren discriminación. Representan aproximadamente el 20% de la población, y son los que van a votar a la lista árabe unificada. Son ciudadanos como cualquier otro israelí, en la medida en que tienen los mismos derechos y los mismos deberes. Pero la práctica es totalmente discriminatoria con ellos. Lo observamos con respecto al trabajo, a las relaciones con las instituciones estatales, a los presupuestos en los colegios o a los servicios sociales. Viven en unas condiciones mucho mejores que los palestinos de los territorios ocupados, pero, sin embargo, están muy discriminados en comparación con los judíos en Israel.

A/I: ¿Qué piensa del hecho de que el judaísmo sea la base de una existencia nacional? ¿Israel puede ser a la vez judío y democrático?

M.M.:Depende del judaísmo del que hablemos. El judaísmo no es algo monolítico. Hay una tendencia más extremista y una tendencia más humanista. Actualmente, por desgracia, la tendencia dominante es la del judaísmo de extrema derecha. De todas formas, con la situación actual, claramente no. Israel no puede ser judío y democrático. Hoy, declarar el Estado de Israel judío implica discriminar al 20% de la población, los no judíos. En todo caso, el Estado judío de Israel sería un Estado etnocrático. Por otra parte, esta postura que mantiene el gobierno israelí de obligar a los palestinos a reconocer a Israel como Estado judío es, sobre todo, una señal de inseguridad. Por ejemplo, yo no necesito el reconocimiento de nadie, soy judío y poco importa lo que piensen los demás de mi judaísmo.

A/I ¿Existe un debate en Israel sobre la posibilidad de crear un Ejército profesional y que ya no sea obligatorio alistarse?

M.M.: Hace algunos años que se debate el tema. Por varias razones, porque el modelo económico del ejército actual no es viable y absorbe una parte importante del presupuesto nacional. Actualmente no necesitamos una “infantería” así, y, efectivamente, falta un ejército más profesional y sofisticado. Además, me parece inhumano que una persona de 20 años pase tres largos años en el ejército.

A/I: Me dirijo ahora al historiador. ¿Cómo se enseña historia en Israel? ¿Qué importancia reviste esta disciplina para la senda de la pacificación?

M.M.:Como historiador, considero que no podemos reflexionar sobre el futuro sin entender previamente el pasado. No cabe ninguna duda de que la historia es una de las herramientas más importantes para consolidar la identidad de un pueblo. En la historia del pueblo hebreo hay capítulos de guerra y capítulos de paz, y hay cosas que pueden hacer que me sienta muy orgulloso y otras que me provocan pesadillas. La cuestión es qué capítulos decidimos enseñar para reforzar o bien la identidad belicista o bien la identidad humanista. Hoy, por desgracia, la línea de enseñanza de la historia refuerza precisamente, y exclusivamente, los aspectos nacionalistas de la identidad judía. Es una de las razones por las que resulta tan difícil salir de este círculo vicioso de la violencia. Y una de las cosas que deberemos hacer lo más rápido posible, después de haber firmado un tratado de paz, será revisar todos los programas educativos y escribir una historia alternativa. Una historia que mostrará que los judíos y los árabes pueden vivir en paz.

A/I: ¿Forma parte de lo que llaman “los nuevos historiadores israelíes”?

M.M.:Mis colegas dicen que sí. Escribí mi tesis de historia sobre un modo alternativo, que trata sobre la época del mandato británico en Palestina. Pero yo me definiría como independiente. No quiero introducir esos conceptos políticos dentro del ámbito académico. La particularidad de esos historiadores es que tratan de tener en cuenta la historia palestina y no la niegan. Intentan comprender lo que significa para un palestino la independencia de Israel y el precio que han pagado por ello. Creo que la única manera de escribir la historia es ofreciendo una visión muy amplia de todos los aspectos relacionados con el tema, el elemento histórico. No se puede hablar de Israel y solo de la historia judía. En primer lugar, porque eso no es justo, y además porque es mentira. Hubo israelíes y árabes, y musulmanes y cristianos. Para entender la historia hay que mirar todos los ángulos. Partiendo de esta perspectiva, los nuevos historiadores israelíes han hecho un trabajo sumamente importante para entender mejor los procesos históricos, y eso cambia el presente.

A/I:¿Qué tipo de solución/acuerdo se imagina?

M.M.: La única fórmula justa es volver a las fronteras de 1967 y devolver la misma cantidad y la misma calidad de tierras que fueron ocupadas. El regreso a las fronteras de 1967 ya es una renuncia por parte de los palestinos que, históricamente, pedían toda Palestina y que hoy se conformarían con solo el 22% de la tierra histórica. Es una gran renuncia, y hay que reconocer la grandeza de los palestinos que se atienen a la idea de las fronteras de 1967 y renuncian a la totalidad de la Palestina histórica. Habría que dividir la tierra y la ciudad de Jerusalén para que pudiese ser la capital de los dos países. Pero una importante población israelí vive en las colonias y el desmantelamiento será difícil.

A/I: ¿Cuál sería el modelo después del fin de la ocupación?

M.M.: Creo que ahora tenemos que conformarnos con el fin de la ocupación, y luego entraremos en los detalles del nuevo modelo. Mi utopía es que podamos llegar a un Estado binacional, porque pienso que es la lógica más natural. Pero tenemos que tener en cuenta la voluntad palestina de tener un Estado soberano y autónomo. Y estaría bien tener lo más rápido posible una confederación de Estados con Jordania, Líbano y Siria.

A/I: ¿Quiénes son sus colaboradores palestinos en la sociedad civil y en el plano político?

M.M.: Las organizaciones pacifistas israelíes trabajan con organizaciones palestinas, luchan todos los días contra las numerosas violaciones y tratan de alcanzar la paz por medios pacíficos. El primer colaborador es el gobierno palestino, Al Fatah, y las organizaciones civiles. A diferencia de lo que dice el gobierno israelí (“there is no partner”), hay interlocutores,. Pero la situación es muy frágil, y hay que reforzar el bando palestino que se encuentra en disposición de negociar, no a la inversa.

A/I: En ese bando político palestino ¿da usted preferencia a alguien en concreto?

M.M.: Tenemos muy buenas relaciones con la gente de Al Fatah y con Maruan Barghuti. Creo que Barghuti es el Mandela del pueblo palestino, porque es el único que tiene el poder y la capacidad para reunir a los palestinos de Hamás y de Al Fatah.