China asalta el Magreb

La región tiene un valor estratégico para China: por su situación, entre Europa, África y Oriente Próximo, por sus productos y sus reservas energéticas.

Zohra Abid

Según un estudio realizado en 2005 por Global Sources, una agencia de Hong Kong especializada en estudios de mercado, sobre 741 empresas industriales chinas, alrededor del 29% de estas entidades afirmó que querían concentrar sus esfuerzos de exportación en los mercados del Magreb, Oriente Próximo (MENA) y África, en 2006. Un año antes, el mismo estudio calculaba que solo un 11% de las empresas chinas había expresado su interés por esta región, frente a un 61% que prefería concentrar sus esfuerzos en sus mercados tradicionales: Norteamérica y la Unión Europea (UE).

En 2005, China exportó a los países árabes por un importe global de cerca de 50.000 millones de dólares (frente a casi 14 millones de dólares a África). Sin embargo, la parte de esta dotación que corresponde a los tres países del Magreb central apenas supera los 3.000 millones de dólares, de los cuales Argelia y Marruecos se reparten la mayoría, lo que representa un poco más de 1.400 millones de dólares cada uno. En este caso, hablar de “invasión china”, como hacen algunos compañeros magrebíes, es como mínimo exagerado.

Eso no impide que el rápido avance de la cooperación económica entre China y estos tres países (intercambios comerciales, inversiones, adjudicación de los contratos públicos…), que varía del 30% al 40% anual, confirme el interés creciente de los chinos por esta región que tiene, bajo su punto de vista, un valor estratégico indudable. Y por esta razón: está situada en una encrucijada de caminos entre Europa, África y Oriente Próximo, y constituye un inmenso mercado potencial para sus productos y una reserva de hidrocarburos esencial para la protección de sus suministros energéticos. Repasaremos la evolución de las relaciones entre Pekín, por una parte, y Rabat, Argel y Túnez, por otra, tomados por separado, puesto que no tienen una política común frente a sus socios extranjeros.

Argelia: lo mejor está por llegar

A partir de 2004, en Argelia, país de emigración por excelencia, los medios de comunicación comienzan a hablar de un nuevo fenómeno: la inmigración china (sic!). Los trabajadores chinos, cada vez más implantados en la economía, formal e informal, no tardan en suscitar el debate. Actualmente, son unos 10.000, de los que solo en los servicios de salud hay 2.500, sin contar a los clandestinos que operan en el trabendo (comercio paralelo) o a los empleados en el incipiente sector privado argelino. Cargando un poco las tintas, algunos compañeros llegan a hablar hasta de “invasión”.

Todavía no se puede hablar de chinofobia, pero comienza a preocupar la presencia masiva de trabajadores asiáticos en las grandes obras de construcción (vivienda, presas, puertos, carreteras…), administradas por la veintena de empresas chinas de construcción y obras públicas (BTP, siglas del francés) presentes en el país, entre ellas el gigante público China State Construction & Engineering Corporation (CSCEC). Esta inquietud es aun mayor en la medida en que los argelinos no comprenden que el Estado recurra a extranjeros, aunque sean cualificados y baratos, mientras que su país sufre una tasa de desempleo que se acerca al 30%.

Lo que obligó al embajador de China en Argel a intervenir en varias ocasiones para refutar las alegaciones según las cuales las empresas de su país hacen trabajar a presos para disminuir sus costes (sic!). Los motines de los trabajadores chinos, en febrero de 2005, en Tiaret, al oeste del país, para protestar contra las malas condiciones de trabajo y alojamiento y los retrasos en el pago de sus salarios, no ayudaron. Al cortar las carreteras, al incendiar sus barracones, antes de acabar con los ejecutivos de su empresa, estos últimos obligaron a su gobierno a presentar excusas oficiales a Argelia y a repatriar a los elementos recalcitrantes.

Allí tuvo lugar uno de los pocos episodios lamentables en la historia de las relaciones sino-argelinas, que tienen 50 años de antigüedad. En efecto, China fue el primer país no árabe en reconocer al gobierno provisional de Argelia, fundado en septiembre de 1958. El 20 de diciembre de ese año, los dos países establecieron relaciones diplomáticas. Tras la independencia argelina en 1962, las relaciones bilaterales siguieron desarrollándose y Argelia contibuyó a la devolución a China de su escaño en Naciones Unidas. Su apoyo a China en lo relativo a las cuestiones de Derechos Humanos y de Taiwán, siempre ha sido firme. A los chinos les gusta también recordar que Argelia, que presidió la Organización para la Unidad Africana (OUA) en 1999-2000, aportó una ayuda eficaz a la preparación del Foro de Cooperación entre China y África, que tuvo lugar en Pekín, en octubre de 2000, en presencia del presidente Abdelaziz Buteflika.

