Cabilia: el futuro incierto de la reivindicación lingüística amazigh

Si bien se reclama el apoyo al tamazight, esta petición pierde terreno y podría ser sustituida por una de carácter cabil.

Yassin Temlali

Ya ha llovido mucho en Cabilia desde los disturbios de la Primavera Negra, que se iniciaron el 19 de abril de 2001, a raíz de la muerte de un estudiante, Massinissa Guermah, en las dependencias de la gendarmería de Béni Duala (departamento de Tizi Uzu). Las nuevas élites políticas que trataron de encabezar esta revuelta –la Coordinación de los arsh, dairas y comunas reunió a los activistas del departamento de Tizi Uzu y la Coordinación intercomunal a los del departamento de Beyaia tras la exclusión de una corriente de izquierdas que se organizará en el seno del Comité Popular de Beyaia (CPB)– se disolvieron al no poder sustituir a los partidos tradicionales de la región, el Reagrupamiento por la Cultura y la Democracia (RCD), presidido por Said Saadi, y el Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), presidido por uno de los líderes históricos del movimiento de independencia, Hocin Ait Ahmed.

La gendarmería regresa a los principales centros urbanos, tras haber sido expulsada, y la población cabil, preocupada por la extensión de la inseguridad (los secuestros de los comerciantes se multiplican…) parece no poner ningún inconveniente. Los gendarmes responsables de la muerte de 123 manifestantes (cifra facilitada por Mohand Issad, que presidió la comisión oficial de investigación sobre los hechos) no fueron juzgados, como tampoco lo fueron sus superiores jerárquicos. En este ambiente sombrío, se plantea una pregunta: el principal logro de esta revuelta, la constitucionalización, el 8 de abril de 2002, de la condición del tamazight (el bereber) como lengua nacional, ¿ha sido sólo un logro simbólico? La pregunta está justificada en la medida en que dicha constitucionalización no vino acompañada por ninguna acción de calado dirigida a la promoción del bilingüismo árabe-bereber.

El estancamiento del tamazight

Ocho años después del final oficial del monolingüismo, la situación del tamazight no ha cambiado mucho. Su estancamiento contrasta claramente con la distensión general del país en relación con las reivindicaciones culturales de la población de habla bereber, puesta de manifiesto magistralmente por un hecho impensable 10 años atrás: en 2002, hasta los Hermanos Musulmanes (el Movimiento de la Sociedad por la Paz, MSP, y el movimiento El Nahda), enemigos tradicionales del multilingüismo, votaron a favor de que se elevara esa lengua al rango de lengua nacional.

La enseñanza del tamazight, que empezó en 1995 (tras un boicot de los colegios en Cabilia que duró un año entero), apenas se desarrolla y la formación del personal docente se realiza en unas condiciones precarias, debido a la falta de voluntad política y de presupuesto. Éste es el informe que realiza el secretario general del Alto Comisionado de la Amazighidad (HCA por sus siglas en francés), Yucef Merahi, sobre la enseñanza del tamazight en Argelia (diario argelino El Watan, 16 de abril de 2010): “[…] Los manuales escolares son antipedagógicos y demasiado caros.

Tantos factores repulsivos y desalentadores a los que se pueden añadir […] la falta de sensibilización en cuanto a la posibilidad de optar por matricularse en las clases de tamazight, los problemas pedagógicos (la dificultad de encontrar una franja horaria adecuada, ya que el horario se reparte primero entre las materias denominadas obligatorias), el escaso valor del coeficiente, especialmente en los exámenes del BEM y de acceso a la universidad… Y la lista no acaba aquí”. Quince años después del inicio de este gran proyecto, no se ha hecho nada por dar un carácter obligatorio a la enseñanza de esta lengua en las regiones de habla bereber ni para que los argelinos de habla árabe se interesen por ella.

El lingüista Abderezak Durari constata con amargura que, antes de 1995, las clases de tamazight atraían a más alumnos y que “las asociaciones [que se encargaban de ellas] estaban más motivadas y contaban con más gente que hoy en día” (El Watan, 16 de abril de 2010). El HCA destaca a menudo los “progresos” en la enseñanza del tamazight. Uno de sus miembros, Ali Mokrani, recordaba que el número de profesores pasó de 245 en 1995 a unos 1.200 en 2010 y que el departamento de lengua amazigh de la Universidad de Tizi Uzu, que sólo admitió a 11 alumnos en su apertura en 1990, hoy cuenta con 800 estudiantes (El Watan, 31 de mayo de 2010). Sin embargo, el recuerdo de estos avances no puede hacernos olvidar que el número de wilayas en las que se enseña el tamazight ha descendido de 16 en 1995 a sólo 10 en la actualidad, ni que en determinadas regiones, según el secretario general del HCA, Merahi, siempre se exige una autorización a los padres de los alumnos que quieren aprenderlo (El Watan, 16 de abril de 2010).

La única institución encargada de promover la cultura amazigh sigue siendo el HCA, cuyo presupuesto y funciones legales (estrictamente consultivas) no le permiten ser el motor de una verdadera transformación de la realidad lingüística argelina. Cierto es que, al igual que el reconocimiento constitucional del tamazight, la creación de este comisionado se hizo ante la presión popular, pero sus prerrogativas se definieron sin la participación de los dirigentes de la “huelga de la cartera” (durante un año entero, los cabiles boicotearon los colegios para reclamar la introducción de la lengua bereber en el sistema educativo) y, sobre todo, sin un debate profundo sobre la situación de la cultura amazigh al que se debería haber invitado a los sociolingüistas y a los especialistas en la conservación del patrimonio popular.

