Entre la ecología ambiental y el turismo cinegético. Cabras en la sierra de Tramuntana

Maria-Àngels Roque

Antropóloga, Institut Europeu de la Mediterrània

Este trabajo se inscribe dentro de la antropología política, e intenta mostrar el posicionamiento y el juego de poder político y económico en la percepción y valoración del medioambiente. Es una aproximación en el ámbito mediterráneo a un debate que parte de la premisa de la conjunción entre naturaleza y cultura como paradigma, realizado en la Sierra de Tramuntana de Mallorca. En la dinámica de actores, las cabras representan la naturaleza extrema, peligrosa pero al mismo tiempo portadora de nuevos incentivos de revaloración del medioambiente en su versión de suministradora de turismo cinegético. De momento, la normativa dada por las administraciones públicas solo beneficia a las grandes fincas y la biodiversidad, a pesar de lo que se manifiesta, queda cuestionada.  

¿Cuál es la base de la comprensión del entorno? Hay que tener en cuenta que ya hemos dejado de lado los conceptos del determinismo ecológico en relación con la cultura y nos acercamos, de alguna manera, a los supuestos de la antropóloga Kay Milton (2010), que nos propone sustituir las viejas fórmulas como «los entornos moldean las culturas» y «los aspectos ambientales concretos moldean rasgos culturales específicos» por «los modos de interactuar con el entorno moldean los modos de comprenderlo». Esta es solo una de las caras de un proceso dual, ya que los modos en que la gente comprende su entorno también moldean la forma de relacionarse con él y esto se va modificando según lo que se introduce, recrea o valora en la naturaleza. 

Los estudios ambientales que trabajan de manera interdisciplinar han conseguido, sin duda, desmantelar con solvencia los márgenes trazados entre naturaleza y cultura, entre conocimientos locales y expertos. En este sentido, quisiera presentar un fenómeno de larga duración, pero que en estos últimos veinte años ha cambiado considerablemente la percepción de los recursos naturales, así como la interacción, en este caso, entre animales y humanos. Me refiero a las cabras de la isla de Mallorca y a las actuaciones que conlleva su proliferación en el marco del asilvestrado. Saber que los animales son seres independientes y dignos de confianza conduce a la gente a actuar hacia ellos de un modo determinado; considerar que son objetos para ser sometidos y consumidos por los humanos da lugar a un modo distinto de relacionarse con los animales. Por lo que, continuando con las reflexiones de Milton, comprobamos que las perspectivas culturales proporcionan los conocimientos, las suposiciones, los valores, los objetivos y la base ideológica que guía la actividad humana. Esta actividad, a su vez, proporciona experiencias y percepciones que moldean la comprensión que del mundo tiene la gente. El proceso no es unidireccional sino dialéctico, según Milton (2010:15).       

Mallorca, la mayor isla del archipiélago balear, pasó durante el siglo xx de la economía rural al turismo de masas. No es un proceso nuevo, sino que ha ido madurando de una forma continuada: la isla lleva cien años dedicada al turismo. En 1903, Bartomeu Amengual publica el libro La industria de los forasteros, con prólogo del poeta y ensayista Joan Alcover, que refleja ya una seria preocupación por el tema. En 1905 se funda la Sociedad del Fomento del Turismo, la primera de España en su género, todavía activa. El hecho es que durante los últimos 50 años se ha producido un crecimiento económico y turístico importante que ha generado procesos de terciarización intensa y de especulación con la venta de fincas en zonas rurales. Ello no quiere decir que los mallorquines hayan perdido las pautas alimentarias que, en su caso, constituyen una de las bases más importantes de su identidad. Se valoran los productos locales aunque sean más caros por su «autenticidad». 

Normalmente, el turismo de sol y playa se concentra en enclaves destinados a ello, como Palma Nova o Magaluz, entre otros. Pero Mallorca también cuenta con la sierra de Tramuntana, donde todavía existen playas que solo se pueden alcanzar después de un largo camino o en barco. En la costa noroeste, las islas de Cabrera y Dragonera son parques naturales para los observadores de pájaros y hogar de especies que no existen en otras partes de Europa. 

La sierra de Tramuntana vertebra el noroeste de Mallorca. Se extiende a lo largo de unos 90 km, con una anchura máxima de 15 km, sobre el territorio de 18 municipios —siendo los mayores Calvià, Pollença y Escorca—, lo que supone casi un 30% del territorio insular y más de 1.000 km2. En las zonas núcleo viven unas 8.000 personas, pero la población de amortiguamiento es de 40.000 habitantes. Varias cimas superan los 1.000 m de altura, destacando el Puig Major (1.443), el Puig de Massanella (1.348 m), la Serra d’Alfàbia (1.069 m), es Teix (1.064) y el Galatzó (1.026 m).

En 2011, la sierra de Tramuntana fue declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO en la categoría de paisaje cultural. La web www.serradetramuntana.net, creada por el Consell de Mallorca a raíz de la declaración, explica: «Es el reconocimiento de la comunidad internacional a la simbiosis casi perfecta entre la acción del ser humano y la naturaleza, realizada durante siglos, de la que ha resultado una monumental obra humana en la que se mezclan cultura, tradiciones, estética, espiritualidad e identidad. El paisaje cultural de la Serra es fruto del intercambio de conocimientos entre culturas, con pequeñas obras realizadas colectivamente con finalidad productiva, condicionadas por las limitaciones impuestas por el medio físico. Limitaciones superadas a base de sabiduría y del uso inteligente de los recursos, sin destruir el medio. Y también es la recreación de un territorio a través del imaginario colectivo y de las obras de artistas que han encontrado en él inspiración.