Después de la visita de Estado a Argelia del presidente chino Jiang Zemin en 1999, y de Buteflika a China en 2000, así como la del presidente Hu Jintao a Argel, en febrero de 2004, las relaciones bilaterales se consolidaron con la firma de una nueva serie de acuerdos sobre asuntos tan distintos como la cooperación económica, comercial, científica, cultural y técnica. Los intercambios comerciales bilaterales pasaron de 170 millones de dólares en 1982 a 1.700 millones de dólares en 2005. Argelia importa de China por un valor de 1.400 millones de dólares frente a 300 millones de dólares de exportaciones en el campo de los hidrocarburos. La balanza comercial es pues ampliamente favorable a los asiáticos.

El importe de los intercambios sino-argelinos (1.700 millones de dólares) debe compararse con el volumen global de los intercambios entre China y los países del continente africano que se elevó, durante el mismo año, a 17.000 millones. Argelia ocupa así la quinta posición en cuanto al volumen de los intercambios sino-africanos, después de Suráfrica, Angola, Sudán y Egipto. Con el aumento constante de los intercambios sinoargelinos (42,7% entre 2004 y 2005), China se convirtió en el tercer proveedor de Argelia, a la que exporta sobre todo productos manufacturados, por detrás de Francia (4.300 millones de dólares en 2000) y de Estados Unidos.

Las empresas chinas, que entraron en el mercado argelino a partir de 1980, operan en los sectores de la producción agrícola, los trabajos hidráulicos, la construcción y las obras públicas. Muchas construcciones están terminadas y otras están a punto de finalizar en varias regiones. Entre las grandes obras realizadas por los chinos, los argelinos citan el Hotel del Aeropuerto de Argel, abierto en 1998; la renovación de la unidad de cerámica de Guelma ( 500 kilómetros al este de la capital); la construcción de 55.000 viviendas sociales y del Hospital de Orán (500 kilómetros al oeste de Argel). El importe global de las inversiones asignadas a estos trabajos asciende aproximadamente a 720 millones de dólares. Según las estadísticas nacionales chinas, el valor de los contratos de trabajos y servicios firmados en 2001 entre China y Argelia ocupa el quinto puesto en todo el mundo y el primero en África.

La cooperación sino-argelina abarca también el sector del petróleo con la firma de un contrato de desarrollo del yacimiento petrolífero de Zarzatín, en el sur de Argelia, en octubre de 2002, entre la empresa china de hidrocarburos China Petroleum & Chemical Corporation (Sinopec) y la local Sonatrach. Este proyecto, por un importe global de 525 millones de dólares, debería acabarse en 2008. Se ha firmado otro contrato que asciende a 390 millones de dólares para la reconstrucción de una refinería en Skikda (al este del país) entre Sonatach y China National Petroleum Corporation (CNPC). Otra empresa, China National Oil and Gas Exploration (CNOGE), debe también construir una refinería en el desierto argelino, cerca de Adrar.

En un momento en el que Argelia llama a la puerta de la OTAN, y en el que los americanos se preparan para instalar una base militar en el sur del país, China parece decidida a seguir siendo uno de los más antiguos y principales proveedores de equipamientos militares de Argelia (junto con Rusia). También procura mantener relaciones privilegiadas con este gran país productor de hidrocarburos, con el fin de diversificar y garantizar sus suministros energéticos. Según Wang Wang Chang, embajador de China en Argel, en rueda de prensa en la embajada con motivo del cincuentenario de las relaciones afrochinas, el importe de las inversiones chinas en Argelia asciende a 500 y 600 millones de dólares.

La tendencia va a continuar durante los próximos años en los sectores de la construcción, los hidrocarburos y de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. China se interesa también por el turismo, que ofrece enormes posibilidades aun sin explotar. Pero también en la siderurgia, en la que el grupo Bao Steel, gigante de la industria china del acero (el sexto mundial), proyecta invertir en el país. Los chinos pretenden también atraer el interés de los argelinos por su know how en los ámbitos de la construcción naval, las centrales eléctricas nucleares, la petroquímica (refinado) y la desalación de agua.

