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Co-edition with Estudios de Política Exterior
Argelia-España: luces y sombras de las relaciones energéticas
Es necesario diversificar las relaciones más allá de la energía y establecer una pauta de interdependencia ampliada.
José María Marín Quemada, Gonzalo Escribano
Argelia es hoy un país axial en la ribera sur del Mediterráneo, en el sentido de que de su devenir depende en gran medida el futuro del Magreb. Su papel como aliado en la lucha contra el terrorismo y proveedor de cerca del 25% de las importaciones de gas de la Unión Europea (UE) le confieren gran relevancia geoestratégica. En el plano económico, Argelia es el principal productor de hidrocarburos del Mediterráneo, y precisamente por eso es además un mercado en rápido crecimiento marcado por las tensiones económicas e institucionales propias de una economía rentista. La confluencia de vectores políticos, estratégicos y económicos introduce gran complejidad en las relaciones hispano-argelinas.
Para España, además, Argelia plantea dos retos fundamentales: la necesidad de construir una política magrebí que no puede funcionar pivotando exclusivamente sobre Marruecos, y la de de-securitizar las relaciones bilaterales en el ámbito energético, en el sentido de dejar de centrarlas exclusivamente en los elementos de seguridad de abastecimiento y de demanda.
Este segundo punto es el objeto de este trabajo, en el que se apunta que las relaciones bilaterales deben dejar de polarizarse exclusivamente en temas relacionados con la seguridad energética, la inmigración ilegal o el terrorismo, para ampliarse a otras áreas y obtener una pauta más equilibrada y compensada de intercambios e interacciones. Y no porque esos tres asuntos no sean importantes, sino precisamente porque lo son, pues la mayor densidad de relaciones eleva el coste de oportunidad del conflicto.
Unas relaciones polarizadas en exceso por la interdependencia energética
Los hidrocarburos constituyen la base de la economía argelina y su única exportación relevante. En consecuencia, las relaciones económicas bilaterales hispano-argelinas están marcadas por las importaciones españolas de gas y petróleo, que constituyen la práctica totalidad de las importaciones españolas de Argelia y cerca del 80% del comercio bilateral total. El valor de las importaciones españolas de hidrocarburos argelinos muestra un fuerte dinamismo, especialmente en el caso del gas cuyas importaciones duplican a las de petróleo.
Entre 1996 y 2006, el valor de las importaciones españolas de gas argelino ha pasado de menos de 500 millones de dólares a cerca de 3.000 millones de dólares. En 2007 y 2008, con el aumento de los precios de los hidrocarburos, estas cifras serán mucho más altas. La mayor importancia económica de las importaciones de gas se suma a las diferentes implicaciones geopolíticas en materia de abastecimiento de ambos tipos de hidrocarburos. Por definición, los intercambios de gas son menos flexibles que los del petróleo, dado que aquél se suministra mayoritariamente en el marco de contratos a más largo plazo y en el seno de mercados regionales, donde la importancia de las infraestructuras resulta capital. Por el contrario, el mercado del petróleo es relativamente más fungible y global, y el peso de Argelia en el mismo es reducido.
En cambio, el poder del mercado argelino sobre el gas consumido por la región mediterránea de la UE es comparativamente mucho mayor. Desde una perspectiva geo-energética, Argelia es un país axial para España, pese a los (exitosos) esfuerzos españoles por diversificar su abastecimiento de gas mediante el recurso al GNL. En 2001 las exportaciones argelinas de gas alcanzaron un máximo del 64% del valor de las importaciones españolas, pero desde ese año su cuota ha caído gradualmente hasta el 36%, debido al mayor crecimiento de las importaciones procedentes del resto del mundo. Es importante destacar que esa menor cuota de mercado de las exportaciones argelinas de gas ha sido compatible con un aumento importante de su valor desde 2005. En contraste con la tendencia observada para el gas, la cuota de mercado del petróleo argelino en Espadel 5% de las importaciones españolas, aunque con tendencia a la baja desde 2002.