Según el Convenio Europeo del Paisaje, se entenderá como Paisaje Cultural cualquier parte del territorio tal y como lo percibe la población, y su carácter es el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos. Ello sugiere que no se trata solo de mantener el territorio de la Serra tal y como se encuentra en la actualidad. Se trata también de mejorar la intervención humana, promoverla con actividades sostenibles de acuerdo a unos objetivos».

Todo ello sirve para proponer una serie de acciones estratégicas o Plan de Gestión de la sierra de Tramuntana para conseguir también la implicación de los sectores público y privado, agentes económicos y sociales, ya que más del 90% es propiedad privada.

Cabras autóctonas

El carácter agreste de esta zona de la gran sierra litoral situada al noreste de la isla desde La Dragonera, la península de Formentor, hasta Alcudia, abarca cerca de 92.000 hectáreas (una cuarta parte del área de Mallorca). Es una zona de una gran biodiversidad, pero no especialmente agrícola. Las paredes secas (marges) que han servido para retener la tierra en las vaguadas y los pequeños valles hoy en día constituyen gran parte del encanto del paisaje cultural seleccionado por la UNESCO. Este es el trabajo centenario de los campesinos para poder plantar almendros, olivos, algarrobos y algunos frutales en los bordes y dejar espacio para que creciera el escueto cereal. Los pueblos de la sierra de Tramuntana, en los siglos xix y xx, han sido los principales candidatos a la emigración a Francia y Cuba. El monte ofrecía algunos recursos como hacer carbón, cuerda con los palmitos, talas de pino para embalajes y captura de cabras que se alimentaban entre bosques y riscos, mediante una modalidad exclusiva de can i llaç. Esta caza tradicional que ahora se reivindica como elemento cultural consistía en capturar los animales vivos, especialmente los cabritos, que nacían de las cabras que se alimentaban en el monte y se vendían para carne. Se encargaban de capturar cabras mediante esta modalidad exclusiva, ya que para este tipo de caza se utilizaba una raza autóctona de perro pastor, mezcla de perros ibicencos y cans de bestiar –hoy también se cruzan ibicencos con borders colies‒, para acorralar a los ejemplares y aprovechando que el animal no puede escapar (enrocar), pasarles el lazo por el cuello. Pero a estos animales se han unido las cabras domésticas, que fueron soltadas por sus propietarios cuando vendieron las tierras o dejaron el oficio. Actualmente, los expertos en la gestión de la fauna aseguran que hay superpoblación de la especie, lo que pone en grave peligro parte de la vegetación endémica. Consideran necesario reducir en dos tercios la población. Se estima que el total de las cabras en estado salvaje está en torno a los 20.000 individuos y que en ciertos núcleos la densidad puede superar los 0.4 individuos por hectárea. Además, ha surgido otro problema: cada año se observa un mayor deterioro de la especie porque el asilvestrado de nuevas cabras domésticas ha propiciado la hibridación de la raza, poniendo en peligro la situación de la cabra autóctona, que hoy en día se vuelve a apreciar como especie única a la que se puede sacar un alto valor cinegético.

Por otro lado, los datos no son claros, ya que las cifras oscilan hasta los 40.000 caprinos, aunque la Conselleria de Medi Ambient sostiene que cada año se matan unas 8.000 cabras. Uno de los mejores estudios que he encontrado en relación a este tema, que no ha sido tratado todavía desde la disciplina antropológica, es el de los biólogos Joan Antoni Vives y Elena Baraza, con un título sugerente: «La cabra doméstica asilvestrada (capra hircus) en Mallorca. ¿Una especie a erradicar?». Se trata de un estudio con gran acopio bibliográfico internacional y cuyo resumen es el siguiente: Las cabras asilvestradas (capra hircus) aparecen en muy diversos ecosistemas en todo el mundo. Al igual que las variedades salvajes, tienen un marcado efecto sobre la vegetación, constituyen un recurso cinegético y mantienen relaciones de competencia con otros ungulados. Sin embargo, son muy escasos los estudios científicos que analizan el impacto de la cabra asilvestrada en islas donde sí había previamente herbívoros de características más o menos similares, y donde la vegetación está claramente adaptada a hacer frente a los herbívoros (presentando espinas, toxinas, hábito rupícola, etc.). Este es el caso de Mallorca, donde la presencia ancestral de un ungulado endémico anterior a la llegada del hombre, Myotragus balearicus, hace pensar en los herbívoros como un factor de selección siempre presente para la vegetación de la isla (Alcover et al., 1999; Altaba, 2000) . Las primeras cabras introducidas en la isla dieron lugar a una variedad local, la cabra salvaje mallorquina (C. aegagrus [hircus] ssp.). La introducción de las nuevas razas en tiempos más recientes ha propiciado el establecimiento de una gran población de cabras asilvestradas, claramente diferenciadas de la primera. Actualmente, ambas comparten hábitat y se hibridan, poniendo en peligro la variedad ancestral local. Poco se conoce de la ecología de ambas especies, cuya gestión se basa actualmente en su uso cinegético, muy diferenciado en función de la variedad que se trate. Ante la magnitud de la problemática, advierte estos biólogos, son imprescindibles estudios que contribuyan a conocer el impacto real de los caprinos asilvestrados en los ecosistemas mediterráneos insulares, así como la base científica necesaria para la correcta gestión de sus poblaciones. 

