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Co-édition avec Estudios de Política Exterior
- Líbano en el contexto convulso de Oriente Próximo
- La construcción magrebí tras la ‘Primavera Árabe’ Miguel Hernando de Larramendi
- Ahora es cuando Europa puede marcar la diferencia Andreu Bassols
Editorial
Al redactar estas líneas, 10 de diciembre de 2012, algunos protagonistas vuelven a hacerse presentes en Oriente Próximo, en el conflicto entre israelíes y palestinos y más concretamente en la franja de Gaza. Varios emergen hoy, otros están presentes en el terreno desde hace años. Barack Obama, Benjamin Netanyahu o Mahmud Abbas entre los antiguos. Jaled Meshal, antiguo líder de Hamás en el exilio, ha puesto por fin un pie en la franja. En El Cairo, Mohamed Morsi, elegido el 30 de junio, recuerda que es él quien ha ganado las elecciones a la presidencia. Ahora reclama poderes excepcionales para encarar una situación también excepcional. Morsi optó por pactar un principio de acuerdo con la oposición.
Los egipcios saben, como sabe su nuevo presidente, que el respaldo popular recibido era limitado, un 25,3% de los votantes. Pero Morsi sabe también que aún en corta proporción, él mismo y los Hermanos Musulmanes fueron los más votados. Ahora se ha visto obligado a aceptar el ritmo frenético de la crisis y ha retirado la declaración constitucional por la que se proclamaba titular de poderes casi absolutos. No ha retirado, sin embargo, el referéndum constitucional, que mantiene para el 15 de diciembre. En meses recientes, de septiembre a diciembre, Morsi ha aparecido como un indispensable mediador internacional. Tuvo el valor de defender en Teherán el TNP, Tratado de No-Proliferación, al pedir un Oriente Próximo sin armas nucleares. Pidió también un Consejo de Seguridad más representativo y defendió con inteligencia y prudencia la causa palestina. Al exigir que ninguna institución pudiera anular sus decisiones dio posiblemente un paso en falso. El desenlace, sometido al criterio de seis expertos, debe acabar con la promulgación de un nuevo decreto que esclarezca los poderes del presidente egipcio. Con su reelección, Barack Obama ha cobrado una altura distinta.
Los cuatro próximos años se esforzará, es seguro, por lograr que Israel no reduzca a la asfixia a los palestinos. El proyecto de construir cerca de Jerusalén 3.000 viviendas en nuevos asentamientos es una inquietante decisión. Obama tiene armas de peso para conducir a Netanyahu –cuya victoria el próximo 22 de enero se da hoy por segura– a un acuerdo. Hay una cuestión que domina desde hace largas décadas toda campaña electoral en Israel. Se trata de asegurar la seguridad. Y hoy la seguridad se juega sobre todo en Gaza. La autoridad palestina, representada por Mahmud Abbas, acaba de conseguir un éxito en las Naciones Unidas: Palestina ha sido reconocida como estado observador. Pero la fuerza de arrastre permanece en Gaza. El viaje de Meshal ha dado la prueba. Los rivales de Netanyahu han hecho una demostración de incompetencia.
Los más respetados, Tzipi Livni, antigua presidenta del partido de centro derecha Kadima, y su actual presidente, Shaul Mofaz, se han enfrentado inútilmente a Shelly Yacimovich, a Yair Lapid y a Zehava Gal-On. Todos ellos eran adversarios de Netanyahu y todos han quedado anulados por inexplicables rencillas. Hoy las encuestas conceden 38 escaños a la coalición formada por el Likud y el partido de extrema derecha de Avigdor Lieberman, hasta ahora ministro de Asuntos Exteriores y fundador del partido Israel Beitenu (la Knesset tiene 120 escaños, mayoría de 61).
La necesidad perentoria de liderazgo se hace presente de nuevo en Oriente Próximo. Otro tanto ocurre en el resto del mundo, de Europa a Japón. Pero la presencia de algunos hombres o mujeres, capaces efectivamente de dirigir, cambia a veces el destino de los pueblos, casi siempre para mejor. Queremos terminar esta nota editorial mostrando nuestro agradecimiento a todos los colaboradores que participan en este número y que con su colaboración voluntaria, han hecho posible su publicación. A todos ellos, gracias por su apoyo.
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