El gas es, por tanto, el elemento estratégico de las relaciones económicas hispano- argelinas. Desde la perspectiva española, Argelia es su primer suministrador de gas, pese a la caída de su cuota durante los últimos años. En volumen, cerca de la tercera parte de las importaciones españolas de gas proceden de Argelia, básicamente a través del gasoducto Magreb-Europa, que supuso en 2006 el 24,5% de las importaciones españolas totales de gas, mientras que las de GNL argelino ascendieron al 8%. La única fuente alternativa por gasoducto al gas argelino es el procedente de Noruega, que en 2006 apenas suponía el 6% del volumen de importaciones totales españolas de gas. En todo caso, debe destacarse el abrupto descenso del porcentaje de las importaciones de gas procedente de Argelia, explicado por el aumento de casi todos los restantes suministradores, especialmente Nigeria, Qatar, Egipto y Trinidad y Tobago. Es importante matizar la visión común en España sobre la supuesta preeminencia española en la seguridad de demanda argelina.
Desde la óptica de Argelia, España es el segundo cliente del gas argelino, muy por detrás de Italia. En 2006, Italia absorbía casi la mitad de las exportaciones argelinas de gas, mientras que España concentraba menos del 20%. Francia (11,9% de las exportaciones argelinas de gas), Turquía (7,5%), Bélgica (5,4%), Portugal (3,4%) y Reino Unido (3,2%) son también clientes importantes. El 60% del gas argelino se exporta por gasoducto. Sólo España e Italia se aprovisionan tanto por gasoducto como por GNL de Argelia, pero la cercanía geográfica marca la predominancia del transporte por gasoducto.
El gasoducto Trans- Med transporta el gas hacia Italia a través de Túnez y tiene una capacidad de 24 bcm (miles de millones de metros cúbicos) anuales, aunque está siendo ampliado a 27 bcm el gasoducto Magreb- Europa que discurre por Marruecos, en cambio, sólo tiene una capacidad de 12 bcm anuales. Esta realidad no cambiará demasiado una vez se materialicen los proyectos en curso, como el gasoducto Medgaz, que puede sumar 8 bcm anuales a la capacidad de transporte por gasoducto entre Argelia y España; en el corto plazo esta capacidad puede casi duplicarse fácilmente añadiendo nuevos compresores, cuya eventual instalación ha sido prevista en el proyecto actual. Las tres empresas españolas involucradas en el Medgaz (Iberdrola, Endesa y Cepsa, esta última a su vez fuertemente participada por la francesa Total) han firmado contratos a largo plazo para comprar más de 4 bcm anuales de gas a través del nuevo gasoducto.
De hecho, uno de los factores que explican el descenso de la cuota de mercado del gas argelino en España es precisamente que el actual gasoducto a través de Marruecos se ha quedado pequeño para las necesidades españolas. A más largo plazo, debe tenerse en cuenta que también está proyectado el gasoducto Galsi, que une Argelia e Italia a través de Cerdeña, por lo que es de esperar que el papel de Italia como cliente siga siendo preponderante. Otro proyecto que puede reforzar el papel de Argelia es el del gasoducto trans-sahariano para transportar gas desde Nigeria a Europa a través del Sáhara, promovido por la misma Argelia. Aunque bien puede tratarse de un episodio más del pipeline diplomacy propio de los últimos años, sería conveniente que España intentase sumarse al proyecto desde sus inicios, pues en el largo plazo supone una opción estratégica para Argelia de cara al escenario après-pétrole que tanto inquieta a los argelinos.
Esta polarización del componente energético en las relaciones bilaterales no debe simplificarse caracterizándolas unívocamente en términos de dependencia bilateral, ya sea de suministro o de demanda. Por el contrario, se trata de relaciones de interdependencia a una escala que trasciende los flujos bilaterales para alcanzar dimensión europea. Sin duda, el ámbito energético debería ser un vector fundamental de la cooperación bilateral. Las complementariedades son evidentes: España cuenta con el mercado, la tecnología y las empresas necesarias para impulsar el crecimiento de las exportaciones de gas argelinas, y Argelia requiere racionalizar y aprovechar al máximo sus recursos energéticos para desarrollarse económicamente. En este sentido, debe trabajarse por ambas partes para intensificar la interdependencia energética bilateral.