Ecológicamente, la cabra mallorquina presenta una tasa de reproducción inferior a las cabras asilvestradas de origen doméstico. Los partos dobles son muy escasos, y las hembras tardan dos años al alcanzar la madurez reproductiva. Dicen a su favor que la alimentación es también más selectiva que la de las cabras domésticas, causando un menor impacto sobre la vegetación, aunque esto no está muy claro porque su dieta es enormemente variada, incluyendo frutos como el lentisco, las bellotas, los frutos del palmito, otros vegetales como el carrizo tierno, las gramíneas silvestres, brotes tiernos de pino o encina y hojas de todo un grupo incontable de plantas y arbustos, mata, brezo, romero o la corteza de muchos árboles. 

Muchos otros aspectos de su biología se encuentran todavía en proceso de estudio. Existe un estudio genético que forma parte del Programa de recuperación de la cabra mallorquina, que se inició hace ocho años con la caracterización morfológica, genética y ecológica. En referencia a las cabras de otras localidades, la menor distancia genética es con las cabras ibéricas y con la cabra de Creta, hecho que indica un origen mediterráneo, tal vez a partir del tronco basal de cabras que durante el Neolítico el ser humano extendió por la cuenca normediterránea. 

Vives y Baraza (2010:200) manifiestan que estos primeros resultados demuestran que nos encontramos ante un caso parecido al del muflón de Córcega o la cabra de Creta, originarios de ovejas y cabras domésticas, llevadas a las islas mediterráneas por los primeros colonizadores neolíticos. Pero a diferencia de la cabra mallorquina, estas especies hace muchos años que han sido estudiadas, y son objeto de gestión, conservación y caza como trofeos de prestigio mundial. En este marco, cabe plantearse cuál es la consideración taxonómica que debe tener la cabra mallorquina, y por extensión, las entidades biológicas introducidas y asilvestradas en ecosistemas en los que se han integrado, especialmente si actúan como especie clave causando efectos en varios niveles. Por lo tanto, vemos que la cabra autóctona, o sea el Myotragus, desaparece con la llegada de los humanos a la isla, que más tarde introducen un nuevo caprino que se integra en el ecosistema.

A pesar de la falta de información científica, sí existe un importante interés social derivado de todas las problemáticas ambientales, económicas y sociales, consecuencia de la proliferación de las cabras en los últimos años, tanto si hablamos con los propietarios afectados en sus fincas como si seguimos las muy abundantes referencias en prensa, revistas, páginas web y blogs sobre la cabra asilvestrada y la cabra salvaje mallorquina.

Los actores

Desde los años noventa existe un enfrentamiento entre los colectivos ligados a la caza de la cabra mallorquina, que critican el control que sobre las cabras asilvestradas lleva la Conselleria de Medi Ambient en algunos lugares y también de aquellos que defienden la protección de la vegetación y plantas endémica. A pesar de que la sierra de Tramuntana es patrimonio de la humanidad, sufre constantes incendios estivales como el de 2013, en el que se quemaron más de 2.300 hectáreas en la zona de Andratx y Estellencs. A raíz del último incendio, el Consell de Mallorca se ha propuesto erradicar las cabras mestizas y, finalmente, impulsar la actividad cinegética como un turismo alternativo al de sol y playa. Consideran que los cazadores son visitantes de alto poder adquisitivo que vienen en busca del preciado trofeo de caza del macho cabrio, conocido popularmente como el boc mallorquín (balearen boc). Por este motivo, el Consell ha formado 60 guías especializados en ayudar a los cazadores por las montañas mallorquinas a estar al acecho de los grandes machos que están en plena forma pero que inician su degradación biológica. Hay que tener en cuenta que, según los últimos baremos, se pagan entre 6.000 y 9.000 euros por abatir un ejemplar con una imponente cornamenta. En este sentido, parece necesario combatir la plaga de cabras domésticas asilvestradas, proteger la cabra mallorquina del cruce y la caza inadecuada, y regular vías de buena gestión y aprovechamiento como trofeo de caza mayor exclusivo de Mallorca en las fincas que cumplan los requisitos exigidos. 

Uno de los cometidos de los nuevos guías será la selección de los individuos, descartando y abatiendo a los cruzados con el objetivo de purificar la raza. Al mismo tiempo se seleccionarán los machos con mayor cornamenta para que los turistas cinegéticos puedan dar rienda a sus rifles.

El Consell de Mallorca entiende que el aprovechamiento sostenible como trofeo de caza mayor de la cabra mallorquina es una vía muy interesante para conservarla. En estos momentos existen en Mallorca seis cotos de caza habilitados para la captura de la cabra como trofeo cinegético: Formentor, Es Teix, Ternelles, Cala Murta, La Victoria y Sollerich. Otras fincas de Mallorca, especialmente de la sierra de la Tramuntana, están estudiando homologar su coto para acoger la caza mayor, dado que las cabras mestizas no cuentan y, como decíamos, en los últimos 50 años se han introducido cabras domésticas en las colonias asilvestradas. Esto ha provocado el nacimiento de muchos ejemplares mestizos.

Es cierto que hoy en día, el fenómeno cambia de dimensión: se admite que es necesaria una estrategia colectiva de gestión de razas antiguas. Como manifiesta Hermitte, la conservación de ciertas razas muy particulares está ligada a una opción cultural: «Las razas locales pueden ser aprehendidas en sus solas dimensiones culturales. Los nostálgicos practicarán entonces lo que se llama cría deportiva. Pero, a menudo, las asociaciones de amateurs ligarán su actividad a un agroturismo verde, integraran su hobby en el sistema económico. Estas razas amenazadas por la cría intensiva son finalmente conservadas por una mezcla de acciones privadas y públicas, bajo la urgencia de estar en peligro. La dificultad llega del hecho de que lo vivo vive, y una subvención a corto plazo no es suficiente si la raza no encuentra una forma u otra de equilibrio económico» (1991:93).