Marruecos: hacia una asociación triangular

Los marroquíes remontan sus relaciones con China al viaje que hizo allí, en el siglo XVI, su famoso viajero Ibn Batuta. En cuanto a los chinos, les gusta recordar que Marruecos desempeñó un papel de enlace en la difusión en Europa de su civilización y de su tecnología, en particular de la fabricación del papel y de la pólvora. Los dos países, que establecieron oficialmente sus relaciones diplomáticas en 1958, han mantenido vínculos bastante amistosos.

Así, Marruecos considera la isla de Taiwán como una provincia china y respeta la posición intransigente de China respecto a Tíbet. Por su parte, Pekín no reconoce al Polisario y considera la región del Sáhara como una provincia marroquí. Las relaciones entre Pekín y Rabat adquirieron nueva intensidad después de las visitas sucesivas del ex presidente chino Jiang Zemin a Marruecos, en 1999, del rey Mohamed VI a China, en 2002, y del actual presidente chino Hu Jintao a Marruecos, en 2004. Durante los años noventa, los intercambios comerciales entre los dos países eran insignificantes, puesto que apenas superaban los 150 millones de dólares anuales. En 1998, éstos sobrepasaron la barrera de los 200 millones de dólares. Desde entonces, el aumento es constante. De este modo, el volumen de los intercambios fue de 336 millones de dólares en 2000, 695,8 millones de dólares en 2003, 943,48 millones de dólares en 2004 y 1.200 millones de dólares en 2005. El año pasado llegaron a 1.570 millones de dólares.

Esta progresión anual media del 23,7% durante el periodo 1997-2005 se explica por la modificación de la estructura de los intercambios, al ceder su lugar productos como el té, preciado para los marroquíes desde hace mucho tiempo, a los bienes de equipo (electrodomésticos, artículos eléctricos y electrónicos y plásticos). Ello permite a China ocupar hoy el tercer lugar de los proveedores de Marruecos, por detrás de Francia y de España, tras haber ganado cuatro puestos en tres o cuatro años. Sin embargo, los intercambios sino-marroquíes están muy desequilibrados, puesto que las exportaciones del Reino a China (constituidas por fosfatos, derivados químicos, productos agrícolas y pesqueros) representan menos del 10%, mientras que las importaciones marroquíes de China son más de dos veces y media las procedentes del conjunto de los países magrebíes y superan el total de las llevadas a cabo con el continente africano.

Los productos textiles, con 381,96 millones de dólares, se sitúan en cabeza de los bienes chinos importados por Marruecos en 2006, por delante de los hilos industriales y los cables (141,44 millones), de los zapatos (111,84 millones), del té verde (109,84 millones), de los equipamientos de telecomunicaciones (50,92 millones) y de los televisores (50,9 millones). El mercado de Derb Ghallef, feudo del made in China en Casablanca, es el punto de confluencia de los productos chinos que proveen a las regiones de Marruecos de aparatos, cachivaches y prendas de vestir chinas.

Marruecos, país productor y exportador de productos textiles, se vio afectado frontalmente, a partir del 1 de enero de 2005, fecha del desmantelamiento de los acuerdos multifibras con la UE, por la afluencia masiva de productos textiles chinos a precios que desafiaban cualquier competencia, primero en el mercado de la UE, destino tradicional de las industrias textiles marroquíes, y luego en el mercado local. Según fuentes oficiales marroquíes, este torbellino de las industrias textiles chinas hizo perder al país, en un año, casi la mitad de los empleos del sector (95.000 de un total de 200.000). Para frenarlo, Marruecos tuvo que adoptar algunas medidas restrictivas (control de la calidad de los productos importados, lucha contra la subfacturación…).

Además del crecimiento de los intercambios comerciales bilaterales, los chinos están presentes en Marruecos a través de sus grandes empresas adjudicatarias de contratos públicos de infraestructuras (autopistas, puentes, ferrocarriles, telecomunicaciones, obras hidráulicas, instalaciones deportivas…). En 2005, los contratos conseguidos por estas empresas en Marruecos alcanzaron un importe total de 500 millones de dólares. Los marroquíes, que tienen dificultades para contener el apetito del ogro chino, hablan de una alianza estratégica entre Pekín y Rabat que establecería una cooperación triangular en la que Marruecos serviría de plataforma entre China, por una parte, y África y Europa, por otra. Piensan también que su país, que tiene una ubicación privilegiada en el continente negro, podría seducir a los empresarios chinos interesados en la deslocalización de parte de su producción destinada a los mercados europeo, africano y árabe. Pero de la mano a la boca, se pierde la sopa.