Pero precisamente esa importancia geoestratégica para España de Argelia como proveedor natural de gas requiere una expansión clara de la agenda española en el país magrebí. España debe expandir sus relaciones con Argelia a nuevas áreas e intensificarlas en otras en donde su presencia es casi marginal. Faltan intercambios entre la sociedad civil (empresas, ONG’s, universidades, administraciones públicas) y quizás un mayor nivel de interlocución política. Aunque hay inversiones y, sobre todo, contratos públicos importantes, en Argelia hay muchas oportunidades que las empresas españolas deberían apresurarse a explorar con una apuesta más fuerte por ese mercado. Fomentar un mejor conocimiento mutuo facilitando y promoviendo los intercambios humanos es otra de las tareas pendientes. El objetivo debe ser despolarizar las relaciones bilaterales de su actual eje de seguridad energética, sea de oferta o de demanda, y establecer una pauta de interdependencia ampliada.
Nacionalismo energético o disputas comerciales
Esta interdependencia ampliada, considerada como fuente de oportunidades mutuas, se ve amenazada por lo que se ha denominado resurgimiento del nacionalismo energético o petropolítica. Desde los países consumidores se tiende a imputar este calificativo a los países productores, en la medida en que entienden que éstos dificultan el acceso de las empresas petroleras internacionales a sus reservas. La reciente rescisión por Argelia del contrato de Gassi Touil entre Sonatrach y Repsol YPF y Gas Natural, y la determinación argelina de aumentar el precio del gas que suministra a España han sido interpretadas en esa clave.
El contrato de Gassi Touil firmado en 2004, el proyecto más importante del país y el único controlado por empresas extranjeras que abarcaba todas las fases del ciclo gasista, fue rescindido alegando retrasos en la ejecución. Además, puesto que los retrasos impedirían a Sonatrach cumplir sus compromisos de exportación de GNL, ésta ha exigido compensaciones. La disputa es objeto de un arbitraje en la Corte Internacional de Ginebra, pero Sonatrach no ha dejado de filtrar informaciones sobre las supuestas negligencias de ambas empresas españolas. La segunda disputa, también sometida a arbitraje en Ginebra, se refiere al precio del gas que Sonatrach suministra a Gas Natural por el gasoducto Magreb-Europa, y que quiere aumentar en un 20%, lo que por cierto todavía dejaría al precio por debajo del fijado en otros contratos internacionales.
Sin embargo, desde una perspectiva pragmática, puede ser un error el sacar tales diferencias del contexto de las meras disputas comerciales, independientemente de sus motivaciones últimas. El precio de los hidrocarburos se ha disparado en los últimos años, y es comprensible que los productores quieran actualizar los contratos a largo plazo firmados a precios más bajos, así como que intenten sustituir a las empresas internacionales en la fase de exploración y producción o, simplemente, variar sus alianzas estratégicas empresariales, por ejemplo en favor de las empresas energéticas de determinados países, como Francia. Además, el nacionalismo energético también habita en los países consumidores, como ha podido apreciarse en los últimos años en los intentos de los gobiernos europeos por proteger sus mercados y auspiciar la emergencia de campeones energéticos nacionales en aras de los supuestos intereses estratégicos que concita el sector.