No es fácil trabajar desde la disciplina antropológica sobre temas que tienen un gran calado económico como el turismo, que en los últimos cuarenta años es un fenómeno de masas. Nogués Pedregal hace una genealogía de la difícil relación entre la antropología social y el turismo y del desapego de muchos universitarios por todo lo relacionado con el tema a pesar de honrosas excepciones como los estudios transculturales (2009: 52-53).   

En el recorrido hecho por Beatriz Santamarina de lo que han representado en la antropología los elementos vinculados a naturaleza y cultura, creo que una aproximación interesante y que nos conviene en este trabajo está relacionada con la perspectiva de la politización de las representaciones. Tema que ya había comenzado a desbrozar Eric Wolf haciendo énfasis entre lo local y lo global: «Cada modo de producción formará una “ecología de representaciones colectivas” y es en ella donde es posible observar los procesos de selección y práctica del poder» (1982:171). Jeremy Boissevain ha sabido crear un discurso desde la antropología sobre Malta, otra isla mediterránea, donde nos presenta las percepciones de los diversos actores (1996 y Roque, 2000). Sin duda, el desarrollo de la ecología política supone un nuevo esfuerzo en la comprensión de los vínculos ideológicos que subyacen a cualquier representación ecológica, y adscribo lo siguiente: «La incorporación en los análisis de lo local y lo global, el énfasis en mostrar que las prácticas de los discursos, como productos históricos y culturales, condiciona nuestras relaciones con el entorno; el hecho de sacar a la luz que hay distintas lógicas materiales y sociales que determinan nuestra relación con el medio y que existe otras formas posibles de configurar los vínculos naturales, son aportaciones que nos invitan a una nueva consideración sobre lo ecológico más allá de determinismos tradicionales de nuestra cultura» (Santamarina, 2008:177).

Podríamos decir que, en Mallorca, el tema de las cabras es más que milenario, pero es a principios de los noventa cuando se relanza por diversos motivos, como la recuperación de las razas autóctonas mallorquinas. En la primera década del siglo xxi se despliega todo un dispositivo que beneficiará a las grandes fincas de la costa norte mallorquina. 

De hecho, existían ya cinco cotos de esta clase entrada la década del 2000 –Cala Murta, la Victoria, Formentor, Es Teix y Ternelles– integrados en la Asociación de Cotos de Caza Mayor. La consejera insular de Medio Ambiente, Marilena Turgores, participó en la 39 Feria Internacional de caza del Safari Club Internacional (SCI), que tuvo lugar en Reno (EE.UU) en 2013. Una de las prioridades era divulgar la actividad y colaborar con esta asociación y, por supuesto, dar a conocer el boc mallorquí. Esta feria es el concurso más importante de este tipo de ámbito mundial, y desde 2005 el balearen boc está incluido como trofeo cinegético en la lista del SCI, hecho que revaloriza el animal en el mercado. De la estancia en la feria americana, a la que los mallorquines fueron invitados especiales por los organizadores, la máxima responsable insular de medio ambiente explica que «es una actividad interesante porque ayuda a la supervivencia de las fincas» y «es ecológicamente sostenible». En este sentido, manifiesta el diario que Tugores se refiere a los elevados ingresos que reciben por el hecho de ofrecer este producto, lo «cual permite mantener las posesiones de montaña y el paisaje de la Tramuntana, tan importante para nuestra isla».   

En 2011 se cazaban anualmente 40 bocs en el conjunto de los cinco cotos de caza mayor. La cifra corresponde al número de usuarios que practican cada año esta actividad en la isla, de manera que cada uno abate un ejemplar. Los que tienen esta afición suelen ser foráneos. Se trata, según la Conselleria, de otro atractivo turístico fuera de la estación veraniega. El sistema para promocionar estas fincas y sus actividades se basa en constituir asociaciones que aprovechan las facilidades que les ofrece el Consell de Mallorca y también su poder político. 

El incendio 

El Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente manifiesta que el 95% de los incendios forestales se deben a la acción humana: descuidos, despistes, imprudencias, falta de atención, irresponsabilidad o conductas pirómanas. El 26 de julio de 2013 se inició en la sierra de Tramuntana un incendio que arrasó 2.347 ha forestales, donde también viven diferentes tipos de animales, entre ellos cabras mallorquinas silvestres de las que estamos hablando. En un inicio se creyó que la causa había sido la quema de rastrojos, práctica que hacían normalmente los payeses para limpiar las fincas, pero en realidad fue provocado por una barbacoa. El 30 de julio se confirma quién fue el responsable y cómo se desarrolló el incendio. La Agencia EFE da la noticia, reproducida en diversos diarios nacionales:

«El fuego se inició al mediodía en el municipio de Andratx. El hombre reconoció, junto a su hermano y dos amigos, que prepararon una barbacoa en su finca de Andratx. Para cocinar utilizaron una carretilla metálica de obra, donde después de la barbacoa quedaron las brasas. A la mañana siguiente, el hombre volcó lo que pensó que ya solo eran cenizas sobre unos matorrales, pero en realidad aún quedaban brasas encendidas que fueron las que iniciaron el fuego, que ni el hombre ni su hermano pudieron sofocar en esos primeros instantes. Los vecinos del municipio de Estellencs pudieron volver ayer por la tarde ya a sus casas de manera gradual y escalonada. Cabe recordar que en la madrugada del sábado al domingo habían sido desalojados de manera preventiva dichos vecinos, unos 250 aproximadamente, así como otras 450 personas más, que eran turistas o no residentes que se encontraban de visita por la zona». 

