La elección del 10 de febrero en Israel ha dado resultados más que confusos. Muy inclinados, ya se preveía, hacia la derecha dura. Pero el esperado vencedor, Benjamín Netanyahu (27 escaños), cabeza del Likud, resultó derrotado por Tzipi Livni (28), de Kadima. Hoy el Likud no es el extremo de la derecha del Knesset. La tercera formación es la del ultraderechista Avigdor Lieberman, con 15 diputados. El laborismo, que encabezó Ben Gurión en 1949, queda detrás, con 13. De acuerdo con la legislación primaria (Israel carece formalmente de Constitución), el líder de la segunda formación más votada recibe el título de jefe de la oposición. Al rechazar la coalición con Netanyahu, Livni ganó ese nombramiento. Siria seguirá siendo la primera preocupación, no sólo para Israel: también para Estados Unidos y la UE.
Cisjordania pasa después, mientras Gaza es una franja meridional vecina de Egipto. Los cohetes de Hamás han reforzado a la extrema derecha israelí en los últimos 10 años, quizá de acuerdo con las aspiraciones de Hamás. La cuestión central es la puesta en marcha del Estado palestino, hoy mucho más lejana que antes de las elecciones. Para Netanyahu, esa es una fórmula teórica, discutible. Por el contrario, Livni y Olmert pelearon a favor de que Palestina, convertida en Estado, era la única posibilidad de que Israel halle algún día la paz. Falta por saber si a la derecha dura israelí, hoy dueña de 65 escaños sobre 120, le interesa ese término, paz, aunque sólo sea como orientación lejana. Netanyahu no quiere ser visto en América ni en Europa como el líder de la ultraderecha israelí. Quiere mantener una cierta idea de Israel en el mundo. Idea que sólo preocupa instrumentalmente a Lieberman, enemigo radical del principio de los dos Estados. Al escribir estas líneas, Netanyahu aún no ha formado gobierno. Quiere forzar a EE UU contra Irán. Israel bombardeó en 1981 las instalaciones de un futuro reactor nuclear en Irak.
Creyó que ese ataque le llevaría a una gran guerra: y lo hizo. Netanyahu se ha comprometido en la campaña: Irán no tendrá fuerza nuclear. Le urge plantear a Obama el enfrentamiento militar: su mandato, dirá, será juzgado, ante todo, por su fortaleza o debilidad ante Irán. Israel sufre un problema acuciante de falta de liderazgo. Netanyahu podrá siempre amenazar a Lieberman y a sus aliados con una nueva coalición, Likud, Kadima y Laboristas (68 escaños). Entre tanto el líder del Likud fingirá tener una verdadera política – “debemos mejorar la situación económica de los palestinos…”. Mientras, reforzará los asentamientos de Jerusalén-Este y de la zona entre la capital y Belén. En su etapa de gobierno, Bibi fue eficaz, opaco y sumamente impopular. Pero logró evitar el desasosiego social durante aquellos tres años, 1996-99. Meses antes del 10 de febrero, nadie dudaba de su triunfo. El éxito de Livni ha sido para él una derrota personal. El jefe del Estado, Shimon Peres hubo de encargarle, sin embargo, formar gobierno. Netanyahu llevará pronto un mes dedicado a la tarea.
Livni no ha querido estar en esa coalición a pesar de la insistencia del anterior ministro de Defensa, Ehud Barack, en mantenerse en el puesto. Toda previsión es hoy demasiado arriesgada. EE UU será probablemente duro en su negociación con Israel. La nueva secretaria de Estado, Hillary Clinton, es pro-israelí, pero Obama ha sabido tomar distancia: se comportará, seguro, como lo que es, único líder mundial, todavía hoy. Nadie tiene derecho a prever un puenteo de Clinton, emparedada entre el presidente y el enviado a Oriente Medio, George Mitchell. Pero hay espíritus que flotan en el aire. La UE es un aliado indispensable de EE UU: Javier Solana, Alto Representante de la Unión, negoció durante meses y años con Mahmud Ahmadineyad. Acompañó luego a los ministros de Exteriores francés, británico y alemán: los cuatro europeos frenaron en seco muchas aspiraciones iraníes. Se dice que la negociación fracasó al final, en 2008, pero no es así. Algo, sin embargo, está claro: sólo Washington tiene hoy poder para ir a una negociación cara a cara entre iraníes y occidentales.
Las Naciones Unidas prestarán su respaldo legitimador al proceso. Rusia, miembro del Cuarteto, con EE UU, UE y ONU, es un apoyo indispensable. Estados Unidos logró a finales del siglo pasado sacar a Egipto de la órbita de influencia de Rusia. Pero Siria sigue disponiendo hoy de cohetes y misiles, made in Russia, de variable alcance.