Las reticencias de la Comisión Nacional de la Energía (CNE), el regulador español, a permitir un mayor acceso del gas argelino al mercado español de distribución, y las suspicacias políticas respecto a los vaivenes del accionariado del Medgaz o a que Sonatrach pudiera hacerse con una participación importante en Cepsa son claros ejemplos de esta actitud. Respecto a la participación en Medgaz, el segundo gasoducto que unirá Orán con Almería, en la actualidad el accionariado se reparte entre Cepsa e Iberdrola (20% cada una), Endesa y Gaz de France (12% cada uno) y Sontatrach (36%). Sonatrach aumentó su participación del 20% al 36% a finales de 2006 al comprar las participaciones de BP y Total, superando así el 25% que los estatutos del Medgaz estipulan para otorgar el control minoritario. La CNE impuso ocho condiciones muy restrictivas a Sonatrach para aumentar su participación al apreciar riesgos de poder de mercado.
Entre ellas estaba la potestad de revocar acuerdos o vetos adoptados por Medgaz que afectasen a la “seguridad pública española”. Sonatrach recurrió ante el Ministerio de Industria con el apoyo de sus socios, y éste eliminó todas las condiciones, incluyendo las referidas a la comercialización. Sonatrach pretende vender al menos 2 bcm anuales a través del Medgaz directamente a los consumidores españoles, pero el regulador español sólo le permitía vender 1 bcm anual. En la actualidad, no hay limitación alguna en este sentido, aunque Sonatrach se ha comprometido a autolimitarse a los 2 bcm.
El Ministerio de Industria sugirió que Gas Natural podía entrar en el accionariado de Medgaz, pero esa posibilidad no se ha materializado. Gas Natural ha presentado un contencioso ante la Audiencia Nacional española contra el aumento de participación de Sonatrach en Medgaz, apoyándose en el dictamen de la CNE, en lo que parece un elemento más del pulso que mantienen Sonatrach, de un lado, y Gas Natural y su accionista Repsol, por otro. Hasta la fecha, se ha conseguido controlar los daños en las relaciones bilaterales, pero el ambiente se ha enrarecido considerablemente, lo que no es un buen camino ni para Argelia ni para España. En el plano europeo, las directivas sobre el gas natural emanadas de la Comisión Europea privilegian la liberalización de los mercados gasísticos básicamente a través de la limitación y flexibilización de los contratos a medio y largo plazo de aprovisionamiento de tipo take or pay. Argelia ya ha aceptado eliminar las cláusulas que impedían la re-exportación del gas a otros mercados en sus nuevos contratos.
Estas consideraciones surgen del enfoque pro-competitivo de la dirección general de la Competencia de la Comisión, e incluyen el desacoplamiento de las actividades de producción, transporte y comercialización, que podrían limitar los beneficios obtenidos por empresas integradas como Sonatrach. Por ello, sería deseable que durante el periodo transitorio que permiten las directivas comunitarias se adoptase un enfoque flexible y negociado que tenga en cuenta los intereses de Argelia. Si se acepta que la política energética de la UE se basa en “el arte de lo posible en cada momento” y en avances muy lentos, ralentizar la exigencia de desacoplamiento de la propiedad de redes y producción puede ser perfectamente posible.
En un enfoque global y a largo plazo, el desarrollo económico en Argelia pasa por la aportación central del sector energético y, en concreto, de Sonatrach. Por ello, la actitud favorable del gobierno español a facilitar el acceso al mercado gasístico supone una señal importante, pues el mercado ibérico resulta estratégico para Argelia tanto en términos de crecimiento como de acceso al mercado francés. Bienvenidos sean estos esfuerzos y señales de apertura, pero no deben venir solos. España debe plantear una estrategia de largo plazo mucho más amplia con Argelia para despolarizar una agenda bilateral demasiado sensible a los vaivenes del sector energético.
Es cierto que la energía supone el eje de las relaciones económicas (y políticas) bilaterales, como supone el eje de la economía (y de la economía política) argelina. Pero al igual que Argelia precisa una urgente diversificación económica, las relaciones hispano-argelinas también precisan una diversificación y una apuesta más clara por elevar al rango de estratégica la naturaleza de la cooperación en nuevos ámbitos. Por tanto, no debe esperarse más tiempo para recorrer este camino, pues en caso contrario otros países lo harán y ello puede no beneficiar los intereses españoles.