Tanto el Govern balear como las asociaciones implicadas utilizan los medios de comunicación para informar a la ciudadanía, por otro lado bastante escéptica, de los trabajos que llevan a cabo tras el desastre. No dicen que han disminuido las medidas de prevención, como los helicópteros que vigilaban y alertaban de posibles conatos de incendio. Uno de los planes de restauración es iniciar una campaña de descaste para que no se ralentice la regeneración forestal. 

El 22 de agosto de 2013 aparece la siguiente noticia en los periódicos: «El Consell otorga autorizaciones a medio centenar de guías para ayudar a los cazadores de todo el mundo a capturar el preciado macho cabrío por unos 9.000 euros la pieza». En una columna del mismo diario, el comentarista Miquel Adrover destaca que «los guías sacrificarán cabras» y también «ayudarán a reducir la población para evitar que devoren la reforestación del incendio de la Serra».

Esta vez es Catalina Soler, consejera insular de Medio Ambiente, la que explica que los nuevos guías formados por el Consell de Mallorca realizarán otra función muy importante: «se encargarán de sacrificar cabras mestizas de la zona quemada en el gran incendio de Andratx y Estellencs». El objetivo es reducir la numerosa población caprina salvaje de la zona para evitar que se ralentice la reforestación de las 2.335 ha. Para reforestar tal cantidad de hectáreas quemadas será preciso plantar millones de pinos y arbustos por toda la zona devastada por el fuego. Se plantan ejemplares tiernos de unos 10 cm. de altura cultivados en el vivero del Govern Menut (Escorca). El temor de los técnicos es que las cabras puedan devorar los árboles jóvenes y frustrar la reforestación. Govern, Consell y cazadores llegaron a un acuerdo para llevar a cabo este descaste de cabras. Sin embargo, algunos colectivos animalistas criticaron la decisión y exigieron una alternativa al sacrificio de las cabras.

Por su parte, el diario Ara Balears anuncia el 5 de abril de 2014 que la comisión Tot(s) per sa Serra! destinará 355.270 euros para la restauración de 90 ha quemadas en el incendio. La comisión está formada por el Govern, el Consell de Mallorca y los ayuntamientos de Andratx, Estellencs y Calvià, y el dinero proviene de donaciones de entidades, empresa y particulares hechas desde el mes de agosto pasado: «Algunas acciones previstas ya se han hecho y otras están en proceso de ejecución o se llevarán pronto a término. Destacamos la limpieza y retirada de 2.000 árboles quemados de los márgenes de la carretera y los trabajos de construcción de hacinas de contención».  

Las noticias se van sucediendo y la web de la Conselleria de Medi Ambient, @xarxaforestal, anuncia con bastante optimismo: «Han pasado diez meses y la vegetación del bosque de la zona quemada se ha regenerado con fuerza casi desde las primeras lluvias, a finales del verano pasado. Tanto con respecto a las especies que rebrotan como con respecto a las germinadoras, la cubierta vegetal cubría las partes desnudas, aunque lenta y gradualmente.  Asimismo, en el marco del plan de restauración en la zona afectada por el fuego, se están llevando a cabo una serie de acciones desde el momento en que este se extinguió, con un saldo final de 2.347 ha. Dejando de lado las medidas adoptadas para mantener como prioridad la seguridad de bienes e infraestructura, entre otras, cabe destacar las medidas de contención de la erosión del suelo, el arreglo de senderos, o mejorar el paisaje, a través de la eliminación parcial de madera muerta, además de la regeneración artificial ». 

Turismo cinegético

Sin duda, el turismo no es un tema baladí y cuando hablamos de turismo, estamos hablando de segundas residencias tanto de extranjeros como de españoles que han comprado chalets o apartamentos o bien que residen en las aglomeraciones hoteleras, estancias dedicadas al turismo rural (yo diría, mejor, turismo campestre). 

Afirma Santana Talavera haciéndose eco de diversos estudios  internacionales: «El ecoturismo o turismo ambiental ha sido definido como “viajes hacia aéreas naturales relativamente poco alteradas o no contaminadas con el objeto específico de estudiar, admirar y disfrutar el paisaje, la flora, la fauna, al igual que las manifestaciones culturales (pasadas y presentes) características de esas áreas en un viaje de naturaleza comprensiva hacia las comunidades anfitrionas”» (2002:4).

Dentro de algunos espacios de la sierra de Tramuntana, no podemos decir que el papel de los foráneos siempre haya sido nefasto en cuanto a la compra de casas en pueblos como S’Arracó, en el término de Andratx, muchas de ellas prácticamente destruidas. Los extranjeros han tenido un mayor empeño en reformarlas siguiendo la tradición, mientras que los autóctonos, en los años sesenta y setenta, construían apartamentos y urbanizaciones que no tenían nada que ver con la arquitectura local y en la época solían ser de pésima calidad. Esto podríamos hacerlo extensivo a otras zonas de Mallorca.