El 20 de junio de 2007, es decir, más de cinco años después del reconocimiento constitucional del tamazight, el Consejo de Gobierno aprobó dos nuevos decretos dirigidos respectivamente a la creación de una Academia y de un Consejo Superior de la Lengua Amazigh. Más de tres años después, ninguna de las dos instituciones ha visto la luz, y sólo el HCA sigue presidiendo el destino incierto de la cultura bereber. No es exagerado afirmar que el único logro concreto de los hablantes de bereber desde 2002 fue el lanzamiento con carácter experimental, el 18 de marzo de 2009, de una cadena de televisión que utiliza exclusivamente los principales dialectos amazighs argelinos (el cabil, el chaui, el targui, el mozabita y el chenui). Sin embargo, habría que probar que este logro fue una consecuencia de la constitucionalización de la condición del tamazight, ya que el estricto dogma del monolingüismo jamás ha impedido que exista, desde 1963, una cadena de radio de habla exclusivamente bereber.

El tamazight: una reivindicación de carácter secundario para las élites cabiles

El estancamiento de la situación del tamazight es menos preocupante que el silencio con que lo reciben las élites cabiles, la punta de lanza de lo que en Argelia se conoce comúnmente como “el combate cultural amazigh”. Al ordenar a su mayoría parlamentaria que ratificara la elevación del bereber a la categoría de lengua nacional, el régimen pretendía poner fin a las movilizaciones populares en las ciudades y pueblos cabiles más que transformar realmente el panorama lingüístico mediante la instauración de un verdadero bilingüismo en todos los ámbitos de la vida pública (administración, justicia, etcétera).

Parece que los dirigentes de la revuelta de la Primavera Negra han acogido esta decisión no tanto como el anuncio de un nuevo proyecto sino como otro reconocimiento solemne de la especificidad sociopolítica de Cabilia (y de su condición de nuevos representantes políticos de esta región). Para esas élites, el carácter secundario de la reivindicación lingüística amazigh se puso de manifiesto en las negociaciones en torno a la plataforma de El Kseur, dominada por reivindicaciones políticas y sociales. Esa plataforma se constituyó al inicio de la Primavera Negra en la ciudad de El Kseur (departamento de Beyaia) y se sometió a las autoridades que aceptaron negociarla.

Asimismo, se puso de manifiesto por el hecho de que esas mismas élites, a diferencia de los dirigentes de las revueltas cabiles de 1980 y 1981, no se molestaban en utilizar su lengua en los documentos que elaboraban y en sus comunicaciones con los medios de comunicación. No nos consta que la plataforma de El Kseur y otros documentos “históricos” existan en versión amazigh. ¿Se explica dicha situación por la disolución del Movimiento Cultural Bereber (MCB), una densa red de asociaciones de defensa de la cultura amazigh, cuyo papel empezaron a desempeñar desde principios de los años noventa (es decir con la instauración del multipartidismo) el FFS y el RCD? ¿O bien se explica por el hecho de que las élites cabiles que dirigieron las movilizaciones de principios de la década de 2000 eran menos culturalistas que las que, en los años setenta y ochenta, militaban clandestinamente en favor del reconocimiento del “hecho bereber”? Se denominaba “culturalistas” a los militantes de la causa bereber para los que el cumplimiento de las reivindicaciones culturales amazighs (reconocimiento y promoción del tamazight) debían primar sobre las reivindicaciones políticas como el multipartidismo y las libertades políticas, que siempre ocuparon un lugar importante en las plataformas del MCB.

Sin embargo, estas dos respuestas complementarias parecen parciales. Se debe examinar otra hipótesis: el retroceso de la reivindicación lingüística amazigh podría reflejar no sólo el carácter socialmente más marcado por el pasado de la lucha política en Cabilia, sino también un desánimo real ante el mantenimiento de las reivindicaciones bereberes en el gueto de esta región, a diferencia de otras regiones de habla bereber. Ese desánimo alcanzó su paroxismo en una minoría que, al asumir su ruptura con el pasado del “combate cultural amazigh”, fundó el Movimiento para la Autonomía de Cabilia (MAK). Esta organización sustituyó las reivindicaciones “amazighs” del MCB por unas estrictamente “cabiles”. Así, ya no reclama el reconocimiento del tamazight como segunda lengua oficial, sino el del cabil como lengua oficial regional.

Esta última reivindicación ofrece, en efecto, la ventaja de evitar la espinosa cuestión de la unificación de los dialectos amazighs con vistas a elaborar un idioma panberber. No hay duda de que el cabil, a pesar de su gran variedad de dialectos, es más real que el tamazight, una entidad puramente virtual. Si bien en Cabilia se sigue reivindicando la subvención del tamazight (e incluso a veces se reclama la condición de “lengua oficial” como si dicho estatus fuese una garantía para una subvención presupuestaria más estable), no cabe duda de que la reivindicación lingüística amazigh pierde terreno.

No es descartable que en el futuro sea sustituida por una reivindicación lingüística cabil que vaya más allá de los restringidos círculos del MAK. Un lingüista como Abderezzak Durari toma nota del fracaso en la enseñanza del tamazight y propone enseñar los dialectos amazighs en vez de esa lengua estándar, cuya elaboración es “difícil de concebir”, debido a que el árabe dialectal ya ocupa la posición de lengua común en todo el Magreb (El Watan, 16 de abril de 2010).