Túnez: una cooperación moderada

Las relaciones diplomáticas entre Túnez y China se establecieron oficialmente el 10 de enero de 1964, durante la visita a Túnez del antiguo primer ministro Zhou Enlai. Desde entonces, la cooperación bilateral continuó en todos los ámbitos. Como sus homólogos marroquí y argelino, el gobierno tunecino no reconoció a Taiwán, ateniéndose al principio de una China única.

Túnez apoyó también la admisión de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Las relaciones sino-tunecinas vivieron un fuerte impulso después de la primera visita de Estado del presidente tunecino Zin el Abidin Ben Alí a China, en abril de 1991 y de las del presidente chino Yang Shangkun, en julio de 1992 y de su sucesor Jiang Zemin, en abril de 2002, a Túnez. La cooperación entre los dos países afecta a los ámbitos económico, educativo, sanitario, de las tecnologías de la información y la comunicación, la energía y el turismo.

En efecto, en diciembre de 2003, con motivo de la segunda Conferencia Ministerial del Foro de Cooperación entre China y África, China incluyó a Túnez como destino turístico para sus ciudadanos. En junio de 2004, durante la visita oficial a Túnez de Zeng Qinghong, vicepresidente de China, se firmó un memorando de acuerdo para favorecer el turismo chino a Túnez. El 25 de junio pasado, la Cámara de Comercio e Industria de Túnez (CCIT) organizó un encuentro de asociación sino-tunecino en el que participaron altos responsables y empresarios de los dos países. En el programa: el desarrollo de asociaciones en los ámbitos de la industria textil, la fabricación de automóviles, la ferretería, la industria de la madera, los materiales de construcción y los servicios de consultoría.

Los participantes pudieron comprobar que, a pesar de una voluntad compartida de intensificar las relaciones económicas sino-tunecinas, éstas seguían siendo relativamente débiles. China es, en efecto, el tercer socio económico y comercial de Túnez en Asia, después de Japón e India. El valor de los intercambios comerciales entre los dos países pasó de una media de 40 millones de dólares en los años noventa a 120 millones en 2001. En 2006, estos intercambios fueron de 510 millones de dólares, es decir una subida del 20% con relación a 2005. Hay pues un aumento constante de los flujos comerciales en ambos sentidos. Pero dejan ver un importante déficit estructural, en detrimento de Túnez, que va de uno a 12.

Las inversiones y la asociación también siguen siendo muy limitada. Hasta ahora, solo la empresa Haier ha abierto una unidad de producción de climatizadores en Túnez. Las dos empresas, Huawei y ZTE, que operan en el sector de las tecnologías de la información y las comunicaciones, han instalado dos oficinas de enlace en la capital tunecina para cooperar con los operadores locales interesados por los mercados africanos. La sociedad Sinochem ha empezado a cooperar en el ámbito de la explotación del petróleo y del gas natural. Otras empresas han expresado intención de invertir, pero tardan en llevarla a la práctica.

Según el Organismo Tunecino de Promoción de las Inversiones Exteriores (FIPA), las inversiones chinas en Túnez ascienden a 2,2 millones de dólares con solo cinco empresas, de las que tres se dedican exclusivamente a la exportación y suponen apenas 309 empleos. Los tunecinos, que pretenden atraer más inversiones chinas, hacen valer las ventajas que ofrece su país en cuanto al acceso al mercado de la UE. Según ellos, las empresas chinas pueden invertir en Túnez e integrar en su producción un 40% de productos locales para obtener un certificado de origen que les permita acceder a los mercados de Europa.

La debilidad de las inversiones chinas se explica, según algunos operadores, por la falta de interés de los tunecinos, que temen la implantación en su país de empresas que recurran exclusivamente a obreros chinos. Se habla de numerosos proyectos de inversión chinos, en particular en el sector textil, que siguen guardados en los cajones de los responsables tunecinos. Uno de estos proyectos se refiere a la creación de una zona industrial para empresas procedentes de la región de Chong-Ching. El proyecto, que debería realizarse en un pueblo del centro-este del país, no ha podido concretarse porque las autoridades solo aceptaron concederle un terreno de 50 hectáreas, es decir, la cuarta parte de la superficie solicitada.