Si a alguien le interesa conocer cómo y dónde dirigirse para cazar el boc mallorquín, lo mejor es que entre en la web donde encontrará videos y ofertas. Me interesa referirme, por ejemplo, al www.club-caza.com captiva!8/19/20, escrito por Adolfo Sanz con ilustraciones de Xavier Canyelles, porque es una muestra representativa, mezcla de blog y reclamo publicitario, que resumo con unas cuantas frases del autor: «Todo comenzó a finales de los años noventa. Leí sobre un trofeo que yo creí de cabras asilvestradas. Tardé muy poco en presentarme en Mallorca con la sana intención de conocer a Bernardí y, de paso, cazar alguna cabra por el que parecía un agreste y a la vez imponente paisaje, no había estado antes en la isla, lo reconozco. […] Mallorca me atrapó sin remedio. […] ¡Cazamos, vaya si cazamos! Desde el extremo de Son Moragas hasta el remate en Tossals Verds, donde Antonio cobró un precioso fino. […] En aquella época se cazaba en las fincas del Govern Balear y del Consell de Mallorca, los permisos se obtenían sin mayor problema con anterioridad. Y aunque las normas cambiaban de un año a otro, normalmente se daba prioridad a cazar ejemplares selectivos, asilvestrados de procedencia doméstica, aunque también se podían cazar algunos bocs finos. Había mucha afición –y sigue habiéndola‒ entre los cazadores mallorquines a matar cabrits, que son ejemplares de hasta un año de edad y con un sabroso “trofeo” gastronómico. También era tradicional, desde siempre, la captura de cabras finas con lazo y perros, modalidad muy arraigada en Mallorca desde hace siglos que aún hoy se puede practicar. En los últimos años también se puede practicar caza con arco, que cada vez cuenta con más adeptos. Disfruté de lo lindo en Cala Moritx. […] Pep Mejías me abrió de par en par las puertas de su coto en Cala Murta, en el extremo de cala Formentor».

Las cabras finas de Tramuntana sirven no solo de reclamo cinegético, sino que permiten mostrar un ecosistema interesante, ya que se cazan en los riscos junto al mar de esta costa abrupta. Esto representa diversos incentivos, el primero el trofeo del animal, el paisaje, una gastronomía también autóctona, porque a diferencia de la comida internacional que ofrecen operadores turísticos, las imágenes muestran unos embutidos y platos típicos de primera calidad en los almuerzos de los cazadores que se albergan en las propias fincas cinegéticas. En fin, se trata del reclamo de una isla mediterránea que se intenta dar a conocer a un tipo de turismo con más recursos económicos. Si que el turismo rural ha supuesto la mercantilización de un espacio conocido en tanto que desarrollar hobbies, en este caso sí que podemos decir que el hobby es la caza.

Santana Talavera (2002:15) manifiesta que todos los productos y las actividades comercializadas como tales, anexos al turismo rural, giran en torno a la naturaleza y la cultura, indivisibles como paisaje e inspirados en una suerte de sensacionalismo ambiental en el que el campo y el atractivo turístico son percibidos como una misma cosa. En este caso, vinculado con los rifles. 

Debate sobre el sacrificio de cabras asilvestradas

Una de las zonas que ha sufrido el incendio es La Trapa, finca de montaña de 81 hectáreas situada en el sudoeste de la sierra de Tramuntana, en el término municipal de Andratx, que fue adquirida en 1980 por el Grupo Balear de Ornitología y Defensa de la Naturaleza (GOB) gracias al apoyo popular e institucional con el objetivo de preservarla y conservar sus valores amenazados por un proyecto de parcelación y urbanización. El GOB siempre, y ahora todavía más, ha abogado por la erradicación de las cabras porque, para esta asociación, las cabras son uno de los mayores problemas ambientales de las  masas forestales de Mallorca. 

En 2014 se abre un intenso debate entre cazadores que quieren mantener las cabras y los técnicos del Govern, que consideran que son una amenaza para la reforestación de la sierra, por lo que arguyen que la sobrepoblación de cabras está amenazando seriamente los parajes, las plantas endémicas y la reforestación. Sin embargo, existe un importante colectivo de cazadores que quiere mantenerlas para seguir practicando la actividad cinegética. Fue imposible poner de acuerdo a estas dos posturas en el intenso y participativo debate organizado por el Club Diario de Mallorca sobre esta problemática. Veamos quiénes son los actores que participaron en el debate y las diferentes posturas mantenidas durante la contienda.

Bartomeu Seguí, doctor en zoología y jefe de servicio de Caza del Consell de Mallorca, reveló que en nuestra isla existe una verdadera sobrepoblación de cabras. En concreto, indicó que se calcula un censo de unos 14.000 ejemplares, pese a que cada año se eliminan unos 800. Seguí defendió la eliminación selectiva de las cabras impuras para mantener el cabrito autóctono. Recordó que en Mallorca existen siete cotos de caza mayor donde cazadores de toda Europa pueden llegar a pagar hasta 10.000 euros por capturar un ejemplar de macho cabrío con una gran cornamenta. Es el llamado Trofeo de Caza que cada año consigue más adeptos. Tomeu Berga, director de la Gestión Ambiental y Cinegética (GAC) de Formentor, es de la misma opinión. Propuso una gestión adecuada con el descaste de las cabras mestizas y potenciar el Trofeo de Caza ‒él es el artífice del premio‒.

Joan Mayol, jefe de servicio de Protección de Especies del Govern Balear, puso en duda la diferencia entre la cabra pura mallorquina y los ejemplares mestizos. Aseguró que la cabra «es una especie invasora y nociva que, entre otras cosas, impide la reforestación de las zonas devastadas por los incendios». Mayol indicó que el problema con las cabras se ha generado a raíz del abandono de las zonas de cultivo y de la gestión de las fincas agrarias. Propuso un mayor control de la población.
De la misma opinión fue Pep Lluís Gradaille, director del Jardín Botánico de Sóller: «Estamos totalmente en contra de las cabras que devastan plantas endémicas únicas en el mundo y que tienen un valor patrimonial muy importante». Recordó que la cabra es una especie introducida y propuso a los cazadores que contribuyan a controlar la población de esta plaga y preservar el patrimonio vegetal.

