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Coedició amb Estudios de Política Exterior
Cambio climático y activismo medioambiental en el Mediterráneo
Safa al Jayoussi
La ola de calor extremo que sufre Líbano y los frecuentes cortes de electricidad mientras estoy en mi despacho en Beirut son un pequeño ejemplo de lo que observamos en los países del Mediterráneo y de la región de Oriente Medio y Norte de África (MENA). Mientras escribo este artículo, en el mes de agosto, algunos países como Kuwait e Irán sufren las temperaturas más elevadas que se han registrado nunca, y en Egipto se han producido en los últimos años múltiples olas de calor e inundaciones que han causado muchos muertos y pérdidas de infraestructuras.
Túnez es uno de los países más vulnerables en lo que se refiere a masa de tierra: entre el 1% y el 3% de su territorio se verá afectado por un aumento del nivel del mar de un metro debido al cambio climático, mientras que Egipto, y especialmente su sector agrícola, será el más afectado por el aumento del nivel del mar. Más del 12% de las mejores tierras agrícolas de Egipto en el Delta del Nilo corren peligro si se produce un aumento de al menos un metro, y esta cifra se incrementa notablemente hasta el 25% (aumento del nivel del mar de tres metros) e incluso hasta rondar el 35% (aumento del nivel del mar extremo de cinco metros) según las previsiones de Arab for Environment and Develpoment (AFED). En un estudio titulado “Climate Change: The 2015 Paris Agreement Thresholds and Mediterranean Basin Ecosystems (Science, 2016) se afirma que el Sur de España será un desierto a finales de siglo si no se controla el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero.
Los fenómenos extremos relacionados con el agua, tanto si se trata de su escasez como del aumento del nivel del mar en las zonas costeras, son efectos importantes del cambio climático que ya sufre la región. Las consecuencias de los cambios en los fenómenos extremos relacionados con el agua van más allá del sector hidrológico y afectan a la agricultura, la industria, los asentamientos urbanos, las zonas costeras, el transporte, el turismo, la sanidad y los seguros, y también tienen repercusiones económicas. Por eso la adaptación resulta fundamental en este momento, especialmente en las zonas y comunidades más vulnerables, como por ejemplo los agricultores.
El informe Turn Down the Heat: Confronting the New Climate Normal del Banco Mundial, publicado en noviembre de 2014, demuestra claramente que el aumento de las temperaturas en la región ejercerá una intensa presión sobre unos recursos hídricos ya escasos, con importantes consecuencias para la vida humana y la seguridad alimentaria regional. El posible descenso de la productividad agrícola tendrá fuertes repercusiones sobre el crecimiento económico.
La región mediterránea tiene una población superior a los 500 millones de habitantes, distribuidos en unos 22 países de África, Asia y Europa. Numerosos pronósticos y estudios sobre la zona ofrecen resultados sorprendentes que muestran un importante cambio del ecosistema en el que las tierras fértiles se convierten en secas, lo que se suma a las consecuencias para la cuenca del Mediterráneo y el ecosistema marino.
En esta región se viven diferentes situaciones sociales, políticas y económicas debido a que existen diferentes sistemas políticos, pero la principal vulnerabilidad climática y más común es que se ha identificado como uno de los lugares más afectados por el cambio climático.
Es probable que esto provoque un incremento de la inmigración que, a su vez, puede aumentar el riesgo de que estallen conflictos en una región que ya sufre una crisis migratoria masiva debido a la inestabilidad en algunos países como consecuencia de la grave presión sobre los recursos naturales. Muy pocas investigaciones han tenido en cuenta los vínculos entre el cambio climático y la oleada actual de inestabilidad política.
En mi opinión, se puede estudiar un país como Siria, que sufre graves sequías y presiones sobre los recursos naturales, para hallar una base científica que relacione algunas de las tensiones políticas con el cambio climático.