Diversos colectivos de cazadores que estaban entre el público criticaron las afirmaciones de Mayol y Gradaille y defendieron la persistencia de las cabras como una actividad económica importante. Por ello, aseguraron que existe una gran diferencia, probada por expertos, entre la cabra autóctona y la mestiza. Sin embargo, Mayol respondió que los efectos devastadores sobre el entorno son producidos de igual manera por todas las razas.

El público participó de forma activa y, en algunos momentos, casi acalorada. Los colectivos animalistas entraron en escena para denunciar que la especie humana quiera controlar la población de cabras. Asimismo, criticaron que «se hable de eliminar miles de cabras sin tener en cuenta un código ético que contemple que las cabras sufren y tienen sentimientos». El naturalista Xavier Canyelles fue el encargado de contestar a estos colectivos: «Entre otras cosas, los humanos controlan la cabra porque tienen capacidad de pensar y ellas, no». Según el cronista, la respuesta arrancó los aplausos de los cazadores. Entre el público se encontraban Catalina Soler, consejera de Medio Ambiente, y la directora general de Medio Natural del Govern, Neus Lliteres.

Continuando el debate en los medios de comunicación, leemos de nuevo el 19 de marzo de 2014 que la Associació de Caçadors de cabrits amb cans i llaç, una asociación que agrupa a más de un centenar de socios de quince municipios de Mallorca, se mostró preocupada por la política que está llevando la Conselleria de Medi Ambient del Govern Balear que, según cuenta, está encaminada a erradicar la cabra de las montañas de Mallorca. Critican que la solución al problema sea el sacrificio de animales. La asociación quiere pedir a la comisión que retome las conversaciones y encuentre una solución alternativa, la cual no incluya el sacrifico de estos ejemplares. Paralelamente, la asociación AnimaNaturalis (animalistas) hace una campaña de protesta online contra la matanza de cabras. En su propuesta enviada por internet exponen: «¿Acaso esas cabras tienen la culpa del incendio que ha devastado la zona? ¿Acaso no ha sido parte del problema el hecho de que no se hayan realizado correctamente las tareas de prevención debido a los recortes? Nos parece una decisión totalmente inaceptable y premeditada. Deberían plantearse otras opciones que no impliquen el exterminio de animales. Tal vez una campaña de esterilización selectiva para evitar que la población aumente demasiado rápido y así facilitar una correcta reforestación natural. Tal vez una campaña de voluntariado para ayudar en tareas de siembra o esparcimiento de semillas o incluso realojar a los animales a otras zonas con más vegetación».

Por otro lado, Biel Capó, de Caçadors amb llaç d’Artà, en una entrevista concedida por las mismas fechas, opina que la eliminación de las cabras supondría la pérdida irreparable de un valor genético único con un importante valor ecológico y económico. Además, las montañas se llenarían de carrizo y maleza, lo cual en caso de incendio es como la pólvora. Capó afirma que basta darse un paseo por las montañas de la urbanización de Betlem para comprobar que es muy difícil transcurrir por ellas, y que ahora apenas hay ejemplares de cabras. Desde su asociación seguirán luchando y abogando para que esta erradicación no se produzca y, si hace falta, recurrirán a los Tribunales de justicia europeos. A quien afirma que las cabras son peores que el fuego y el cemento, habría que preguntarle si los últimos incendios ocurridos en Andratx o Artà han causado tanto daño como el que puedan causar las cabras. A las cabras se las culpa de que no crezca bosque de pinares, y
es cierto que las cabras pueden causar algún daño a los ejemplares de pinos jóvenes que crecen, pero, según Biel Capó, en Mallorca hace cinco mil años que hay cabras y también pinares. Unas y otros son necesarios para el ecosistema. Lo importante es cuántos ejemplares tenemos en las montañas constantemente, para poderlos controlar dentro de un ratio de población que no perjudique el ecosistema. Para lograrlo, es necesaria una mesa de negociación entre todas las partes. La solución no es erradicar en su totalidad la cabra mallorquina de nuestras montañas.

¿Hablamos de paisaje o de ecosistema? 

Siguiendo este debate en Mallorca, vemos que el concepto de biodiversidad ha ido alcanzando nuevos adeptos y valorando las comunidades locales con sus ecosistemas –lo que hay en sus ecosistemas actuales‒ como patrimonio de la humanidad. El debate que hemos ofrecido se está desarrollando entre grupos que se presentan como defensores de la naturaleza, en este caso de la sierra de Tramuntana, pero recordemos que siempre siguiendo la premisa del Convenio Europeo del Paisaje, «tal como lo percibe la población». Este convenio, al que nos hemos referido anteriormente, sugiere que no se trata solo de mantener el territorio de la sierra tal como se encuentra en la actualidad, se trata también de «mejorar la intervención humana, promoverla con actividades sostenibles de acuerdo a unos objetivos». Por supuesto, los objetivos son diferentes según sea la posición del colectivo. No se trata de un debate entre la naturaleza y la cultura, ya que en el caso de la sierra forma un todo, ni entre la urbanización y el conservacionismo. La controversia que presentamos se da básicamente entre entidades que se consideran conservacionistas: los que pretenden proteger las plantas y los que pretender conservar las cabras, estas últimas dentro de un orden.

En cuanto a la interdependencia que rige la idea de ecosistema, el concepto jurídico que permitirá aprehenderlo queda por inventar, afirma Hermitte (1991:87): «Durante mucho tiempo se ha remplazado una variedad por otra estrategia voluntarista de la conservación». En el transcurso del movimiento ecológico, las cosas cambiaron de naturaleza, porque el objetivo de algunos fue poner en el circuito comercial las variedades antiguas que, en muchos países, podían estar conservadas, pero no vendidas, porque se consideraban como pasadas, por lo tanto invendibles en una óptica de defensa de la calidad de los productos, cosa que en Mallorca ha cambiado radicalmente. En esta tesitura, podríamos preguntarnos, al igual que Alain Roger, si existe un derecho animal, a lo que él mismo contesta: «No, estrictamente hablando». El interés ecológico exige un cálculo a largo plazo, en el que se consideran numerosos parámetros aunque no sean exclusivamente económicos (1991:15). 

Hoy en día las cabras, al igual que hace milenios, no tienen depredador. Incluso los perros que se dedican a fer sang (es decir, a matar a otros animales) prefieren las ovejas, más fáciles de atacar que las cabras. La mayoría de las fincas de Tramuntana y Llevant que están activas tienen un aprovechamiento agrícola de secano (olivo, algarrobo, almendro); en cuanto a la ganadería, las grandes fincas tienen también ovejas, por lo que el cultivo de cereal sirve especialmente para la alimentación de este ganado. 

Por otro lado, para los payeses el pino suponía y supone una plaga, ya que ha sustituido ampliamente a otras especies como las encinas. El pino era cortado y erradicado cuando se introducía en las marjades o campos de labor. Los incendios en las fincas del municipio de Andratx han hecho aparecer las paredes secas que se habían construido durante el siglo xix, antes de las migraciones, paredes que llegaban hasta la cima de los comellars para preparar los cultivos. Tapados por la maleza arbustiva y por los pinos, parecía que estos últimos siempre hubiesen estado allí. En los bosques se hacía carbón con los acebuches y otro tipo de madera mejor que el pino mediterráneo. El abandono de las fincas por no ser rentables ha prodigado el monte bajo, un tipo de arbusto muy alcohólico que se quema con facilidad, pero que también se regenera, como es el caso del palmito (garballó). Volviendo de nuevo al municipio de Andratx, frente a la isla de la Dragonera existían las guardas de cabras pero estas tenían amos, aunque las llevasen al monte. Eran las nuevas cabras más productivas, las que han sido abandonadas y que ahora se presentan especialmente en verano cuando se agosta la sierra en las fincas rurales, comiéndose los jardines y la corteza de los árboles frutales. 

Anne Vourch y Valentin Pelosse (1988:191) se preguntan en referencia a la producción salvaje: «¿Cómo conciliar el ideal cinegético del “viejo solitario que acomete ante él” –se refieren al jabalí– con la realidad de los híbridos que constituyen hoy la mayor parte de los cuadros de caza?». No podemos decir que en Mallorca el interés por la cabra «fina» solo se imponga gracias al comercio cinegético internacional. A partir de los años ochenta se observa la preocupación por la autoctonía de los animales, aspecto que coincide también en la península. Payere y Pons (1991) alertan, con respecto a la cabra mallorquina o fina, de que estaba en grave peligro de extinción y solo se conservaba en las fincas de la sierra de Tramuntana, conviviendo con otros tipos de cabras sin selección ni organización. 

En los años ochenta, en Francia, asociar caza y protección de la fauna era una idea bastante nueva. Este tipo de idea está presente en el nuevo discurso de las instancias cinegéticas desarrollando una nueva ética, una imagen nueva del cazador deportista y protector, discurso que busca justificar una práctica que ha perdido en la opinión pública una gran parte de su legitimidad. Ecologistas (militantes) y ecólogos (científicos) tienen oportunidad de denunciar el divorcio entre las intenciones gestoras de los encargados cinegéticos en cuanto a la fauna y la realidad de las prácticas destructivas de la mayoría de los cazadores; para los adversarios de la caza se trataría simplemente, según el proceso clásico, de ocultar la realidad de las prácticas por un efecto del discurso, las pretensiones proteccionistas sirven de compensación ideológica. Vourch y Pelousse ven que esta asociación entre la caza y la protección está igualmente inscrita en el plano institucional de la organización administrativa de la gestión cinegética (1991:210), aspecto que corroboramos para Mallorca. La desaparición de los conejos con la mixomatosis hizo que los cazadores en Cévannes se dirigieran a los jabalíes. En Mallorca, la dedicación a la caza de cabras es más compleja, ya que desde antiguo sabemos que se han echado cabras al monte con este fin.

Es interesante tener en cuenta, en un contexto más amplio, que la sociedad moderna participa completamente del imaginario de lo salvaje, de lo natural, en una proyección compensatoria de la destrucción irreversible del medio ambiente. Por otro lado, en algunas fincas de la Conselleria se abren  parques naturales donde se espera recrear y proteger las especies «puras», concepto que en Mallorca se impone para atraer los recursos del turismo cinegético o de aquellos que quieran observar la naturaleza.

La representación legitimada de la caza por las instituciones está ligada a la defensa de la viabilidad de la agricultura como en otras partes de la vieja Europa. La noción de la defensa de la fauna salvaje en relación con la caza no está expresamente desarrollada, simplemente, para permitir una reproducción mínima de los animales, sino que la caza está reglamentada, como vemos en los diferentes comunicados de la Conselleria.