Liderazgo político y de la sociedad civil
A pesar de lo anterior, todavía estamos a tiempo de revisar nuestras estrategias nacionales para eliminar por completo las emisiones de carbono en el futuro y salvar a la próxima generación. El Acuerdo de París se alcanzó en un momento de necesidad, una necesidad de liderazgo político en el mundo y en la región. Todos los países mediterráneos lo firmaron, y mientras algunos siguen esperando a que se ratifique a escala nacional, otros avanzan en la aplicación de sus Contribuciones Determinadas a Escala Nacional (CDN). En la región hay países democráticos y países con monarquías más o menos absolutas, cada uno tiene su propio sistema político, pero según la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC por sus siglas en inglés), existen tres grupos negociadores principales que representan a los países mediterráneos: la Unión Europea, el Grupo Africano y el Grupo de la Liga Árabe. Aunque el europeo es el más ambicioso, el Grupo de la Liga Árabe se opone a él en la mayoría de los casos y ha bloqueado varias de las grandes iniciativas que se están negociando para defender los intereses del sector de los combustibles fósiles. Pero con independencia de las negociaciones sobre el cambio climático, los líderes políticos de la región han entendido que las soluciones para el cambio climático brindan una oportunidad económica, y muchos centros de investigación e innovación que abogan por realizar diferentes esfuerzos para mitigar el cambio climático y adaptarse a él han llevado la cuestión a otro nivel.
El año pasado, Marruecos acogió la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2016 (COP 22), una reunión internacional de líderes políticos y activistas para hablar del cambio climático bajo el paraguas de la UNFCCC. Marruecos, que organizaba esta conferencia por segunda vez, es consciente del potencial de las energías renovables y ha decidido aprovechar la oportunidad, no solo acogiendo la COP22, sino mostrando también su liderazgo en la generación de energía eléctrica renovable, cuyo objetivo es alcanzar el 52% hacia 2030, tal y como recogen sus CDN. Además, el año pasado se celebró la MED COP en Tánger, en la que participantes de todas las regiones del Mediterráneo compartieron sus conocimientos y sus soluciones para el cambio climático, lo que representa un gran esfuerzo de la sociedad civil.
Participé tanto en la COP22 como en la MED COP representando a una de las principales ONG de la zona, la Liga de Activistas Independientes (IndyACT), y me emocionó ver el número de investigadores, activistas y ciudadanos preocupados en esta región vulnerable. Esto es exactamente lo que se necesita para que el Acuerdo de París sea eficaz a nivel local.
IndyACT participó en la creación del actual movimiento activista en la región y fundó, con muchos otros socios, el Movimiento de la Juventud Árabe por el Cambio Climático justo antes de la Conferencia de las Partes en Doha en 2012. Recientemente reunió a casi 100 ONG en una nueva red, Red del Mundo Árabe de Acción por el Clima, que fomenta la concienciación sobre el cambio climático y las posibles soluciones.
En algunos países se consideraba, y todavía se considera, que el activismo medioambiental es un activismo de lujo, especialmente antes de la Primavera Árabe. Se pensaba que los ecologistas eran personas que se encadenaban a los árboles, desconectadas del mundo. Esto es culpa nuestra, de los ecologistas, porque durante muchas décadas nos aislamos de la realidad. Pero en los últimos años, con la aparición de nuevos movimientos de base y los conocimientos sobre el desarrollo sostenible, la percepción de la población es diferente. Las redes sociales han desempeñado un papel importante para que se entiendan las consecuencias del cambio climático y sus soluciones.
Los activistas del clima son ahora muy conocidos en la región por sus esfuerzos por conseguir que el mundo sea un lugar mejor, especialmente durante y después de la COP de París. Una de las razones es el enorme impulso político y en los medios de comunicación de la COP, además de que en la región se producen ahora más fenómenos meteorológicos extremos que nunca: la gente sufre olas de calor y tormentas de polvo y nieve en zonas inimaginables, provocando que los agricultores pierdan sus cosechas. A la sociedad civil y a los sectores público y privado les corresponde el papel de concienciar a la población de la región de las consecuencias que el cambio climático tiene para su trabajo diario y su rutina.
Señales esperanzadoras
Las tecnologías limpias son más baratas e innovadoras. Los movimientos que reclaman un futuro en el que el 100% de la energía sea renovable deben aumentar su actividad, ya que la voluntad política en la región es fundamental para resolver el problema del cambio climático. La solución también incluye el aspecto económico que el activismo por el clima ha puesto de manifiesto, ya que la actual oleada de inestabilidad política está relacionada con la inestabilidad energética, y más concretamente, con la generación de electricidad. Aunque en algunas partes de la región se han eliminado subvenciones y se han producido cortes de electricidad, también se ha observado un auge de las energías renovables, de los coches híbridos y de los nuevos coches eléctricos. Algunas personas se han adaptado y se han vuelto más respetuosas con el medio ambiente solo porque las opciones ecológicas son más asequibles que las que se basan en los combustibles fósiles. Las subvenciones siguen siendo más elevadas que en otros países, pero su eliminación progresiva ha hecho que la población se conciencie de la importancia de adoptar soluciones más respetuosas con el medio ambiente. También hay señales esperanzadoras como el récord de proyectos solares adjudicados en 2014 en Oriente Medio, con una capacidad combinada de 294 megavatios (MW), es decir, un aumento de cuatro veces con respecto a los siete años anteriores juntos. Según el escenario [r] evolución energética de Greenpeace de 2015, una “transición energética” es perfectamente alcanzable. De aquí a 2050, en el escenario [r] evolución energética “básico”, el 93% de la electricidad producida en Oriente Medio podría generarse a partir de fuentes de energías renovables. En este escenario, las nuevas energías renovables –principalmente la eólica, la fotovoltaica, la energía geotérmica y la energía solar concentrada– representarán el 86% de la generación de electricidad total. Hacia 2020, la proporción de la producción de electricidad renovable sería ya del 14% y hacia 2030 del 52%. En un escenario más avanzado, es posible que hacia 2050 el 100% del suministro de electricidad, o aproximadamente 1.510 gigavatios (GW) de la capacidad de generación instalada, provenga de energías renovables.
En los dos años anteriores se han alcanzado dos hitos mundiales importantes: los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París. Ya existe una base, pero necesitamos voluntad y liderazgo político para desarrollarla. El movimiento de base está haciendo un gran trabajo en el plano nacional –especialmente después de que el presidente Donald Trump anunciase la renegociación del Acuerdo de París– para convencer a sus líderes de que no sigan el ejemplo de Estados Unidos. Pero gran parte de sus esfuerzos se centran en luchar contra la crisis humanitaria que afecta a la región y también contra el terrorismo. Por eso necesitamos líderes, no solo del sector público, sino también del privado, para mostrar la urgencia del cambio climático.
Ahora que estamos en el periodo posterior al Acuerdo de París, los ecologistas tienen que colaborar a escala nacional con otros actores como gobiernos, empresas, ONG y autoridades locales, algo que solo será posible si el activismo medioambiental madura y coopera con otros movimientos de base y otros activistas. Es lo que hacemos en IndyACT, donde se reúnen casi 100 ONG para hablar del movimiento regional. Pero también hay que hacerlo individualmente: todos los ciudadanos que creen en el cambio climático tienen que modificar sus decisiones de la vida cotidiana y seguir pautas para reducir su huella de carbono. Se celebran muchas conferencias y muchos actos, pero tiene que haber cooperación entre las diferentes partes. Los actores no estatales en el Mediterráneo deberían seguir el ejemplo de EE UU, donde California acogerá una cumbre sobre el cambio climático en la que todos los actores no estatales se reunirán para hablar de la aplicación del Acuerdo de París, independientemente de la decisión de Trump.
El año 2018 será decisivo para la lucha contra el cambio climático. Los países tendrán que dialogar para facilitarla, y revisar sus CDN; los actuales CDN harán que la temperatura mundial sea tres grados más elevada que la temperatura anterior a la revolución industrial, y esto tendrá unas consecuencias drásticas para el Mediterráneo. La única manera de salvarlo es reducir el aumento de la temperatura mundial a solo 1,5 grados.